Bibiana Ricciardi está en Salerno, Italia, la ciudad en la que nació su papá, "El Tano", antes de exiliarse a la Argentina. En su celular escribe un posteo de Facebook que aunque todavía lo desconoce, unos meses más tarde va a estar interpretando en un teatro. No muy lejos de ella, Chiara Borrini, su hija de 15 años, la mira tipear absorta en la pantallita, sin sospechar que va a ser la co-protagonista de esa obra. Luciano Olivera, un colega y amigo, le da "Ma gusta" desde Buenos Aires sin saber que va a dirigirla.
Durante una entrevista en España en 1977, Julio Cortázar contó: "En este momento hay un cuento que camina por algún lado, que empecé a sentir en Londres, que he continuado en París y que se vuelve obsesivo aquí en Madrid. Y entonces lo estoy escribiendo en diferentes pedazos de papeles, va saliendo por momentos, pero sin ninguna sujeción a horarios, porque el cuento ya está escrito". Bibiana dejó como el escritor de Rayuela esos retazos de palabras en su timeline, mientras en algún lugar la maquinaria creativa ya había comenzado a mover los engranajes.
"Durante el viaje a Salerno mi viejo iba contando historias tremendas, de la Segunda Guerra Mundial, que empezaban a ser cada vez más espesas y espeluznantes, y yo estaba con Chiara y mi hijo menor, era muy fuerte todo lo que estaba pasando y me di cuenta de que algo iba a hacer yo con eso, pero no fui pensando en que iba a hacerlo", admite Bibiana, autora y protagonista de Salerno, la obra que fue la ganadora del concurso Post-40 y tuvo como premio el montaje de la producción, desde principio de mes todos los jueves a las 20:00 y "a la gorra" en la sala Melany del teatro Radio City de Mar del Plata.
"Esto no nació como un bio-drama, sino que tenía un material y una experiencia vivida, yo soy escritora, dramaturga y creía que ese material me podía servir para hacer un documental por ejemplo. Pero finalmente algo me hizo 'click' y dije 'es como todo eso junto', es teatro, es documental, es muy autorreferencial y entonces me puse a escribir esto, que tiene que ver con el viaje que hicimos Chiara y yo a la tierra de mi viejo", enmarca la autora, dejando entrever un poco por donde transcurre una trama en la que las dos protagonistas se interpretan a ellas mismas y al mismo tiempo no.
"Yo creo que lo que pasó con esta obra fue lo contrario a interpretarnos a nosotras mismas, empezamos a crear un personaje que ya no éramos nosotras", explica Chiara sobre el trabajo de tener que llevar al escenario una historia que si bien incorpora elementos de su vida personal, no deja de ser un hecho artístico: "yo creo que soy una persona muy distinta a la que era en ese viaje y también a lo que represento acá", dice la actriz de 16 años.
Los posteos de Facebook y los videos que registraron durante ese viaje a Salerno, en el sur de Italia, articulados con sus charlas, basadas en muchas que fueron reales y que Bibiana registró con obsesión, además de transitar y poner todo el tiempo en juego las relaciones entre padres e hijos, con sus luces y principalmente con sus sombras, traen al escenario a una figura virtual que el espectador conoce a través de filmaciones caseras, íntimas, personales y de anécdotas en primera persona: "El Tano", el papá de Bibiana, el abuelo de Chiara, el tercer protagonista.
"Mi gran miedo para hacer esta obra fue él, yo lo quiero un montón a mi abuelo y esta obra lo expone", se apura a decir Chiara y es el director Olivera el que toma la palabra para sumar la mirada del otro, sobre estas tres generaciones que conviven en escena: "Es esa tensión enorme que tenemos con nuestros padres de amarlos y odiarlos, hay un pase de factura constante de parte sobre todo del personaje de Bibiana y hay un perdón absoluto por parte del de Chiara. Todos sabemos que con el paso de la vida eso va cambiando, perdonamos, nos ponemos acusadores, volvemos a perdonar, ellas recrean un momento determinado donde anímicamente estaban de ese modo y es súper interesante verlas juntas en el escenario, madre e hija, esa línea de sangre se transmite y hace que la obra funcione".
Es la primera vez de Bibiana como actriz y de Luciano como director, dos bichos audiovisuales, ganadores de múltiples premios, entre ellos el Martín Fierro y el Fund TV, que se animan al nuevo formato con la seguridad de los que saben que tienen algo para decir. La forma de decirlo es lo que menos les preocupa. "Todos somos hijos o nietos de un inmigrante que lo más probable es que haya venido del hambre o de la guerra y lo que primero genera esta obra es identificación", subraya Olivera, que asume este rol que hasta hoy le era desconocido a partir de adaptarlo a un terreno en el que se siente seguro: "lo hago como si estuviera dirigiendo un vivo de televisión, uso mi código y así me resulta más sencillo llevarlo adelante".
Los temas que transita Salerno hacen imposible que la mirada sobre las protagonistas no se vuelva hacia nosotros mismos. Los videos, los posteos, partes de una obra para la que no fueron creados originalmente, vuelven al relato verosímil, ese placer raro y tan de estos tiempos de hurgar en la vida de los demás -o en lo que los demás quieren mostrar de sus vidas-, está y atrae. La dosis justa de relidad y de ficción justa para que el espectador no distinga los límites.
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Es chileno, hace stand up callejero y cada noche revoluciona la rambla en Mar del Plata