"Una misma lengua nos separa". La ironía atribuida a Bernard Shaw (referida a los británicos y los norteamericanos), les cabe también a hispanohablantes de distintas latitudes. Pero no hace falta ir tan lejos: gracias a la recreación incesante del habla popular, en una misma mesa familiar en la que confluyen varias generaciones, probablemente, habrá dos acepciones de bondi y hasta tres de churro, no entenderán lo mismo por fiaca, y gato tendrá cuatro o cinco lecturas, todas alejadas de "mamífero doméstico de la familia de los félidos".
"Necesito frases de adolescentes de hoy y su traducción. ¿Me tiran un par?", tuiteó hace unas semanas @floraalkorta y recibió "nos tomamos un remo" (por un remise), "sos pollo" (por el clásico "estás en el horno"), "qué gede" (antes "qué pesado"), entre decenas que a diario emplean muchos y a otros sorprenden.
Más curioso es cuando viejas expresiones alternativas se usan con sentidos novedosos ("nuevos" por contraposición a los históricos, aunque con suficientes años de circulación como para volverse populares y eventualmente ser registrados por el cancionero, la literatura o los medios). Entonces los cruces de sentidos pueden provocar el desconcierto de unos y otros: los que no conocen la acepción más reciente… pero también los más jóvenes que ignoran la antigua.
Distintos usos de una misma palabra pueden convivir por años. Es el caso de fiaca, que históricamente equivale a "pereza" (del italiano "fiacca" = flojedad, laxitud, cansancio, fatiga), y que ahora, en locuciones como ¡Qué fiaca!, puede equivaler también al viejo ¡Qué garrón! en el sentido de "evento desafortunado". De donde podría imaginarse el siguiente diálogo:
-Pili se peleó con el novio.
–Qué fiaca.
El proceso por el cual las voces populares pueden desde operar un leve desplazamiento de sentido hasta adquirir otro enteramente distinto, no se produce de un día para otro. Transiciones, superposiciones y transformaciones se extienden y se completan a lo largo de años, y también hay voces lunfardas históricas que, después de un período de latencia o de su virtual extinción, reaparecen con un significado nuevo. Cualquiera de estas expresiones (y muchas más) tendrán un sentido u otro de acuerdo a quién las formule y las escuche:
Chongo: A comienzos del siglo xx, esta palabra circulaba con el significado de "obrero", hoy en desuso, según hace notar el especialista Oscar Conde. Más tarde se utilizó como adjetivo equivalente a "ordinario, vulgar". Pero llegó al Diccionario de Americanismos de la ASALE como "gay físicamente atractivo", que no representa por completo el uso actual, con un sentido más extendido, definido por José Gobello como: "Hombre joven y viril". Esta voz, en plena vigencia, da lugar a chonguito y chonguear ("Ahora ando chongueando un poco nada más, la verdad es que estoy sola, sola, sola", Lizy Tagliani en entrevista radial en la Once Diez).
Burra: En el lunfardo clásico esta palabra se utiliza con el sentido (de origen delictivo) de caja fuerte, tal como aparece en "Canera academia de la rante ansia/ donde el chorro de antes aprendía a yugarla…/ saliendo escruchante de manos bravías/ pa' encarar las burras y desengomarlas" (Juan Carlos Andrade, "Academia canera", en Antología del soneto lunfardo. Luis Alposta, Ed. Corregidor, 1978). Pero en las letras de cumbia aparece desde hace varios años en alusión a las nalgas ("Mueve la burra"; "Me gusta esa burra,/ mandala al colegio", Mc-Caco), significado con el que circula como variante jergal juvenil.
Churro: "Cigarrillo de marihuana, por analogía en la forma" (Conde, Lunfardo. Taurus, 2011) es la relexematización más reciente del español "churro". Va dejando en el olvido el uso alternativo con el sentido de "hermosa/hermoso", impuesto a mediados de los años 40, que tendría origen en el más antiguo uso figurado de churrasco: "Los piropeadores se contentan ahora con expresar una admiración caníbal: ¡Qué churrasco!, que pronto degenera en un idiotismo: ¡Qué churrasca! Y, por último –¡hasta para piropear tienen apuro los hombres de hoy!– llegamos al apocopado: ¡Qué churro!" (Manuel Castro, Buenos Aires de antes, 1949). Un registro de uso en Las tumbas de Enrique Medina (1972): "La Guachona seguía mirándome fijo a los ojos. Primero la había visto fulera. Ahora era un churro bárbaro."
Chala: Otra expresión en circulación para "marihuana". Históricamente era sinónimo de dinero-plata-guita, de donde chaludo: adinerado.
Dato: El sustantivo español se empleaba en la jerga del turf con el sentido específico de "pronóstico confidencial del resultado de una carrera de caballos". Hoy es expresión irónica de desinterés en código adolescente, pronunciado con lapidario desdén como toda respuesta a una información o advertencia lanzada por un interlocutor adulto: "Dato" (entiéndase: "¿Y a mí qué me importa?").
Gato: Sobre las múltiples transformaciones de esta palabra en el uso festivo y popular podría escribirse un tratado. Mencionaremos su antiguo empleo, que hoy recoge el Diccionario de Americanismos en la expresión pobre gato: "Persona insignificante o sin medios económicos". Ese uso fue sustituido, más tarde, por otros vinculados a la prostitución: gato para designar al que paga a una mujer (posiblemente por asociación con gatillar = pagar) y, por transferencia, para designar a la mujer que cobra a cambio de sexo, con el verbo gatear como derivado. Pero gato tiene enteramente otro sentido, como insulto, más ligado a su uso histórico, y cada vez más empleado. De origen tumbero, lo recoge la cumbia villera con el valor de "sirviente", originalmente aplicado a un preso sometido por otro más poderoso en una especie de escalafón tumbero en el que las variantes gato negro y gato lavataper designan al nivel más bajo. Pero hay una curiosa ambigüedad: gato también es despectivamente "policía", y en ciertos contextos asociado a la voz bigote, que designa por metonimia al agente de típico bigote y también lleva a pensar en los bigotes del gato –uno de los atributos felinos más notorios–.
Bondi: Aquí encontramos dos acepciones en plena vigencia. La primera es la histórica de "colectivo", que recoge el Diccionario del Habla de los Argentinos: "bondi (del portugués brasileño) m. Desus. coloq. Tranvía. Por extensión, transporte público automotor". Pero esta acepción convive con la de "pelea, gresca, problema", tal vez también relacionada con la gíria brasileña (en esta jerga "bonde" es "traslado de presidiarios"). Un ejemplo literario: "Fueron al encuentro con faca en mano, y así pelearon. El mismo que tiró el ponchazo para cortar la pelea salió perdiendo con una lastimadura profunda en un brazo, y al ver que la reyerta estaba empeorando, un par de pibes se metieron para parar el bondi o sea, la riña, para que la gorra no se rescate, y así poder seguir solucionando los problemas que aun seguirían pendientes" (Otro mundo, por Natalio Damián Aguilar, en Desde Adentro. Antología de Alberto Sarlo, Relatos de escritores del Pabellón 4, Editorial Cuenteros, Verseros y Poetas).
Gorra: Y a propósito de "gorra", que aparece en la cita anterior, equivale a "policía" por metonimia (en alusión a la gorra del uniforme) y es recogido por la cumbia villera. Un uso muy distinto al del histórico y olvidado de gorra, que corresponde a "gratuitamente" y tendría un equivalente en de garrón.
Y vuelta al comienzo. Aunque este garrón no es el mismo "garrón" del principio. Este que remite a "gratuitamente" proviene de la deformación del coloquial "gorrón: Que tiene por hábito comer, vivir, regalarse o divertirse a costa ajena" (RAE). El homónimo que alude a "suceso desafortunado" tendría origen en el español "garrón: extremo de la pata de la res", en el que casi no hay carne, lo que explicaría el infortunio de comerse un garrón.
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