Trenque Lauquen, la ciudad que cuenta su historia en las paredes

La ciudad bonaerense fue el lugar donde se gestó y se impulsó el movimiento muralista de la década de 1970. Hoy, revive ese espíritu a través del primer Encuentro Nacional de Arte Mural. Un recorrido por las costumbres de los pueblos originarios plasmadas en sus calles

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Trenque Lauquen lleva desde su propia nomenclatura sangre aborigen. Y quizás sea por eso que esta semana por primera vez el municipio local eligió una de las manifestaciones artísticas más ligadas al pueblo, el muralismo,  para contar a través de los pinceles de distintas generaciones de artistas su historia en las paredes.

Cuando se entra desde ruta 5 por la avenida García Salinas, lo primero que llama la atención después de pasar la rotonda con el mástil y la bandera es, en lo alto del arco de entrada, el nombre mapuche en letras capitales: Trenque Lauquen. Significa "laguna redonda" y lo puso el general Conrado Villegas en 1876, cuando fundó la ciudad.

El lugar tiene unos pocos edificios, predominan las casas bajas, las avenidas anchas y la  historia, casi como si esta última fuera un elemento más del paisaje. Las paredes devuelven escenas que recrean momentos, personajes y que generan preguntas sobre ese lugar al que ni la Conquista del Desierto, ni el paso de los años, pudieron quitarle la identidad.

El artista Omar Brachetti pisó Trenque Lauquen por primera vez hace 50 años, cuando todavía en aquel tiempo "a cuatro cuadras de la plaza ya empezaba la tierra". Volvió este mes a una ciudad de ya más de 34 mil habitantes, convocado para el Encuentro de Arte Mural organizado por el municipio, en lo que fue una vuelta a encontrarse con esa historia.

"La temática que tomé fueron los dos íconos de Trenque Lauquen, que son el cacique Pinsen y el coronel Conrado Villegas", explicó Brachetti sobre las dos figuras que flanquean su producción, en la que además suma la clásica toldería, las columnas de la intendencia y un tractor cosechando. "Quise poner pasado y futuro al mismo tiempo", confió el artista sobre la obra que realizó en la Casa de la Historia y la Cultura del Bicentenario.

Y es que Trenque Lauquen fue el lugar donde se gestó y se impulsó el movimiento muralista de la década de 1970, que tuvo su origen primigenio en 1968 cuando el artista plástico Héctor Rodríguez Fedele y el historiador José Francisco "Pepe" Mayo organizaron allí el primer encuentro de muralistas, junto al propio Brachetti, Rodolfo Campodónico, Italo Grassi, Genarini, Raúl Guzmán, Víctor Grillo, Fernando Prada, Mauricio Nizzero y Ernesto González Garone. Estos artistas -que años más tarde serían reconocidos internacionalmente- formaron el Movimiento Nacional Muralista y continuaron reuniéndose año tras año.

Del primer Encuentro Nacional de Arte Mural que acaba de realizarse en Trenque Lauquen participaron exponentes en técnicas como pintura, esgrafiado, mosaiquismo, fileteado porteño y cemento directo sobre edificios y muros. Entre las obras que más se destacan están las decenas de murales de Rodolfo Campodónico, artista que se radicó allí en 1970.

Si se menciona a Campodónico y a Trenque Lauquen no puede dejarse de lado la gran obra compuesta por 28 murales para la gobernación de la Provincia de Buenos Aires, a través de la cual se cuenta la historia de la provincia.

En el año 2006, por voluntad suya, el gobierno provincial los donó al Municipio trenquelauquense. En sus fundamentos, el autor expresó: "Entre los habitantes de Trenque Lauquen y el eximio muralista existe esa rara simbiosis, solo posible cuando el artista desde la conmoción de su ser interpreta el sentir de la gente y éste a su vez visualiza su historia, sus sentires y pesares. Su vida misma". Es una de las obras muralísticas más grandes de América Latina.

El año pasado surgió en la ciudad el grupo Trama Urbana que por iniciativa de artistas locales convocaron a otros nacionales e internacionales, con el propósito de cubrir la ciudad de murales, dándole vida a las paredes a través del color y del sentido. Como en la obra de Brachetti, conviven ahí también, en esa escena que todavía no fue pintada, pasado y presente, la posta de los viejos muralistas que coinciden y comparten un encuentro con los más jóvenes, a los que hacen responsables no solo de un legado, sino también de mantener viva en sus pinceles la historia.

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