El fotógrafo Marcelo Brodsky está dando vueltas por el mundo desde hace seis meses y recién aterrizará en Buenos Aires a fin de año. Todo se debe al "tour" que viene realizando con su último trabajo, 1968. El fuego de las ideas, donde interviene una serie de fotografías de archivo que retratan las revueltas en distintas ciudades del mundo por aquel año, cuando se soñaba con la imaginación al poder. Esta serie –que fue presentada el año pasado en la galería porteña Rolf Art- participa ahora mismo de la prestigiosa Bienal de Lyon, cuyo tema central gira en torno al concepto Floating Worlds (Mundos Flotantes) y donde comparte "cartel" con artistas de la talla del argentino Tomás Saraceno, la norteamericana Laurie Anderson, el italiano Alberto Burri, la brasileña Ligia Pape y hasta el mismísimo Marcel Duchamp, entre otra treintena de artistas de todo el mundo. Recientemente esta misma serie se exhibió en un solo show en la feria Paris Photo, donde fue acompañada de varias performance sorpresa realizadas por el artista.
Brodsky nació en Buenos Aires en 1954 y se exilió durante la dictadura militar luego de que su hermano menor, Fernando, fuese secuestrado y desaparecido. Marcelo se refugió en Barcelona. Allí estudió fotografía junto a Manuel Esclusa pero también se formó en Economía.
En 1984 con el regreso de la democracia volvió a Buenos Aires y realizó su primera muestra fotográfica individual: Palabras. En 1986 volvió a España, esta vez a Madrid, por razones comerciales. Allí creó Latinstock, un banco de imágenes, pionero en su especie. Quizá el cruce de sus estudios catalanes lo llevaron a construir una empresa donde lo comercial se cruzaba con la fotografía.
Recién en 1995 regresó definitivamente a Buenos Aires. Aquí armó con su esposa brasileña su hogar porteño, una casa que recicló en el bajo Belgrano antes de que el barrio se pusiera de moda. Allí crecieron sus hijos. La menor, Carla, acaba de cumplir 15 años y lo celebró con sus padres en Londres, aprovechando el tour de papá. Estudia en el Nacional Buenos Aires, donde cada vez que asiste a clase se cruza con la foto más famosa de su padre colgada en el claustro central.
Durante un tiempo, Brodsky sostuvo exclusivamente su empresa pero fue aquí, en ese regreso definitivo, cuando retomó con brío su trabajo creativo y continuó con más vigor su compromiso con la defensa de los derechos humanos, esa lucha que había iniciado en la adolescencia. Fue uno de los impulsores del Parque de la Memoria, con el que continúa vinculado como miembro del Consejo de Gestión. Sin dudas, la desaparición de su hermano fue definitiva tanto en su poética como en su posición ante la vida.
En 1997 editó y expuso por primera vez el ensayo fotográfico Buena Memoria, que recoge la evolución personal y colectiva de un curso de alumnos del Colegio Nacional de Buenos Aires, marcado por la desaparición de dos de sus miembros a manos del terrorismo de estado. De esa serie forma parte su fotografía La clase, quizá su obra más famosa hasta el presente. Se trata de una fotografía de su división del Colegio Nacional de Buenos Aires, tomada en 1967, sobre la que el artista escribió en 1996 una serie de textos manuscritos, referidos a la vida actual de cada uno de sus compañeros. Se destacan los textos y círculos sobre los retratos de Claudio y de Martín, sus dos compañeros de secundario desaparecidos.
"Fue parte de la muestra Fotos familiares que se hizo en el claustro central CNBA en octubre de 1996 –explica Brodsky- al cumplirse los 20 años del golpe militar en el que decidimos contar por primera vez cuántas víctimas de la dictadura eran ex alumnos del Colegio, entre ellos Martín Bercovich y Claudio Titsminetsky, de mi división. Para esa muestra intervine la Foto de la clase que estaba usando como fondo para hacer retratos de mis compañeros de división. Fue un gesto que duró dos horas tras veinte años de exilio y reflexión. No pretendía, en ese momento, ser arte. Eso vino después".Esta obra hoy forma parte del patrimonio de la Tate Modern de Londres y del Metropolitan Museum de Nueva York. Buena memoria se exhibió más de 250 veces de manera individual o grupal, completa o parcial, en espacios públicos e instituciones de todo el mundo.
Brodsky creó numerosas series, siempre ancladas en el rescate de archivos para traerlos al presente y producir en el choque de tiempos no sólo un nuevo significado sino también un inesperado impacto visual. Cada serie, además, carga con la convicción de un señalamiento de conflicto o reparación histórica de una vida en particular o de una situación que estalló generando cicatrices en algún territorio. Conflicto, justicia y memoria son claves en la concepción de su obra.
Así podemos mencionar Rezo con mis pies, un trítptico que está dedicado a la memoria de Marshall Meyer, el rabino estadounidense que contribuyó a la reconstitución de la comunidad judía en América Latina. Y Mito fundacional, una instalación visual de tres mapas intervenidos, una obra que combina textos, imágenes, y documentos para construir una aproximación narrativa al conflicto político y al proceso de paz en Colombia. O Migrantes, una serie de tres capítulos que atraviesan situaciones de desplazamiento territorial en distintos momentos históricos: La familia rusa, Exilios y En el mediterráneo.
En 2015, curó Visual Action – Ayotzinapa, muestra fotográfica internacional en solidaridad con Ayotzinapa, allí donde otro terrorismo de estado, el de México, desapareció a 43 estudiantes de magisterio. La muestra se expone de manera permanente en la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos, Ayotzinapa, y llegó temporariamente aquí, al Colegio Nacional de Buenos Aires y a la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA.
Sus series se convierten el libros. Él mismo promueve su obra a pesar de estar representado por dos galerías prestigiosas: Rolf Art y Henrique Faria.
Brodsky es un personaje conocido en la tribu del arte porteño. Es un tipo curioso, metido, arrollador, que últimamente gira por la ciudad con alguna camisa de colores tropicales y una cartera cruzándole el cuerpo. Su melena enmarañada y entrecana es una marca registrada así como su osadía, a veces chistosa, de opinar taxativamente sobre todo. Muchos lo respetan en tanto algunos lo tildan de oportunista. Trabaja mucho sin prestar atención ni a elogios ni a críticas y se tiene fe.
En Buenos Aires suele concurrir a las muestras de sus colegas y forma parte activamente del mundo del arte, tanto desde la producción como desde la discusión de su destino y objetivo. De este modo, participó en las previas de la Bienalsur como uno de lo disertantes de las numerosas mesas de debate que se organizaron antes del lanzamiento del tumultuoso evento.
Buena memoria, la obra que lo puso en circulación en el mundo, se conecta con la nueva serie que lo lleva otra vez a girar por distintos países. En ambos casos se trata de fotografías de archivo sobre las que Brodsky interviene de una particular manera, reactivando la memoria y reactualizando el poder que destilan esas imágenes. En ambos casos, las imágenes refieren a un momento donde se transitaba una ilusión que se desmoronó.
Este viaje tuvo una parada en Barcelona, esa ciudad donde se inició en la fotografía. Allí presentó en la Fundación Tàpies el libro que recoge este serie que se desparrama por el mundo.
Entre Lisboa y Londres, paradas recientes de su tour europeo, entablamos una charla virtual vía emails y mensajes de whatsapp con los que acordamos esta entrevista centrada en su último trabajo. Cuando creíamos que nuestra charla para esta nota ya había terminado, Brodsky me envía un whatsapp con la sentencia a los verdugos de la ESMA que mantuvieron en cautiverio a su hermano. Me escribe: "El nombre de mi familia fue pronunciado varias veces en la sentencia y tenemos la suerte de que mis viejos, Mauricio y Sara, están vivos para vivir la esperada justicia". Me dice que está en un aeropuerto, embarcando, pero me escribe y me pasa la sentencia entera, una noticia del miércoles 29 de noviembre, mientras se escribe esta nota. Probablemente un ciclo se cierre en su vida aunque la justicia se haya pronunciado 41 años después del crimen. ¿Cambiarán sus fotos luego de este fallo? Es por ahora una pregunta retórica.
Por lo demás, esto preguntamos y esto contestó, Internet de por medio.
-¿Cuántos y cuáles archivos visitaste para tu investigación de la serie El Fuego de las ideas?
– Estuve investigando durante tres años en archivos de distinto tipo, de fotógrafos, de agencias, de universidades, archivos nacionales, archivos policiales. Cada imagen es el resultado de una búsqueda exhaustiva de las que pude encontrar y de una edición de las más representativas. Luego investigué los hechos que la imagen muestra: por qué se luchaba, qué se estaba pidiendo, las consignas, el momento en cada lugar. Mi trabajo como fundador de la agencia de imágenes Latinstock, que iniciamos en 1986 en Argentina y que dirigí por 30 años, me permitió tomar contacto con las principales fuentes de imágenes del mundo, ya que trabajamos juntos durante mucho tiempo distribuyendo sus imágenes en América Latina y en España.
-En el 68 seguramente estabas en el colegio. ¿Qué recuerdos tenés de ese año mirado desde la adolescencia?
– La foto principal de Buena Memoria, la de la clase, fue tomada en 1967. Yo cursaba en ese momento primer año del Colegio Nacional de Buenos Aires. En 1968 estaba entonces en segundo año, me decían "el jipi" o "el loco" y estaba empezando a actuar políticamente en un movimiento que había convocado la Fede, "Solidaridad Argentina con Vietnam", para oponerse a la guerra de Vietnam. Eran mis primeros pasos en la militancia.
-Cuándo ya fuiste adulto y tomaste una posición ante el mundo, ¿qué significó/ significa el 68 para vos?
–1968 fue el año del surgimiento de muchas de las ideas que marcaron mi forma de ver el mundo. La imaginación al poder, gocen sin trabas, pidan lo imposible. Recuerdo un libro que leía en la época, de Ediciones Insurrexit, con las consignas de París. Me parecía que un mundo mejor era posible y en ese momento el futuro se presentaba como un lugar mejor. Las movilizaciones en todo el mundo proponían un futuro posible, de más libertad, más democracia, más derechos. Lo contrario de lo que pasa ahora, en que el futuro aparece oscuro.
-¿Cómo adquiriste las fotografías de archivo que usaste para esta serie? ¿Fueron cesiones, compras, donaciones? ¿Podrías contarnos cuánto valían en dinero entonces y cuánto valen ahora?
–Las imágenes fueron licenciadas para su uso en un proyecto artístico a agencias de imágenes y fotógrafos. Las Universidades cedieron imágenes de sus archivos, como la Complutense de Madrid, la de Gant de Bélgica o la American University de Beirut. Hay imágenes de los archivos nacionales de Lituania tomadas por la KGB e imágenes tomadas por los Servicios de Inteligencia de Australia licenciadas a la productora de televisión que tiene los derechos. Algunos fotógrafos cedieron sus imágenes porque les interesó participar del proyecto. Otros cobraron un derecho de uso, que fluctuó entre 150 y 300 dólares por imagen, una inversión que hice en el proyecto y que financié con la venta de obras. No puedo hablar del precio de mis obras, mis galeristas no me autorizan. A mí no me corresponde hablar de dinero.
(N. de la R.: Consultamos a Rolf Art que nos informa que los valores de cada obra oscilan entre los 6 mil y 12 mil dólares. Cuanto menos fotos quedan de una obra, su valor aumenta)
-¿Cuántas copias existen de la serie?
–Las imágenes de la serie están editadas en 60 x 90 cm. La edición es de siete originales ligeramente distintos, ya que todos son intervenidos a mano: dos pruebas de autor en 60 x 45 cm y dos en un formato más grande de 80 x 110 cm.
-¿Cuál es el valor artístico agregado que considerás que realizás en estas fotos de archivo?
–El trabajo artístico consiste en editar y elegir las imágenes, en la articulación con ellas de una narrativa visual de las movilizaciones e ideas de 1968, en investigar cada acontecimiento que las imágenes muestran para entender lo que estaba en juego en ese momento, en ese lugar y en realizar las intervenciones en las imágenes, remarcando en cada una de ellas lo que me parece más relevante. El valor artístico lo juzga el público, no yo.
-¿De qué modo creés que se produce una reactivación de la memoria con ese procedimiento?
–La inmersión en este conjunto de imágenes de 1968 muestra el carácter global del movimiento y la relación entre lo que se estaba pidiendo en distintos contextos y cuenta los hechos con imágenes. Se abre un campo de investigación visual y conceptual muy amplio para la reflexión de cada uno. El trabajo no pretende dar una respuesta ni explicar nada, sino presentar los hechos visualmente en su diversidad y en su riqueza.
-Hay quienes cuestionan el asunto de la autoría. ¿Qué tendrías para decir sobre esto?
–En el arte contemporáneo la autoría está dada por las ideas y por la manera de articularlas visual y conceptualmente. Todo arte es cuestionado y cuestionable. Eso es natural. Romper esquemas y abrir caminos es propio de la misión del artista en la sociedad. El cuestionamiento es bienvenido. La obra es la misma discusión. Por cierto, todas las imágenes que se han incluido en el ensayo cuentan con la autorización de sus autores o de sus representantes, no hay imágenes "apropiadas" ni bajadas de la web. Todas están debidamente licenciadas para su uso en una obra de arte.
–Desde lo puramente técnico, una vez que encontrabas una fotografía que creías que funciona para tus propósitos: ¿a qué proceso la sometiste?
–La analizo a fondo y busco información sobre el contexto de la movilización. Resalto con color y con textos lo que más me interesa de la fotografía, modifico su "punctum" a través de la intervención, dirigiendo la mirada del que mira a donde creo que está lo más importante. Hay también una recomposición de la imagen dada por la presencia del color que agrego manualmente. Como las copias fotográficas que me sirven de base están impresas sobre papel de algodón, se pueden utilizar una gran variedad de técnicas y materiales que no es posible aplicar sobre el papel fotográfico.
-¿Cómo fue que este serie se exhibió primero en Boston y luego en Argentina?
–La obra se exhibe de acuerdo con las propuestas que recibo para su exhibición. De momento se ha mostrado en la Universidad de Tufts en Boston, en las galerías Rolf Art en Buenos Aires y Henrique Faria en Nueva York, en la muestra Ex Machina en el Instituto Cultural Banco Itaú de Sao Paulo, en el espacio Eldorado en Bogotá, como parte de Bienalsur,y en varias ferias de arte. En este momento se está exponiendo en el Centro Cultural Universitario Tlatelolco de la UNAM, en México, en la muestra colectiva Hiatus, en la Estaçao Pinacoteca del Estado de Sao Paulo -con curaduría de Marcio Seligmann- y en la Bienal de Lyon -con curaduría de Emma Lavigne.
-Tu trabajo siempre estuvo ligado y comprometido con la defensa de los derechos humanos. ¿2017 en Argentina no te motiva o estimula para realizar alguna producción?
–El Cordobazo fue en 1969 y está incluido en el ensayo. Es el primer año en el que se han inscripto los nombres en el Monumento a las Víctimas del Terrorismo de Estado. También la resistencia de los cañeros al cierre de los ingenios en Tucumán, en 1967. Estas son las imágenes que elegí de Argentina. Respecto de la defensa de los derechos humanos, mi actividad se realiza en el consejo de gestión del Parque de la Memoria, en los proyectos de Acción Visual, en Buena Memoria, el organismo del que formo parte y en distintas actividades más o menos relacionadas con mi obra. Cada situación es diferente.
-¿De qué se ocupa la Fundación Visual Action en la que actualmente estás involucrado?
–Visual Action desarrolla proyectos en distintos ámbitos y su misión es trabajar con las organizaciones de derechos humanos para comunicar su misión a través del lenguaje visual, la realización de campañas y la incorporación de elementos visuales a sus propuestas.
-¿Cuál crees que sería el mejor lugar para que tu serie El fuego de las ideas "reposara"? ¿Qué museo, espacio público, universidad o su destino es la itinerancia?
–La obra tiene su vida propia y se incorporará a las colecciones que consideren relevante.
-¿Cuáles son los planes para 2018?
–Tengo previstas varias exposiciones en Europa. En los Encuentros de Arlés, en Photoespaña, en el Museo Bozar de Bruselas y en una bienal de artes visuales en Kaunas, Lituania.
-Me permito una pregunta cholula. ¿De qué fotógrafo o fotógrafa contemporánea sos fan?
–Me interesa la obra de muchos autores contemporáneos. Puedo nombrar a latinoamericanos como Roberto Huarcaya, Alejandro Chaskielberg, Nicolás Janowski o Pablo Ortiz Monasterio. También a autores españoles como Laia Abril o Cristina de Middel o brasileños como Cassio Vasconcellos, Fabio Morais o Rosángela Rennó.
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