Bernardo Feuer, el maestro que quería salvar con su música al pueblo judío

Bernardo Feuer llegó en 1930 a la Argentina, donde se convertiría en "El Maestro". Este jueves familiares, músicos y ex discípulos lo recordarán en un concierto en la AMIA

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Cuando Bernardo Feuer nació el 1 de mayo de 1910 en Lemberg, Polonia, Argentina era apenas un punto lejano en el mapa, un país al otro lado del globo que acababa de cumplir 100 años. El modelo agroexportador prometía un futuro, Roque Senz Peña era elegido presidente, mientras que en contrapartida Europa se preparaba para "La Gran Guerra" y los difíciles años que vendrían después.

Durante esos años, en el seno de una familia judía, creció Bernardo Feuer. Cursó su primaria y secundaria en Lemberg y luego partiría a Varsovia, siempre mostrando un gusto y un talento especial por la música que lo llevaron a estudiar con distintos profesores y a cantar con varios coros litúrgicos. Su voz y su talento para la composición hicieron que se destacara de inmediato.

En 1930 llegó solo a la Argentina, donde entonces no lo sabía, pero se convertiría en "El Maestro". Se acercó a los jazanim de la época, los cantantes litúrgicos, al principio pagaba sus clases pintando casas, pero al poco tiempo comenzó a dirigir los coros de varias sinagogas y a hacerse un lugar a fuerza de su talento. Dirigió a amateurs y también a quienes luego serían los grandes exponentes del país: Kalmele Weitz, Arón Gutman, Haller, Katz, Oscar Fleischer.

Judith Elkez es su nieta, en una charla con Infobae admite que no llegó a conocerlo todo lo que le hubiera gustado, porque cuando él murió en 1967, hace este noviembre exactamente 50 años, ella tenía sólo 3. Bernardo se fue joven, a los 57, luego de grabar discos, actuar en radio y TV y fundar el primer coro comunitario de Sud América en Buenos Aires al que llamó "Hazamir", en honor a otro con el mismo nombre creado en 1899 en la ciudad polaca de Lodz, entre muchas otras cosas.

Desde chica Judith escuchó las historias de Bernardo, logró conocerlo a través de las anécdotas que le contaban su mamá, su tío y su bobe. Ella sabía que un día haría algo con la obra musical de su abuelo, que le rendiría un homenaje, pero no supo cuál iba a ser hasta que una serie de causalidades comenzaron a desencadenarse. Todo empezó con la llamada de una amiga desde Rosario:

-¿Judith, éste es tu abuelo?
-Sí, es él.
-Encontré un montón de fotos y cosas suyas en un sótano, hay que hacer algo con todo esto.
-¿Pero qué voy a hacer?
-Hay que hacer un concierto.
-Yo no sé hacer un concierto.
-Vos hacelo que yo te ayudo.

Ese fue el primer guiño, el germen de una idea que desató una serie de encuentros casuales y no tanto con ex alumnos, con personas que lo habían conocido, que hicieron que finalmente este 30 de noviembre  a las 20 hs. en la AMIA se lleve a cabo el "Homenaje al maestro", del que participarán distintos conjuntos corales, uno conformado sólo para la ocasión por los que lo conocieron, dirigido por su propia hija, Raquel.

"Después de los ensayos, que eran los jueves en mi edificio, cuando la gente se empezaba  a ir, todos me decían dos cosas: gracias y que mi mamá levanta los brazos igual que mi abuelo", comparte risueña Judith con Infobae, que ahora cada vez que mira a Raquel dirigiendo imagina también a Bernardo, frente a esas mismas personas, haciendo lo que mejor sabía hacer.

"Mi mamá después de 25 años levantó las manos para dirigir y cuando lo hizo nos quedamos todos helados", admite Judith, sobre una de las escenas que más la conmovieron desde que empezó a organizar lo que al principio muchos le dijeron era "imposible"."Yo no puedo hacer nada con que la gente se muera, pero sí puedo hacer otras cosas. Me gusta que las obras perduren, que cuando hay buen gusto las cosas se conozcan. No me gusta separar entre lo viejo y lo nuevo, prefiero decir que hay cosas modernas, lo que no quiere decir que lo anterior sea viejo, es histórico, y uno no puede tirar la historia a la basura", dice.

Bernardo vivió la Shoá, el Holocausto, desde la Argentina. Sin embargo compuso sobre eso que ocurría entonces en su Polonia natal, una forma de enviar mensajes a la distancia. Entre esas obras está el poema sinfónico para coro, solistas y orquesta titulado Destrucción, Resistencia y Reconstrucción, donde -cuenta Judith-, su abuelo llevó a las partituras una idea de la que estaba convencido: "Que era la música la que iba a llevar al pueblo judío otra vez a florecer, la que iba a convertir el dolor en construcción y alegría".

Otra de sus trabajos más conocidos, que giró por el mundo inclusive aunque muchos de sus familiares no lo supieron hasta tiempo más tarde, fue Todos me llaman Zhamele. Dice la historia que fue la mamá de Elena, su esposa, la que en un diario escrito en ídish encontró un poema que decía que la publicación había sido escrito por un niño de un orfanato de Lublin en 1945, y que describía a un chico judío que perdió a sus padres y hermanos en la guerra. "Tenés que ponerle música", le dijo ella. Y él lo hizo.

Hay un detalle que quizás defina a Bernardo Feuer más que ningún otro. Un pequeño gesto en el que quizás se trasluzca la esencia de "El Maestro": antes de comenzar a cantar una obra, se tomaba siempre unos minutos  para contar la historia de eso que estaba a punto de decirse con música. Como si fuera trascendental saber lo que se canta, entenderlo, para sentirlo, para transmitirlo, para hacer de una composición, una obra de arte.

Estas semanas Judith se acuesta más tarde de lo normal, se desvela arreglando los últimos detalles del concierto en el que van a volver a cantarse obras que llevan 35 años sin ser entonadas. Ahí van a estar su mamá Raquel, su tío David. Van a estar también Debora Kacowicz, Silvia Hansman, Abraham Lichtembaum, sin los que ella dice, nada hubiera sido posible.

El homenaje de este jueves a las 20 hs. en la AMIA  desde hace tiempo que empezó a generar también otras cosas, por ejemplo que se abriera un archivo Bernardo Feuer en la sección musicología de la Biblioteca Nacional o que grupos corales redescubran las composiciones y vuelvan a incorporarlas a sus repertorios. Puertas adentro, Judith, la impulsora de todo, hace varias semanas que escucha a su marido tararear canciones de su abuelo en su casa, que ve a su mamá dirigir después de 25 años, reencontrarse a viejos amigos para volver a actuar. Ella como Bernardo 50 años atrás, los juntó a todos para hacerlos cantar.

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