El Siglo de Oro español no sólo dejó grandes obras, sino también refranes, admoniciones que quizás sirvan como maldiciones a sus generaciones herederas. Tal vez eso pase con el título de la obra de Pedro Calderón de la Barca del siglo XVII llamada "El gran teatro del mundo", que hoy usamos todavía para pensar este entramado de circunstancias, intereses, versiones y hechos que se da a llamar "la realidad". Y mucho más si el escenario de esa conjunción de hechos e ideas se produce en el teatro Colón, que es un mundo en sí mismo. Y que se vio conmovido por la renuncia de Lucrecia Martel, la cineasta argentina más importante de las últimas décadas, a poner en escena Andrea Chénier, la ópera de Umberto Giordano que transcurre en el tiempo del Terror robesperriano en la Revolución Francesa, que Martel quería trasladar a los tiempos más actuales.
"Estoy preparando una ópera, en el cuarto acto hay una situación que quiero cambiar porque tenemos que darnos cuenta de que las cosas más valiosas de nuestra cultura están llenas de visiones horrorosas sobre las mujeres, están llenas de posibilidades de crímenes y de alentar a crímenes -le dijo Martel a Infobae al tiempo de estrenar su película Zama-. Necesitamos pensar de una manera un poco más global cómo fue que llegamos a esta situación -cada 25 horas muere una mujer violentamente- y detectar qué tenemos que opinar sobre estas apariciones que tienen que ver con otro tiempo, otra mirada, sobre todo el romanticismo, que es una porquería, todas las ideas políticas y amorosas que vienen del siglo del romanticismo, te digo, son de terror".
Ese proyecto no prosperó.
"Fue una pelea de egos -dijo a Infobae una habitué de las galas del Colón y de sus puestas deslumbrantes-. Martel quería tratar la ópera de Chenier con un ámbito altiplánico, pero el tenor debía ser José Cura, gran tenor pero que también es régisseur. Era una pelea de egos". Primera versión: el narcisismo propio de toda actividad artística, pero esencial a la hora de dirigir un equipo de más de mil personas para concretar un mundo en un escenario, el del Colón, habría llevado a que la presión sobre Martel abandonara el proyecto.
"No fue así", dice un artista del teatro. "Ella no tenía una idea concreta sobre la obra, quería usar un método ajeno a la ópera, decía que iba a ir armando su idea de la obra día a día junto a los artistas, pero que no da cuenta de cómo se trabaja en una producción de esta naturaleza. No tenía idea acerca de cómo llevar adelante una ópera así, es el espectáculo que quieren llevar adelante con gente sin noción acerca de cómo llevar adelante esta maquinaria que es una ópera. Contrató a trescientos figurantes y actores con rasgos altiplánicos pero que hoy no tendrán el protagonismo que ella planteó en su proyecto, porque ya no es suyo. Ahora Matías Cambiasso está a cargo de la obra y contrató a 30 actores y bailarines de fisonomía efébica más para llevar adelante su propio proyecto. Lo cierto es que los trescientos trajes que diseñó Martel para su ópera y que fueron realizados en los talleres del Colón -desde las camisas hasta los zapatos- quedarán en armarios para el olvido, o la crítica radical de las polillas.
El Colón es un mundo. "No es cierto -dice un protagonista de este melodrama contemporáneo-. Lucrecia tenía una idea total sobre cómo llevar adelante su obra. Había hablado con los cantantes y los protagonistas acerca de su idea de la obra. Si hay una nueva regie, entonces es natural que el vestuario cambie. Pero Martel tenía todo en su cabeza. Iba a ser su Andrea Chénier, con su propio sello. Pero fue una complicación de su salud, no otra cosa, que llevó al levantamiento de su obra". Otra cosa cierta es que Martel se animó a hablar sobre su cáncer el año pasado. Y sobrevivió para realizar esa gran película que es Zama.
No es este año la primera vez que se cancela una obra del Colón. La soprano Angela Georgiu estuvo en Buenos Aires a la espera de la firma de algún contrato que le asegurara su cachet. No ocurrió. Pero se había anunciado su presencia en los círculos del teatro. La puesta de Sofia Coppola también.
Los trabajadores del teatro están enojados: "El 20 por ciento de las plantas son contratadas fuera del convenio colectivo sin pago de vacaciones, ART, seguro médico, convenio paritario. Quieren achatar diversos sectores y dejar de hacer del teatro una carrera artística para pasar a ser una gran cáscara lírica para el alquiler de salas a los Bulgheroni y poner a Cacho Castaña, la Bomba Tucumana, Daniel Agostini y otros".
Hace un par de meses el Colón en medio de una función de gala quedó a oscuras por un corte de luz. La incertidumbre del público saliendo a tientas del mayor teatro de la Argentina es una metáfora de su estado. Es una pena que la visión de Martel del terror robesperriano no pueda ser vista este año. Quizás después.
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