Quien haya pasado algunas horas en Twitter en los últimos años, es probable que haya leído al menos una vez algo escrito por Silvina Giaganti (Avellaneda 1976), la docente y licenciada en filosofía que a fuerza de tuits epigramáticos y directos logró convertirse en una presencia ineludible de los timelines más exigentes (esos que evitan seguir las teorías conspirativas y xenófobas de periodistas compradores compulsivos de bots). Que su notoriedad coincida con la emergencia de fenómenos como el NiUnaMenos y la supremacía de la autoficción no parece casual, ya que sus textos (ya sea en las redes, artículos periodísticos o críticas literarias) están visiblemente marcados por la teoría de género y suelen tomar la forma del relato en primera persona, destilados en una escritura movilizante y movilizada. Ahora, Giaganti acaba de publicar su primer libro, "Tarda en apagarse", una colección de poesías crudas y vitales que, como bien expresa Santiago Llach en el prólogo, puede leerse también como una "autobiografía en prosa" de la autora, quien expone vivencias personales (familia, amor, sexo, terapeutas) con un economía de palabras y un talento evocativo cautivantes. Infobae habló con Giaganti con motivo de su flamante libro; esta es la versión condensada de esa charla.
—Tu formación es filosófica y generalmente mencionás autores de novelas cuando te preguntan qué escritores te gustan, ¿por qué elegiste la poesía para tu primer libro?
— Porque para hablar de los temas que quería abordar en el libro necesitaba hacerlo de una manera sintética. Si hubiesen sido otros los temas tal vez hubiese sido otro el género.
—Tenés 41 años, una edad no tan habitual para un debut. ¿Por qué te llevó tanto tiempo publicar?
—Te diría que por dos razones, la primera es que hasta hace un año no veía un libro en todo lo que había escrito, no veía algo íntegro. La segunda es que me costaba mucho autorizarme y legitimarme el deseo de publicar. Además, soy una persona de procesos muy largos antes de tomar cualquier decisión, desde invitar a salir a alguien a decidir qué quiero comer, y esto no fue la excepción.
—Mucha gente te conoce por tu presencia online, por tu cuenta de Twitter, tus articulos en publicaciones digitales. ¿Cuán importante fueron internet y las redes sociales para animarte a mostrar lo que escribías?
—Fundamental, porque a través de las redes sociales me pasaron un millón de cosas, conocí a muchísima gente interesante, gente que me hizo propuestas laborales, gente que me invitó a programas de radio a leer y a charlar, y también a escribir.
—Decime alguien que te haya sorprendido que te leyera y se haya contactado con vos.
—El editor de la versión en español del New York Times, que me ofreció escribir sobre una marcha de Ni Una Menos.
—Escribís sobre temas íntimos, muy íntimos a veces, pero el estilo es ascético, casi distante. ¿Te sale así directamente o es producto de un recorte posterior?
—No, sale así y cuando reviso tiendo al recorte, no a la reposición. Mi filosofía es menos es más.
—Decime tu definición personal de poesía. ¿Qué es algo poético para vos?
—Es hablar de cosas que alguna vez te causaron daño sin que te causen tanto daño.
—O sea que no hay poesía posible sin dolor en tu opinión.
—Bueno, en este libro en particular hablo de dolores muy lejanos donde el control de daños ya estuvo realizado, digamos. Y justamente porque el control de daño sobre ese dolor experimentado ya estuvo puesto en su lugar pude escribir.
—¿Cómo es el poema ideal?
— Narrativo. Tiene que expresar sentimientos o situaciones profundas y trascendentes, pero sin que se note que es trascendente y profundo.
—¿Algo más?
—Que cuente una historia acotada y a la vez te muestre un mundo distinto al tuyo.
— ¿Te gustan los poetas de tu generación? ¿Los leés?
— Más o menos.
— ¿Por qué, qué reparos tenes?
— No tengo reparos, es que se me vienen tan encima.
-…
-Es algo que me me pasa no solo con la poesía y la literatura, sino también con la música, con las manifestaciones artísticas en general, necesito tomar una distancia respecto de lo que está sucediendo. También se podría interpretar como que siempre llego tarde, pero que se corra un poco la bruma sobre lo que está hablando y llegar porque me dan ganas y no porque me siento tironeada me parece algo bueno.
—¿Qué escritor le gusta a todo el mundo, te sentiste obligada a leerlo a ver qué se trataba y no te provocó nada?
—César Aira.
—Y considerando que preferís la prosa, ¿te ves escribiendo una novela?
—Claramente, sí, es lo que a mí me gustaría. Quiero escribir una novela que sea una mezcla de "Carol" de Patricia Highsmith y "En breve cárcel" de Sylvia Molloy. Una historia lésbica sobre dos mujeres inmersas en el siglo XXI en Buenos Aires, donde esté presente el sexo y todas las cosas que nos rodean.
—Tus padres aparecen bastante en el libro, ¿te dijeron algo?
— No, creo que no saben que saqué un libro. Tampoco saben la mayoría de las cosas que soy y que hago…
—¿No pensás contarles de tu libro?
— Es que no los veo mucho últimamente y, además, me da mucho pudor llevarles el tipo de material que produzco a personas que son apenas escolarizadas. Pero es un prejuicio mío de que siento que no lo van a entender.
—¿Cómo creés que reaccionarían al leerlo?
— Se van a sentir orgullosos, siempre se sintieron orgullosos de mí. Lo último que hice con ellos fuera de casa, hace dos años, fue invitarlos a la ceremonia de entrega del título y se emocionaron mucho.
—¿Les pudiste contar que escribiste en el New York Times, por ejemplo?
— No, obvio que no, no les puedo contar mis logros. A los 12 años salí abanderada y no les pude contar el día que volví del colegio que era abanderada. Me duele muchísimo pero a la vez es algo que me pasó siempre con ellos, entonces duele cada vez menos.
—¿Y qué es lo que "tarda en apagarse"? ¿El dolor?
—Idealmente, el efecto que te provoca leer el libro. Pero también las experiencias acumuladas en la vida, todo lo que vivo lo llevo conmigo siempre.
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