La Asociación La Mujer y el Cine cumple 30 años desde su fundación y lo celebró con una amplia reunión de la que participaron directoras, actrices, técnicas, periodistas, guionistas, productoras y teóricas del cine.
En el marco del Festival de Cine se convocaron este domingo, para recordar la persistencia de la desigualdad en la producción, en la que siguen siendo minoría, y para recordar el lugar que el cine de mujeres supo tener en este Festival.
La asociación tuvo en el Festival de Cine de Mar del Plata una sección competitiva, que fue una de las más interesantes por las búsquedas estéticas, la novedad de las miradas y temas abordados. El crecimiento tuvo un corte inesperado en el año 2005, cuando las autoridades decidieron no continuar con la sección. Esa decisión, sostenida en que sería una suerte de ghetto y la mujer debería estar en todas las secciones sin diferenciación, fue una de las más criticadas en la historia de este Festival.
Más de una década después, la desigualdad de la presencia de género persiste y está claro que se debe seguir trabajando para sostener los espacios como éste. Es por eso que es auspicioso que el Festival haya decidido dar un espacio a este festejo. Estuvieron presentes las artistas y las militantes feministas Érica Rivas, Victoria Carreras, Ana María Muchnik, Esmeralda Mitre y Mercedes Funes.
Érica Rivas tuvo un intenso discurso sobre las dificultades para mejorar la presencia de las mujeres en el cine ("Perdón los hombres, pero ya contaron tantas historias ustedes"), para acceder a la producción, para ser protagonista, para contar sus historias y remató con una anécdota: "Una vez me encontré con un director de cine que hacía poco había estrenado una película, cuando hablamos de la misma me confesó que si la protagonista hubiera sido una mujer, la película hubiera sido mucho más interesante".
Cuerpos de mujeres que merecen ser vividos
"¿Cuáles son los cuerpos que merecen ser amados?", preguntó la actriz Daniela Vega al presentar la película Una mujer fantástica, de Sebastián Lelio. El film chileno, que es sin dudas una de las grandes obras del Festival, cuenta la historia de Marina, novia de Orlando, quien fallece una noche, repentinamente. Marina es camarera y cantante. Se acaba de mudar con Orlando, un hombre mayor que ella, que tiene una ex esposa, hijos y un perro. Al morir Orlando ella tendrá que hacer frente al reclamo de la familia, como si fuera culpable de la muerte, y a la persecución policial que pone todo en duda.
Hay un elemento clave para repensar todo el hostigamiento. Marina es una mujer trans. En el dolor será violentada por el Estado -médicos, policías- y por la familia de su novio. La violencia simbólica, psicológica, económica y física es brutal. Marina debe dejar su auto, su casa, su trabajo, exponer su cuerpo, será golpeada. El régimen patriarcal de los cuerpos que merecen ser vividos y amados, se impone sobre ella.
El trabajo de Daniela Vega es preciso, sutil. Cantante lírica, Vega es capaz de proyectar su mirada mucho más allá del plano, como lo hace con su voz. Lelio dirige evitando cualquier obviedad, silenciando cualquier respuesta previsible, negándose al drama visual. Interpelando a la mirada del propio espectador en relación con la genitalidad, siempre obliterada, siempre insinuada, de Marina. Además, a pesar de realizar un film realista seco y duro, se permite escenas que se corren de ese registro y aportan desde la libertad poética un modo bello de contar los sentimientos de Marina.
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