Transita sus 84 años con serenidad en su paso y en su decir. Sin embargo, ostenta una firmeza notable en esos dos aspectos. "No me gusto nada. Nunca me gusté", le dice a Infobae TV cuando se le pregunta por su obra. "Guardo mis cosas, pero no me gusto", continúa sonriendo.
Hermenegildo Sábat es un uruguayo nacionalizado argentino que quedará en la historia grande del periodismo nacional. Sus dibujos que vieron la luz en La opinión, Primera Plana, La Nación y Clarín, entre tantos medios, son pinturas de expresión perfecta de su tiempo. "Mi primer presidente dibujado fue Arturo Illia. Una gran pérdida. Lo dibujé también a Perón. Con los militares fue muy difícil aunque hubo momentos que tuve más miedo con el último gobierno", relata. No nombra nunca a Cristina Kirchner. Le dice "la señora", "esa presidente", pero evita mencionarla hasta cuando cuenta el episodio del enojo de ella con su dibujo del rostro presidencial atravesado por dos cintas en la boca. "No me gusta ni nombrarla. Me mandaron a decir que quería verme un martes. Yo ese día me iba de viaje y no iba a suspender", contó.
Habla del arte, de las caricaturas de Mahoma, de la digitalización de su trabajo, de Clarín y del país. Aquí, la nota con el reciente ganador del premio máximo de la fundación Konex, que distingue al mejor de la década en los medios de comunicación.
— ¿Le digo Premio de Brillante Konex? ¿Premio Mundial a la Genialidad? ¿Cómo le gusta que le diga?
— No, solamente, si me conocés mucho me decís Menchi, nada más.
— Nada más que eso. Cuando va a un hotel y tiene que llenar la ficha profesión, ¿qué pone?
— Resulta que una vez yo viajaba, volvía en un avión, y entonces había que llenar esos papelitos con el nacimiento, profesión, bla bla bla. Entonces yo puse "demócrata". Y después la llamé a la persona que me había dado el papelito y le dije no voy a poner periodista, voy a poner demócrata y no van a entender lo que quise poner.
— ¿Qué es ser un demócrata hoy?
— Ser un demócrata hoy es creer en la validez de los votos y creer en el respeto permanente por los demás.
— Nada menos. ¿Siente que en algún momento de estos últimos tiempos corrimos el riesgo de perder la democracia?
— Sin duda, nos salvamos raspando. Zafamos, como dicen los reos, ¿no?
— Estamos hablando de los Kirchner.
— Estamos hablando de lo que pasó.
— ¿Como lo vivió? Digo, usted con su trabajo lo planteaba claramente, pero digo, cómo vivió personalmente eso.
— Y bueno, yo no sabía cómo lo iba a vivir. Hasta que un día hice un dibujo en el 2008 y esta señora hablaba ante 30 o 40 mil personas y se refirió a eso como "un mensaje cuasi mafioso". Como yo estoy acostumbrado a la exposición pública que son los dibujos, yo siempre digo que es un striptease diario, inmediatamente me quisieron meter en el juego de ver qué opinaba yo de lo que había dicho ella y yo no dije nada. Pero me di cuenta sí que ella no se daba cuenta de que no estaba en Santa Cruz. Yo creo que la población de Santa Cruz es menor que la población del barrio donde yo vivo. Y bueno. Yo creo que en algún momento… en algún momento yo me sentí peor que en la época de la dictadura militar. Fueron instantes nada más pero fueron reales.
— ¿No la nombra porque no quiere nombrarla a Cristina? Porque dijo "esta señora".
— Sí, a mí me molesta nombrarla.
— ¿Por qué?
— Porque creo que se le hace un favor a ella al nombrarla. Yo creo que parte de la notoriedad de ella es porque todo el mundo se ocupa de ella, nada más.
— Usted sabe que hubo una gran discusión, está sentado en el mismo estudio en donde se la entrevistó a Cristina. ¿La hubiera entrevistado usted?
— No. Comento lo siguiente: esto, el incidente ese que ya cité fue un martes. El viernes ella concurrió en avión, desde ya, a París para participar en una manifestación para que liberasen a la señora Betancourt de Colombia. El sábado un ex compañero del diario que yo quiero mucho que es Armando Vidal me llamó para decirme que había una persona que quería verme. Yo le dije: decile que venga. Yo estaba en el taller dando clases, en Hipólito Yrigoyen y Bernardo de Yrigoyen. Entonces claro, uno nunca sabe ante hechos extremos cómo va a reaccionar. Lo cierto es que cuando vino este hombre yo lo toreé, le dije "Usted a qué viene acá, para qué me viene a ver". Entonces él dijo sería importante que fuera a tomar un café con la señora el martes porque ella vuelve de Europa. Entonces yo le dije: "qué curioso porque yo el martes me ausento para Europa". ¿Y no puede cambiar el pasaje?, dijo, como si ir a Europa fuera lo mismo que ir de San Telmo a Vicente López, ¿no? Y no pasó nada más, no me llamaron más y yo no intenté tampoco acercarme.
— Soy curioso, ¿esta persona quién era? ¿Era alguien conocido?
— Era un hombre que trabajaba… Era un periodista que estaba fijo en el Senado.
— En nombre de la ex presidenta.
— No, no, no, pero tenía acceso a la presidenta.
— ¿Sintió que venía en nombre de ella o era como una gestión de buenos oficios?
— No, él vino directamente cumpliendo órdenes. Sin duda. Que el asunto, digamos, no se pinchó pero pasó de largo.
— Voy a intentar transgredir su respetuoso silencio en estos 9 años. Usted no quiso hablar de lo que ella dijo.
— No, pasó, sucedió otro hecho con un ojo. Sí, evidentemente qué pasaba, si yo insistía con los dibujos mis dibujos iban a ser tomados como provocaciones deliberadas. Y yo no tenía ganas de entrar en un juego de provocaciones con ella. Ni con nadie más, ni con otros.
— Claro. Imagínese que está viendo esta nota la ex presidenta Kirchner ¿Tiene ganas de decirle algo?
— No creo. No sé, no se me ocurre nada.
— Yo creo que usted es un artista, claramente. Es mucho más que un periodista, es alguien mejor que los periodistas, tiene algo que es un don que lo transforma en un artista. ¿Hay límites para el artista en la creación o no?
— Yo creo que sí, particularmente cuando esas cosas pueden llegar a ser publicadas. Creo que hay cosas, esa palabra tan usada ahora que se llama "códigos". Hay códigos que no están escritos y que tampoco pueden ser vulnerados, ¿no? Es decir, voy a decir la cosa concreta y obvia, no se puede hacer a la presidenta sentada en el bidet. Esas cosas no se pueden hacer. Ahora, si ella por una sugerencia nada más de una cruz en la boca armó el escándalo que armó, como dicen en inglés: imagine the rest, ¿no?
— Claro, claro.
— Es decir, ahí evidentemente hubo un intento de que yo abriera la boca, y yo no la abrí. Porque estaba justamente tratando de evitar eso.
— A ver, si formuláramos la regla, la de la presidente o la del presidente en el bidet. ¿Qué sería, buen gusto?
— No, yo creo que sería un ataque. Es decir, que es pasar de largo por sobre lo que se está tratando. No tiene nada que ver eso.
— No tiene nada que ver. ¿Alguna regla o algún otro límite que diga es hasta acá, hasta aquí no me meto?
— Lo que pasa es que yo no uso palabras, ese es el principio de todo. Como no uso palabras la única cosa es sugerir situaciones con imágenes nada más. Que no se da todos los días esa posibilidad y no se da todos los días la ocurrencia.
— Claro.
— Porque como en todo hay días buenos y hay días pésimos, ¿no?
— Claro. García Márquez decía que hay un 20 o 30 por ciento de inspiración y un 70 u 80 de trabajo. ¿Es así?
— Es verdad. No, sin duda ninguna, el trabajo, la continuidad. Además hay una cosa muy importante que es ésta, la verosimilitud de nuestro trabajo está basada en la continuidad. Si uno hace un dibujo, si yo hubiera hecho dibujos de la señora todos los días un día me hubieran parado en el diario o me hubiera parado ella, no sé.
— Claro, claro. Yo cuando le preguntaba si hay límites pensaba en la revista que caricaturizó a Mahoma. ¿Cómo ve eso
— Bueno, es un poco difícil hablar de los colegas. Pero yo creo que lo que pasó con esa revista fue una cosa que había superado esos códigos. Estoy seguro de eso. Yo había conocido a uno de los dibujantes atacados y fallecidos, lo conocí en una reunión en Quito creo que fue, pero en ese momento el que salió bien parado fue el presidente de Francia porque en una situación similar él no dijo nada. Pero esto no sirve para demostrar nada. Es decir, yo realmente quiero contar un caso que yo aprendí. En 1973 yo hice un dibujo del ministro de Economía José Gelbard que estaba con una huevera y un martillo en la mano. Yo sé que ese hombre sufrió mucho con ese dibujo, no me lo dijo él, me lo dijo gente que estaba cerca de él. Y yo sé que obviamente la intención mía era mostrar que este hombre estaba rompiendo los huevos. Sin duda ninguna. Pero yo aprendí, esa fue una de las cosas de las que yo me arrepiento. Tardíamente porque el dibujo fue publicado.
— ¿Nunca tuvo la oportunidad de cruzarlo y hablarle esto?
— No. No, son esas cosas que corren por la intimidad nada más.
— ¿Cómo dibuja?
— Mi diaria es acercarme a los muchachos de economía y/o política y enterarme qué es lo que van a seleccionar para publicar. Es decir, el tránsito de un día para el otro es casi insignificante. Salvo que haya alguna noticia que descalabre eso, ¿no?
— ¿Y es a mano? ¿Cómo se lleva con la tecnología?
— Ah no, yo la tecnología no la uso.
— Nada
— Mi hijo Alfredo sí la usa.
— Usted a mano.
— Sí, sí, todo es artesanal.
— Lápices, crayones.
— Tinta, pluma. Tengo todo el equipo de cosas ahí delante mío.
— A mí me sorprenden los artistas cuando se animan a decir que algo ya está terminado. Porque a mí me parece que siempre hay algo más agregar. O sea, ¿tiene ese síndrome de decir me falta, me falta?
— Yo muchas veces he pensado respecto de grandes obras de arte cuándo Velázquez dio por terminado "Las meninas", por ejemplo. Cuál fue la última pincelada que tocó ahí. Bueno, y yo creo que dar por terminada una obra significa estar pensando en la próxima. Funciona por ese lado.
Pero obviamente hay casos ya más cercanos, por ejemplo imaginar a Jackson Pollock corriendo en el jardín de Peggy Guggenheim con un caño de madera tirando pintura sobre la tela. Porque hay otros casos, yo me he imaginado lo siguiente, un gran artista alemán que se llamaba Josef Albers, era el que hizo el "Homenaje al cuadrado". Entonces hacía todos los días un cuadrado de distinto color. Entonces la idea que se me ocurría, o que pensaba, era qué color le voy a poner hoy a otro cuadrado (Risas). Y bueno, ese era el comentario que tenía con la señora mientras tomaba el desayuno.
— Es bueno, es muy bueno. ¿A quién admira como artista, como dibujante, como pintor?
— Ah, es una guía, es una lista muy larga.
— Dígame los primeros que le surgen.
— Bueno, yo qué sé, Van Dyck, un pintor maravilloso que está ahí en el subsuelo de El Prado. Velázquez desde ya. Goya. Sin duda Picasso. Monet, que empezó a hacer grandes obras ya casi anciano, "Los nenúfares". Tipo realmente maravilloso, ¿no? Nosotros estuvimos en lo que era el jardín ahí en… Hay que tomar el tren en la Gare de Saint-Lazare e ir hasta un lugar que se llama Vernon. Entonces en Vernon que son 15, 20 minutos de la estación central y entonces ahí llega un ómnibus pequeño que los trasladan hasta Giverny que es el nombre de la casa de Monet, donde no hay obras de Monet sino que está su colección de grabados japoneses. Pero es maravilloso, es decir, la idea de este hombre de concebir una obra de arte con un jardín.
— ¿Usted dibuja para que le guste a usted o para seducir el gusto de los lectores?
— Yo creo que nuestro trabajo va dirigido básicamente a los lectores. Con aciertos y con errores, pero la idea se trata de eso.
— ¿Se gusta?
— No, nunca me he gustado. Nunca me he gustado.
— Es el peor crítico de sí mismo.
— Yo ya conozco mis errores. Y conozco además la lucha perenne es tratando de no repetirme, cosa que es muy difícil. ¿Cómo se sabe cuándo uno se está repitiendo?
— Claro.
— Pero esa es la lucha. Es imposible ser original todas las veces. Ahora, es una lucha también entre la mano y la cabeza.
— Usted empezó a dibujar con qué presidente en la Argentina.
— Y, era Arturo Illia.
— Arturo Illia.
— Fue una pérdida muy grande que tuvo este país.
— Bueno, me acuerdo de las caricaturas de tortuga, la suelta de tortugas…
— Esas no las hice yo. Creo que se cometió un gravísimo error primero en tratar de humillarlo y segundo en desplazarlo y eventualmente quitarlo del camino, ¿no? Yo hace poco recordaba, estuvimos en la casa del que fue ministro de Illia, el doctor Alconada Aramburu, que contó lo siguiente: el día que lo estaban echando a Illia fue a verlo Julio Alsogaray, comandante en jefe. E Illia lo echó prácticamente, le dijo el comandante en jefe sigo siendo yo. Entonces al rato le mandó a un hombre que se cuadró y se presentó "yo soy el coronel Perlinger". E Illia le respondió sí, usted pertenece a una familia de traidores. Maravilloso. Ese fue el comentario de Arturo Illia sobre quien lo estaba echando, ¿no?
— ¿Cómo fue dibujar los distintos procesos militares, de Illia, del golpe del 66 hasta el golpe del 76?
— Y muy difícil, muy difícil. Claro, lo que pasa es esto, usted me preguntaba si me gustaba o si me gustaba lo que hacía. En esas oportunidades uno no tenía la posibilidad siquiera de autocomplacerse. De todos modos, un dibujo dentro de una edición de un diario, son espacios muy pequeños, es decir, la posibilidad de irritación creo que debería ser muy pequeña. Pero recuerdo que sin que hubiera una orden escrita se había tratado de que a Videla no le sucediera lo mismo que a Illia, que con dibujos una revista semanal derribó a un presidente. Entonces yo tuve que ingeniarme para ponerlo a Videla impreso. Y encontré la final del campeonato del mundo del 76 ¿Del 76?
— El Mundial de Fútbol fue en el 78.
— En el 78, bueno. Entonces yo hice un dibujo de Videla, Massera y Agosti con Joao Havelange que era el presidente de la FIFA. Eso se publicó el domingo, Argentina salió campeón y el martes salió un dibujo de Videla en La Nación. Yo dije está todo arreglado.
— Ya está.
— La Nación obviamente lo publicó porque había visto el dibujo mío. Eso no es ningún mérito. Bueno, después cuando se cumplieron 3 años del golpe, en 1979, yo publiqué un dibujo, grande salió, con la nota que firmaba Joaquín Morales Solá. Entonces era una especie de ciclotimia de los movimientos de Videla, Videla con el queso. Bueno, el hecho es que el lunes cuando yo fui al diario me enteré que un general de apellido Bayón lo había llamado a Marcos Cytrynblum, que era el que manejaba el diario, y le había dicho de todo. Pero no pasó nada, a mí no me afectó eso directamente pero yo sé que no les gustó. Pero son las cosas como son.
— Gajes del oficio. ¿En algún momento sintió miedo al dibujar?
— No, no, no. Tengo otros defectos pero ese no. No, no tuve miedo.
— ¿Cómo fue dibujar a Perón?
— Bueno, Perón el hecho es éste. Perón mandó a poner preso a un hombre que firmaba como Tristán en el diario socialista. El hecho es que este hombre que firmaba Tristán era de apellido Hinz, era de Junín. Parece mentira, pero lo mandó a poner preso porque lo hacía con forma de pera. Era una cosa yo diría menor. Pero lo tuvo preso por eso.
— ¿Y cuando a usted le tocó dibujarlo a Perón?
— No, no pasó nada. No pasó nada porque yo hice los dibujos en La Opinión, donde trabajé 26 meses. Me tocó dibujar cuando el famoso regreso de Perón. Pero, insisto, los dibujos no sirven para derribar presidentes o buenos o tiranos. Son cosas que pasan, nada más.
— ¿Para qué sirven los dibujos?
— Sirven básicamente para entretener. En grados mayores o menores.
— Mauricio Macri, ¿es dibujable? No sé cuál sería la expresión. ¿Es fácilmente dibujable?
— Te voy a contar una historia: cuando se cumplió el Bicentenario de 1810 hubo un acto en el teatro, creo que se llama,Presidente Alvear, donde a una cantidad de gente le entregaron un recuerdo hecho por Antonio Pujía y a mí me tocó también concurrir en esa circunstancia. Cuando yo subí al escenario Mauricio Macri me dijo "mi mamá me dice que me haces con la nariz muy grande". Yo me quedé… "mi mamá"…
— Es tremendo, una situación increíble. Mirándolo desde el dibujo y si usted lo tiene que definir políticamente ¿Qué es Mauricio Macri?
— Yo creo que es un hombre mucho más difícil de interpretar que lo que la gente habitualmente dice. No es casual que él haya… Cómo surgió. Cómo ha pasado, él fue eligiendo los lugares. Yo creo que hay una situación ahí que está escrita, así que yo no descubro nada, hay una situación personal de él, una situación familiar que él ha tenido que ir superando hasta que ahora francamente ya está, ya sacó ventaja.
— Emancipado de aquellos.
— Sí.
— ¿Carrió es muy dibujable?
— Claro, yo creo que todos son dibujables. El asunto es la puntería que uno tiene para cada uno. Creo que conocerse uno ya es bastante difícil, conocer a los demás….
— ¿Usted es dibujable?
— Sí, me imagino que sí.
— ¿Nunca se dibujó?
— Hice una vez un cuadro hace muchos años.
— ¿Guarda o…?
— No, lo tengo, yo lo expuse, incluso lo publiqué eso.
— Pero digo, su trabajo habitual lo guarda o…
— Los trabajos míos mirá, el trabajo del diario llega un momento que son bolsas con papelitos.
— ¿Y guarda o no?
— Los guardo, sí. Los tengo en el diario la mayoría.
— Si uno tuviera que decir, creo que usted ha hecho todo como artista, es admirado por sus colegas, respetado por los más jóvenes, querido, vino acá e inmediatamente la gente lo vino a saludar, y sin embargo usted dice "a mí me queda todavía esto, quiero esto todavía, me falta esto". ¿Qué es, si es que lo hay?
— Lo que hay por un lado es lo que ya dejó de haber, edad. Es decir, uno ya tiene una edad casi imbatible. Soy lo que… El término que se usa es cuando llevan a alguien por delante en la calle, yo soy octogenario así que… Pero a mí me hace mucho bien ir al diario. Me hace bien estar enterado de las cosas mientras estoy en el diario, cuando salgo del diario no, soy otro tipo, escucho música o pinto y me ocupo de lo mío, nada más. Entonces puedo compartir esas cosas conmigo.
— ¿Qué escucha, qué música escucha?
— Soy bastante, no sé si contradictorio, a mí me gusta mucho escuchar a Beethoven por ejemplo. El Primer concierto para piano es una maravilla, que lo escucho repetidas veces. Mozart; resulta que Mozart, el otro día lo recordaba junto con un amigo que es un gran clarinetista, Martin Tau, cuando se murió Mozart resulta que el hombre para quien él escribió el maravilloso concierto para clarinete se llamaba Anton Stadler, era un individuo que le debía dinero a Mozart cuando Mozart se murió. Bueno, pero también tengo el berretín de escuchar a Sofía Bozán cuando cantaba en 1928. Desde ya, Gardel. Pero no se puede escuchar todo junto, hay que escuchar las cosas de a una. Pero la paso bien escuchando música, no es un, repito la palabra, no es un berretín, es una necesidad.
— Entra ahora el jefe y le dice: Menchi, dibujame a Dios.
— (Risas) No sé, esas cosas no me las planteo.
— No.
— No. Porque evidentemente las necesidades de ese tipo de imaginación… Yo hice una exposición únicamente basada en caras de otros, en retratos imaginarios. Cada uno de esos retratos conlleva una necesidad de encontrar algo que no está admitido. Ahora, lo que yo me he dado cuenta también es que a la gente no le gusta tener cuadros de gente que no conoce (Risas). Es decir, puede tener a la madre o al padre o a Dios, según sea la variedad de su creencia, pero yo no intervengo en esas cosas.
— Voy a ser impertinente, le voy a insistir que lo dibuje a Dios. ¿Lo hace hombre o mujer?
— No sé. Podría ser hombre.
— ¿Y se lo imagina haciendo algo?
— No, no, esas cosas no. No me da tanto la posibilidad de imaginar cosas.
— La dibujó muchas veces a la República.
— Sí, eso sí.
— ¿Hoy cómo la dibuja?
— La dibujo de la misma manera, a veces un poco triste. Pero básicamente es una necesidad de encontrar un símbolo. No sé si acierto o no acierto.
— Es un gran placer verlo, leerlo -leerlo en el más estricto sentido de la palabra- y admirarlo. Gracias por haber venido.
— No, gracias a ustedes.
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