Elena Roger, Pipi Piazzolla y los Escalandrum en París
—Qué les puedo desear… Son unos divinos, unos grosos. Toda la merde. Van a grabar en Abbey Road porque se lo merecen.
La que habla, apoyada en una baranda que da al Sena, es Elena Roger. La suerte se la desea a Escalandrum, el sexteto creado por Pipi Piazzolla que, con ella como voz líder, anoche hizo emocionar al público que llenó la sala del mítico Theatre des Bouffes du Nord en el marco del World Stock Festival, en el barrio de La Chapelle, al borde de Sacre Coeur, donde París se pone hindú y más bohemio que nunca.
La banda fue de menor a mayor. "Nos costó acostumbrarnos al sonido del lugar, mucha paredes rectas, rebota un poco", dice Pipi mientras mira los muros descascarados de ese teatro que fue construido en 1876, que estuvo cerrado durante años y que fue salvado y reinventado por Peter Brook, una de las vacas sagradas de la ópera y la escena mundial. La sala es magnética, las huellas de aquel abandono no sólo no fueron tapadas sino que son utilizadas para darle un aire de antigüedad verdadera. En esa atmósfera y con buena parte del público sentado a la altura del piso, es difícil no sentirse en alguna escena de iShakepeare in Love/i. Y hay algo de la bella Lady Violet en Elena Roger, cuando recorre la sala al grito de "loco, loco, loco" en la balada que Astor Piazzolla y Horacio Ferrer escribieron para ese demente y con la que el grupo cierra en medio de una ovación que duró todo lo que las manos resistieron.
En el lobby, Elena y Pipi firman autógrafos en los CDs de i3001, Proyecto Piazzolla/i, el disco que sacaron juntos. En la fila se mezclan fanáticos de Piazzolla, argentinos que viven aquí y se acercaron por amor a la camiseta y franceses que no tenían muy claro con qué se iban a encontrar. Pero ahora todos coinciden en algo. Lloraron, algunos no saben bien por qué, pero lloraron. Astor y Horacio estarían contentos, la emoción que buscaron retratar parece estar en buenas manos.
En la platea hay un invitado. Para él, Pipi pide un aplauso especial. Es Gustavo Beytelmann, que fue pianista de Astor en el Octeto Electrónico y mentor del de Escalandrum, Nicolás Guerschberg. Beytelmann dirá luego que el grupo "tiene un gran mérito, el de no caer en el infierno del lugar común al que puede llevar el tango piazzolliano. Escalandrum evoluciona sobre la evolución de Ástor. En vez de bandoneones, tocan saxos y clarones. Usan la batería como reloj de todo e instrumento líder. Suenan maravilloso". Mira a Guerschberg —que puede pasar por serio pero es el gran bromista de la banda— y agrega: "Del pianista no digo nada porque este es mejor que todos los que tuvo Astor".
Atardece sobre el Sena, los Escalandrum y Elena Roger pasean. Hace apenas un rato, en el Teatro Olympia, el lugar donde Astor triunfó, se sacaron las selfies de rigor. Pipi los reunió en ronda y les contó, para las cámaras que registran la gira para un documental para el Sistema Federal de Medios Públicos, la historia de su nono famoso. Al final del relato, Guerschberg dispara: "Perdón, una pregunta, ¿quién era tu abuelo?", y lo que era una escena un tanto armada se transforma en comedia. Elena, sin que nadie se lo pida, arranca con "La Vie en Rose" a capella, en el medio de la calle. Los camarógrafos corren para no perderse el momento. La gente que pasa mira sorprendida. Ella se ríe, bailotea, payasea. Es imposible no quererla a Elena, tan chiquita, embarazada, pura polenta y alegría.
El lobby del hotel se llena de valijas, mochilas, instrumentos. Batería no, porque viajar con ella es un engorro. Pipi cuenta que tuvo que conseguir una porque "en Abbey Road no hay, se ve que Ringo no quiso dejar ninguna". En minutos todos abordarán el Eurostar que cruzará el Canal de La Mancha y los acercará al sueño de grabar en la Meca. Elena los despide cantando "Madame Butterfly". Aplaude hasta el mozo paquistaní y ella le regala un CD "por todas las veces que llegamos tarde al desayuno". El hombrecito, que parece salido de iLa Fiesta Inolvidable/i, agradece con una reverencia y miles de mercís.
Escalandrum deja París. En horas, un Piazzolla grabará en Abbey Road. Pero esa es otra historia. Continuará.
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