La Biblioteca Roja de Córdoba: historia de libros enterrados en la dictadura que vieron la luz 40 años después

Antes de exiliarse en México, una pareja decidió enterrar sus libros en el patio de su casa en Córdoba. Al regresar, en 1983, no lograron encontrarla y la dieron por perdida. Este año, el tesoro apareció. Todo está registrado en el libro "La Biblioteca Roja", que rescata una historia esperanzada, en tiempos de censura y persecución

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(Foto: Rodrigo Fierro)
(Foto: Rodrigo Fierro)

Cuando la muerte amenaza violenta, sólo queda esconderse o huir. Durante la última dictadura no había demasiadas alternativas y la muerte aparecía en cualquier momento, intempestiva, de forma injusta. Así pasó en muchas casas, en muchas escuelas, en muchas universidades y en muchas fábricas: la muerte, como una ráfaga; entonces había que esconderse o huir. En esos tiempos, una pareja se hizo una pregunta antes de exiliarse a México —aunque menor, muy importante— que por aquellos años se formulaban todos: ¿qué hacer con los libros que nos forman intelectualmente? Luego de pensarlo mucho, su decisión fue enterrar la biblioteca en un pozo de cal en el patio, con la esperanza de que esa persecución algún día cesara y por fin pudieran volver a su vida cotidiana, la que eligieron y la que les estaba siendo denegada. Fue en una casa que estaban construyendo en el barrio Villa Belgrano de la Ciudad de Córdoba. Corrían los meses previos al golpe de marzo de 1976 y las fuerzas paramilitares ya estaban instaladas. Cavaron, guardaron, taparon y partieron. Dardo Alzogaray lo hizo en agosto de 1976; Liliana Vanella y su hijo recién nacido lo siguieron en diciembre.

Ocho años después, en 1984, con la democracia tímidamente instalada, lograron volver. Fue a partir de un programa de repatriación de exiliados de Naciones Unidos que lo lograron. En el lapso en que estuvieron afuera, distintos amigos ocuparon la casa sin saber nada acerca del entierro de los libros. Ya de nuevo en Córdoba, al buscar y buscar, les fue imposible hallar su tesoro. Sí encontraron una bolsa con libros pero estaban deshechos por la humedad, entonces taparon definitivamente el pozo y dieron por perdida la biblioteca. Pero cabe una pregunta: ¿cuál es el verdadero poder que tiene una biblioteca? Antes de la revolución digital, el mundo era otro y las ideas circulaban como podían —entre la censura y las limitaciones reproductivas— en libros gordos y valiosos. Ya lo decía Henry Ward Beecher: "Una biblioteca no es un lujo, sino una de las necesidades de la vida". Y vaya que sería una necesidad, para quienes se posicionaban contra las teorías económicas, políticas y sociales hegemónicas, leer libros que abrieran un poco más el espectro del pensamiento, sorteando los lugares comunes e iluminando el oscuro presente, en este caso, latinoamericano.

La Biblioteca Roja. Brevísima relación
La Biblioteca Roja. Brevísima relación de la destrucción de libros

La historia encuentra su giro narrativo cuando Tomás Alzogaray Vanella —artista plástico, actor, docente e hijo de esta pareja— decidió emprender la búsqueda de esa biblioteca enterrada. Sabía que encontrarla implicaría abrir una ventana para repensar el valor de la memoria, que su gesto no era tan personal después de todo. No lo hizo solo, lo acompañó la editora, poeta e investigadora Gabriela Halac. Treinta años después de ese exilio, reconstruyeron la historia. Entrevistaron a Dardo Alzogaray, también a Liliana Vanella, y se pusieron como objetivo llegar a destino. El 29 de septiembre de 2016 —exactamente un año después de la muerte de Dardo— Tomás y Gabriela recibieron el llamado del Ministerio de Cultura de la Nación para informarles que tenían aprobado el financiamiento de esta osadía. Para ese entonces, ya se había sumado el ensayista, docente e investigador Agustín Berti, como tercera pata del equipo. La idea, como finalmente sucedió, era registrar todo en un libro con información, textos y fotos. Lo llamaron La Biblioteca Roja. Brevísima relación de la destrucción de libros y lo acaba de publicar Ediciones DocumentA / Escénicas. "El libro es un relato muy abierto, muy coral, con la idea de abrirse a la historia de la destrucción de los libros", dice Halac en diálogo con Infobae.

¿Qué hallaron? "A ciencia cierta no sabíamos con lo que nos íbamos a encontrar. Finalmente los materiales encontrados están en un alto nivel de mutación. Hay algunos que son directamente paquetes de tierra. La pregunta que nos hacemos es cuánta gente enterró sus libros o los quemó. Eso no lo sabemos, pero en el orden de lo privado estamos recabando esa información con testimonios. No es algo que hoy podamos saber", comenta Halac. Pero, ¿cómo empezó? "En el 2014 nos encontramos con Tomás, veníamos de trabajar sobre la biblioteca de mi padre, él me contó la historia de sus padres y empezamos a trabajar. Mi papá quemó su biblioteca en 1963, él era de la Juventud Comunista y tras una operación llamada Operación Sierra decidió quemar todo. Ya había problemas con la circulación de libros marxistas, entonces él se deshizo de toda esa biblioteca. Creo que esa distinción entre quemar la biblioteca y enterrarla es interesante, porque enterrarla conlleva una esperanza", continúa Halac. Todo el material hallado es en bolsas está prácticamente destruido; es muy difícil abrir esos libros y leerlos, apenas se pueden ver las tapas y algunas páginas. Entre los autores, Engels, Mao, Gramsci y Marx: todos prohibidos.

(Foto: Rodrigo Fierro)
(Foto: Rodrigo Fierro)
(Foto: Rodrigo Fierro)
(Foto: Rodrigo Fierro)

A Gabriela Halac le interesan los proyectos artísticos de cruce. "Cuando salió lo de Plataforma Futuro, que por primera vez dan la posibilidad de presentar proyectos interdisciplinarios, nos presentamos. Teníamos la idea de desenterrar la biblioteca y necesitábamos buenas condiciones. La idea siempre fue recuperar la experiencia de todo el proceso. Cuando todo se dio, empezamos a buscar personas que quisieran colaborar y apareció un grupo de estudiantes de antropología de la Universidad Nacional de Córdoba que son voluntarios y colaboraron con esto". La Biblioteca Roja es un registro de todo. Tiene fotos de calidad sobre la excavación y muchas planillas, pero también detalles meticulosos y narraciones literarias, así como también pinturas, dibujos y entrevistas a Liliana Vanella y Dardo Alzogaray. Se trata de un libro que, pese a acentuar su brevedad, es completo. Además, da cuenta del verdadero valor de un libro en aquellas décadas no tan lejanas. Por ejemplo, Dardo Alzogaray allí cuenta que "los libros estaban expresando lo que el dueño pensaba. Por ejemplo si tenías un libro de marxismo, pensaban que eras marxista, si tenías un libro de Lenin estabas más cocinado todavía", mientras realiza un exhaustivo pantallazo de época y dice, luego: "Enterrarlos, guardarlos, y no quemarlos era pensar que los ibas a recuperar".

(Foto: Rodrigo Fierro)
(Foto: Rodrigo Fierro)
(Foto: Rodrigo Fierro)
(Foto: Rodrigo Fierro)

La Biblioteca Roja no se trata sólo de desenterrar un tesoro roto sino de las significaciones que ese movimiento histórico designa. Hay una reparación, una vuelta al pasado desde el presente, un encuentro con la memoria, una pregunta que se abre sobre las formas que habitamos la libertad. ¿Por qué una pareja entierra sus libros y huye? ¿Qué tenían esos libros? ¿Quiénes eran que debieron escapar de su propio barrio, su propio país? ¿Qué era eso que los perseguía tanto a ellos y a sus libros? ¿Cuál era el tamaño de esas ideas que surgieron en los años setenta y que llevaron al Estado a transformarse en un agente del terror? ¿Qué nivel de crueldad puede hacer que las Fuerzas Armadas den un Golpe de Estado y establezcan un período negro de censura, persecución, desaparición, tortura y muerte? ¿Quién era ese otro peligroso que debía ser exterminado y sepultado para siempre?

"La persecución de las ideas se dio en muchísimos momentos de la historia universal y no solamente acá. Pero en todos los casos, una de las cosas que se hace siempre es destruir las bibliotecas, quemarlas, prenderlas fuego, porque es como derribar una cultura. En este sentido, los libros son los contenedores de las ideas que defendemos", dice Halac y cierra, ante la pregunta sobre cómo cree que las nuevas generaciones leerán La Biblioteca Roja, de la siguiente manera: "Es una locura pensar que alguien tenga que enterrar su biblioteca. Ojalá que este libro ayude para que se pueda dimensionar lo que sucedió en aquella época donde los libros se prestaban y se hacían circular. No existía la fotocopia, era otro momento, y también era otro momento en el mundo de las comunicaciones: los libros traían las nuevas ideas, las ideas revolucionarias".

 

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