El autor de "Gardel contra los zombies" (Libros del Zorzal), cuenta el origen y la cocina de su nuevo libro y explica por qué era indispensable que "el Morocho del Abasto" fuera el protagonista de la historia.
"Los zombies suponen la mayor amenaza para la humanidad, aparte de la humanidad en sí misma."
(Max Brooks. Guía de supervivencia zombie)
Ante una situación de real peligro, nada es más tranquilizador que la distancia. Lo sabe cualquier niño que mira desde mitad de cuadra mientras sus amigos se toman a golpes de puño en la esquina. Lo sabemos los latinoamericanos, que seguimos con morbosa tranquilidad los altercados entre las potencias nucleares.
Los kilómetros nos defienden de las pestes, del ébola, de las bombas, de los aviones descontrolados. También es una ventaja la carencia de verdaderos rascacielos, es cierto. La televisión y los satélites nos acercan las imágenes de situaciones que, para afectarnos realmente, deben viajar miles de kilómetros. Y se sabe que, en los viajes, los kilómetros se cuentan de a uno. Sobre todo si se viaja por tierra o en clase turista.
Pero ante la inminencia, llegado el caso, si la cercanía nos hiciera temer por nuestra integridad, ¿a quién elegiríamos los rioplatenses para que nos defienda?
Por supuesto. Estamos de acuerdo, nuestro héroe tiene que ser Gardel. Comparte con la mayoría de los superhéroes la indefinición acerca de su lugar de nacimiento. Lo que lo hace definitivamente internacional. No es el momento de extenderme sobre las versiones que circulan en torno a que el accidente de Medellín no terminó con su vida. Es decir que no hay que descartar la posibilidad de que haya sobrevivido.
El morocho del Abasto ofrece, además, un peinado muy Clark Kent. Solamente no encaja su sonrisa. En general, los héroes son serios, cariacontecidos. El compromiso con el bien es un trabajo que no da descanso. Los buenos, cuando no tienen que salvar a la humanidad de los bandidos que la amenazan, tienen que sofocar los efectos de las catástrofes naturales o los peligros de la simple imbecilidad. En cambio los malos pueden darse el lujo de reír a mandíbula batiente. El Guasón, Cruella De Vil, el Profesor Neurus, el mismísimo Kin Jong-Un, son todas personas simpatiquísimas que no pierden la oportunidad de soltar carcajadas.
Perdonémosle la sonrisa a Gardel. Ya tenemos a nuestro protagonista. Hagamos que sea un héroe circunstancial. El desafío a su tranquilidad es la amenaza zombi. Si ubicamos al Hombre viviendo en el interior de la República Oriental del Uruguay, ya tenemos un libro que se escribe solo. El camino te lleva. Por eso Gardel trabaja y vive en las afueras de la ciudad de Tacuarembó, frente a una ruta estratégica, por donde se accede a la ciudad y también a otras carreteras que conducen a Montevideo y a la República Argentina.
Agreguemos un ayudante, un perro, una vecina amiga y su hija. Tal vez casi se haya armado un western.
También vamos a conocer a los agentes de la ley que deberían encargarse de la tranquilidad pública.
Es el momento de contarle todo a Andrés Alvez, un ilustrador nacido en la ciudad de Montevideo, que vive en Banfield y que hizo su magia en otros tres libros escritos por mí. Andrés dice que si está Gardel y hay zombis, él quiere participar. Y se pone a dibujar y todo el libro mejora mucho.
La editorial Libros del Zorzal cree que será un texto imprescindible y que publicarlo es un servicio al público lector de Iberoamérica.
En el género zombi, los autores clásicos coinciden en que los no muertos tienen determinadas características: se alimentan de carne humana, son torpes en sus movimientos, tienen una mirada especial, carecen de inteligencia y mueren por lesiones graves en la cabeza o cuando ésta es separada del cuerpo.
En los últimos tiempos, con la proliferación de literatura y series de televisión sobre zombis, esas características han ido cambiando, y hasta puede resultar difícil determinar la diferencia entre no muertos y seres vivos.
Se hace imprescindible conocer la manera de discriminar entre unos y otros. Así como los CAPTCHA (Completely Automated Public Turing test to tell Computers and Humans Apart) se inventaron para saber cuándo es un ordenador y cuándo una persona la que está intentando validarse en un sitio web, de la misma forma, debemos poder detectar zombis, si queremos mantener al planeta a salvo de la invasión. De nada servirá bucear en sus costumbres, en sus gustos, en sus elecciones políticas. Y aquí vuelvo al servicio que la editorial le presta a la comunidad iberoamericana, como una suerte de CAPTCHA literario, porque sabe que lo único seguro es que los zombis no se ríen y no compran libros sobre zombis.
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