Tiernas, obsesivas, sobreprotectoras o abnegadas: un repaso de algunas mamás del cine y la literatura

La figura materna ha sido retratada por el arte en todos los tiempos. En este día, ofrecemos un recorrido por algunas de las madres del papel y la pantalla más recordadas. Una buena oportunidad para volver a leer y mirar o para ir a buscarlas por primera vez.

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(Getty)
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Única. Así son todas y cada una de ellas, las madres. En este domingo en el que celebramos su dedicación, repasamos los libros y las películas que han retratado las relaciones maternales desde la poesía, el amor o su ausencia, la psicología, sus deseos y frustraciones. Viejos clásicos para rememorar y nuevas plumas y miradas sobre el vínculo que, por igual, nos afecta a todos e influye en las decisiones de vida que asumimos.

"No es que no vuelva porque me he olvidado…/Es que perdí el camino de regreso, mamá", canta Serrat. Porque el reencuentro es siempre con la raíz. La lengua es materna porque es la primera palabra que escuchamos, la de ella, nuestra madre. Ése es nuestro principio. Despojados de ribetes freudianos, veamos cómo han traducido la literatura y el cine las complejas relaciones entre madres e hijos. Más que verdades categóricas buscamos inquietudes sabiamente guiadas, más que respuestas impuestas necesitamos preguntas precisas. El arte no es ajeno a ese transitar.

En Mamá, la eterna candidata al Nobel de Literatura Joyce Carol Oates, logra desandar ese camino del que habla Serrat: su protagonista, frente a la violenta muerte de su madre, debe redescubrir su propia identidad frente a su ausencia. Pero Nikki, rebelde, dura protagonista de la novela (considerada por algunos como la mejor de la autora estadounidense aunque difícilmente clasificable frente a lo prolífico de su carrera), se encontrará nadando en aguas subterráneas al descubrir a una madre que no conocía en realidad, mientras redefine la relación con ella. Conomovedora, Mamá desentierra la invisibilidad de sentimientos que damos por sentidos.  

D.H. Lawrence eligió para Hijos y amantes retratar su propio amor hacia su madre y escribió la novela durante el transcurso de la enfermedad de ella. El nexo entre ambos resulta tan profundo, inescrutable, que todos los componentes del Edipo funcionan ¿a la perfección? El protagonista se embarca en la búsqueda de un amor romántico que no solo supere sino que, oportunamente, sea diferente al de su madre. Porque en los claroscuros de la novela -de la vida-, hay afectos tan opacos que no dan espacio a la luz.

En su película Madre e hijo, Alexander Sokurov retrata la tortuosa abnegación del hijo mayor frente a su madre moribunda. En los casi ochenta minutos del filme, Sokurov usa y abusa exquisitamente de los planos fijos y efectos cóncavos y convexos (que logró filmando el reflejo en el espejo), apela a la música de los vientos rusos en pleno bosque de estepa, a los murmullos reiterativos en cada línea de diálogo y logra así que un largo y triste poema se vuelva una joya más del cine ruso. Apenas dos personajes, unos pocos paisajes estáticos, el graznar de pájaros y el eterno frío son el marco del vínculo entre ambos, paradójicamente ajenos a esos componentes: lo suyo es íntimo y cálido y así queda definido el simbolismo madre-hijo. "Lloré y lloré y lloré del principio al fin", escribirá al respecto Nick Cave, otro entendido de poesías y tristezas.

Claudia Cardinale y Omar Sharif protagonizan Mayrig ("mamita" en idioma armenio), el film francés de Henri Verneuil. El director, también guionista, apela a su propia historia familiar para revelar las atrocidades del genocidio cometido por el Imperio Otomano hacia el pueblo armenio. La historia de una familia que huye de la muerte y se instala en Francia, enfrenta la problemática cultural frente a una nueva realidad sin poder desprenderse del drama que vivieron en su tierra. Relatada por el niño que fue el mismo Verneuil (nacido Ashod Malakian), Mayrig arrastra a pesar de su contexto pesados eslabones que entrelazan una historia de vida y esperanza -sin voluntarismos ni ingenuidades- sostenida por el componente más fuerte: la madre. La candidez y la tragedia van de la mano.

Maya Angelou y su madre
Maya Angelou y su madre

Maya Angelou lo hizo dos veces: Mom & Me & Mom y Letter to my Daughter (Carta a mi hija). No es de extrañar en una autora que escribió siete autobiografías y la octava -donde relataba su encuentro con primeros mandatarios- la alcanzó en el lecho de muerte. En el primer libro cuenta su dificultoso devenir con su madre, a quien no conoció realmente hasta sus trece años, y cómo se genera y se rompe una y otra vez ese descubrimiento (por momentos la llama "dama", luego será "madre" para finalmente aceptar el "mami"). En el segundo (Angelou tuvo solo un hijo en su vida real), esta larga misiva no escapa a su realidad y da forma a cómo una madre condiciona la vida de sus hijos.

Un libro inteligente es Una muerte muy dulce de Simone de Beauvoir, como ella misma, claro. La trama se desenvuelve en los últimos días de vida de la madre de Beauvoir. Confrontarán un pasado frío, distante, con un presente enfermo que requiere de una empatía difícil de desarrollar ante un ideal filosófico como el elegido por la autora y la realidad humana, demasiado humana. No es la voz de la madre la misma que la de la hija, sí una invitación al desarrollo de pensamientos y sentimientos. No hay héroes ni verdugos, apenas -y nada menos- una madre y una hija.

Imagen de “Dos mujeres”, el
Imagen de “Dos mujeres”, el clásico film de Vittorio De Sica con Sofia Loren. La actriz ganó el Oscar por su interpretación

Dos mujeres (1960), una adaptación de la novela homónima de Alberto Moravia, muestra a una Sofía Loren absorbida por el papel de Cesira, una viuda romana, y su lucha por mantener a su hija en plena Segunda Mundial. Las atrocidades a las que se ven enfrentadas en la trama, llevan a Loren a interpretar tan apasionadamente su rol que terminará siendo ganadora del Oscar a Mejor Actriz ese año. Bajo la mirada de Vittorio de Sica, este drama profundo, descorazonador, Dos mujeres es un gran homenaje a Moravia y al cine neorrealista italiano.

Milena Busquets, autora de “También
Milena Busquets, autora de “También esto pasará” y su madre, la editora y escritora Esther Tusquets
Milena, bebé, en brazos de
Milena, bebé, en brazos de su madre.

También esto pasará de Milena Busquets hace del desconsuelo una novela. La madre de Blanca, la protagonista, había contado a su hija un viejo cuento chino (siempre son viejos los cuentos chinos) que la ayudará a superar la muerte de su padre: un emperador convoca a sabios para que resuman en una frase una intencionalidad que sirva para cualquier situación. "Todo pasará", concluyeron, y la madre de Blanca agregó: "El dolor y la pena pasarán, como la euforia y la felicidad". Pero no logra esta vez consolarse. Su madre ha muerto, debe organizar todo (duda en quedarse una chaqueta, si mandarla a la tintorería, si la guardará, si la usará: todo el abismo de inquietudes en una prenda de vestir), qué hacer con su pasado, cómo enfrentar la realidad, por qué encarar un futuro. "'¿Sabes una de las cosas más duras de hacerse viejo?', me dijo (mi madre) un día. 'Darte cuenta de que lo que explicas ya no le interesa a nadie'". Ubicada en eso bello accidente geográfico que es el pueblo de Cadaqués en el mediterráneo catalán, Busquets -hija de la gran editora y escritora Esther Tusquets- retuerce sentimientos y palabras que dan por resultado una nueva identidad: una es su madre.

En Los otros, Alejandro Amenábar juega con la psiquis de una madre sobreprotectora (Nicole Kidman), estricta, religiosa y hasta cruel aunque excesivamente amorosa con sus dos hijos. Su obsesión por mantener sin luz natural del exterior la mansión victoriana donde convive además con los sirvientes y la rigurosidad de encerrar con llave cada habitación, simboliza su propia oscuridad al exponer a sus niños como fantasmas confinados al aislamiento, una reclusión segura. Una vuelta al útero.

Mia Madre nos devuelve a un Nanni Moretti reflexivo y dramático pero sin golpes bajos. Una exitosa directora de cine se encuentra atravesando uno de los momentos más difíciles que puede vivir un adulto: su vida profesional -en plena escalada de trabajo y reconocimiento- versus la personal (una reciente separación de su compañero, la problemática adolescente de su hija y la internación de su madre, en claro deterioro de su salud mientras lidia con su hermano -el mismo Moretti- los detalles al respecto). Nanni Moretti se despega del cinismo de Habemus Papam y sacude con un realismo crudo aunque íntimo y cuidado, en un film paradójicamente luminoso.

 

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