Medellín.- Medio siglo pasó de la muerte de Ernesto Guevara de la Serna y diferentes versiones siguen circulando en torno a su vida e incluso a sus últimos días en Bolivia, donde fue ejecutado el 9 de octubre de 1967. Para algunos su figura e influencia van más allá a la de un líder político más. Es casi una cuestión de veneración. Otros, en cambio, tienen una opinión y una visión bastante más sombría.
Tal es el caso de la reconocida poeta y escritora cubana, Wendy Guerra, quien durante el Festival Gabo, celebrado entre el 28 y 30 de septiembre en Medellín, compartió con Infobae su concepción sobre la figura del Che a 50 años de su fallecimiento.
– ¿Quién fue el Che Guevara?
– A mi no es una figura que me guste. Me es extraño, me es ajeno. Soy un poco supersticiosa, y no me gusta nada la cantidad de muertos, los fusilamientos… hay zonas donde él organizaba los pelotones donde no me gusta ir. Tampoco me gusta su relación familiar, no me gusta que haya abandonado toda esa cantidad de hijos. El capítulo famoso de que se sienta a comer disfrazado y sus hijos nunca van a saber que ese es su padre y que es la última vez que lo van a ver. No es lo que yo quisiera para mí si volviera a nacer. Meterse con la figura del Che es ganarse la enemistad de toda la izquierda latinoamericana. El Che es el ejemplo de lo que yo no quisiera para un padre. Tampoco como prócer, cuando se haga la memoria histórica, creo que no va a salir muy bien parado. Me parece que cada cual tiene que dar su lucha, y él dio la de él. Y respeto su lucha, pero no es la mía. Es muy doloroso cuando escuchas determinadas anécdotas. Y para esta pregunta, mi mejor respuesta es: primero, la verticalidad con la que te estoy respondiendo, y segundo, esperemos 20 o 30 años, a la apertura de la memoria histórica, de los archivos históricos… y ahí estará la mejor respuesta.
– ¿Para que se sepan muchas cosas que la gente no sabe?
– Lo que pasa es que nosotros tenemos hijos, nietos, amigos… Te encuentras con personas que sí vivieron el día a día de una memoria histórica personal, de ese diario íntimo, que es el que realmente habla por la historia. No soy una persona seguidora del Che, y no estoy para ejercer la labor de deconstruir su imagen ni la de Fidel. Ellos hicieron su lucha, yo la mía, cada cual en su pequeño nicho… yo no soy nadie, y ellos son próceres, líderes… Pero en lo personal, de las figuras históricas que fundaron la revolución, la personalidad más fascinante para mí, como ser humano, como cubana, es Celia Sánchez, a quien yo le dediqué una novela que se llama Nunca fui primera dama. Me identifico mucho con la figura de Celia, identifico a mi madre con ella, y es muy difícil también asumir a un extranjero tomando decisiones, matando personas, fusilándolas, en un país que no es el de él. No es nacionalismo, no es egoísmo… Tampoco me gusta que mi país haya interferido en tantas guerrillas, haya sembrado tanto dolor y tanto muerto. La figura del Che significa eso: alguien que interfirió en un momento de efervescencia, donde los roles estaban muy descolocados, y no me simpatiza.
– ¿Por qué pensás que impactó tan fuerte su figura o su mensaje?
– Los mitos son mitos, y uno nunca puede explicar dónde empiezan y dónde terminan.
– ¿El Che es un mito?
– Sí, claro que sí. El mito también esconde mucho dolor, mucha verdad. No creo que sea posible desmitificar al Che, es como tirarle piedras al sol. Ya eso no tiene sentido. La gente ya se queda con la forma, el contenido dejó de importar. Yo no soy una persona de la derecha que piensa que hay que reajusticiarlo. Eso hay que dejarlo correr. ¿Quién lucha contra la cosa frívola de ver su imagen en camisetas? El Che es como los Rolling Stones, una marca registrada. Yo no voy a cambiar la cabeza de millones ciudadanos del mundo. Pero soy cubana, y doy fe que día a día te encuentras con personas que desmitifican la imagen con anécdotas, con dolores, con heridas, que están muy abiertas todavía.
– El Che fue uno de los impulsores de la Revolución cubana. Ese concepto de revolución persiste hoy en día en el discurso de la izquierda latinoamericana. A 50 años de su muerte, ¿qué esconde ese término?
– En los años 80 hubo un grupo pictórico muy importante de artistas visuales, liderado por el hoy activista político Aldo Menéndez, que es una obra que le presentó a Fidel para ponerla en la plaza de la Revolución en un evento de intelectuales que se iba a desarrollar entre jóvenes comunistas. La obra negra y blanca decía "reviva-la revolu" porque era revivir algo que estaba muriendo. Y faltaba el "ción", porque se suponía que nosotros teníamos que terminarla, pero no nos dejaron poner las manos sobre la obra. Y la revolución hoy es una palabra muy lejana con contenido semántico. Es un bloque que le pertenece a unos pocos, intocable, donde no hay reforma posible, y es como el antónimo de la palabra original y debería, en la lengua española, aparecer como antónimo de la palabra "revolución inicial" para los cubanos.
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