Ariana Harwicz: "Vivo escapándome de la vida para ir a escribir"

Esta tarde a última hora se inaugura Liber, la feria internacional del libro de Madrid, con Argentina como país invitado de honor. En una librería madrileña ayer hubo una actividad inicial de esta ambiciosa semana literaria. Allí, Infobae conversó con la autora de "La débil mental".

Madrid.- La tarde va dejando lugar a la noche en una Madrid que exhibe banderas españolas en infinidad de balcones y que no termina de quitarse la perplejidad y la inquietud por lo que sucede en Cataluña. El calor cede por unas horas y en la callecita empedrada de San Joaquín, en Malasaña, una librería bonita y con un nombre espectacular es escenario de una charla sobre literatura argentina. En Tipos infames, los escritores Damián Tabarovsky, Ariana Harwicz (La débil mental y Mátate, amor), Diego Sasturain (Un episodio confuso) y Marcelo Carnero (La boca seca) hablan sobre literatura argentina ante un público atento y curioso de lectores, expertos, periodistas culturales y también algún maestro de la edición, como Constantino Bértolo. Hablan sobre el presente, pero también sobre la genealogía de la literatura argentina. Sobre la escritura, pero también sobre la lectura y sobre la edición de esta literatura. Tabarovsky es, además, el editor de Mardulce, la editorial independiente que ha publicado a los autores que lo acompañan y que también publicó libros que han trascendido el mercado local como los de Selva Almada (El viento que arrasa, Ladrilleros) o La habitación alemana, de Carla Maliandi, cuyos derechos ya fueron comprados para ser traducidos en un par de lenguas pero además, para llevar la historia al cine. El encuentro es formalmente la primera actividad de una semana de literatura argentina en España a propósito de la apertura de Liber, la feria internacional del libro de este país, que este año ha designado a la Argentina como invitado de honor y que esta tarde se inaugurará formalmente en el predio de Ifema.

Durante la charla en Tipos Infames, y antes de que cada uno de los escritores leyera un fragmento de su novela, Tabarovsky habló sobre la libertad que implica trabajar desde un sello independiente sin tener que obedecer las reglas del mercado, aunque, aclara, sin dejar de pensar en los lectores y en el negocio editorial. Aira, Piglia, Fogwill y Saer son los nombres que aparecen necesariamente cuando se habla de genealogías y linajes. La traducción de nuestros autores y las traducciones de los autores extranjeros hechas en España es otro de los temas que surge, así como el de los circuitos de legitimación. Todo ocurre entre libros, por supuesto, y luego del debate y de la lectura, llegará la copa de vino tinto. La mayoría tiene su copa en mano, pero Ariana Harwicz no bebe. Su dedo índice señala con picardía una panza redonda y hermosa, que asoma por debajo de su cardigan negro.

Ariana Harwicz

-Sos una escritora argentina pero vivís en Francia. ¿Qué se ve de los escritores argentinos afuera? ¿Cuál es la imagen que se tiene de un escritor argentino?

-Es un poco alentador y desalentador lo que voy a decir, vivo hace una década en Francia, puedo hablar de lo que se ve en ese país. Por un lado veo que no tiene mucha visibilidad la narrativa argentina, no están muy preocupados o, mejor, no son muy centrales los escritores argentinos. En cualquier librería hay un pequeño sector para los autores argentinos y están todos mezclados los autores, las estéticas, los estilos, está Iosi Havilio, está Selva Almada, Claudia Piñeiro, Martín Kohan, traducidos al francés. No está mal en absoluto, pero no hay una precisión o un conocimiento. Y muchas veces están mezclados Bolaño con un autor peruano, es decir, lo latino se amalgama, es lo que veo como consumidora de libros, escritora, lectora radicada en Francia. No se qué verá un bibliotecario o un editor, que tiene otra mirada, seguro. Yo veo una amalgama, una mezcla; lo que aglutina es la lengua. No hay ni género, ni estilo ni país. Es Latinoamérica. Para lo bueno y lo malo. Yo a veces con cierto honor, me veo pegadita a grandes escritores, al lado de Vargas Llosa y García Márquez… Lo que sí tiene mucha visibilidad en Europa y en el mundo ahora es eso de "las escritoras latinoamericanas", como Mariana Enríquez o Samanta Schweblin. Acabo de venir del festival de Edimburgo y ahí se veía eso. En ese sentido a mí me gusta, como mujer, latinoamericana, joven: siento que tengo la responsabilidad de una época que nos está mirando, eso es cierto. Me gusta eso, la doble responsabilidad de apartarte de la época para criticarla pero pertenecer…

-¿Y en qué linaje te incluirías, si pudieras elegir?

-Si tuviera que pensar en Argentina, es un poco lo que dije recién en la mesa. Me siento identificada y gratificada cuando me unen a cierto neobarroco, cierta experimentación que han tenido en los años 70, un poco antes, un poco después, autores como Perlongher, Lamborghini, antes Carlos Correas, cierto juego con el lenguaje. Ahí me identifico desde el punto de vista de la línea estética que trato de armar, no en lo temático o en las prepcupaciones. Sí en que eran lenguajes violentos, sexuales.

-Es una identificación en lo formal…

-Yo soy devota de pensarme e incorporarme a un linaje desde lo formal, a veces desdeño o desprecio un poco, no sé si está bien o está mal, el tema de los tópicos o las temáticas. Mis libros hablan de la maternidad, del erotismo, de las pulsiones sexuales, de los marginales. pero trato de no pensar en términos temáticos sino formales.

Tertulia sobre literatura argentina en la librería Tipos Infames, de Madrid.

-¿Y dentro de qué linaje de mujeres escritoras te incluirías?

-A mí me asocian, cuando me elogian con grandes autoras, da vergüenza decirlo. Da vergüenza decirlo pero me gustaría que se me asociara algún día con Virginia Woolf. Nuestro querido editor Damián Tabarovsky dice que con Nathalie Sarraute, pero yo no sé, no soy consciente de eso. Para mí son las grandes escritoras. Y después, la poesía siempre desesperada o suicida de Sylvia Plath o de Pizarnik, un poco menos pero también. Es cierto que era lo que leía y me conmovía.

-Todo muy oscuro, ¿no?

-Sí, pero con la luz del deseo. Siempre una mujer es deseante. Creo que mis libros son oscuramente luminosos. Libros oscuros iluminados por el deseo, veo ese juego de luz y sombra. Yo no tendría el deseo de sentarme a escribir un libro que fuera perversamente oscuro, sórdido, mortuorio, no soportaría el ánimo…el alma no me daría. Siempre tiene que ser oscuridad -yo estudié fotografía- y el contraluz tiene que ser el deseo, lo más luminoso que hay.

-¿Disfrutás escribiendo?

-Sí. Vivo escapándome de la vida para ir a escribir. Todos los días la expectativa de escribir es como el hombre que te está esperando.

-Una pregunta que puede sonar horrible o incorrecta. ¿Qué pasa en relación a tu deseo de escritura ahora que estás embarazada?

-Así como el nacimiento de mi primer hijo me impulsó totalmente a escribir (yo no había escrito nada hasta entonces, me había formado por 20 años pero nunca había pasado al acto, a las armas. Me había pasado veinte años jugando a gatillar)…

-¿Fue el embarazo o el nacimiento?

-El nacimiento, no el embarazo. El nacimiento me impulsó entonces en serio a agarrar el arma y decir: "Me cargo a todos". No sé, me pasó eso. Y ahora por eso no le tengo miedo a un segundo embarazo porque ya sé que la escritura lo toma todo.

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