El Museo de Arte Moderno se había transformado: ya no era solamente un espacio de exhibición de arte sino también una pista de baile con DJs en tres espacios, barras de tragos, gente bailando, luces cambiantes y Michael Jackson sonando de fondo. Se trataba de la inauguración de la muestra que reúne la obra de Sergio Avello, un artista que trasluce y da cuenta de un espíritu de época. ¿Pero qué época? Tal vez ahí también se encuentre su inabarcabilidad.
"Nos conocimos de muy chicos en Mar del Plata, Sergio tenía 16 años, yo un par de años más —cuenta a Infobae Erika Escoda, artista y diseñadora de proyectos y comunicación—. Vino a vernos a mí y a mi pareja de ese entonces, Eduardo Capilla, porque nosotros viajábamos seguido a Buenos Aires a dedo y nos quería preguntar cómo se hacía. Después lo hacíamos juntos y ya éramos amigos. Cuando nos vinimos a vivir acá, Sergio también vino y ya era una relación como de hermanos, vivió en mi casa millones de veces".
Nómade. Avello fue desde chiquito nómade. Hijo de una directora de escuela, miembro de las amplias clases trabajadoras que habitan Mar del Plata, desde chico fue muy receptivo a un entorno familiar que lo estimulaba y la decisión de ser artista. Quizás sea poco conocido, pero también tenía una fuerte vinculación con lo político, al punto de militar, bajo la dictadura, en una organización política que estaba proscripta, Política Obrera, antecesora del Partido Obrero. "Me lo enteré después, porque una vez que vino a casa a quedarse y lo hizo en realidad para refugiarse —dice Escoda—. Luego supe que era por su militancia, en aquel entonces, en su adolescencia marplatense, en PO, pero era algo inimaginado". Luego no tendría grandes vinculaciones con la política, sino que se entregaría plenamente a su elaboración artística. Muy personal y, a la vez, influenciada por los demás artistas de su generación.
"La primera muestra de Sergio fue en la galería de Adriana Rosenberg en medio de los ochenta, cuando la vanguardia o el arte abstracto eran el campo dominante —cuenta Escoda—. Él estaba nervioso porque su obra no se ajustaba a esos parámetros. Se me ocurrió un nombre para su muestra: Arte Decorativo Argentino. Sergio Avello. Nuevo exponente. Y pegó". En esa muestra Avello pudo mostrar una producción muy refinada, puntillosa, sobre formas pero dislocada. Había cierto corrimiento, pero lo central eran esos trazos perfectos. Una oda a la técnica en diseños bien pensados.
"Siempre fuimos amigos, hasta el final —dice Escoda—. En un momento me dijo que tenía que tener unas tarjetas de presentación, pero que no sabía cómo definirse. Entonces se nos ocurrió esto: 'Joven profesional multiprofesional multipropósito', y así hicimos sus tarjetas. Me pareció lindo que la muestra en el MAMBA tenga ese nombre, Sergio lo había hecho suyo para siempre. Hace un tiempo en una página de Facebook sobre Avello que manejo llegó un mensaje de una brasileña que me dijo que tenía un libro sellado por él con ese nombre. ¡Se había hecho hacer un sello! Sergio era así".
"Sergio estaba recién venido de Mar del Plata, y nos conocimos, y nos hicimos amigos hasta el fin —dice Ana Torrejón, periodista y animadora cultural, quien auspició la galería Dabbah, que tuvo durante doce años a Avello como su artista—. Contra lo que se piensa, creo que era una persona muy reservada. Pensaba en la obra todo el tiempo y después pasaba por el taller. Y pintaba cosas muy trabajosas, en pequeño formato. Con él nos pasábamos horas mirando pintura italiana del Renacimiento, paseábamos por Buenos Aires viendo arquitectura, visitaba los talleres de Cambre, Prior. A la vez era inasible, decía una palabra y se iba. Cuando Sergio vivía en casa quizás llegaba a la una de la mañana. Ponía música en una fiesta y se iba. Estaba siempre en un proceso interior. Podemos pensar en un Avello que ponía un clima musical en la terraza de Proa, uno que componía un maquillaje para una película, uno que pintaba en su taller, un montajista que trabajó con Sol Levitt".
En la galería de Torrejón, Avello hizo la muestra en 2006 Avello in situ, donde él era el protagonista de la obra, pintando, poniendo música, hablando por teléfono. En 2006 terminó la muestra con 700 pesos de teléfono, que era mucho para esa época.
"Tuvimos una amistad para nada banal, muy profunda, rescato eso —dice Torrejón—. Era una persona de una elegancia conmovedora. Tenía una formación en arte muy grande y un uso del color increíble. Tenía un gran ojo para ver la obra de otros. Así como te digo esto, también me recuerdo llorando por los pasillos de ArteBA persiguiéndolo. Se ponía celoso porque había colgado a otros artistas. 'Esta es una perra y no me gusta', decía. 'Ese gordo es un animal, mirá lo que pinta'. Y yo le decía: 'No seas cretino', en el llanto. Y después venía y me traía algún cuadro, ¡pero que no era de él! Yo me sentía reducidora de obra. Era genial. Tuvimos una amistad para nada banal. Que a la vez era respetuosa de la privacidad de cada uno. Era un lord en mi casa. Los roommates perfectos."
Luego se desató la enfermedad. El VIH, que mantenía controlado, se transformó y de un modo muy veloz tomó su cuerpo.
"Durante su internación, que fue entre diciembre y mayo de 2010 —agrega Torrejón—, quedó cuadripléjico. Entonces le llevaba el agua Evian para la cara, le encantaba. Me pedía té verde, para olerlo. Una amiga, Guillermina Rosenkrantz, le hacía lecturas, le leyó iEl gran Gatsby/i, muy para Avello. Tenía una tremenda sensibilidad. Cuando murió decidí rearmar la biblioteca de la casa a la que me había mudado durante su internación. Del primer libro que agarré cayó una postal suya que decía: 'Welcome'. Ese año, un día Horacio Dabbah me llamó y dijo: 'Soñé con Ave'. Me puse a llorar. Fui a la biblioteca y tomé un libro y cayó una obrita de él que decía: 'Bonjour'. Fuimos muchas las personas que lo quisimos mucho y que nuestras vidas cambiaron porque lo conocimos".
"Compartíamos un estudio, éramos amigos y artistas —dice desde Nueva York Alejandra Seeber a Infobae—. Me conectaba con él pintando. Escuchábamos mucha música, los artistas escuchamos mucha música al trabajar. Era como un hermano mayor que me puteaba bastante, y es una de las pocas personas a las que yo le permití tener esa autoridad sobre mí. Tenía una estética muy deliciosa, era el que mejor te decía qué marco, cómo colgar, encontraba el cuerpo de la obra. También nos conectábamos por la diversión".
"Sergio, además de un gran artista, fue mi amigo —dice a Infobae Adriana Rosenberg, directora de Proa, donde Avello es recordado no sólo como montajista, sino por pasar música en las terrazas que dan al Riachuelo—. Sergio tenía una reflexión sobre el arte genial. La relación con la música, la pintura, el camuflarse o hacer vestuarios o fiestas: todo era una situación artística. Como montajista de Proa era extraordinario, todas las cosas que hacía estaban regidas por un ojo artístico. Pero no era una vida artística como se podía pensar una vida como en los sesenta. Su trabajo era artístico, todo lo que producía. Vivió muchos años conmigo. Recuerdo que una vez vino a mi habitación y me dijo: 'Adriana, vos, antes de dormir, ¿pensás en arte?'. Yo le dije que no, claro, que pensaba en dormir. Y me dijo: 'Yo todos los días pienso qué tengo que hacer. Tengo una deuda con el arte'. Era muy contemporáneo por su capacidad de transitar todas las disciplinas. Toda su vida era una reflexión sobre el arte".
Ahí están, en el primer piso del Mamba, los resultados de ese trabajo. Obras que muestran un trazo que se acerca a la perfección. Una acción sobre el color de carácter extraordinario… Hay televisores que muestran cómo era el trabajo de Avello. Y música. Mucha música, como una celebración. Las emblemáticas banderas de Avello, que reversionan en cuero la estadounidense y con el título renuevan significados, están ahí. Las luces de la bandera argentina, como si la patria fuera una combinación estética. Su arte "decorativo" impresionante.
Murió muy pronto. Su obra queda aquí.
* Sergio Avello: joven profesional multipropósito
MAMBA – Museo de Arte Moderno
Av. San Juan 350 – CABA. De lunes a viernes: de 11:00 a 19:00 horas.
Sábados, domingos y festivos: de 11:00 a 20:00 horas.
Primer lunes del mes: cerrado.
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