Laura Escalada, viuda de Astor Piazzolla, a solas con Infobae: "Admiro el coraje que tuvo para vivir y para morir"

En un encuentro íntimo, a 25 años de su muerte la mujer del gran artista habló sobre el hombre detrás del bandonéon, repasó sus recuerdos y contó la intimidad de la convivencia. "Se reía con todo el cuerpo. Era muy divertido". "Argentina ha sido, con él en vida, muy cruel", aseguró

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Con la sonrisa cautivante que deslumbró al hombre que el mundo conoció por su arte y talento. Con la mirada a veces perdida en lo alto buscando algún recuerdo, Laura Escalada —el gran amor de Astor Piazzolla— abrió por primera vez en años la puerta de la casa que compartieron para recibir a Infobae y brindar una emotiva entrevista. Trajo como testigo estelar al Doble A, el célebre bandoneón que cobró vida en las manos del artista, y que ella misma mezquinó a otros ojos, motivada por el vínculo intenso que él tenía con ese instrumento.

El lugar donde grabamos la nota supo ser el espacio en el que Piazzolla dejaba salir al genio —vaya a saber de qué lampara— que ponía en sus manos aquellas notas que reproducía en el piano. Una pared colmada de fotos en blanco y negro y otras a color, diplomas y menciones de honor resumen la vida de Astor y Escalada. Allí adentro el aire era otro y el relato de la mujer por momentos nos llevaba a las calles de París y otras a la intimidad de esa misma casa. "¡Era divertido! Tengo un montón de fotos caseras en las que se está riendo y cuando se reía lo hacía con todo el cuerpo", describió al hombre a quien acompañó desde 1976 hasta el día de su muerte, en julio de 1992.

Laura y Astor se conocieron en los estudios del viejo Canal 7 durante la emisión de un programa del que ella formaba parte (es locutora nacional y cantante lírica). "Durante las tandas publicitarias, él venía y hablaba conmigo y yo estaba fascinada. Lo curioso era que conocía mucho lo que yo hacía", recordó su sorpresa. "Tras el programa, me invitó al show que daba esa noche", contó y confesó que, tímida ante la propuesta, puso como condición ir acompañada de sus compañeros. Ninguno se perdió la velada y llenaron la primera fila del teatro. Luego fueron todos a cenar. "Ya eran como las 4 de la mañana y él me untaba unas tostadas y me las daba. Un compañero me dijo '¡Tenés una atención especial!'…  Yo lo tomaba como una cosa de caballero, porque él era muy fino, muy delicado. Me parecía que estaba bien lo que hacía… Acordate que nunca lo había bajado de allá (apuntó con el indice izquierdo para arriba). Él alquilaba un departamento cerca de casa, pero como lo estaban arreglando vivía provisoriamente en otro y me pidió que lo alcanzara con el coche. Yo pensé '¿Por qué me lo pide a mi?'… Estuvimos hablando hasta las 7 de la mañana. Vine volando a casa porque trabajaba mucho y me tenía que ir. Lo dejé donde tenía que dejarlo y nos despedimos". La despedida incluyó un intercambio de números de teléfonos de línea.

La primera cita con Astor Piazzolla

Pese a que Astor llamaba a Laura casi a diario para concretar una cena a solas, sus horarios no coincidían y el encuentro se postergó por un mes. Finalmente lograron acordar día y hora y una noche promediando abril la cena fue para dos.

Así recordó esa primera cita: "En ese año hubo un brote de botulismo y un día me llamó y dijo: '¡Tenés que venir porque me dieron el departamento y como tenía hambre abrí una lata de Brie y me la comí…' Yo como una tonta le digo:'¿Hizo puff?', y él me dice: '¡Sí, sí! ¡Estoy envenenado! ¡Tenés que venir!'… Le dije que tenía que llamar a un médico y no a mí. A la noche vuelve a llamar para preguntarme si quería ir a cenar porque tenía la noche libre y 'causalmente' —enfatiza— yo no tenía que levantarme temprano al otro día. La cena era más temprano, así que le dije que sí. Cuando estamos por cenar lo primero que pregunta es: '¿Te gusta el ajo?', yo le dije que sí y mucho, a lo que respondió: '¡Qué suerte una mujer a la que le gusta el ajo y lo dice!' Entonces comimos ajo al pollo, no pollo al ajo —ríe—. Charlamos toda la noche y después de eso no nos separamos más".

Laura admite que cuando conoció a Piazzolla lo tenía "allá arriba" y que "fue bajando lentamente, pero nunca bajó del todo". "Seguía mirándolo y pensaba: '¿Por qué querrá salir conmigo?'… Es que yo no me vi como él me veía", supuso volviendo a esa pregunta del otoño de 1976.

Debajo del escenario: ¿Cómo era Astor en la vida familiar?

Astor Piazzolla vivía en París, donde su música era muy bien aceptada. No alcanzó a tener una vida holgada, pero vivía de su don. Hacía giras y alquilaba en esa ciudad y en Buenos Aires, donde cada tanto volvía para aprender de su amada Capital Federal y para mostrar a su público los nuevos trabajos. Pero, debía convivir en cada visita con la crítica que tanto le dolía. "En casa era un hombre tranquilo, encantador, muy amoroso, muy dulce; con diferentes edades: a veces tenía 6 años, a veces tenía 18 y a veces su edad cronológica. Era divertido, tengo un montón de fotos caseras en las que él se está riendo y cuando se reía lo hacía con todo el cuerpo, a carcajada batiente. Nunca conocieron, o no pudieron conocerlo, porque cada vez que veníamos a Buenos Aires era para discutir y no conocieron a ese Astor maravilloso", dijo Laura Escalada, la mujer que lo enamoró a primera vista y que estuvo a su lado hasta que su vida se apagó.

“Nunca se dio cuenta de que iba a trascender de esta manera porque él escribía y lo único que quería era escuchar lo que había escrito”.

La mujer no escatimó palabras para describir a su amor y al hacerlo le brillaban los ojos. "Astor era un hombre de un espíritu muy joven que se levantaba contento y feliz de vivir. Astor era un príncipe, era un hombre refinado para todo. Me sorprendió porque era amante de los perros como yo. Siempre tuvimos perros". Laura contó una anécdota desconocida que describe el espíritu del genio: "En un departamento en París teníamos una baranda de cristal donde de vez en cuando los pajaritos no la veían y se pegaban contra ella; cuando chocaban, él iba corriendo a asistirlos y los curaba. Si les encontraba alguna anomalía los curaba con un amor y una dedicación impresionante. Tenía mucho amor para dar y yo tuve la suerte de recibirlo. Afuera era un hombre muy serio, pero en casa todo lo contrario".

Laura contó que la vida al lado de Piazzolla era la "vida normal de una pareja" y que él se sentaba en el piano y trabajaba."Era como un trabajo de oficina: paraba al mediodía para comer algo y después seguía hasta las 5 de la tarde, a esa hora cerraba el piano. Después veía televisión, partidos de tenis, noticieros y vivíamos una vida normal de pareja, hablábamos mucho". Entre sus placeres, comer era uno y cocinar otro, aunque cuando hacía lo segundo dejaba todo "hecho un desastre, pero le encantaba hacerlo". "No comía mucho, pero le gustaba la buena comida y nunca comía algo del día anterior… No era de beber, de vez en cuando tomaba un whisky después de trabajar. Se sentaba un rato a ver el televisor. Leía el diario, pero los titulares, entonces yo tenía que leer todo lo demás y contárselo", recordó. Astor también gustaba de las reuniones de pocas personas porque siempre quería saber qué decía el otro.

“Tenía mucho amor para dar y yo tuve la suerte de recibirlo”

Lo que más le dolió: no ser profeta en su tierra

Si hay algo que le hizo daño a Piazzolla fue la crítica. La dureza con la que le recriminaban haberse atrevido a sentir el tango de otra manera. "El mismo Astor dijo 'Se puede cambiar todo en la vida, menos la madre y el tango en la Argentina'.  La crítica decía que 'Piazzolla no se puede bailar…' ¡Todo el mundo bailó con Piazzolla cuando le hacía los arreglos a (Aníbal) Troilo! Sin querer, toda esa generación bailó con los arreglos de Astor. Cuando 'Pichuco' le dijo que no lo podía seguir, le hizo un favor porque él formó su propia orquesta y empezó a destacarse de otra manera, pero le costó mucho. Argentina ha sido, con él en vida, muy cruel. En otros países lo aceptaron inmediatamente". El lamento de Escalada se une a las decepciones que el genio padecía cada vez que llegaba al país que amaba con la intención de no volver a irse. "La parte humana en la Argentina no la conocían o la conocían mal. ¡Cuando él venía, lo llamaban asesino del tango! Iba a tomar un taxi y no lo querían llevar porque decía que había cambiado el tango y el tango es como una cosa sagrada".

La crítica decía que ‘Piazzolla no se puede bailar…’ ¡Todo el mundo bailó con Piazzolla cuando le hacía los arreglos a Troilo!

"Él escribía para el año 3000, pero creo que nunca se dio cuenta de que iba a trascender de esta manera porque él escribía y lo único que quería era escuchar lo que había escrito. Tampoco fue un gran vendedor de discos, su música era para una élite. Los bailarines fueron los que lo apoyaron", recordó Escalada.

La amistad entre Piazzolla y Gardel

Astor nació en Mar del Plata y se mudó con sus padres a Nueva York. Allí tuvo el primer bandoneón y conoció nada menos que a Carlos Gardel mientras grababa El día que me quieras con el sello Paramount. Fue tal el impacto que el chico de 11 años generó en la estrella que quiso que fuera parte de la película y mantuvo contacto con el pequeño y su familia. "Gardel le pidió a Astor que lo acompañase a comprar camisas, que le enseñara frases en inglés para decirles a las chicas que lo esperaban en la puerta del set de filmación… Se hicieron amigos. Gardel lo adoptó y cuando se enteró de que tocaba el bandoneón, fue a la casa y la madre de Astor le hacía su comida predilecta. Hicieron una amistad", compartió Laura las historias que Piazzolla le contó sobre su relación con el Zorzal.

Gardel adoptó a Astor y se encariñó mucho con su familia

La llegada del bandoneón a la vida de Astor fue una casualidad. Su padre se lo regaló para un cumpleaños, pero el chico se sintió decepcionado ya que anhelaba una armónica. "Como nunca había visto uno, le pareció un objeto extraño y no sabía para qué servía. Su padre contrató a un profesor húngaro que le enseñaba música clásica para tocar en el bandoneón. Cada vez que su padre volvía de trabajar, el niño tenía que mostrarle lo que había aprendido. Y un día llegó Gardel y lo escuchó. ¡Le dijo que tocaba muy mal y que tenía que aprender a tocar tango! Hasta intentó explicarle cómo iba el tango y el padre ponía los discos, pero el chico tenía otra mentalidad porque estaba acostumbrado al blues. Tenía otra formación".

Era tal el cariño que Gardel le tomó al niño y a su familia que además de incluirlo en una película le pidió a sus padres permiso para llevárselo de gira, pero no quisieron porque era muy chico y todavía no tocaba bien el instrumento. "Ese era el viaje en que Gardel iba a Medellín, donde desgraciadamente tuvo el accidente y murió. Para la familia Piazzolla fue un drama porque era casi de la familia", reveló Laura.

Veinticinco años sin Astor

La última pregunta fue qué extrañaba de Astor. "Extraño todo lo que te conté. Todo, todo", respondió Escalada. A esta altura sus recuerdos surfeaban en su mente, su mirada la delató. Dijo que extraña al hombre, al amigo, al compañero, al amante. Al ser que jamás bajó de "allá arriba" y al que amó intensamente y sobre todo, admiró. "La gran admiración que siempre tuve por Astor fue su coraje: tuvo coraje para vivir y para morir. El coraje para soportar de niño varias operaciones, muchas, en el pie, porque nació con un pie mal. Que después le quedó mal para toda la vida. Le quedó una pierna más flaca y a él no le importaba nada… Astor tuvo coraje en todo sentido: para imponer su música, en el desafío de ser como los demás cuando tenía una pierna que no lo ayudaba y un pie que no lo ayudaba. Nunca se echó para atrás. Soportó con coraje todo lo que soportó y el coraje final para morir. Es lo que más admiro de Astor".

Al terminar la entrevista, Laura sacó el Doble A de su estuche. Apenas lo levantó el sonido del instrumento inundó la sala. Nuestras pieles se habían erizado y las lágrimas saltaron para verlo. El bandoneón se quejaba ante cada movimiento mientras era acomodado para la cámara. Sonaba casi constante. Una vez más, el ángel de Astor se hacía presente y nos regaló un minuto más de su música.

*"Astor Piazzolla. El revolucionario del tango" La muestra que lleva ese nombre celebra la vida del compositor y propone un recorrido por su intimidad. Estará exhibida hasta el sábado 28 de octubre de lunes a viernes de 8 a 20 y los sábados de 14 a 20, con entrada libre y gratuita, en el Salón de los Pasos Perdidos de la Honorable Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires ubicado en la Calle N° 53 entre 7 y 8, ciudad de La Plata. Los organizadores prepararon un libro para niños en el que revelan, a modo de cuento infantil, la asombrosa vida del genio argentino. 

Más información en: Fundación Industrias Culturales.

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