¿Quién no cantó "Eres para mí" a los gritos alguna vez? ¿O mandó bien lejos a algún amor contrariado con "Me voy"? Julieta Venegas, autora de estas canciones y muchas más, lo sabe bien. La cantante mexicana de éxito internacional, que acaba de recibir el Master of Latin Music Award de Berklee College of Music, se prepara con ahínco para el show que dará en el cierre del FILBA, que arranca la semana próxima. Instalada hace sólo dos meses en Buenos Aires, digita su agenda del año. Ella está encantada con el desembarco; quien miró de reojo al principio fue Simona, su hija de siete años. Pero rápidamente se adaptó y eso alivió a la madre.
Julieta habla bajito y a la velocidad de la luz. Sonríe y por momentos se vislumbran rastros de aquella niña tímida de Tijuana, la ciudad de frontera entre México y Estados Unidos. Cuando habla de libros se le iluminan los ojos. Sin embargo, no tiene ni la más mínima intención de traicionar a su música.
-¿Qué vas a hacer en el FILBA?
-Voy a platicar de libros pero fundamentalmente haré el cierre. Con Martín Buscaglia vamos a hacer un show, estamos armando algo entre los dos bastante lúdico. Tenemos un repertorio armado, y con pocos elementos. Nos gustaba la idea de él y yo tocando los instrumentos, un poco jugando alrededor de canciones de los dos. Algunas con referencia literaria; él tiene un poema de E. E. Cummings que musicalizó, todo especial para el FILBA. Los dos somos bastante lectores y estamos viendo qué encontramos en común para hacer, siempre en el marco del festival.
-¿Y qué otras cosas harás?
-Un par de pláticas sobre canciones y otra sobre los libros que me salvaron.
-¿Te salvó la literatura?
-Más que un libro, me salvó la posibilidad de entrar en historias. Yo fui autodidacta, no tuve una educación literaria. Nadie me dijo qué debía leer de Proust o lo que fuera. A mi familia le gusta el arte pero no son grandes lectores. Mi papá es fotógrafo y mi mamá también. Te confieso que cuando empecé a leer, leía cosas de niños y luego cuando descubrí las novelas de Corín Tellado, me encantaban. Ahí descubrí que uno podía leer una historia y perderse allí. No tengo una forma estructurada de leer; a veces me voy por temas, otras por narrativa. Me muevo sola.
-¿Escuchás recomendaciones?
-Siempre, me encantan. De chica me leí todo lo que escribió Anaïs Nin y me fui a leer lo que ella recomendaba. Paul Auster también tiene unos libros sobre reseñas y sus influencias, entonces hacia allí me fui. Los escritores que leí han sido como maestros. Siempre he sido muy fan de escuchar a amigos, libreros, lectores. Me intriga, soy muy curiosa. Me he ido para cualquier dirección y lo hago a través de la lectura.
-A partir de los ocho años empezaste tu recorrido como lectora. ¿Qué leías?
-Leía Perrault, Oscar Wilde. Desde los cuentos clásicos hasta Caperucita pero sin ilustraciones. Y yo me sentía súper lectora. Era muy emocionante.
-¿Eras una niña introspectiva?
-Sí. Somos seis hermanos y tengo una gemela. Siempre fui bastante solitaria y me refugié en la lectura, me sentía mucho más libre allí. En mi familia había un ambiente muy estricto y la lectura era un escape para mí. Somos de provincia, de Tijuana, y allí hay una mentalidad muy conservadora. Si yo tuviera que recordar lo que leí en mi vida, leí unas cosas horrorosas (risas). Pero fueron importantes para mí, siempre fui un poquito adelante. Por ahí me lo prohibían en mi casa y era peor.
-¿Comprabas tus libros, los encontrabas en la biblioteca?
-En la biblioteca de mi casa había libros que no me interesaban para nada, como de autoayuda. También estaba Moby Dick, que lo leí muchos años después. En ese momento yo veía ese librote y me parecía intimidante. Conseguía prestados, también me compraba alguno. Hay muchos que ahora me gustaría reencontrar. También iba a la biblioteca de la escuela cuando empecé a leer más formalmente a los autores mexicanos clásicos. Quería ver hacia dónde iba mi gusto.
-¿Y hacia dónde va? Con los autores mexicanos, por ejemplo.
-El autor que me ha marcado es Juan Rulfo. Y siempre me encuentro buscando a Rulfo en otros autores. Y lo que significa aún hoy leerlo. Su obra es corta y a la vez súper profunda. También la poesía de Rosario Castellanos fue muy importante para mí, porque fue la primera vez que leí poesía y además en Tijuana no había muchas librerías. Era más fácil conseguir libros en San Diego. Yo nunca estudié en Estados Unidos pero soy bilingüe porque tuve que aprender a leer en inglés y todavía me gusta. Me gusta escaparme de una lengua a otra y cuando un autor escribe en inglés me gusta leerlo en inglés.
-¿Qué estás leyendo en este momento?
-Me gusta mucho la narrativa, me gustan mucho las novelas, los novelones. Las novelas bien desarrolladas, ambiciosas. Por un lado, tengo cierta atracción por los autores contemporáneos norteamericanos. Hace como un año que leí a Elsa Morante, la guerra me atrae mucho, me intriga mucho cómo el mundo puede llegar a eso. Hace poco leí La mente cautiva de Milosz y me pareció increíble. Más que nada porque explica desde el lugar de escritor la vida en la guerra. Pero estoy leyendo mucha poesía. Gloria Fuertes, una española; poco a poco caigo como en cuentagotas en Emily Dickinson.
-¿La poesía te sirve de alimento para tus canciones?
-Sí, totalmente. La poesía tiene algo en el ritmo que me encanta y que me atrae un montón. He tenido épocas en las que no leo poesía, pero desde hace dos años me he vuelto más fanática. Todas las demás formas de arte, la escritura, la pintura, la fotografía de alguna manera entran en el sistema económico; la poesía no. No se puede decir otra cosa que la poesía no tiene otro atractivo que ser poesía. Hay algo como muy libre. Y ahora que estamos todo el tiempo con la pantalla es eso de mirar la palabra, es bonito. Leer un poema es lo más vulnerable que hay, yo creo.
-¿Y con autores argentinos tenés alguna predilección?
-Me gusta Pedro Mairal, también Romina Paula. Selva Almada, Samanta Schweblin, un montón. Estoy leyendo literatura argentina y sigo descubriendo tanto jóvenes como clásicos.
-¿Y de qué te salvó la literatura?
-Me dio la posibilidad de salir de donde estaba. Yo sentía mi vida muy limitada cuando estaba creciendo. En un momento, en la estructura donde creces, supongo que el rechazo es natural. Otro libro que me salvó fue Jane Eyre, de Charlotte Brontë. Lo leí y sentí que era yo. Una institutriz en la época victoriana, con otra vida y nada que ver, me sentí completamente identificada con ese carácter, con esa persona. Cuando terminé la preparatoria, mi papá me preguntaba qué quería estudiar y le dije Letras. Primero le dije Música y me dijo que no, que no ganaría nada, entonces le dije Letras; "Letras menos todavía", me dijo.
-¿Y te gustaría escribir tu novela?
-No. Me parece una cosa completamente misteriosa. Yo tengo mi desahogo creativo en la música, en la combinación. Hay algo en la combinación de la letra y la música que a mí me produce esa alquimia.
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