En las tierras argentinas de 1810 el clima era turbulento. Aún primaba el fervor independentista días después de la Revolución de Mayo y la juventud se inclinaba más por las armas que por los libros. Mariano Moreno era muy reflexivo en ese aspecto y entendió la importancia de cultivar el pensamiento, por eso fue a fondo con su iniciativa de crear una biblioteca pública. Lo anunció el 13 de septiembre en un artículo titulado "Educación" y publicado en la Gazeta de Buenos Ayres, firmado bajo el seudónimo "Veritas". En aquel momento había una necesidad de pensar y repensar lo conseguido, erigir mediante una actitud crítica la Patria naciente. Entonces se creó la Biblioteca Pública —que luego sería la Biblioteca Nacional Mariano Moreno— con el Dr. Saturnino Segurola y Fray Cayetano Rodríguez como los primeros bibliotecarios oficiales. Tras un largo tiempo, un decreto de 1954 nombró el 13 de septiembre como "Día del Bibliotecario". En 2016 se declaró "no laborable", por eso hoy los bibliotecarios descansan.
El bibliotecario como gestor de información
Pero, ¿qué significa ser bibliotecario? Hay un poema de Borges —que en ese momento era, justamente, el director de la Biblioteca Nacional— publicado en iElogio de la sombras/i (1969) que dice: "Ordenar bibliotecas es ejercer, / de un modo silencioso y modesto, / el arte de la crítica". La idea del bibliotecario como crítico es pertinente porque, más que un erudito, es un agente de información que sabe, dentro de su especificidad, dónde está todo. No sólo conoce, junta y agrupa, también discrimina. ¿Acaso no es sumamente necesaria esta tarea en tiempos donde todo se presenta ante nuestros ojos como productos del mismo valor, listos para ser consumidos con la misma intensidad?
"Las bibliotecas son unidades de información". La que habla es Carolina López Scondras, bibliotecaria y periodista. Su mirada sobre la profesión y el rubro es audaz: asaegura que se necesita focalizar mejor la época para entender todo. "Lo que hace el bibliotecario es gestionar la información, en cuanto al formato, ya sea digital o papel, en base a lo que necesita el usuario. Hay bibliotecas en clubes, teatros, ministerios y organismos públicos, laboratorios, universidades, escuelas y conservatorios. ¿Por qué digo esto? Porque cuando uno piensa en bibliotecas piensa en la Biblioteca Nacional o en la biblioteca popular del barrio, pero su existencia está en todos lados", agrega.
María Silvia Lacorazza, jefa de Biblioteca del Polo Judicial Avellaneda, construye una figura caricaturesca, un cliché, para que se entienda mejor: "La Argentina no tiene una ley profesional entonces el bibliotecario pelea por su puesto de trabajo, por su sueldo y por ser reconocido por la sociedad. Muchos tienen la idea de la bibliotecaria con rodete que pide silencio, como en las películas, que también muestran esta profesión como el destino de las solteronas. En realidad, nosotros somos gestores de información. Tenemos que repensar esta figura como gestor de la cultura".
¿Quién dijo que en internet está todo?
Dora Torres forma parte del equipo de bibliotecarios de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno. Allí, sobre el gigantesco edificio en forma de T sobre Avenida Las Heras, los materiales informativos son inmensos. No manejan una especificidad, a diferencia de otras bibliotecas, entonces la tarea es más abarcativa. Para ella "los libros no se pueden reemplazar. Hay cosas que están escritas hace siglos y siguen acá, en la Sala del Tesoro. Todavía siguen acá para consultarlo. Para nosotros el valor está en los libros, en el papel, pero no estamos ajenos a lo que hay significa hoy la modernidad. Yo aún diría que la gran información es lo que está en el libro, lo que está escrito desde hace tantos años. Todavía está por verse lo valioso que hay en internet en este sentido. Porque para la noticia inmediata tal vez sí, pero para lo otro al menos yo creo que no. Yo soy de las que defendemos el papel, lo escrito, el resultado de las investigaciones con tiempo".
En la sociedad civil pulula una idea que es difícil de desterrar: en internet está todo. ¿Pero es realmente así? Para cualquier bibliotecario la respuesta es negativa, y no se trata de un capricho vengativo o una defensa acérrima al cambio, sino de una realidad. "Si te pido que me consigas una partitura complicada, una patente o un mapa específico lo más probable es que no esté en Google. No es solamente literatura, también información", asegura López Scondras. Si cada biblioteca tiene su especificidad, entonces es ahí donde está su riqueza. El interrogante es cómo visibilizar este enorme caudal informativo. En este sentido, Lacorazza comenta: "Somos los que también filtramos entre tanta información, porque hoy la nueva censura es eso: poner todo y que vos no encuentres lo que es fidedigno, lo que se real. Todo lo que está en internet es inestable. No sabés qué es bueno y qué no, y tenés que discernir, poner filtro, y para eso estamos nosotros".
Criticar, agrupar, recuperar
Lo que hoy conocemos como bibliotecario tiene una historia que fue mutando con el tiempo. Los primeros cursos de bibliotecología de América Latina comenzaron aquí, en Argentina. En el verano de 1909-1910, Pablo Pizzurno lo organizó bajo el nombre de "Biblioteconomía" y lo dictó el ingeniero y pedagogo uruguayo Federico Birabén en el Mariano Acosta. En 1922 se sistematizó cuando, en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, el Decano Ricardo Rojas presentó un proyecto al Consejo Directivo —que inmediatamente aprobó— para la creación de la Escuela de Archiveros y Bibliotecarios. A partir de allí, todo fue en un franco ascenso institucional.
"El bibliotecario es una carrera —dice López Scondras—, esto no es una obviedad, porque todo el mundo piensa que el bibliotecario es cualquiera que esté al frente de una biblioteca. En la función pública, los que toman decisiones sobre bibliotecas, deberían tener bibliotecarios. Porque si los que toman decisiones sobre los hospitales son especialistas en salud, los que toman decisiones sobre bibliotecas deberían ser agentes de información. En algún punto las bibliotecas son los motores del cambio porque uno elige lo que quiere aprender, a diferencia de las escuelas. Las bibliotecas responden al interés de la comunidad. Desde ese lugar, transforman. Si vos querés ver un convenio de trabajo, quizás en internet no esté. En ese sentido, la biblioteca defiende tus derechos, te forma en lo que vos quieras y te transforma".
Lejos del casillero vetusto y apolillado en que se suele poner a esta profesión, para Torres hay una esencia de gran vitalidad: "El bibliotecario que tiene vocación busca, lee, investiga y recupera la memoria". En mundo sobremediatizado donde la información abunda hasta un punto tal que no sabemos qué es verdad, qué es mentira, qué una interpretación desviada y qué una banalidad residual, lo que faltan son actores culturales que ejerzan con maestría —en palabras de Borges— el arte de la crítica. Discernir, discriminar, decodificar y ordenar lo realmente relevante y agruparlo de forma tal que pueda ser entendido por todos o, al menos, esté ahí, en su estante específico para que cualquiera, cuando lo necesite, sepa de su existencia y vaya a buscarlo. Quizás esa sea la mejor manera de pensar al bibliotecario. Una profesión muy necesaria para los tiempos que corren.
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