Clarisa Navas nació en Corrientes, Argentina, en 1989. Es la guionista y directora de Hoy partido a las tres, una película sobre mujeres que juegan al fútbol en el nordeste argentino. Filmada en clave de ficción, pero con jugadoras de fútbol reales, es un híbrido entre documental y ficción, lleva ganados varios premios y menciones y sigue recorriendo los festivales de cine del mundo. En esta entrevista, conversamos sobre por qué Hoy partido a las tres es una película que da cuenta de un feminismo lleno de potencia y pasiones alegres.
-Hoy partido a las tres es una película sobre fútbol jugado por chicas, una temática muy poco explorada. ¿Qué te llevó a filmar una historia sobre mujeres que juegan al fútbol en el nordeste del país?
-Decidir hacer una película de fútbol tiene que ver con una implicancia personal en primera medida, porque yo juego al fútbol desde que soy chica, conocía muy de cerca este universo y me parecía que ahí residían un montón de potencias por explorar y visibilizar. Es un lugar donde confluyen un montón de diversidades de mujeres que van más allá de las clases, de las identidades sexuales, hasta mismo del aspecto. Un lugar donde se rompen los estereotipos, y más todavía en Corrientes y en Chaco. Ahí me parecía que residía un universo muy inexplorado. También quizá en relación a las películas de fútbol femenino que conocía no había encontrado prácticamente diversidad en esas representaciones, y me parece que el cine argentino en sí, y casi todo el cine, tienen una limitación en cuanto a las representaciones de mujeres que se hacen. Más todavía cuando son mujeres por fuera de Buenos Aires, y me parecía que también era una oportunidad para construir otro tipo de sujetos femeninos.
-La película está narrada en clave de ficción. Sin embargo, las chicas que actúan no son actrices profesionales sino que vienen del mundo que narra la película, del mundo del fútbol. Los personajes son reales, los escenarios también los son, entonces la línea entre ficción y documental se vuelve lábil. ¿Qué tomaste de ambos registros para hacer la película?
-Los registros que más me interesan explorar son los híbridos, como en todas las cuestiones de la vida. Me encantan estas cuestiones de las fronteras y de bordes que por ahí no se definen del todo. Me parece que Hoy partido a las tres tiene que ver con eso, con una particularidad en la cual las formas se fueron adecuando al material con el que se trabajaba. Si bien el material era un poco las historias reales de vida de la mayoría de las chicas que son protagonistas, como así también su contexto, pienso que la ficción fue la forma que se encontró para poder estructurarla porque si no iba a ser un documental muy difícil de lograr. Y también había un montón de anécdotas que me interesaban mucho, cosas vividas en el fútbol, que habían vivido mis compañeras y que era un desafío también recrearlas. Y además me parecía un ejercicio político y de resistencia el hecho de proponer hacer una ficción a un montón de personas que estaban completamente alejadas de una práctica más artística, y que sin embargo cuando uno propone una actividad tan diferente, o completamente apartada de lo que podía ser la expectativa de cualquiera de las pibas, hay algo que surge ahí, una experiencia muy enriquecedora que tiene que ver con una praxis del feminismo, más allá de la temática y de un montón de cuestiones feministas que construye la película. Me parece que hay una práctica feminista en la misma forma en la que se armó el rodaje, y en la misma cuestión de desarticular los verticalismos que tiene un rodaje.
-¿Por qué hay una deconstrucción de las prácticas usuales en la manera en que se hizo el rodaje?
-Justamente porque no hay un verticalismo en la forma de estructurar los roles y los poderes que también se generan en un rodaje. También tiene que ver con el guión, porque por lo general, una dice hay un guion, una historia, y todos tienen que seguir y atarse a ese guión. En este caso, por el registro híbrido y poroso que presentaba un guión de ficción abierto a un montón de experiencias y a un montón de implicancias con lo real, en mi caso y en el caso de los técnicos, y de todos los que estábamos ahí, dejamos que ese guión se atravesara por las cosas que proponían también las chicas y las cosas que se iban hallando en los ensayos. Pienso que fue una ficción, o una experiencia construida de una manera muy coral en todos los sentidos, donde no hay un poder de alguien que haya dicho "hasta acá". Si bien hay guías y demás, también hay un ejercicio muy diferente de la praxis común de un rodaje.
-El equipo se llama Las indomables, un término que dice mucho: difíciles de dominar, someter, controlar. En varias de las escenas se las muestra sin filtro para manifestar un desacuerdo adentro de la cancha, para desear a otra mujer, para tirarle onda, para pelearse con una barrita de pibes que las están molestando, para encarar al organizador del torneo y ponerle los puntos. Se mueven como un escuadrón, en bloque. ¿Es una forma de resistencia a la sumisión de algo el fútbol femenino?
-Sí, yo pienso que es una forma de resistencia a un montón de sumisiones. No digo que dentro de esos mismos espacios no se caiga otra vez en capturas. Es tan fácil, si una no se deconstruye constantemente, caer en capturas y en comportamientos estereotipados. Las violencias, si bien se resisten, también se ejercen dentro del ámbito del campo de juego y dentro de las relaciones mismas. Me parece que lo que es muy genuino es este escuadrón -como decís- de mujeres, y que me tocó ser parte de, por ejemplo, tener que ponerle los puntos a un vago que no tenía que meterse con alguien, y de pronto toda esa fuerza de mujeres, de decir somos un montón y nadie se mete. Esos enfrentamientos, muchas veces amenazantes, de personas que están afuera de la cancha, de tipos diciendo un montón de cosas y que las pibas no tengan miedo de ir, y cada vez más, decir basta. Se pudre todo, pero todas saltan y a mí me parece una forma sumamente válida de defenderse frente a un contexto de tanta violencia. Creo que en ese sentido la fuerza del fútbol es única.
-¿Después de estos tipos de disturbios se suele dar una especie de reflexión de lo que pasó, de intentar encontrar al menos otra manera para la próxima vez no llegar a reaccionar frente a la agresión?
-Sí, eso sobre todo cuando es una pelea entre chicas, o entre equipos. Cuando es una cuestión más pasional, es como no, pará, no queremos ser así. Pero cuando jugamos al fútbol mixto que siempre hay un vago que se pasa, o que va fuerte; a muchas de las chicas las he visto mediar o directamente echarle bien, pero echarle, no llegar a la violencia. Y respetan. Muchas veces esto de la piedra que está en la película es un caso extremo porque el pibe se pasa y era un poco reconstruir eso. Pero sino cuando hay otros tipos de disturbios, cuando están agitando mucho, gritando, he visto como los corrían de la cancha y terminaban yéndose. Lo mismo si viene otro equipo, un equipo de tipos para jugar en la cancha donde están jugando. Siempre hay como un plantarse y defender ese territorio y ese espacio. Es una cuestión muy territorial.
-Si bien el fútbol es un ámbito copado por los hombres, son cada vez más las mujeres que lo juegan acá y en el resto del país. No obstante, hay todavía secuelas de ese pensamiento viejo que sostiene que no es un deporte para chicas. En provincias como Chaco y Corrientes, ¿eso está más acentuado?
-Pienso que hay parte de un sector que sí, también ha variado mucho a lo largo de los años. Yo me críe con una imposibilidad de jugar en un equipo de fútbol femenino, no había. Mi mamá buscaba por todos los clubes y le decían señora no es para mujeres ésto. Después, cuando fui adolescente, empezaron a haber algunos equipos, pero sí se sigue manteniendo esta cuestión de que, no sé por qué, los equipos de liga son de más o menos de 18, 20 años para arriba. Hay una generación de mujeres más grandes que juega al fútbol, y que lo ha hecho como una cuestión de militancia, de punto de encuentro lésbico también. Pero si hoy en día en Corrientes una nena quiere comenzar a jugar al fútbol, no hay escuelas para ella, entonces tienen que tener 12 años, y quizá con esa edad entra a estas ligas de fútbol de salón. No hay instancias formativas de fútbol y eso da cuenta de que todavía sigue habiendo un gran prejuicio de mandar una nena a jugar al fútbol. Las nenas van a hockey, en Corrientes es así. Eso sigue estando fuerte, pero sí hay una aceptación, al menos en este fútbol amateur, el de los barrios, de que las mujeres jueguen al fútbol. Y es un lugar de encuentro. Se arma un partido en el barrio y caen todos a ver, es el espectáculo del domingo, con la gente, los vagos a gritar guasadas, lo que sea, pero están ahí todos congregados con estos eventos de fútbol femenino.
-Es una película sobre mujeres que juegan al fútbol, y que desde ahí arman vínculos amistosos, románticos, sexuales y también antagónicos. ¿Es también una película feminista sobre mujeres empoderadas?
-Si, para mí es una película feminista, un feminismo desde una praxis al alcance de mujeres que no han leído sobre teoría y cuestiones más académicas, que quedan en ámbitos elitistas, de quien puede acceder a una facultad de Sociales, porque ni siquiera las personas que van a otras universidades tienen esto. Acá en las pibas no existe lo queer. Son personas que se encontraron con una construcción disidente, pero sin haber hecho teoría, leído, y demás. Es un impulso más animal. En ese sentido hay algo muy genuino también. No digo que las lecturas y que toda la culturización de las cosas no sea algo valioso, sino que están alejadas de estas identidades que yo te digo son sumamente híbridas, que ni siquiera muchas de ellas ni se han planteado cambiarse el DNI, o cosas que tienen que ver más con una cuestión de conciencia, de identidad de género.
-¿Qué pensás de alguna crítica que sostuvo que los pocos hombres de la película, tal vez porque son pocos o porque no cumplen roles importantes, son tratados como pusilánimes?
-Me parece que es una visión bastante escasa de esta representación masculina. De hecho, el personaje de Cacho, el entrenador, me parece que es muy encantador y muy noble porque de alguna manera es la síntesis de todos estos entrenadores que, teniendo un mundo bastante alejado de las chicas en un montón de aspectos, inclusive desde las prácticas y de toda una cultura recontra mil machista que hay en Corrientes y en Chaco, deciden hacerse cargo de un equipo de fútbol femenino. Y eso es todo un signo de apertura. Me parece un encuentro muy válido el del entrenador con las chicas, de una conexión muy particular entre un encuentro de dos géneros diferentes, y de dos construcciones de género muy diferentes. Por otra parte, no hay una intención de desarrollar un universo masculino porque no tienen que ser los protagonistas. Es como si hubiera que dar una explicación de por qué no están, de por qué no tienen roles importantes.
-La película ganó varios premios y menciones. Pienso en el Festival Asterisco, en Bafici. Además, desde hace un tiempo está haciendo una gira por festivales de otros países: México y Perú, por ejemplo. Ahora se estrena en Buenos aires, en el Malba y en el CC Recoleta ¿Esperabas que tuviera tanto reconocimiento y recorrido?
-Creo que un poco es una sorpresa lo del reconocimiento. O sea, cuando la hacía sabía que era una película en un punto polémica, y creo que lo sigue siendo por suerte ¿no?, porque me parece que así como despierta sus grandes simpatías, y eso por suerte le pasa a mujeres y a hombres, que para mí sorpresa se han puesto la camiseta y defienden la película a muerte. También creo que en muchos otros sentidos genera estas reacciones, de decir, uy no hay hombres, los hombres están caracterizados negativamente, son todas unas tortas. Son un montón de tortas conversando sobre otras mujeres, y creo que de alguna manera es polémica en ese sentido, y también polémica en su registro, en la estructura que maneja, en los tiempos, y hasta en el mismo formato, porque fue una película hecha con muy bajo presupuesto.
Después en un punto creo que esperaba al menos curiosidad por parte de los festivales y de ciertos circuitos, porque el fútbol femenino no fue tratado prácticamente, y en ese sentido me parece que sí sabía que podía funcionar, llamar la atención. También el registro más bien híbrido, el hecho de que no sea justamente algo hecho en Buenos Aires. Eso me pasa cada vez que voy a otros lugares, ahora por ejemplo que la película estuvo recorriendo países, no se dan cuenta que es Argentina, piensan que no es Argentina porque sienten que la Argentina es el país más europeo de Latinoamérica. Me pasó en Paraguay, en Perú, en México, en Mérida, en Brasil.
-Están habituados a ver una imagen de Argentina que no es la de Hoy partido a las tres.
-Claro, a Argentina la tienen como los europeos de Latinoamérica. Entonces de pronto ver esto de alguna manera rompe completamente lo que piensan, ya desde la forma de hablar, de escuchar, ¿de dónde son estas? preguntan. De hecho me han tirado de que si eran chilenas, cualquier cosa menos argentinas, y lo mismo por el contexto, por lo que se ve en las imágenes lleva también a identificarse más fácilmente con los países de Latinoamérica, con una cuestión más latinoamericana. Puede estar pasando en cualquier barrio de Mérida, como de tal pueblito de acá y de allá, cosas así me dicen. Y está bueno porque vuelve a romper otro estereotipo, y frente a la cantidad de películas argentinas que se producen por año, creo que Hoy partido a las tres de alguna manera también se recorta porque tiene estas singularidades.
*Hoy partido a las tres. Funciones en el Centro Cultural Recoleta (Junín 1930) los domingos a las 19 y todos los sábados de septiembre en el MALBA (Av. Figueroa Alcorta 3415), a las 18. A partir del 14 de septiembre, también en el cine Gaumont.
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