Resistencia, Chaco. Enviado especial.- En el hall del hotel que la hospeda, en el centro de la ciudad de las esculturas, Graciela Bialet habla y ríe, ríe y habla. Hay un halo de maestra divertida y rebelde en su semblante. Cuando el grabador empieza a capturar sus palabras, ella se lanza —como quien se arroja confiado de un bungee jumping— al arte de la conversación, de la exposición de ideas, de la reflexión y de la argumentación clara y concreta. Se olvida de lo que no tiene mucho que ver con el tema, como que dentro de dos horas saldrá el avión que la devolverá a su tierra natal, a su lugar en el mundo, a su hábitat natural: Córdoba. No es difícil registrar su procedencia, habla con una tonada que —vaya uno a saber por qué— genera empatía instantánea, la de prolongar el sonido de la sílaba anterior a la tónica, eso que, en palabras Lucio V. Mansilla, es un pequeño secreto. Con los anteojos de sol todavía puestos, porque las paredes de vidrio que dan a la calle absorben en demasía la luminosidad del mediodía, esta escritora, docente y especialista en LIJ nacida en Córdoba en 1955 —publicó entre otros libros, De boca en boca, San Farrancho y otros cuentos y El jamón del sánguche— se refirió a la importancia de estimular la lectura entre los chicos, el rol fundamental del educador y la literatura como fase de enamoramiento.
Pero primero, en esta charla con Infobae, se comenzó hablando del clima pre y post eleccionario que se vivió en el 22° Foro Internacional por el Fomento del Libro y la Lectura durante los días 16,17,18, 19 y 20 de agosto en Resistencia. ¿Cómo es posible dialogar sobre libros sin que la coyuntura se filtre? ¿Existe, acaso, una conversación sobre literatura que no implique pensar en el contexto: índices de lectura, de venta de libros, de currículas escolares, del nivel de educación? "Cuando nos piden más lectura y menos política, nosotros decimos: ¡Más lectura y más política también!", fueron las palabras de Mempo Giardinelli en el primer día del foro, al ver que muchos de los espectadores prefería "no mezclar". Graciela Bialet tampoco se privó de dejar clara su postura aquel miércoles inaugural. "Leer nos arrebata del desconocimiento", dijo y acotó —con la seriedad que ameritaba— que aún falta saber sobre el paradero de Santiago Maldonado, que eso también forma parte de la discusión sobre saber leer la realidad.
– Hace ya 22 años que se viene realizando este foro y vos formás parte desde casi el inicio, ¿cómo lo ves hoy en retrospectiva?
– Este foro tiene una trayectoria y una implantación en el mundo cultural que es atípica. No hay un lugar del país donde se junten 3500 personas a hablar sobre los libros y la lectura y lo que acarrea ser lector. Todos decimos la muletilla de 'hay que leer, hay que leer'. Ni siquiera la peor de las personas dice 'prohibido leer' pero comete acciones que llevan a no leer, como no comprar libros o no distribuirlos, o llegados los libros a las escuelas no abrir las cajas. Este foro lo que hace es desandar esa muletilla, porque si no modificás la actitud de quien es el nexo entre la lectura y los pibes sucede eso que dice Borges, que el libro es una cosa entre cosas. Podría ser una chapita de gaseosa o un anillo: una cosa entre cosas. Por eso es importante la reflexión.
– ¿Cómo viste el clima de este foro particularmente donde aparecían críticas a este gobierno, pero también al anterior?
– Este foro ha estado atravesado por todo este contexto electoralista entre PASO y elección legislativa. La gente no entiende la importancia de hablar sobre, por ejemplo, que no se compran más libros de literatura para las escuelas, porque es precisamente la literatura la que te abre los ojos, la que te permite dialogar con vos mismos en ese proceso de ensimismamiento, la que permite contraponer y desarrollar lo que tanto buscamos que es el criterio con el cual puedo modificar algunas cosas de la realidad. Y cuando das con un buen libro decimos que —parece una exageración— hay un antes y un después. ¿Por qué? Porque te modificó de tal modo que esa representación, esos registros se han instalado luego en vos de modo tal que ves de otra manera, ves con otros ojos, tenés una segunda versión, otra postura. Me parece que vivimos una etapa de mucha intolerancia. En este foro se ha notado ese clima. Como si estuviéramos en elecciones: o es una cosa o es la otra. Y no era lo que quiso hacer el foro ni la pretensión de los expositores.
– La pregunta que recorrió todo el foro es sencilla pero también muy compleja. Te la puedo hacer: ¿cómo construir un lector crítico?
– Favoreciendo ese encuentro amigable y positivo con los textos. A mí se me da siempre una imagen como de enamoramiento, donde dos se encuentran y quieren estar juntos. Entonces el mediador es esa suerte de Cupido, el que facilita ese escenario. Quienes quieran acercar la lectura a alguien creo que lo tiene que considerar con esa mirada, es decir, te tiene que gustar tanto que tenés que ser autónomo para hacerlo. Pongo una analogía: un amigo te invita al cine. Seleccionás el día, el lugar, y cuando vas al cine… ¡viste qué cómodo es el lugar! La butaca es acolchonadita, las luces son bien tenues, se fue tendiendo a que los cines sean más pequeños para dar cuenta de un lugar más íntimo, ¿y luego eso en qué se traduce? Decís: "bueno, voy a ver la película…", se apagan las luces y si tu amigo te está hablando, bardeando, riéndose o comentando lo que va sucediendo es molesto, porque este es un espacio en que el texto del cine —es decir, la película— y vos están dialogando. Y te da ganas de darle un sopapo al que está al lado y decirle "pará, aflojá, bajá un cambio, dejame verla". Pero termina la película y ahí viene el gran momento. ¿Viste cuando termina y aparece ese silencio, ese momento en que vos hiciste "¡guau!"? Porque cuando vas a ver la película vos te predisponés a prestarle tu imaginario, sabés que eso que está ahí es un película, pero te la creés si es que te conquista. Porque también pasa que no y entonces te empezás a mover en la silla y te convertís en ese molesto. Y luego de ese cierre que es el momento en que se produce el silencio en el cual todo el mensaje entró, pero vos tenés que volver a tu vida donde se vuelve a acomodar ese registro que tal vez movilizó algo en tus sensaciones, en tu conocimiento, y entonces salís del cine y ya viene la hora del cafecito con el amigo. Si la película fue mala decís que es un bodrio y te ponés a hablar de cosas que te importan de la vida. Pero si la película es buena, se creó un clima de diálogo en el que empiezan a dialogar las personas con lo que pasó ahí adentro. A mí me parece que esa analogía pinta muy bien lo que sucede cuando encontrás un buen libro. Y el mediador debe ser el que planifica la cartelera, a qué público, con qué gente, a qué actor. Y una vez que vos te fuiste con esos registros decís: "tal actor o tal actriz están buenos, los voy a seguir, o tal director o tal guionista", y se genera lo que los especialistas llaman circuito cultural donde toda esta información te va conformando, en nuestro caso, como lector. No es que te cae un libro del cielo, hay alguien que te favorece todas estas aproximaciones y luego, como a vos te recontra gustó, vas registrando colecciones, autores, textos, tipos, géneros. Hago esta analogía para no caer en las cosas teóricas, porque por ahí nos quedamos repitiendo muletillas en lo teórico y me parece que tiene más que ver con un comportamiento de tipo cultural al que tenemos que propiciar.
– Estamos en un momento donde se imprimen muchos libros, de todo tipo, género y registro y de pronto hay una gran cantidad de literatura más ligada a lo comercial o una novedad efímera del mercado. ¿Cómo discriminar entre tanta oferta y encontrar esos buenos libros?
– La industria cultural del libro tiende últimamente a la novedad, pero tiene que ver con el marco de un mundo capitalista donde todo es descartable, se descarta y se rompe, y el libro tiene que formar parte de eso. Pero lo que tienen los textos literarios como arte es que son eternos. Los buenos textos son eternos. De hecho, el arte no se supera a sí mismo como la tecnología. Yo veo a mis nietos que desenrollan los casettes de música y me dicen: "¡Abuela, encontré un rollito de plástico!" Es que no entienden de aquella tecnología con la de hora, un suplemento mínimo con el cual ellos escuchan música de forma digital. O sea, la tecnología permanentemente se supera a sí mismo, se ve en la historia de la humanidad. Sin embargo, desde las manos impresas en las cuevas de Altamira hasta hoy el arte plástico, por ejemplo, es arte aquello y es arte la última instalación que vimos en el Museo de Arte de acá, de Resistencia. Uno no suplanta al otro. Pero, ¿cuál es el que perdura? ¿Cuál es el que se convierte en clásico?, sería la pregunta. Y me parece que la industria editorial que va a tono con la producción en general en este mundo postcapitalista donde todo tiene que ser descartable, precisamente para reponer y renovar, saca mucha novedad, mucha novedad, mucha novedad. ¿Eso está mal? Salvo por los bosques y el desperdicio en agua y papeles, no me parece que esté mal. Porque publicar de todo está bien. Las buenas editoriales tienen buenos editores que eligen, tienen buenos catálogos. Y te das cuenta cuando entrás en lo que hablábamos hoy: el circuito del lector. Podría compararse con el circuito de un futbolero. Yo tengo un hijo que es fanático de Belgrano. ¿Su color favorito cuál es? El celeste. Tiene hija mujer, así que agarra a los sobrinos que nacen y ya los hace socios, les hace carnet del club, los lleva a la cancha, sabe cuándo juega su equipo. El futbolero conoce bien el mundo del fútbol: sabe quién relata mejor, por ejemplo. Esto le pasa al que lee. Entonces tirarse de cabeza a la lectura es complejo si no tenés un mediador que te vaya orientando. Porque también te puede pasar que te encuentres con libros que no te gustan y cuando eso se repite una, dos, tres veces, ya a la cuarta decís: "Esto no es para mí". Por eso es tan importante el mediador. Además, vos te das cuenta cuando un lector es lector porque, en la lirbería, lee las solapas y las contratapas. Un lector se deja sorprender.
– Entonces, antes de que aparezca ese espíritu crítico, tiene que estar la curiosidad…
– Totalmente, un espíritu de curiosidad. Tenés que entrar a la librería, y en el aula tenés que tener a ese docente que lleve esos libros, porque la escuela es el lugar de la lectura, donde aprendés a leer. Además, un niñito pequeño no va solo a una librería, tiene que tener un padre que lo lleve en vez de llevarlo a, por ejemplo, a los juegos electrónicos. Es todo un proceso, por eso es tan importante el papel del docente que acerca a los chicos al mundo de la lectura.
– ¿Qué complejidades tiene ser escritor en un mundo y en un país como este?
– Ser escritor tiene las variables de cualquier profesión vinculada al arte. Tu producción tiene que poder llegar a concretarse en quien lee; en mi caso, llegar al lector. En ese camino necesitás atravesar el mundo editorial. Ya de por sí, en nuestro país ocurre lo que dice el dicho popular: Dios está en todas partes pero atiende en Buenos Aires. Se ha trabajado mucho en que los escritores del interior accedamos a la circulación nacional e internacional, a las traducciones, etcétera. Es un camino difícil, sin dudas, pero es el lector el que te elige. ¿Por qué? Porque el que le da vida a un texto siempre es el lector; al libro, como decía Borges, porque sino es una cosa. Si no hay alguien que lo lee y lo pone en pie en su imaginario, es un texto muerto. Ahora si ese texto, al ponerse pie, ha modificado al otro y entra en ese circuito, eso te va abriendo un camino. Luego, lo que vos decidís escribir son elecciones que vos tomás como persona y como artista. En el caso mío, vos sabés: nunca falta un loco que quiere volver a las viejas épocas. Yo he sido testigo en la megacausa por crímenes de lesa humanidad en Córdoba y he recibido amenazas: un tipo apareció diciéndome que me iba a poner una bomba, que estaba en la lista negra, que ya me iban a agarrar. Bueno, se corren esos riesgos, pero también tenés la maravilla de mucha gente que te dice: "gracias por escribir exactamente lo que necesitaba leer". Y me remiten a esa película divina del cartero, de la novela de Antonio Skármeta llamada Ardiente paciencia. El cartero le robaba textos a Neruda para enamorar a una chica y los firmaba con su nombre. Y cuando Neruda lo encuentra le dice: "Mirá, todo bien con vos, yo te doy la propina como cartero, pero eso que estás haciendo es plagio". Y él le dijo: "No, discúlpeme pero la poesía no es de quien la escribe, la poesía es de quien la necesita". ¡Esa es una idea perfecta de lo que sucede! Entonces yo tengo la suerte de tener muchos lectores acá, en el resto de Latinoamérica y en España y me dicen eso, que la literatura que yo escribí, y que ellos la hicieron suya, la necesitan. Para mí eso es lo que cuenta.
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