Bertrand Ivanoff: "Me gustaría que el arte se volviera más revolucionario"

De visita en Buenos Aires para intervenir las paredes del edificio del Palais de Glace, un proyecto que forma parte de la BIENALSUR, el reconocido artista francés dialogó con Infobae sobre arte contemporáneo y resaltó la importancia de entender el contexto social, político y económico de los lugares donde los artistas realizan sus obras

Bertrand Ivanoff, anoche en las afueras del Palais de Glace

"Mis obras son todo lo visible que yo no quiero ser como persona", dice Bertrand Ivanoff sentado en un bar de Recoleta frente a Plaza Francia. A la vuelta del Palais de Glace, donde comenzó a armar su nueva obra que formará parte de la BIENALSUR, conversa con Infobae sobre arte contemporáneo y la importancia de que los artistas no estén ajenos a la realidad de las ciudades que transitan. Son las tres de la tarde y el sol obliga a los transeúntes a quitarse los camperones de invierno. Es artista, es francés, pero habla muy bien el inglés y, de a ratos, sorprende con extensas frases en español. Barba corta y entrecana, anteojos de marco claro, cigarrillo en mano. Habla con efusividad y evita la sobreactuación de que Buenos Aires lo fascina. Como todas las ciudades, tiene sus claroscuros: esa ambigüedad fortalece su mirada. Su trabajo como artista —que ha realizado en diversas ciudades del mundo— es intervenir edificios y barrios: con luz, pintura, lo que sea; darle color.

Al inscribirse en la convocatoria de la BIENALSUR, la primera Bienal Internacional de Arte Contemporáneo de América del Sur, que organiza la Universidad de Tres de Febrero, fue aceptado y puso manos a la obra. Comenzó, junto a un grupo de trabajadores, este lunes 14 de agosto. Asegura que para los primeros días de septiembre, si el clima lo acompaña, la obra estará finalizada. Trabaja con luces rectas y dibujos con el método de anamorfosis: según el ángulo desde que se lo mire, la forma cambia.

Así quedará el Palais de Glace tras la intervención de Bertrand Ivanoff

– ¿Qué especificidades y complicaciones tiene hacer este proyecto en Buenos Aires?

– Es la segunda vez que estoy en Argentina, vine en noviembre de 2016 y me quedé tres meses en verano. Estuve caminando en la Ciudad haciendo scouting de edificios. En marzo, Diana Wechsler, la directora académica de la bienal, se comunicó conmigo para ver si podía presentar un proyecto de luz para el Palais de Glace. Me mandaron fotos, caminé mucho con Google Earth alrededor del edificio, estuve pensando mucho. Al principio me pareció muy difícil porque yo trabajo con la perspectiva del edificio y el contexto era muy distinto de aquellos con los que yo trabajo. El Palais de Glace no tiene edificios alrededor salvo por la calle Schiaffino -una calle muy angosta que da a un hotel- y al estar tan rodeado de plazas y avenidas me pareció mejor trabajar sobre todo el edificio. La circulación alrededor es asimétrica, porque tenés por un lado Libertador, que es una avenida con mucho tráfico, y después la plaza, después Posadas. Es rara la distribución del movimiento que hay alrededor, la única opción que encontré para hacer un proyecto que fuera eficiente a nivel de visibilidad era usar todo el edificio y no sólo una fachada. Al principio pensé que era una complicación la cantidad de árboles que había alrededor, porque iban a hacerle sombras distintas de acuerdo a los cambios de la luz del sol. Yo quería hacer algo muy pop, bien colorido. Pero empecé a trabajar y caminarlo mucho desde París y la idea fue que el parque que hay alrededor potencie al proyecto sobre el edificio y no al revés.

– Suele trabajar sobre barrios humildes y en condiciones de precariedad, con escasa planificación arquitectónica. ¿Cómo es hacerlo en un barrio como éste?

– Este barrio es muy lindo, muy rico, muy burgués, pero puedes verlo: en este parque hay muchas personas que viven aquí, en la calle, eso es la contemporaneidad. La gente que vive en este barrio, a pesar de que seguramente tienen departamentos muy lindos y pagan un montón, convive con la gente que duerme en la plaza. Es el resultado del capitalismo. Cuando estaba esperándote había dos personas que estuvieron una hora subiendo un colchón por los árboles. Cuando pensás que es un proyecto que es para Recoleta, no pensás en la gente que vive en la calle, pero ellos también son parte del barrio. Ellos van a ser los primeros espectadores del proyecto.

Así quedará el Palais de Glace tras la intervención de Bertrand Ivanoff

Al recorrer Buenos Aires, un lugar le pareció peculiar. En la calle Fraga al 600, en el barrio de Chacarita, hay una especie de asentamiento precario. No llega a ser una villa por su estado embrionario y pequeño, pero hay una problemática visible de viviendas precarias. Ivanoff tiene la esperanza de intervenirlo algún día. "Mi situación no es la misma, de emergencia, mi proyecto no cubre la necesidad de tener un techo, pero eventualmente va a darle un elemento que no consideran que necesitan y que podría ayudar y hacer que puedan pensar más allá. En los asentamientos, la gente no tiene mucho lugar para la imaginación porque vive una situación de emergencia donde la necesidad básica es tener un techo. Hice algo similar en Turquía con una calle en la que puse muchas líneas de neón. Un proyecto muy básico pero que generó esto que te comento. Esas líneas, lo que mostraban era lo que no se puede ver: las conexiones entre familias y amigos. Pero volviendo acá, al Palais, pese a ser un enfoque diferente, la conceptualización de la obra es similar. Claramente le hacía falta darle más visibilidad y sus condiciones de mantenimiento son malas. Tanto trabajar en un asentamiento o en un lugar como éste muestran la agenda política".

– ¿Cómo comenzó en el arte de intervención pública?

– Comencé caminando por la ciudad, mirando alrededor, observando la diferencia, la alteridad. Cada ciudad habla mucho de lo político, de lo social, de lo económico. Cuando voy a una ciudad hay una confrontación porque yo no pertenezco ahí y hay momentos que llaman mi atención. Se da una confrontación entre mi mundo de referencias y el mundo de referencias de la ciudad, y ahí es el momento en que me digo: "acá hay un desafío para hacer algo". Para pensar en un proyecto no voy por el camino de "Esto es lo lindo, quiero hacer algo acá" sino que busco la confrontación de la que te hablo. Y también dentro de lo que es la ciudad, el flujo de gente, el movimiento de los autos, cómo se ven las plazas, los árboles, no es suficiente; hace falta el factor humano. Por eso le doy mucha importancia a tener conversaciones con la gente y nutrirme de eso para poder plasmarlo en el proyecto.

– En ese sentido, ¿le preocupa la audiencia?

-La audiencia no es mi preocupación. Pensar en la audiencia es pensar en la proyección de uno mismo sobre gente que uno no conoce. Estás creando personajes que son parte de tu imaginación. Y si se incluye el juicio de valor que podrían darte, entonces no sería un artista, sería un publicista. Me interesa el feedback en el sentido previo: converso mucho con la gente antes de poner manos a la obra.

– Muchas veces, bajo la etiqueta de arte contemporáneo aparecen cosas muy extrañas y confusas. Como si uno debiera conocer de arte para apreciarlo. ¿Cree que es así?

– No hay una necesidad de hablar con un especialista para ver arte. Toda la gente está conectada. Aquí no hay mucho arte contemporáneo pero no existe realmente como tal, es una virtualidad. Esta cuestión no existe para la música o el cine porque el entendimiento es que el arte visual tiene una relación con el pasado, incluido el lenguaje que hablamos. No creo que haya una necesidad de conocer el arte para ver el arte. Tú no necesitas conocer el piano para escuchar la música. Mi proyecto es autosuficiente: no necesitas conocer arte para saber si es bueno o malo. No es un problema. Para mí el problema es hacer un proyecto que sea una respuesta a algo que está faltando. Cualquiera puede entenderlo. Además, mi arte no es un objeto de especulación, que es otro gran problema del arte contemporáneo, que está limitado por el poder del mercado, no importa cuál es la obra sino el valor que tiene en el mercado. La pregunta es: ¿hablamos de arte contemporáneo o de millones de dólares? Eso sucede con Jeff Koons u otros artistas que están en auge. Hoy se habla más del valor de la obra, de lo que vale, que de la obra en sí.

Intervención de Bertrand Ivanoff en Estambul, Turquía

"En mi vida artística no existe la posibilidad trabajar obras para museos. ¡Ahora me cagaron y no me di cuenta!", dice con respecto a que está trabajando sobre el Palais de Glace y luego larga una carcajada fuerte, casi como una risotada. El arte contemporáneo, en su caso, es la forma de salir del marco de referencia de las obras. El museo es algo que le es ajeno, pero la coincidencia a veces se vuelve irónica: justo le tocó intervenir uno: "Antes el arte estaba limitado a un marco. Lo que yo hago no tiene marcos. Los límites de mi obra son los encuentros de las personas con la obra y eso no es algo visible. Me preguntaba hace 20 años qué me daba el derecho de intervenir un espacio que es público. Ahora esa pregunta es diferente, porque lo digital es un agregado a la imaginación".

A Bertrand Ivanoff le gusta conversar. Sonríe, mueve las manos, gesticula. No tiene una pose solemne, para él arte pasa por otro lado, aunque sabe que a esta sociedad, tan utilitaria y pragmática, le falta arte o, al menos, sensibilidad artística. "Hay una falta de educación muy grande en las escuelas respecto al arte. Cuando leés poesía no la amás directamente, necesitás estudiar para entenderla mejor. Con las artes visuales hay una diferencia, que es una ventaja: todos saben usar los ojos. A pesar de no poder entender, hay algo que te llevás solo por mirar y dejarte llevar por lo que eso te genera. Siempre hay muchas capas en una obra de arte, este proyecto está lleno de colores y de luces, podés mirarlo cuando caminás, te va a llamar la atención porque es atractivo, y después podés dar un paso más y ver que hay un trabajo de anamorfosis y de desfase en las líneas del edificio, que tienen un significado obviamente para la obra. La apariencia es diferente de la estructura."

– A diferencia de otro tipo de arte, el tuyo pasa a ser anónimo porque, de los que pasarán por la puerta del palais de Glace cuando la obra esté terminada, no sabrán quién lo hizo. ¿Cómo se lleva con ese anonimato?

– Las artes visuales, pero más aún el arte en espacio público, no es como una galería porque no sabés cuánta gente la ve y cómo la ve. Lo que diseño o lo que sueño, lo entrego. Cuando estudié arte hacía objetos u obras pequeñas, entonces empecé a pensar en el hecho de lo que creaba me lo quedaba como resultado para mí mismo, pero no quería eso. Necesitaba hacer obras para entregarlas a una sociedad. Mi madurez fue aprender a no guardar, a entregar, y no tener ningún sentimiento posesión. Mis obras no me pertenecen.

Intervención de Bertrand Ivanoff en Estambul, Turquía

– Es interesante porque estamos viviendo una época de mucho narcisismo y protagonismo…

– Exacto. Esto es una respuesta al narcisismo. Yo diseño mucho más de lo que produzco, como cualquier arquitecto. No es un objeto de pertenencia. La obra queda en la memoria de las personas. Necesito espacio para pensar en el futuro, entonces no me puedo quedar con todo lo que produzco. Lo que produzco ahora existe por lo que pensé antes, y mientras lo produzco estoy imaginando lo que haré en el futuro. La interfaz entre el pasado y el futuro genera el momento presente de lo que estoy haciendo. Por eso no necesito ser dueño. Esto presenta una pregunta muy grande en el arte muy contemporáneo, porque es absolutamente antiespeculativo.

– ¿Hacia dónde cree que va?

– No lo sé. A mí me gustaría que el arte se volviera más revolucionario. Siento que hay una necesidad de reaccionar frente a la inmensa globalización, tenemos herramientas. Puede sonar como una contradicción porque todo el mundo está conectado, pero lo bueno de eso es que no hay un punto de origen, podés comunicarte con quien quieras. No sé adónde va el arte pero espero que esta increíble capacidad de comunicación esto no hubiera sido posible. Nunca nadie me hubiera conocido. Pero hay que tener cuidado con la globalización del capitalismo. Espero que estas herramientas las usemos para crear una alternativa, darle a la gente la capacidad para proyectar sus deseos, abrir puertas en la posibilidad de crear. Me pone furioso pensar que la globalización está arruinando un montón de cosas, como lo que comemos, lo que respiramos, pero al mismo tiempo tenemos las herramientas para empezar a revertirlo.

Intervención de Bertrand Ivanoff en Estambul, Turquía

*¿Qué es la BIENALSUR? Se trata de la primera Bienal Internacional de Arte Contemporáneo de América del Sur. Las exhibiciones serán entre septiembre y diciembre de este año. La organiza la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF) con su rector, Aníbal Jozami, como director general, y Diana Wechsler como la directora artístico-académica. Se realizará en simultáneo en 32 ciudades de 16 países del mundo y reunirá a más de 350 artistas y curadores. El objetivo es generar una red global de colaboración asociativa institucional que elimine distancias y fronteras, y reivindique la singularidad en la diversidad, posicionando un "Sur Global". El 95% de sus obras fueron seleccionadas tras un intenso proceso que incluyó dos convocatorias internacionales abiertas con temática libre. Se recibieron más de 2500 propuestas provenientes de 78 países.

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