Isol: "Si uno se vuelve maduro y responsable, lo que hace se convierte en una porquería de solemnidad"

La reconocida artista argentina acaba de inaugurar su muestra en el CCK, "Petit el monstruo", que pronto saldrá en Pakapaka como serie televisiva. En diálogo con Infobae, se refirió a la importancia de cultivar las inquietud de los niños, las premiaciones, lo comercial y lo correctamente político

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El tercer piso del CCK es un caos. Niños corriendo, niños saltando, niños riendo, niños gritando. Sus pequeños cuerpitos, dentro de esos guardapolvos color blanco, se mueven inquietos y eufóricos. En la provincia de Buenos Aires ya hay vacaciones de invierno, en Capital están a punto de comenzar. Cruzar los pasillos que bordean circularmente la Ballena Azul -una sala flotante en el centro del inmenso edificio que hasta hace muy poco era el obsoleto Correo Central- es complicado: hay que esquivar chicos que brotan por todos lados, como si se tratase de hortalizas alegres. El tercer piso es el espacio dedicado a la infancia y alberga muestras coloridas y motivantes pensadas especialmente para los más chicos. En una de ellas, está la muestra Petit, el monstruo, de Isol.

Son dos las salas del CCK que muestran a este personaje, nacido en un libro, que ahora está a punto de lanzarse en Pakapaka como serie televisiva. "En las fábulas todo está muy claro, pero en la vida todo es más complicado. Es muy importante pensar, porque cuando uno empieza a poner 'todo esto está bien, todo esto está mal' vamos a la ruina del pensamiento y de la sensibilidad". Con medias y saquito rojo, zapatos negros y una enorme sonrisa -tan grande como la de las "pequeñas hortalizas"-, Isol habla de lo que sabe hacer: dibujar, pintar, escribir… en definitiva, construir personajes que interroguen al mundo, y no tanto que lo aceptan como un producto empaquetado.

"Cuando se me ocurrió, me pareció absurda la búsqueda de ese tipo de reglas y de manuales, más aún teniendo en cuenta que los adultos nos la pasamos buscando alguien que nos diga qué hacer, como en los libros de autoayuda. Siempre esas problemáticas son mucho más divertidas", le dice a Infobae sentada en una banqueta miniatura. Isol suele decir que no hace ilustraciones infantiles porque no están hechas por chicos, lo suyo es una forma más del arte visual que tiene la particularidad de apelar al universo de los niños, un universo por el cual todos transitamos y, de alguna manera, es necesario no olvidar. Mirar el mundo sin prejuicios, como un sitio nuevo.

– Me imagino que no debe ser fácil meterse en temas que, si bien parecen sencillos, son complejos y complicados…

– Para mí tiene que ver con una idea artística del trabajo. Si a vos no te mueve lo que estás haciendo, no es interesante. Para hacer cosas no interesantes no hago nada. Yo no es que hago libros para niños para ganar plata o porque me es más fácil. ¡Me es re difícil hacerlos! Pero es un lenguaje que me encanta, porque puedo ser yo misma y trabajar desde una mirada fresca que es la del pibe. Los nenes son súper contraculturales, súper anti convención, mucho más que nosotros que empezamos con "no, eso es muy lacaniano, eso es re de izquierda, eso es muy facho" y te terminás metiendo en miles de reglas que no te permiten pensar. Los nenes están muy afuera, y por eso a mí los personajes me encantan porque en general desestabilizan esta cosa más rígida. Cuando lo hago, lo hago desde ese lugar, desde esa frescura de volverse a preguntar sobre algo que ya está instalado y que decís: "¡Pero esto es muy raro!" Si hablamos del bebé, por ejemplo, ¡es muy raro! ¿De dónde viene?, ¿cómo es?, ¿por qué se parece a nosotros? Cuando un nene te pregunta por qué nos morimos, volvés a pensar en el tema y tenés que volver a explicar de la manera más llana… y es casi como volver a crear. Eso es lo que yo hago: siempre estoy del lado del nene, como si estuviera conversando con él, no desde el lugar de "yo sé esto y te lo voy a contar, hijo mío", porque yo no sé muchas cosas. Lo más lindo es que investiguemos juntos esta locura y esta maravilla que es el mundo. Mis nenes son muy preguntones, cosa que a mi abuelo no le gustaba que yo hacía. Pero bueno, así el ser humano ha avanzado. Si uno no pregunta sobre lo que no conoce no aprendés nada.

– ¿Pensás en el público lector?

– No lo pienso. De hecho me sorprende que me vaya tan bien. Porque yo vengo del cómic. Hago cosas que otros me dirían "¿por qué?" Lo que a mí me gusta es no tener prejuicios sobre los niños. Hago algo que yo pienso que está bueno, no que está bueno para los niños. Me di cuenta de que son muchos más grosos de lo que uno piensa. Los nenes tienen una capacidad creativa que el adulto va perdiendo. Jugar es también poder equivocarse, es poder seguir probando. Uno a veces se pasa más a lo seguro, más a lo claro. Yo trato, primero, de hacer algo personal. Hay muchas maneras de dibujar, de hacer cosas, y en ese sentido quiero ser muy honesta: es lo que a mí me gusta, es lo que yo digo. Y a la vez está súper abierto a que no hay una moraleja ni una cosa cerrada. No me gusta mucho dar mensajes, aunque obviamente yo pienso cosas que están en mis libros. Por algo me interesan algunas temáticas, porque esa es mi inspiración.

– Cuando uno ve tus ilustraciones sabe que son tuyas. No es fácil para un artista encontrar el estilo y destacarse del montón. ¿Cómo lograste encontrarlo?

– Trabajando. Cada vez que elegís te das cuenta que terminás eligiendo cosas parecidas, en cuanto a lo que ves que funciona. Si ves mi primer libro quizás no me reconocés porque probaba y probaba, hasta que fui decantando en lo que me parecía que garpaba, que estaba bueno y que me es fácil hacer, en el sentido de no estar luchando con la técnica. Entonces vas encontrando tu lenguaje, y después naturalmente sale. Por ejemplo, yo hago un dibujo y lo veo medio estático, entonces le pongo la doble línea y digo "¡esto está buenísimo!" Pero porque yo tengo esa locura con la doble línea, y se te termina haciendo tu estilo porque es tu gusto. A veces me aburro y entonces cambio algo, o saco colores de la paleta o meto alguna tinta extraña o cambio el formato. Me gusta cambiar, pero sí me doy cuenta que hay cosas que se repiten porque es mi personalidad.

"A mí lo que me interesa es algo que no tenga que ver con lo académico pero sí que sean ilustraciones de calidad. Me interesa lo infantil en el sentido de sacarse la cosa académica, algo que sea más fresco y gestual", cuenta quien hizo el Magisterio en Bellas Artes y pasó algunos años por la Licenciatura en Artes de la UBA. Ahora, con Petit, el monstruo, se lanzó a la tarea de hacer una serie, pero ¿bajo qué condiciones? "Justamente en los canales estatales uno es mucho más libre que si lo tiene que vender a un canal comercial, que todo tiene que estar muy claro, todo tiene que ser 'si el chico se porta mal, tiene que estar muy claro que eso está mal, porque si no nos viene un juicio de los padres'. La serie pasó por muchas instancias, estuvimos con otros socios posibles y empezaba a limitarse tanto el radio de acción que ya no era Petit. La gracia es ese corrimiento leve de las convenciones. En la serie tratamos de que haya una mirada sorprendida acerca del mundo", comenta sobre su criatura, que pronto saldrá al aire de Pakapaka.

A sus 45 años y con más de 20 libros publicados, Isol mantiene la energía necesaria como para pensar que su carrera recién empieza. Sin embargo, hay toda una trayectoria que no fue pasada por alto por las instituciones mundiales: en el año 2013 ganó el Astrid Lindgren Memorial Award (ALMA) que otorga el gobierno de Suecia, uno de los mayores premios de la literatura infantil mundial. Sin embargo, no se lo toma tan en serio. Sabe que la cuestión está en no encadilarse con las luces comerciales del éxito y pensar siempre en el producto artístico en sí y en la forma en que interactúa con sus lectores y espectadores, fundamentalmente los más chiquitos.

– ¿Cómo te llevás con el reconocimiento y las premiaciones?

– Sí, soy muy mimada. No es algo que busque. Trabajo en hacer algo que esté bueno, que le guste al público, pero principalmente mi criterio es que esté bueno para mí. Después consulto con amigos, sí. Yo sé que hay cosas que fui construyendo pero no me parecen nada del otro mundo. Quizás hay contextos que ayudan a que lo tuyo se vea más. Pude estar en una editorial como el Fondo de Cultura Económica, que es muy abierta al mundo, entonces ahí se vio mucho mi trabajo. Tuve gente que realmente confió y lo mostró en lugares que justo eran la posta. Siento que tengo muchas oportunidades, eso me dan los premios, mucha más visibilidad. Pero tampoco soy Gaturro.

– Justamente, ¿cómo te llevás con lo comercial?

– No me interesa. De hecho, al principio yo no quería hacer una serie. ¿Para qué hacer una serie? Si no va a estar buena prefiero no hacerla. Vamos a hacer algo que está bueno que exista, no la quiero hacer para figurar. Estoy re feliz con lo que tengo, no necesito más.

– Hoy hay un contexto, un auge de arte para chicos, ¿tratás de mantener distancia con ciertas cuestiones?

– Es algo muy raro, porque es muy claro que la gente a la que le gusta lo que yo hago es un tipo de gente. A mi antípoda no le va a gustar mi libro, porque mi libro habla de ciertas cosas que no son tan claras, tiene ideas acerca de la familia que algunos dicen "¿pero cómo? ¿y la madre?". También trabajo mucho con el humor. A mí, en general, mis lectores me caen bien. Con esto de la serie que te digo, surgían canales que quizás querían, empezabas a hablar y te dabas cuenta de que no iba a funcionar. Porque si necesitás que todo el tiempo el nene se porte bien… encima ni empezar a hablar qué es bien, qué es mal… es como otra cabeza. Ya está, no podemos ni empezar. Simplemente vivimos en un mundo donde nos interesan cosas muy diferentes. Está bien que existan series que te enseñen a ir al baño, yo se las he puesto a mi hijo en algún momento de desesperación, pero a mí eso no me interesa. Entonces si no te interesa poner algo que te haga pensar cosas, no lo hagamos. ¿Para qué? Ya hay mucho de lo otro.

– ¿Qué te dicen los chicos cuando se encuentran con tus libros?

– Los quieren mucho los nenes, ¡eso me encanta! Pero te digo que a mí me sorprende. De fondo, es raro el libro, ¡y un placer con ver al nene! Y ahí pienso que debo tener algo que no me doy cuenta, pero que puedo percibir. Yo hice Petit antes de tener a mi hijo, y ahora veo en él muchas cosas de Petit. Es como mi propia medicina. Pero también, ¿sabés qué es lo que creo que es? Que yo estoy conectada con mi propia niñez. Me doy cuenta que hay cosas que son como medio raras y puedo volver a preguntarme desde lo básico, como si no supiera nada del mundo, como un alien que llegó y pregunta el por qué a todo. Esa es una buena facultad para ser creativo porque podés volver a ver las cosas fuera de su función, también para la poesía se usa mucho: volver a ver la cosa, preguntarte por qué es así y no de otra manera.

– ¿Te pesa la responsabilidad de que tantos chicos te sigan?

– Trato de no pensarlo mucho. La gente que es responsable es otra. Yo sé que el lugar que tengo es un lugar que tiene que ver con el arte, la libertad, pasarla bien, entretenerse. En todo caso si tengo una responsabilidad es como persona pública. Si digo algo, de pronto ahora importa un poco más. Si apoyo una biblioteca que se va a cerrar importa más que antes. Pero si uno se vuelve maduro y responsable para laburar, lo que hace se convierte en una porquería de solemnidad. Empezás a preocuparte por todo. Nunca le vas a agradar a todo el mundo. Si empezás con lo políticamente correcto pasa eso, es lo que está sucediendo en Europa: se quejan, los libros están todos muy parecidos, todo está muy correcto. No te digo ser un zarpado para llamar la atención, pero tiene que tener inquietud, tiene que tener las miserias también de uno mismo. En el libro, Petit tiene actitudes que no están buenas. Con un niño modélico no me identifico en absoluto. Todos los nenes, al menos así lo veo yo, tiene una lucha adentro por querer agradar, y de pronto quieren hacer bardo y no lo pueden dominar. Yo eso después lo vi con mi hijo. ¡Y los adultos también! Por ahí necesitan tomarse un trago para hacerse más los locos, pero está esa lucha interna entre lo más primitivo que uno tiene y lo que uno ha aprendido acerca de las relaciones sobre lo que uno quiere hacer, y está todo adentro. Y está bueno también asumirlo, y trabajar con eso, y hacer que salga de la mejor manera. Me parece que está bueno jugar con eso. Tengo un libro donde la madre se convierte en un globo porque la nena gritaba mucho. Entonces me decían: "¡Pero la madre!, ¡la nena se queda sin la madre!" Y yo les digo: "¡Pero es un libro! ¡Y es muy gracioso!" Las madres se divierten mucho con eso, y los nenes también. Lo ideal es que el nene diga "ay, mi mamá es tan buena…" pero después eso te persigue, porque decís "¡yo no soy así!" Si vos ocultás tus movimientos internos, ya sabés cómo terminás: mal.

– ¿Cómo conviven todas tus facetas? Sos ilustradora, escribís, cantás…

– Y encima soy madre…

– ¡Y sos madre!

– Este es un momento en que cuesta mucho organizarse. Por suerte tengo un trabajo muy generoso en ese aspecto, puedo hacerlo en los horarios que quiero, puedo no sacar libros en un año. Igual yo me deprimo si no trabajo. Lucho por hacerme los espacios. Ahora estoy de nuevo juntándome con mi banda. A veces no me alcanza el tiempo. Estoy tratando de dormir mejor, para que mi nena no se despierte mil veces [Isol tiene una nena de un año y medio, y un nene de 5]. Termino como agotada, pero me gusta tanto hacer esto… Igual antes no tenía hijos y era igual. Uno se va amoldando. Creo que tiene que ver con el deseo. Cuando deseás hacer algo, estás quemado pero le ponés pilas. Cuando no estás contento con lo que hacés pero lo hacés por deber, aunque hayas descansado y todo, estás agotado. Creo que tiene que ver con encontrar el camino en el que vos fluís mejor.

* Petit, la muestra
Espacio Infancia – Salas 304 y 306
CCK – Sarmiento 151 
Desde el sábado 15 de julio, de miércoles a domingos de 14 a 19 horas. Entrada gratis

 
 

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