De la A a la Z, palabra de escritores: segunda entrega

Entre los años 1975 y hasta mediados de los 2000, el autor de esta nota entrevistó a más de 40 escritores famosos. Esta serie que iniciamos la semana pasada recupera momentos de aquellas charlas que, en algunos casos, conservan una sorprendente actualidad.

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Antonio Dal Masseto, 1994

"¿Por qué mi premio Planeta alegró a todos? Tal vez porque no formo parte de ghettos, de capillas literarias, o porque no ruedo de cóctel en cóctel, no entré en controversias de obras o escribas, no me interesan las modas. Encaro mi trabajo humildemente… entre comillas. Quiero decir 'de modo muy personal y sin dejarme contaminar'. Siempre supe que, si tenía que hacer algo, iba a hacerlo apartado y en soledad. Desde luego, tengo amigos escritores. Pero la literatura es otra cosa…"

"Llegué a la Argentina a los doce años. Vine desde Intra, un pueblo del Piamonte. Vivíamos en Salto, un pueblo de provincia. Empecé a trabajar como repartidor de carne y aprendí el idioma jugando al fútbol con los chicos. El fútbol es un lenguaje simple y universal… Y a los diecisiete… ¡a Buenos Aires! Con plata para una semana, sin respaldo, y sin saber hacer nada. Los trabajos nacieron por pura necesidad. Me sometí a cualquier empleo: vendedor callejero, pintor, heladero, albañil… pero sin atarme. Un empleo para toda la vida me hubiera matado. Y allá por el 82 me dije que el camino eran los libros. No pasé miseria: sobreviví dignamente en días sin trabajo y sin un peso"

( N. de la R.: Dal Masseto ganó el premio Planeta –40 mil dólares– por su novela La Tierra Incomparable, inspirada en su viaje de retorno a su pueblo, en 1990)

Antonio Dal Masetto
Antonio Dal Masetto

María Esther De Miguel, 1998

"Le escribí una remota carta a Margarita Abella Caprile, del diario La Nación. Decía: 'Soy entrerriana, soy fea, soy petisa, soy monja… Por favor, publique mi cuento'. Y tantos años después, ¡este premio! Como decía mi madre, escribo por puro cuentera. Lo que pasa es que en el campo tenemos más tiempo para hacer volar la imaginación, más tiempo para hablar al… pepe"

"En unas largas vacaciones escribí La Hora Undécima y gané el segundo premio Emecé 1961. Berretín: irme a Europa. Curriculum en mano fui a verlo a Luis Mac Kay, ministro de Educación de Frondizi, me gané una beca, viajé a Italia, estudié con Giuseppe Ungaretti, y al volver supe que, únicamente y para siempre, sería escritora. Cuando dejé de ser monja laica consagrada sólo me llevé un colchón y la máquina de escribir. ¿por qué mis temas son pura historia argentina? Porque es una historia con personajes terribles, fragorosos, arrasadores. Hay sangre, brutalidad, crímenes. En el 65 publiqué Los que comimos a Solís. ¡Mire qué historia tenemos! Porque los indios no se comieron un pollo del gallinero de mi mamá: se lo almorzaron al navegante…"

(N. de la R.: De Miguel ganó el premio Planeta por su novela El General, el Pintor y la Dama, inspirada en Urquiza, el pintor Blanes, y una mujer –al parecer–amada por los dos)

María Esther de Miguel
María Esther de Miguel

Umberto Eco, 1998

"Contra otros designios y futurología barata, vaticino que el libro no morirá jamás. Que el libro en CD es formidable cuando contiene enciclopedias, diccionarios y atlas. Que hoy se lee más que antes: ¿o no hay letras en las pantallas? En el futuro, el libro y la pantalla marcarán la diferencia de clases. Los patrones leerán, y los proletarios verán televisión. Pero cuando digo 'diferencia de clases' no hablo de poder económico: habrá proletarios ricos que sólo verán televisión, y no será la primera vez en la historia que tendremos ricos estúpidos"

"Escribí El Nombre de la Rosa porque ese día tenía ganas de matar a un cura… Es una novela de tema liviano, casi irrelevante: se pregunta cuál es el precio de la libertad, nada más… Detesto las entrevistas: me hacen preguntas que llevaría un siglo contestar, y quieren las respuestas en un minuto. Por ejemplo, odio especialmente que me pregunten con qué personaje de mis novelas me identifico más. Es un interrogante banal. Por eso contesto:
–Con los adverbios.
Muchos me dicen que El Nombre de la Rosa es una novela pesada. Puede ser: escribí las muy densas cien primeras páginas como un test contra los estúpidos. El que supera esas cien páginas, merece leerla"

Umberto Eco
Umberto Eco

Jorge Edwards, 2000

"Es cierto. Me echaron Fidel Castro y Pinochet. Por eso escribí Persona Non Grata, una crónica de mis días como diplomático en La Habana. El libro estaba listo antes del golpe de estado de Pinochet, pero lo frené. No podía hablar de la represión en Cuba… mientras en Chile se mataba y se quemaban libros. Le agregué un epílogo, una especie de elemento equilibrador. Pero eso no convenció a Castro ni a Pinochet. Ambos se parecen en el espíritu autoritario, claro. Pero hay una diferencia fundamental que explica muchas cosas: Fidel maneja muy bien el mundo de los medios –es totalmente mediático–, y Pinochet es, al respecto, un bruto total. Odia a la prensa, cree que todos los medios son comunistas –¡hasta el New York Times!–, y en las entrevistas no hablaba: ladraba".

"Los Edwards… El primero fue Jorge, un inglés que llegó a Chile en 1806 y en un barco posiblemente contrabandista. Era médico, y fue cirujano en el ejército de San Martín y O´Higgins. En la otra punta está Joaquín, el inútil de la familia: escritor, heredó una fortuna, la quemó en todos los casinos del mundo, y murió en un barrio pobre de gente venida a menos. Y el segundo inútil… ¡seguramente soy yo! ¡También soy escritor! Llegué a la diplomacia por error. Creí que ese oficio me dejaría mucho tiempo libre para escribir, y me pasé media vida en oficinas, cócteles y aeropuertos. Mientras los escritores del boom latinoamericano iban a congresos literarios… ¡yo acompañaba a los políticos a comprar calcetines!" Pero no ser parte del boom, de aquella moda, no me perjudicó. Porque creo que el boom empezó mucho antes de lo que creen. Empezó, para mí, con El Aleph… (Borges es un escritor colosal. También con El Señor Presidente, de Miguel Angel Asturias. Con la incomparable Pedro Páramo, de Juan Rulfo. Con algunos cuentos de Cortázar. Con La Casa Verde, de Mario Vargas Llosa. Con El Coronel no tiene quien le escriba, de Gabriel García Márquez… Tal vez empezar tarde impidió mi decrepitud literaria… De Chile espero que recupere su gran libertad y su sentido del humor, y que vuelva lo mejor de su cultura. ¿Y de la Argentina? No sé… Es un país muy misterioso. Lo tiene todo, y sin embargo, cada vez que vengo, está en crisis. No entiendo…"

Jorge Edwards
Jorge Edwards

Carlos Fuentes, 2004

"Nadie se imagina cuánto le debo a Buenos Aires. En 1944, a mis dieciséis años, traído por el trabajo de mi padre, me instalé en una ciudad tan deslumbrante como inolvidable. La calle Lavalle y sus cines, casi uno junto al otro. Las películas y las estrellas argentinas de ese tiempo. Las letras de tango: a veces, alta fuente poética. La orquesta de Aníbal Troilo, que agoté noche a noche. La librería El Ateneo, donde descubrí a Lugones, a Borges, a Bioy Casares, a Pepe Bianco, a Ricardo Güiraldes… Mi padre quiso inscribirme en una escuela, pero me negué porque el ministro de Educación, un tal Gustavo Martínez Zuviría, que firmaba sus novelas como Hugo Wast, era nazi, fascista y antisemita: todo lo que odio. Liberado de la escuela, fui libre y feliz. Aprendí algunos pasos de tango, viví mucho y dormí poco, ¡y descubrí el sexo!"

"Eso, sin contar que a los diez años, gracias a Sopena, una editorial argentina, leí en mi México el más grande de todos los libros: el Quijote. Me atrevo a jurar que mi temporada en Buenos Aires me convenció de que en esta ciudad –este país– estaban los mejores escritores del siglo veinte, y dos de las más grandes obras del siglo diecinueve: Facundo y el Martín Fierro. ¿Comprende, amigo, por que jamás puedo olvidar a Buenos Aires, la ciudad de mis ritos de iniciación? ¿Por qué jamás olvidaré a Cortázar, que para mí fue el Simón Bolívar de la literatura, el hombre que nos liberó de todas nuestras ataduras estéticas y formales y que, como dice Gabo García Márquez, fue el argentino que se hizo querer por todos?
Créame, amigo: mucho escribí y mucho mundo anduve, pero su ciudad y su país fueron una aventura que no cambiaría por nada del mundo"

(N. de la R.: esta curiosa entrevista monotemática fue elegida y guiada de ese modo por Fuentes, acaso el más universal de los escritores mexicanos. Fue hecha en el Hotel Alvear el 11 de noviembre de 2004, día en que cumplía 76 años. Prefirió la nostalgia feliz a cualquier pregunta. Y en el día de su cumpleaños, al hombre que ganó los premios Cervantes, Rómulo Gallegos y Príncipe de Asturias, no era justo negarle ese regalo")

Carlos Fuentes (Vittorio Zunino Celotto/Getty
Carlos Fuentes (Vittorio Zunino Celotto/Getty Images)
 

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