¿Hacia dónde va el mercado del arte? Ya en 1936, Walter Benjamin hablaba de la obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica. Su pregunta era concreta: ¿cambia el arte con la invención de la fotografía dado que una obra puede ser reproducida cuantas veces quiera y ya no es necesario, para conocerla, asistir al museo? La respuesta también: lo que posibilita es que el arte abandone su valor de culto y se expanda entre las masas, pudiendo ser consumido por cualquiera. Con internet pasa algo similar o, podría decirse, esto que veía Benjamin, se acelera. El mercado del arte, acostumbrado a tener como epicentro los museos, las galerías o ferias especializadas, afronta una nueva vertiente: comprar y vender de forma online. Muchos artistas tomaron este camino; incluso hay sitios que, curaduría mediante, se ofrecen como vidrieras y facilitan la transacción. ¿Vamos hacia un mundo donde el arte ya no es un objeto VIP?
"Es muy lindo publicar frases tipo 'el arte va a salvar al mundo' pero si a la hora de ponerlo a merced del mundo elegís el camino más entramado, más cifrado, tu aporte es bastante cobarde y cómodo". La que habla es Barb Matata, como se la conoce en las redes y en el mundo del arte a Bárbara Pistoia. Hace 10 años que vende sus obras por internet: collages psicodélicos que mezclan sexualidad, ciencia ficción, astrología y religión. "Mostrarme como artista fue medio una irrupción en mi acomodado mundo de letras y gestión cultural. Entonces recuerdo esas primeras subidas a mi perfil de Facebook muy sueltas y tímidas con un feedback inmediato y muy grande, como una bola de nieve que enseguida trajo pedidos. Como la venta en internet me encontró sin pensarlo y en ese proceso personal me pasaba que no quería vender los originales o no sabía qué valor ponerles, empecé a asesorarme y me parecía disparatado los valores que me sugerían, se ofrecían intermediarios y de esos valores altísimos se quedaban con la mitad ellos. Nada me terminaba de convencer, y esto no es señalar con el dedo sino porque a mí no me interesa para nada el lugar inmaculado del artista, lo pretencioso, quería algo más 'mano a mano'. Si la gente me escribe porque quiere algo que hago, que la gente lo tenga, que lo pueda pagar y que sea fácil y cómodo para ellos, pero también para mí", cuenta a Infobae.
"El mercado del arte es mucho más complejo que cualquier mercado, es muy volátil", dice Polina Ivanova, que llegó a los 11 a la Argentina -nació en Kirguistán, un país de la ex Unión Soviética- y hoy se destaca como artista entre el acrílico y las cintas con surrealismo figurativo. "En el mercado argentino todo lo que es galería te cobran. Yo vengo del mundo publicitario donde si invierto plata en algo quiero saber la retribución con un cálculo fijo. El planteo de muchos galeristas era que si estaba en galería ya debía estar contenta", le dice a Infobae. Desde hace años, se lanzó a vender en internet: "Como tenía conocimiento en lo que es digital, me armé mi página de Facebook, mi página web, hice trabajo de prensa y las obras se terminaron viralizando, la gente empezó a responder y los galeristas se empezaron a acercar solos. El primer contacto es por internet, pero igual la decisión final es cuando uno ve la obra en vivo. Los coleccionistas sí compran a través de galerías y asesores que les dicen 'comprá éste y ésto'. Además, como artista, las galerías te ofrecen la representación, es todo un combo".
Diderot es un sitio donde se compra y vende arte. Los artistas muestran sus obras, los interesados pueden obtenerlas. Lucrecia Cornejo es su directora (junto con Angie Braun, bajo la curaduría de Estefania Jaugust) y, en diálogo con Infobae, explica que "la idea surgió por una inquietud genuina de ampliar la visibilidad de los artistas de todo el país, y creer que la tecnología podía ser la herramienta adecuada para poder expandir el alcance. También por considerar que todas las industrias estarán transversalmente cruzadas por la tecnología, tarde o temprano". Para ella, en Argentina aún no está instalado, a diferencia de muchos países, "el negocio de venta de arte online". Su inquietud nació de sus dos pasiones, el marketing y el arte, y de una convicción: "Este proyecto viene a juntar dos puntas, artistas talentosos de escasa visibilidad, con personas que pueden estar interesadas en la obra de estos artistas si tan solo tuviesen acceso a descubrirla. Creemos que existe una audiencia que es capaz de abrirse al arte si el abre se abre a ellos. Porque uno puede comprar arte contemporáneo de excelentes artistas a un precio en términos relativos accesible que va desde los $3.000 hasta los $150.000, incluso en doce cuotas sin interés. Simplemente hay que ponerlo al alcance y dar a conocer a los artistas. Cambiar la dinámica en la cual la gente tiene que acercarse al museo o a la galería, y que el arte sea quien se acerque a la gente."
Por su parte, Puntovero es otro portal de compra y venta de arte y acaba de cumplir cuatro años. Fernando del Valle es socio-fundador de Puntovero y, si bien su formación es comercial (es licenciado en Administración de Empresas), le resultó complementaria. Tanto Del Valle como su socio, Mario Faraone, tienen hermanas artistas, ambas de nombre Verónica; así surgió el nombre del portal y sus obras estuvieron entre las originarias del proyecto. "La gente se está animando a comprar arte -le comenta a Infobae– y es cada vez más fuerte la tendencia a comprar online. Fuimos aprendiendo que la gente no sólo compra arte para coleccionar sino que también lo hace para decorar su casa u oficina, regalar algo original o porque tan sólo se enamoró de la obra. Resulta importante también el proceso de selección que realizamos para evaluar la calidad y el potencial de los artistas. La propuesta es mostrarle al cliente que puede comprar algo único y original a un buen precio, como una opción alternativa a comprar una lámina en un shopping a un precio parecido."
Santiago Azcuy tiene 27 años y usa Red Art, otro sitio donde el artista puede mostrar y vender su obra. No sólo hace cuadros abstractos y decorativos -"más comercial", dice-, también tiene su obra "personal" que es lo figurativo. "Expuse en varios lugares pero en la tienda online la persona hace click desde la casa y listo. En cambio, cuando la gente va a la galería, no siempre está en plan de comprar. Siempre es mejor ver la obra de arte en vivo, porque tiene otro impacto, por el tamaño y el trazo. En las fotos de la web, por más que salen excelentes, no se ve bien la obra; requiere de una visión personal", le dice a Infobae y agrega que la venta online "te da cierta independencia y la gente puede ver tu laburo de 50 obras en 10 minutos. Además te da la posibilidad de trabajar en tu casa, te la puede comprar alguien en China, se lo mandás y capaz hiciste un negocio desde la cama. En la galería la persona tiene que ir, le tiene que gustar, tiene que tener la plata; es distinto. Hay muchas galerías tradicionales que están cerrando porque no está habiendo tanto movida más allá de la Noche de los Museos o eventos convocantes. También los precios que se manejan son muy relativos."
Para Adrián Martínez Bojko -sus cuadros combinan textura, relieve y colores- "la venta de internet, por el momento, está siendo bastante pobre. Porque me parece que es un momento complejo, ¿para qué entrar en cuestiones políticas? No me parece que sea un momento fluido ni generoso, está todo medio difícil. A los artistas plásticos que conozco les pasa lo mismo. La plataforma digital, de todos modos, me parece interesante y práctica". Vivió durante 11 años en Uruguay, cerca de Punta del Este. Allí tenía su taller abierto al público y una clientela que lo iba a ver, con la que no perdió contacto. Ya en Buenos Aires, hace 3 años que decidió empezar a surfear el océano virtual. Su idea es que el público no llega solo, que hay que ir a buscarlo. "Ahora voy a participar en una feria en Pilar pero en general yo me muevo independiente. Ahora tengo obra en la galería Enso en Recoleta. También trabajo con una galería en Palma de Mallorca, en España, voy a hacer una muestra en dos meses. Pero me muevo, trato de moverme, porque el mercado de Argentina y Buenos Aires es muy pequeño. En general me muevo de manera directa: viajo bastante y dejo obras en diferentes galerías y ferias. Acá hay pocas ferias; está la de San Isidro, está ArteBA que es más de galeristas que de artistas", dice en diálogo con Infobae, y concuerda con la postura de Azcuy: "Acá las galerías no están moviendo mucho".
Pero, ¿choca este método de exposición y venta de arte con los espacios tradicionales como las galerías? No para Cornejo de Diderot, que se muestra conciliadora: "Somos muy respetuosos y valoramos el trabajo de todos los actores del mercado de arte, ferias, galerías y museos. Hacen un gran trabajo. Nuestro proyecto viene a sumar y complementar la escena actual. Pretende llegar a una nueva audiencia y expandir el mercado de quienes compran arte hoy, lo vemos como un beneficio para todos". "Con los galeristas tradicionales no tenemos mucha relación -dice Del Valle-, en pocos casos con los que hablamos encontramos resistencia. Por nuestra parte creemos que podemos convivir porque, en definitiva, todos queremos de una forma u otra ayudar al desarrollo del arte. En el circuito tradicional, de a poco nos van conociendo y la mayoría se entusiasma con el proyecto. Al principio veían muy lejana la idea de que alguien compre una obra sin verla personalmente, pero el tiempo y la experiencia nos van demostrando que es posible."
Para Barb Matata "son dos escenarios absolutamente diferentes porque apuntan a sectores y objetivos diferentes en cuanto a la difusión y alcance de la obra. Pero a la vez también conviven y se pueden retroalimentar, aunque claramente esto depende de la visión del galerista, pero sobre todo del artista, que es en definitiva quien decide qué hacer con su obra, donde llevarla, a quién dársela para que haga lo propio. A mí me aburre bastante, me resulta demodé que todavía haya resguardos en cuanto a la difusión de obra en internet y al elitismo de sus presentaciones, siendo en definitiva la manera de vender otra cara más en un ámbito, como todo ámbito cultural, que peca mucho de careta. Los precios surreales a la vez responden a que se dividen por partes iguales con la galería y hay un mercado atrás que lo agita. Entonces la pregunta es qué querés vos con tu obra, dónde y a quién querés llegar. Por suerte también hay muchas galerías que están absolutamente conscientes del presente y los medios que se tienen, y lo mejor, conscientes del lugar que pueden articular tanto para artistas como para públicos."
¿Qué va a suceder con el mercado del arte? ¿Hacia dónde va esta conjunción de individuación e independencia pero también con algunos toques de orfandad? Ivanova no se alarma: "Creo que de algún modo se va a estandarizar, y unificar, y se va a perfeccionar el manejo de todo eso". Si el mercado se cierra, un poco por endogamia, otro poco por las vicisitudes de la realidad económica, ¿dónde están las ventanas que se abren? De alguna manera, internet aparece como una posibilidad. Tal como pensaba Benjamin y la función social del arte, sacarlo del lugar cómodo de los especialistas, de los millonarios, de los coleccionistas, para que pueda atravesar fronteras de clase y prejuicios. Para que cualquier living pueda contar con una obra original a un precio accesible. Para que las vanguardias estéticas y las reflexiones filosóficas que se esconden detrás de las obras puedan ser percibidas por todos y por cualquiera. En este escenario, lo tradicional y lo digital pueden convivir; que suceda dependerá de no hacer del arte un objeto VIP.
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