Kassel, Alemania. Enviada Especial. Luego de contemplarla un largo rato de pie, dos monjes budistas se sientan en el césped y a la sombra, justo enfrente de la imponente construcción que hoy concentra la atención de cualquiera que circule por la Friedrichplatz, de Kassel. Allí, sentados con las piernas entrecruzadas, siguen observando la obra, como hipnotizados. Mientras esto sucede, prácticamente no hay paseante que no enfoque hacia allí su celular al tiempo que fotógrafos y cámaras de todo el mundo apuntan hacia la estructura metálica de 70 metros de largo, 30 de ancho y 19 de alto, integrada por 48 columnas que albergarán 100 mil ejemplares de libros (aún faltan completar algunas), aunque no de cualquier libro, sino de aquellos que fueron censurados en algún momento de la historia. El Partenón de libros prohibidos que poco a poco toma la forma ideada por la artista argentina Marta Minujín, no es solo imponente: es dramático, original y cuando se entiende un poco hacia dónde apunta su creadora, curiosamente es optimista. Es, también y sobre todo, la estrella de esta nueva edición, la número 14 de la gran muestra de arte contemporáneo Documenta que será inaugurada oficialmente el sábado 10 de junio.
A los costados de la plaza, sentados en barcitos que disponen de mesas al aire libre en una primavera de sol tímido, es posible distinguir a artistas y expertos que ya comenzaron a llenar los hoteles de esta ciudad de poco más de 200 mil habitantes, ubicada en el centro de Alemania, perteneciente al estado de Hesse, y que desde 1955 alberga Documenta, la muestra que marca el pulso del arte de hoy y que se realiza cada cinco años.
A poco de conocerla, se percibe cómo la ciudad entera muestra la huella de las anteriores ediciones de Documenta ya que muchas de las obras que originalmente se plantearon como temporarias, terminaron encontrando aquí un lugar definitivo. No será ese el caso del Partenón de Minujín, una artista para quien lo efímero es una filosofía: ya se sabe que su deseo es que al finalizar la exhibición (Documenta se extiende hasta el 17 de septiembre), cuando la instalación se desarme todos estos libros que hoy están protegidos por bolsas plásticas e impermeables para evitar que se dañen, sean distribuidos en refugios de migrantes y bibliotecas públicas de toda Europa, una decisión que cierra el círculo abierto con la idea de mostrar lo que otros quisieron hacer desaparecer.
Todos los libros que integran el Partenón fueron donados por ciudadanos de la Argentina pero también de Alemania, Estados Unidos, Reino Unido, Francia, España, a partir de una campaña importante que se armó con vistas a lo que sería esta edición de Documenta. Desde nuestro país llegaron seis mil ejemplares, entre donaciones de particulares de algunas editoriales. En su mayoría son títulos que fueron prohibidos por la última dictadura.
La obra de Marta Minujín que se exhibe en Kassel (aunque aún el público no puede acercarse mientras termina el montaje) tiene un antecedente importante y que seguramente muchos recuerdan, ya que hubo una primera versión más modesta (de sólo 20 mil ejemplares de libros) que se exhibió en 1983 durante tres semanas en la avenida 9 de Julio, al regreso de la democracia. Ese Partenón era símbolo político y parte de una felicidad colectiva por el fin de la dictadura. Esta vez, la artista conceptual de quien hoy hablan en todo el mundo se propone recordar puntualmente que sin libros no hay democracia, en momentos en que en diferentes puntos del planeta el sistema cruje y no se vislumbra una salida tranquilizadora a la vista.
También hay un antecedente poderoso en esta misma plaza en la que hoy se exhiben libros que alguna vez no pudieron leerse en libertad y es que fue aquí mismo que el 19 de mayo de 1933 los nazis quemaron unos dos mil ejemplares de libros considerados "decadentes" y "degenerados". Asistieron a esa quema unas 30 mil personas. Por entonces, vivían en esta ciudad unos 2000 judíos: no es necesario añadir las razones por las cuales esa población no sólo no creció sino que fue exterminada en los años que siguieron.
La quema de libros en Kassel ocurrió días después de una quema masiva de libros considerados cuyos autores generalmente eran judíos, marxistas o pacifistas de diferente signo, en el marco de la campaña motorizada por jóvenes universitarios hitleristas llamada "Acción contra el espíritu anti alemán" y que se llevó a cabo en decenas de ciudades del país.
El arte aparece cada vez más ligado a cuestiones políticas y económicas y las lecturas de las obras se hacen en esa misma clave, como si el arte contemporáneo hoy fuera una manera de comunicar y amplificar noticias y gestos que repercuten en todo el mundo a través de la estética y de las diferentes ideas de belleza. Minujín tiene una larga historia en ese sentido. Recientemente en arteBa se pudo ver el video de Pago de la deuda griega a Alemania con olivas y arte, la instalación que la argentina acaba de presentar en Atenas en la que se la ve a ella y a una doble de la alemana Angela Merkel "negociando" la deuda, en una suerte de remake de aquel "pago de la deuda argentina" que hizo con Andy Warhol en el 85, cuando pagaba con choclos en lugar de aceitunas.
"La censura, la persecución de escritores y la prohibición de sus textos motivadas por intereses políticos y el intento de influir en nuestro pensamiento, nuestras ideas y nuestros cuerpos, están nuevamente extendidos en el mundo. El Partenón de libros marca un ejemplo contra la violencia, la discriminación y la intolerancia": así describió la obra de Minujín el polaco Adam Szymczyk (1970), director artístico de Documenta.
Es bueno recordar que para controlar el pensamiento del otro se necesita también regular sus lecturas y toda clase de contenidos que estén a su alcance: así funcionan los autoritarismos. Desafortunadamente no se trata de un recuerdo histórico de mal gusto sino que sigue siendo una práctica de algunos gobiernos contemporáneos.
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