Edi Zunino: "Tenemos que mirarnos de frente y reconocer que somos un fracaso, y entender por qué"

El director de la revista “Noticias”, panelista de “Animales Sueltos” y conductor de “En el barro” habló con Infobae sobre su primera novela, “Locos de amor, odio y fracaso”, que tiende hilos con la realidad local y la actualidad política. “La Argentina es una novela negra”, sostiene

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La vida de un periodista televisivo es apurada. Más aún si a la participación diaria de Animales Sueltos y la conducción de En el barro por Canal Metro se le suma dirigir la revista Noticias, el resultado puede asustar. Edi Zunino teclea su teléfono con ambas manos; luego pide disculpas y saluda con un apretón de manos amigable, rompiendo la barrera que impone su status de celebridad. Lleva un saco impecable, corbata a cuadros y barba prolija. Se sienta en la butaca donde apuntan las cámaras y no pierde demasiado tiempo en inspeccionar el anaranjado estudio con la mirada: su serenidad parece contrastar con su profesión.

"La literatura no sirve para nada si no nos plantea aunque sea un pedacito de los conflictos que nos plantea la realidad. Hasta lo más pasatista y entretenido o loco nos deja algo para pensar el hoy", suelta en medio de una charla distendida que tiene como propósito hablar de su primera novela: Locos de amor, odio y fracaso, editada por Planeta hace apenas unos días. Anselmo "Mito" Valdivia es el protagonista, un periodista astuto y detestable que juega al equilibrista en un país demasiado parecido al nuestro -a la Argentina de este lado de la realidad- donde El Procurador, que estaba a punto de presentar evidencia que condenaría a La Jefa, muere repentinamente sin saber si se suicidó o lo mataron. A su vez, la era de Ojo de Águila de La Jefa abrió paso a "una especie de republicanismo fútil, de baja intensidad" de El Ingeniero, el nuevo mandatario.

¿Qué tiene para decirle al presente este libro de ficción que en sus 371 páginas recorre algunos de los tantos dilemas morales de la Argentina? Sobre estas cuestiones, Zunino se sentó a charlar con Infobae. Mientras sus ojos celestes buscaban algún punto de concentración en las paredes del set, sus palabras salían lentas pero efectivas, intentando explicar por qué este país se debate entre el optimismo torpe y la mala leche.

– ¿Cómo surgió la idea de esta novela?

– Fue surgiendo en los últimos años de la Argentina. Un poco está mi propia herejía para ingresar al terreno de la ficción. Y por otro lado, está la Argentina. La gran responsable de que me haya tirado a la ficción es la Argentina, un país donde la realidad supera la ficción. Y como periodista, tratar de ver si la ficción ayuda a la realidad, porque hay cosas bastante similares a casos muy conocidos de los últimos años en el país, muchos de ellos sin solución. A ver si aportamos algo…

– Hay un fuerte cruce entre ficción y realidad, ¿te produce algún resquemor?

– La ficción se nos mete en la realidad y la realidad se nos mete en la ficción todo el tiempo. Vivimos en un país hecho de relatos y donde vale más lo que uno cree que lo que exactamente sucedió; donde los bolsos con guita vuelan por arriba de los tapiales de los conventos de monjitas, y de esos mismos conventos salen traffics con vírgenes que suben y bajan por un agujero en el techo y debajo de la vírgen se guarda plata para pasarla por la frontera; donde tenemos muertes misteriosas que no se resuelven, y espías y contraespías y jefes de esos espías y todos espiándonos todo el tiempo. La realidad argentina parece construida con técnicas de la ficción. Y uno como periodista tiene mucha información que en casos tan delicados sería muy temeraria darla por hecha, incluso en potencial. Y la ficción también ayuda para pensar, porque yo creo que la experiencia, el punto de vista, la manera de mirar, la acumulación de casos en la cabeza de uno y esa manera de analizar la realidad en base a la experiencia también es una herramienta para llegar a la información, y la ficción te permite volar con eso pero sin apartarse tanto de la realidad.

La ficción se nos mete en la realidad y la realidad se nos mete en la ficción todo el tiempo. Vivimos en un país hecho de relatos y donde vale más lo que uno cree que lo que exactamente sucedió

– Hay una mirada irónica desde los personajes, ¿cómo fue esa construcción?

– Casi todos los personajes de Locos… tienen algo que ver con la realidad, surgen de algún personaje real, alguien que habló conmigo y me contó cosas, que en algún momento contó algo que venía bien a la novela, personajes de la actualidad que en alguna deformación terminan siendo personajes del libro. Y yo creo que en una historia donde hay todo esto: tanto apasionamiento, una violencia explícita, muertes irresueltas, donde hay una juventud que irrumpe a la militancia y otra generación que todavía sigue influyendo en la actualidad, un desencuentro permanente entre todos los protagonistas, donde hay espionaje… no te puedo componer otra cosa que un thriller político o una novela negra. La Argentina es una novela negra.

– Sobre todo, es una novela muy actual…

– En los últimos tres años transcurre Locos… Empieza en 2013 y termina hoy, cuando cada cual agarre el libro va a estar terminando en ese hoy, porque lamentablemente en nuestro país los dramas, las incógnitas y las causas judiciales se extienden tanto en el tiempo que siempre son actualidad y siempre son hoy. El protagonista es un periodista, que no soy yo aunque mucho de mí tendrá, pero es muchos otros: es Lanata, es Leuco, es Daniel Hadad, es Luis Majul, es Jorge Fernández Díaz. El protagonista es el periodismo en crisis, en crisis de identidad, en crisis de credibilidad y en crisis generacional porque es un cincuentón al que le pasan un montón de cosas en su vida privada y tiene sus tormentos y sus propias deudas y su propia maldad, porque no hay buenos en esta novela, ni siquiera el protagonista que tiene su parte entrañable y su parte abominable. Y los periodistas, lo voy a decir en la primera persona del plural, también tenemos nuestra parte abominable.

Los periodistas también tenemos nuestra parte abominable

– Se suele analizar la realidad en términos de buenos y malos y la novela parece ir un poco en contra de esa mirada…

– Hay buenos malísimos queribles y hay buenos buenísimos deplorables. Creo que está claro quiénes son los buenos y quiénes son los malos pero hay muchas zonas de confusión entre la bondad y la maldad porque yo pienso que la realidad no se divide así, no es entre buenos y malos. La realidad no es entre la razón y la sin razón, la realidad es algo muy complejo. Podríamos discutir años enteros… bueno, lo estamos discutiendo desde que nos sabemos comunicar: qué es la realidad desde un punto de vista filosófico, qué es la verdad. Pero también en esta novela hay una visión que tiene que ver con la verdad de los hechos, de la cual la política, los discursos de la política y los discursos del poder suelen apartarse. Nos han puesto a los periodistas ante la tentación permanente de apartarnos de la verdad de los hechos para asimilarlos a la razón de alguno de los bandos en disputa. Y creo que esta es una de las crisis que surca al periodismo, pero el periodismo no está contado desde un punto de vista teórico ni ontológico o ético sino que está contado a través de una y varias personas que circulan por este oficio y esta profesión que tienen una vida real, yo diría que muy intensa. Y también se enteran, porque también nos enteramos de muchísimas cosas, y también hay muchísimas cosas que no podemos decir ni vamos a decir jamás quién nos las contó. Y hay muchísimas cosas que no podemos decir taxativamente porque no nos consta, y ahí aparece la ficción como un vehículo que ojalá sea iluminador. Pero bueno, a lo mejor uno es demasiado ambicioso y ególatra con el producto de su trabajo, porque este libro es trabajo: es una novela periodística donde hay investigación para llegar a algunas conclusiones.

– ¿Cómo fue el proceso de construcción de la novela?

– A la hora de escribir ficción o periodismo, el trabajo es técnicamente el mismo, porque uno escribe. Pero el periodista está acostumbrado, formateado y adiestrado a trabajar siempre con documentos. Hablo del periodista de investigación, el periodista de largo aliento en su trabajo. Estás muy atado al papel, al documento, al testimonio, al off the record. Uno tiene un montón de pasamanos de los cuales irse agarrando para llevarlos en la narración y si uno está en un día o en un tiempo de poca inspiración pero tiene que seguir avanzando en el trabajo, el copy and paste te facilita las cosas y literariamente nadie te va a cuestionar, porque de última es periodismo y lo que importa es la información que está en el documento, aunque tenga errores de tipeo y faltas de ortografía. Lo que importa es decir: "este es el testimonio tal cual uno lo consiguió".

En la ficción eso es distinto. Acá hubo un documento pero hay un momento en que los personajes te empiezan a pedir más y en la ficción tenés libertad de darles más vuelo. Y eso te lleva a una zona que, supongo yo, es muy parecida a la locura, porque estás escribiendo entusiasmadísimo con el desarrollo de un personaje y te empezás a sentir culpable y ajeno porque no fuiste a la fiesta o a la reunión que estabas invitado y debías ir; y si fuiste a la fiesta, en algún momento te ensimismás y te vas a un rincón y te empezás a relacionar con los personajes porque algo de esa propia reunión te disparó algo que no estaba completo de ese personaje. El protagonista de la novela se llama Anselmo Valdivia, le dicen "Mito", y mi relación tuvo momentos bastante confusos porque a ese personaje lo tenés que moldear. Si va a ser el eje de toda la narración tiene que estar bien planteado, bien descrito, bien ubicado, tienen que ser claros sus movimientos, su manera de expresarse. Te empezás a relacionar con una persona que no existe y encima le empezás a reconocer ingredientes de personas que sí existen y creés que conocés, y por ahí tampoco las conocés del todo. Así que es un proceso literalmente alucinante.

Yo creo que esta generación es la de la gran ilusión, pero también es la generación del cambio del mundo

– En un momento se lee que "Mito" Valdivia "había querido cambiar el mundo, de joven. Ahora se conformaba con creer en que algún sentido tendrá". Hay como una mirada desencantada, ¿no?

– Yo creo que ahí hay una mirada generacional. Yo pertenezco a la generación que destrabó su uso de razón con la llegada de la democracia, después de la dictadura. Yo fui colimba en el año de Malvinas, no fui a combatir por suerte porque si no, lo más probable, es que no estaría acá conversando ni presentando una novela ni nada. Yo creo que esta generación es la de la gran ilusión, pero también es la generación del cambio del mundo, de la caída del Muro de Berlín, del estallido de todos los paradigmas del siglo XX, de la crisis de identidad y del posmodernismo hasta llegar ahora, a esto que estamos llamando la posverdad, que también es crítico y muy confuso ser periodista, tener que obsesionarse con la verdad en relación a los hechos, no con la verdad filosófica, pero que todo sea cuestionable y que no importe tanto esa verdad como "¿de qué lado estás?" o "¿cuál es el punto de vista?" o la de la opinión, que aunque no sepas nada de lo que pasó estás opinando. Lo que termina importando es más el interés del que gana que el interés común de todos, aún habiendo ganadores y perdedores y conflictos y contradicciones. Yo no le llamaría desencanto, yo le llamaría descripción de una generación que pasó por todas estas cosas. Yo creo que todavía no nos dimos cuenta pero somos una generación que está en lugares expectantes. El Presidente es de mi generación. El dueño de este medio es de mi generación. Estamos en lugares de influencia, si se quiere, pero tenemos estas roturas de cabeza porque 25, 30 años en la historia no son nada, y eso te envuelve y te va llevando y te convierte en el lastre de este río que es esta etapa que te tocó vivir. Yo no diría desencanto, yo diría que es una búsqueda por entender por qué estamos tan confundidos.

– ¿Y cómo creés que lo leerán los chicos que hoy tienen 15 o 20 años?

– Ojalá lo lean los jóvenes, porque tiene un homenaje a ellos. Yo soy alguien que los que pueden haberme leído o escuchado públicamente saben que si hay algo que me entusiasmó en la última década fue la vuelta de la juventud a la participación política y social de un modo muy autodefensivo, de la salida traumática del 2001 y de la crisis aquella tan terrible donde tanta gente sufrió tanto y se cayó de su nivel social. Así que espero que lo puedan leer porque habla de la irrupción de esta juventud, de los nuevos métodos de comunicación y participación, de redes sociales, militancia, etcétera. Pero no esperen que sea una visión edulcorada y acrítica de darle la razón a la juventud sólo por ser jóvenes, o de pensar que los jóvenes sólo por ser jóvenes son lo nuevo. Yo creo que no. Hay algo que sí es inevitable: en manos de la juventud está el futuro, eso va a ser necesaria y obligatoriamente así. Hay una reflexión sobre la juventud, sobre mi propia juventud, porque mi generación participó mucho en política y tuvo mucho que ver con la entrada a esta era democrática. Y seguramente ha tenido mucho que ver con esta etapa de fracaso nacional, entre comillas, que es otra de las grandes obsesiones de "Mito" Valdivia, el protagonista de Locos…

Tenemos que mirarnos de frente y reconocer que somos un fracaso, y entender por qué

– Hay mucho de macrismo y kirchnerismo metidos en la novela, envueltos en la ficción. ¿Cómo creés que leerá esta novela la dirigencia política?

– Sí, de alguna manera el macrismo y el kirchnerismo son protagonistas de esta novela. Insisto: está basada en la realidad aunque quien quiera ver aquí los hechos de la realidad que corra por su exclusiva responsabilidad. No sé cómo la dirigencia política podrá leer esta novela si es que la lee. Yo esperaría que lean con honestidad, predispuestos a entretenerse pero también a mirarse en el espejo. El protagonista se mira mucho y habla mucho con el espejo. Y si la ficción pudiera ayudar a encontrar maneras de reflexión, posturas, no verdades reveladas ni absolutas, yo creo que tenemos que mirarnos de frente y reconocer que somos un fracaso, y entender por qué. Buscar la verdadera razón de por qué, y no asustarnos de eso. Porque venimos de una cultura de tratar de salir de los escombros exitosos y que "a nosotros en todo nos va bien", y la verdad que no nos va bien. Y lo que nunca hicimos hasta ahora es ponernos a pensar cómo hacemos este camino. Después usémoslo para pelearnos y discutir, pero este camino es un país. Hay que mirar experiencias de afuera, hay que mirar la propia experiencia de adentro, hay que mirarnos en el hoy, hay que mirar nuestras ambiciones, nuestras burradas, nuestra falta de talento. Pero bueno, tampoco la novela tiene la ambición de cambiar el mundo, sólo tratar de entender mejor en qué mundo estamos parados.

 

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