1-¿Existen niños lectores y niños que no lo sean?
– Todos los niños son lectores potenciales, todo es promesa y posibilidad en la infancia. Lo que es seguro es que no existe el niño que diga "no, gracias, no me leas un cuento" al ofrecérselo. A lo sumo pedirá esperar a que termine su serie o su juego, pero se entregará con gusto a esa lectura amorosa. Y leer con ellos es lo mejor que podemos hacer para despertar esos lectores en ciernes.
2-¿Cómo se construye la identidad lectora? ¿Es un hábito más?
-A mí no me gusta la palabra hábito porque se puede interpretar como algo que hacemos casi sin pensar, en forma mecánica, sin involucrarnos. Y vaya si pensamos al leer; atravesar esa experiencia es algo que decidimos muy conscientemente cada vez. La identidad lectora se construye habilitando muchas y diversas ocasiones para que el niño pueda, de entre tantos mundos literarios, informativos, poéticos, de imágenes (como son los universos del libro silencioso o del libro álbum) elegir qué es lo que prefiere, eso de lo que puede apropiarse para sentir con orgullo identitario "soy un lector". La lectura construye subjetividad, lo que leemos se vuelve parte esencial de lo que somos.
3- ¿Por qué hay niños más lectores que otros?
-Por lo mismo que hay niños que prefieren la música o los deportes. Dos cosas son seguras: la primera, nadie ama lo que no conoce, así que es responsabilidad de los adultos mostrarles el mundo del libro, la experiencia de la lectura. Eso no se hace leyendo una vez, sino muchas; en lo posible, todos los días. No para crear un "hábito", sino para dar oportunidades múltiples de encontrar ese cuento, ese poema que en lo sucesivo el niño ya no podrá olvidar, esa dicha o esa emoción a la que deseará volver. La segunda, si los niños no conviven en un entorno que valora a los lectores, sino que los tilda de raros, donde los libros y la lectura son parte de la vida cotidiana, de las conversaciones, no se sostienen en la práctica, así que uno de nuestros trabajos es crear y acompañar comunidades lectoras. Por último, no subestimar el valor de la ternura y el afecto asociadas a ese momento íntimo que es el de la lectura al costado de la cama, sobre el césped o en el aula a puertas cerradas. Esa huella afectiva asociada al cuento, al poema, persiste, tiene un enorme poder.
4- ¿Un simple libro puede activar ese hábito o es necesaria una "animación" más intensa?
-A veces un solo verso puede provocar el deseo de leer más. Y sí, eso se hace con libros. Todo lo demás -teatralizaciones, disfraces, "fiestas" de lectura, ferias, oscuridad para leer cuentos de terror, narraciones de memoria y con ademanes, análisis retóricos, "guías", un dibujo después del cuento, musicalización de poemas, ilustrar con videoarte– es añadidura, generalmente contraproducente por inane y por obligatoria. Pensar que para entusiasmar con la lectura hace falta algo más que leer es no confiar en lo que la literatura y los libros suscitan. El mensaje que damos en realidad es que no son suficientemente entretenidos". Tampoco es buena idea pedir "trabajos". Imaginemos un cine que no permite al público salir de la sala hasta que cada espectador haya inventado un nuevo final para la película: quitaría las ganas de volver, ¿verdad? Eso se suele hacer en la escuela con los cuentos o las novelas. Lo mejor que podemos hacer para fomentar la lectura, además de leer, es dialogar sobre lo leído, persistir en el clima poético que ha generado, proponer itinerarios para seguir leyendo. Y a veces ni eso, es preciso respetar el silencio que provocan ciertos textos, el tiempo que requiere procesar lo que conmueve.
5- ¿Cómo ve la realidad lectora en los niños y en los jóvenes? ¿Leen más, menos o igual que lo que leíamos antes?
-Medir y comparar masas de lectores es faena estadística, no está en el ojo de nadie y no sé si es muy conducente salvo para gestionar políticas públicas. Como siempre, la cofradía de los lectores es minoritaria, pero también es verdad que hay condiciones de posibilidad para expandir la práctica. Quienes tienen acceso leen mucho en pantalla, en el marco de experiencias en las cuales la lectura suele ser una parte importante (todo lo que es narrativa transmedia: ven la película o la serie, juegan al juego virtual, compran la memorabilia y leen el libro, lo fotografían, comparten su opinión en las redes). Es posible acompañar y ofrecer alternativas para que esos lectores evolucionen, puentes para que pasen de esas lecturas a los clásicos, contemporáneos o no. También es verdad que en las escuelas hoy se cuenta con materiales de excepcional calidad distribuidos en los últimos años, así que donde haya docentes con iniciativa y formación, la mediación en el ámbito escolar tiene mejores posibilidades que, digamos, en los 90, cuando la gran barrera por sortear era la falta de libros. Como siempre, los niños nacidos en hogares donde la cultura escrita no es parte de la vida cotidiana, donde los adultos no se ocupan o no pueden comprar libros para iniciar una biblioteca personal en el cuarto infantil, son los que más necesitan de ese trabajo de las maestras en la escuela.
6-¿Qué es ser animador, fomentador o activador de lectura? ¿Está ligado a la educación?
-La palabra "animación" tampoco termina de convencerme, me recuerda a las fiestas de cumpleaños infantiles y las asocio con sus gritos entusiastas. La lectura requiere cierta calma, ningún truco. Los mediadores naturales son siempre lectores. Los recursos son los buenos textos, en todas sus variedades y soportes y, el más escaso de todos: el tiempo. Es increíble lo que cuesta apartar momentos para leer con los niños en el hogar, en la escuela. No tanto por esa excusa tan mentada: la "falta" de tiempo, sino porque implica una disposición, un cambio de ritmo, una presencia absoluta. En la escuela, además, requiere "permisos", tanto los funcionarios como las familias tienden a considerar que si un docente pasa tiempo compartiendo lecturas entonces "no hizo nada". Es preciso volver a confiar en la lectura como acto pedagógico en sí. La recomendación es que haya cada día un momento para leer tanto en la casa como en el aula, a veces en forma compartida, a veces de manera autónoma, para conversar sobre lo leído.
7-¿Qué otras políticas ayudarían a fomentar la lectura?
– En principio debería revertirse el vaciamiento del Plan Nacional de Lectura, que puede no haber sido perfecto, pero existía y consistía en líneas de trabajo concretas, como la formación de docentes y bibliotecarios mediadores, la organización de encuentros entre estudiantes y autores de todas las edades y en todo el territorio nacional, la edición de textos en tiradas de millones de ejemplares que el mercado no produce. Deberíamos volver a tener datos sobre lectura, es decir, encargar una encuesta nacional periódicamente y sería deseable que se retome la renovación de acervos bibliográficos integrales para las bibliotecas escolares. No se educa sólo con "libros de texto". Es impresionante la lista de políticas públicas de lectura que han sido vaciadas o discontinuadas.
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