SANTA FE. Enviado especial. "Con esta reunión se cierra el primer período de la crítica saereana", anunció Beatriz Sarlo. Lo dijo durante la última mesa del coloquio que se llevó adelante para abordar la obra del autor de Cicatrices y El entenado y que se realizó en el hotel de UNL/ATE, una torre gigante que vigila el río en medio de un clima –no podía ser de otra manera–lluvioso, como una Miami triste, realista, sin el optimismo vacuo del Norte, verde, húmeda, saereana. ¿A qué se refería Sarlo con este punto de quiebre, con este cierre que se inaugura? Juan José Saer, nacido en la ciudad santafesina de Serodino un miércoles 28 de junio de 1937 –en pocos días se cumplirán 80 años de su natalicio–, logró de forma algo tardía el reconocimiento que su obra merecía pero ahora, como lo confirma esta celebración, es un escritor realmente consagrado, un clásico contemporáneo.
"La postvida de Saer va a ser larguísima", continuó la crítica literaria, quien supo ser, además de su gran amiga, una gran difusora de sus libros cuando todos estaban aún ebrios del boom latinoamericano. En el auditorio, repleto como nunca, –permítaseme el lugar común– no volaba una mosca, porque su voz sonaba firme y sus palabras aún más. Pero, ¿qué es lo que hace de este autor una figura clave en la historia de la literatura argentina e hispanohablante? ¿Cómo diseccionar un corpus tan amplio y complejo, tan denso y detallista, tan potente y trabajado?
Año Saer: más que un homenaje
El Consejo Federal de Inversiones y el Ministerio de Cultura de Santa Fe organizó un itinerario atrapante: una serie de actividades que comenzó en junio del año pasado y continuó con el Coloquio Internacional Juan José Saer, del 10 al 12 de mayo. Arrancó el miércoles cuando, luego de una visita guiada por la exposición Conexión Saer –fotografías, filmaciones, recortes periodísticos, obras de arte–, se realizó la conferencia inaugural a cargo de Noé Jitrik, para después dar lugar a tres mesas expositoras con diferentes intelectuales entre los que participaron Julio Premat (autor de La dicha de Saturno: escritura y melancolía en la obra de Juan José Saer), Luigi Patruno y Edgardo Dobry. Todo en el Museo de Bellas Artes Rosa Galisteo de Rodríguez, conocido localmente como "El Rosa".
El jueves el lugar viró al Auditorio AMSAFE, donde cuatro mesas continuaron el tratamiento de la obra saereana –Daniel Balderston, Analía Capdevila, Valeria Sager y Martín Kohan, entre los expositores– para concluir con el estreno nacional de Toublanc, una película basada en la vida y la obra del autor santafesino, con dirección de Iván Fund. El último y tercer día del coloquio –quizás el más esperado– se llevó a cabo en el Auditorio Altos del hotel UNL/ATE. Desde la mañana temprano, el piso catorce de la moderna torre ya recibía a los interesados. En total hubo cinco mesas y la presentación de un libro, el de María Teresa Gramuglio: El lugar de Saer. Sobre una poética de la narración, una compilación de sus artículos críticos sobre la obra saereana publicados entre 1969 y 2014. Al mediodía, cuando lo presentó, secundada por su editora Judith Podlubne y el organizador del ciclo, Martín Prieto, la autora dijo: "Las nuevas perspectivas para analizar a Saer, más allá de mis insistentes miradas, confirman la vitalidad de su obra".
Arte y disección
"Cada uno crea / de las astillas que recibe", escribía Juan José Saer en El arte de narrar, el poema que fue elegido por la editorial Seix Barral para titular su antología poética. Si es realmente así, que un autor está atravesado por sus experiencias, incluso y sobre todo las más traumáticas, a la hora de escribir, entonces ¿por dónde empezar a diseccionar su obra? El uruguayo Oscar Brando habló del juego, muchas veces narrado en sus libros, como "una realidad alterna o una forma lúdica de mirar la realidad" donde el jugador siempre "juega contra". "Para Saer hay en el juego una necesidad necesariamente oculta", dijo y agregó, siguiendo a Fiódor Dostoyevski: "Cuando juega, el jugador quiere ser amado a toda costa". También hubo otros enfoques, incluso transversales; por ejemplo, cuatro de los expositores eligieron hacerlo dialogar con otros autores: Ricardo Araújo de Alkimim citó a Silviano Santiago, Malena Pastoriza a Leónidas Lamborghini, Paola Piacenza a Witold Grombowicz.
Juan Pablo Luppi se refirió a su novela de 1993 Lo imborrable como "un recurso paródico de caminar mirando hacia atrás" y sentenció que "en la escritura… en la escritura crítica está la salvación"; mientras que Nora Avaro comentó, sobre Saer por Saer, que "es un escritor reservado porque va siempre detrás de su obra, correctamente apartado de prepotencias y parafernalias intimistas". Por su parte, María Alma Morán habló de la escena del despertar (en similitud con Marcel Proust) y "el interés más allá de la obra de ese pasaje espinoso de la vigilia a la conciencia, que aparece sobre todo en sus notas de viaje".
Más tarde, el escritor Juan José Becerra confirmó, con una catarata de chismes graciosos y anécdotas personales, que "para Saer escribir es saber ver, una lucha por acercarse a la realidad que se aleja". "La literatura es la que puede darle a la realidad la luz de la existencia", dijo para luego arremeter: "Saer no puede asumir la época antiliteraria que le tocó sino a costa de defenestrarla". En otra línea, Ornela Lizalde: "No trata de negar la relación entre arte y experiencia sino que trata de reafirmarla"; y Jorge Bracamonte: "la literatura es asumir la complejidad del mundo y el escritor debe forjar imágenes emblema". Aquí ya comenzaron a aparecer apuntes claros, perspectivas profundas: lo real en Saer es la X de una ecuación que, mediante un exquisito procedimiento literario, intenta despejar.
Saer escribiendo un poetuit
¿Tendría cuenta de Twitter el Turco Saer? Martín Kohan ya había expuesto el día anterior pero (¿cómo no hacerlo?) se terminó quedando para absorber todas las ideas que en esa torre, sobre un campus modestamente selvático lleno de canchas de fútbol, de handball y etcétera, se gestaban. "La necesidad de ampliar y de constituir un público lector de Saer era un desafío y sigue siendo un desafío; es una literatura de un grado de elaboración muy alta, de un grado de trabajo, de espesor y de lenguaje, de narración, de procedimientos, de una sofisticación y un brillo, para mí, mayúsculos. En parte, y por eso mismo, es una obra exigente para la lectura, lo cual en lugar de ser tomado como un rasgo desalentador debería ser tomado como un desafío", le dijo Kohan a Infobae.
Luego, al referirse a las nuevas tecnologías, señaló que "hay muchos menos efectos, o yo percibo muchos menos efectos, del impacto enorme que las redes sociales y las nuevas tecnologías han tenido en la sociedad sobre la literatura. Con la aparición de los blogs, por ejemplo, se prometieron nuevos formatos narrativos y lo cierto es que los blogs ya entraron en un declive y a los nuevos formatos narrativos yo nos los terminé de ver. Por supuesto que hay nuevos formatos y la literatura puede nutrirse de eso; ahora las nuevas tecnologías no deberían servir de excusas, no habría por qué cargárselas a los escritores que, de por sí, son escritores de un lenguaje pobre. Me parece que es como una coartada. Manuel Puig, por poner un caso de un escritor que se contrapone a Saer y yo esquivo esa disyuntiva, con textos cortos que correspondían a una postal, hizo gran literatura". ¿Qué diría Saer de estas nuevas tecnologías? "No soy quién, porque lo conocí muy poco, pero se reiría".
Ya caía la tarde cuando Alan Pauls comenzó a hablar. La sala estaba envuelta por los ventanales que acercaban el río Santa Fe como un poster panorámico. Abajo, las luces ya encendidas de la Costanera, en un paisaje que cuanto más se oscurecía, más acechaba, aguardaban a que todo se apagara. "Saer no confiaba en el arte ni en la política, sino en lo real: un típico paso de comedia, el tropiezo", dijo en referencia a la novela Glosa de 1985, una suerte comedia terrible donde aparece la dictadura militar de 1976, para luego calificar el truco del gran escritor santafesino: "la incertidumbre como poética". ¿No sería acaso, en tiempos donde predominan las aseveraciones apresuradas y los discursos cerrados, una buena forma de reencontrarse con el pensamiento crítico a partir de una duda que, además de estética, sea política?
Saer… ¿y después?
La frutilla del postre, como suele decirse en los programas televisivos de medianoche, era Beatriz Sarlo, una intelectual que hilvana como nadie las teorías literarias más académicas con un lenguaje desafiantemente popular. Su hipótesis es que a partir del Año Saer, la crítica saereana toma otra forma "básicamente porque ya no hay que defenderlo más". ¿El motivo? "Ya es un escritor consagrado. Además, vendrán nuevos léxicos y hoy estamos libres para elegir nuevos caminos de la crítica", fue su repuesta y más tarde, al hablar de la selección como "un proceso conflictivo, ¿sino qué sentido tendría?" se animó a dar su línea histórica: "La crítica literaria argentina después de Borges es Saer, Aira, Fogwill… y punto".
"Saer fue un escritor desdichado. Editorial Sudamericana tenía el cerebro comido por el boom latinoamericano", comentó, para dejar en claro que su posición no fue siempre triunfante; hoy lo vemos de este modo por un simple devenir histórico, una dialéctica que terminó acomodándolo en el podio de los narradores. De hecho, hay quienes hoy continúan cultivando su estilo frondoso, bien trabajado, desgarrando la realidad poéticamente, como Hernán Ronsino y Jorge Consiglio, por poner ejemplos. Pero claro, no es una tendencia predominante porque los senderos se bifurcan y, por suerte, el territorio siempre es más amplio que el mapa.
¿Cómo definir el filo de la espada del autor santafesino que todavía hoy corta sin ningún grito previo, sin alardear? ¿Cómo construyó una obra tan trascendental al costado del mercado, en la colectora de la gloria? "Saer no tuvo apuro, tenía fe, y bien fundada, en lo que estaba haciendo", concluyó Sarlo dando, de alguna manera, nuevos lineamientos para leerlo: de la forma que cada uno quiera.
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