¿Cuándo se es escritor? ¿Una vez que ya tiene una obra publicada, que tiene el reconocimiento de sus pares y su nombre figura en las vidrieras de las librerías? ¿O simplemente lo es una persona que escribe habitualmente aunque esos escritos no vean la luz? Estas preguntas fueron algunas de las que expuso la periodista Eugenia Zicavo cuando presentó a dos escritoras en momentos opuestos de sus carreras literarias: por un lado, la entrerriana Selva Almada, autora de iEl viento que arrasa/i, Ladrilleros, Chicas muertas y El desapego es una manera de querernos, entre otros libros, con reconocimiento nacional e internacional; y por otro lado, Ángeles Salvador, narradora debutante en la edición, que hace un mes publicó su primera novela, El papel preponderante del oxígeno, con gran repercusión.
"La cultura la hacemos todos" es la inscripción enorme -una verdad irreductible- que vuelve llamativo el Espacio Federal entre tantos stands: lo montó el Ministerio de Cultura de la Nación en el Pabellón Ocre. Esta vez, estas escritoras conversaron sobre el proceso de la escritura, los talleres literarios y, para algún escritor escondido entre los presentes, dieron consejos a la hora de sentarse a escribir y pensar en publicar. "Paisaje de autor" es el nombre del ciclo por el que diferentes narradores cuentan cómo se construyen dentro del campo literario.
"Mi formación teatral me dio el humor y el absurdo", comentó Salvador respecto a los elementos que componen la manera de escribir de cada uno, y particularmente de ella. Por su parte, Selva Almada -que fue discípula de Alberto Laiseca durante 15 años y que dicta cursos como docente-, habló de los talleres literarios: "Destaco el valor del acompañamiento, pese a que la escritura es solitaria, porque no sólo muestra y comparte con sus compañeros los textos, también se forma un grupo, de hecho muchos con los que fui a talleres hoy son mis amigos"; mientras que Salvador agregó que "es importante entender las consignas que te dan los profesores, como en la escuela, y encontrar el truco".
Pero en este caso, donde las escritoras tienen experiencias tan diferentes, al menos por su historia literaria, ¿qué es lo que alguien que escribe con cierto hábito y está a punto de tomar la decisión de publicarlo en una editorial o, al menos, empezar a buscar quien le publique ese texto? "Rodearse de gente buena, y tener paciencia", comentó sonriente la autora de El papel preponderante del oxígeno, y destacó "la importancia de no querer repetirse", mientras que su colega remarcó "la paciencia para afrontar los 'no', porque que una editorial te rechace una novela no significa que se mala" y que "no hay que pensar que estás escribiendo un libro, sino que estás construyendo una obra".
Otro tema que dio qué hablar fue el sexo en las novelas, algo a lo que, cuando aparece en medio de la lectura, se le presta una atención más bien divertida y relajada: momento clave de las historias. "Muchas escenas, de saber que las iban a leer tanta gente, no las hubiese escrito… básicamente las sexuales", confesó Salvador y luego contó que siempre fue muy pudorosa sobre el tema: "Si en mi trabajo llegaba a dejar la computadora prendida con el archivo de Word abierto, volvía corriendo a apagarla para que nadie lo leyera".
Por su parte, a Almada le pasó algo distinto: "A mí me costaron las escenas de sexo, tanto las heterosexuales como las homosexuales, pero ahora viéndolas a la distancia veo sensualidad". "Quise romper con la idea de que los pobres sólo cogen por desesperación o como que no hay erotismo en las clases bajas, entonces busqué hacer cosas sensuales y románticas", dijo con respecto a Ladrilleros.
Y luego, hablando específicamente de Chicas muertas, un libro de crónicas escrito a partir de tres chicas asesinadas durante los años ochenta, Almada comentó que "lamentablemente sigue teniendo mucha vigencia", en referencia a los femicidios que hoy continúan sucediendo en Argentina.
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