Hay un consenso bastante generalizado sobre la genialidad de Pablo Picasso. No sólo su capacidad para romper con los límites establecidos del arte (con el cubismo y sus formas geométricas propuso descomponer la realidad) sino también como figura pública. Esa genialidad se expresaba en sus obras, pero también en sus apariciones o anécdotas.
Por ejemplo, hay una que suele contarse sobre su estadía en una playa del sur de Francia. Ya era toda una celebridad, y un niño, que se le acercó con un papel y una lapicera, le pidió un dibujo dedicado. ¿Cómo negársele a tan tierno pedido? Sin embargo, el pintor vio que a lo lejos estaban sus padres viendo la situación. Eran ellos los que habían enviado al niño.
"Con que quieren una obra mía gratis, ¿no?", pensó. Fue entonces cuando tomó el papel, lo hizo un bollo y lo tiró. "Tengo algo mejor", le dijo, y le pidió al niño que se diera vuelta. Sobre su espalda le hizo un dibujo hermosísimo. "Me gustaría saber si lo han vuelto a lavar", dijo Picasso en una reunión con amigos, cuando contó lo sucedido.
Así era este genial artista español nacido en 1881 y fallecido a los 91 años, el 8 de abril de 1973. Hoy se cumplen 44 años de su partida, ¿y qué mejor que recordarlo con sus mejores obras? Todavía hoy, tanto sus pinturas como sus esculturas guardan una potencia pocas veces vista en la historia, que sorprende por sus formas pero también por sus mensajes, tan profundos y actuales.
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