"Nada es como era", de Mercedes Güiraldes: el coraje de poner el cáncer por escrito

¿Cómo cambia nuestra vida un diagnóstico? ¿Cómo cambia incluso la imagen que tenemos de nosotros mismos? La reconocida editora Mercedes Güiraldes enfermó hace 6 años y fue entonces cuando comenzó a escribir un libro. Sobre esa experiencia habló con Infobae.

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Trabaja con los libros desde hace más de veinticinco años, cuando siendo muy joven comenzó sus tareas como editora en Emecé, la tradicional editorial en la que aún se ocupa de velar por los textos de grandes autores en un arco riquísimo que va de Abelardo Castillo a Pedro Mairal o de Ana María Shúa a Esther Cross, por nombrar apenas a algunos escritores cuyas creaciones pasan por sus manos. Antes, muy chiquita, Mercedes Güiraldes había iniciado una carrera como lectora voraz pero antes, aún, había llegado a la vida con un apellido ilustre en el mapa de la literatura argentina ya que Mercedes es descendiente directa de Ricardo Güiraldes, el autor de Don Segundo Sombra.

Aunque la escritura era un sueño pendiente, su primer libro como escritora llegó de un modo inesperado pero también doloroso. Nada es como era (Tusquets) comenzó a gestarse seis años atrás, a partir de las notas y apuntes que siguieron al diagnóstico de un cáncer de mama y luego al de un tumor de piel; fue entonces cuando Mercedes eligió poner su perplejidad y sus reflexiones sobre la enfermedad por escrito, para ordenar las ideas y también como una forma creativa de la catarsis. Luego el libro fue tomando forma y lo que era en un comienzo un impulso y un ejercicio terapéutico se consolidó con los tratamientos y el alta hasta llegar a convertirse en un libro sólido, conmovedor e inesperadamente luminoso, en el mejor registro literario.

"Siempre quise escribir pero nunca tenía una historia para contar. Desde hace seis años la tengo. No es un relato de superación personal, porque en cierto sentido lo que narro es insuperable. Tampoco es una crónica, aunque vaya más o menos cronológicamente, ni un intento tardío de literatura del yo, si bien me pasó a mí. Es nada más que la historia de un cáncer. O dos. O tres." Imposible leer este comienzo de Nada es como era y no querer seguir leyendo. Como es imposible no conmoverse con el verso de Juana Bignozzi que Güiraldes eligió como epígrafe para su historia. Es éste: "veo amanecer como una mujer no como una joven temerosa".

-¿En qué público pensabas cuando escribías el libro?

-Al principio, para vencer la inhibición, yo realmente pensaba que escribía para gente que tenía cáncer o que había pasado por experiencias límite porque durante la enfermedad yo leí mucho ese tipo de literatura, lo digo en sentido amplio porque leía cualquier cosa que encontraba en internet, en la tele; veía documentales, o leía libros más o menos conocidos sobre el tema o ficciones. Y después, cuando empecé a trabajar el texto ya como texto, ahí sí empecé a pensar en un lector que no necesariamente hubiera pasado por esa experiencia. Empecé a pensar en la posibilidad de que el libro pudiera interesar, que se sostuviera la lectura, que a pesar de lo duro del tema fluyera; que hubiera algún perfil de los "personajes" que me acompañan o de mí misma, de los médicos, de mi familia… Ahí, cuando aparece la intención estética, es que aparece el lector común en mi cabeza.

-Hace un ratito mencionabas algo de una foto del atentado en Londres que viste…

-Sí, vi en el diario la foto de una mujer tirada en el piso en la calle ensangrentada, con una mirada impresionante, despavorida. Acababa de pasar el atentado y al lado de esta mujer que está en un charco de sangre, de espaldas, una chica, según parece, le está dando la mano e incluso sosteniendo la cabeza. Y me pareció que es increíblemente simple pero increíblemente poderoso lo que puede hacer la mano de alguien en una circunstancia así. Estas cosas marcan una diferencia fundamental, para mí lo fue: las manos de la gente cercana, por supuesto, pero también la manos de desconocidos o casi desconocidos en momentos de extrema soledad como puede ser un quirófano, por ejemplo. La mano o la palabra…

-No siempre lo que dice el otro hace bien.

-Alguna vez te dicen algo que no querés escuchar, alguna vez es duro lo que el otro tiene para decirte, a veces un médico o una persona es duro. Yo cuento en el libro un episodio muy particular de una mamá de una compañera de mi hija, una mujer que es un pan de Dios, pero que cuando me vio por primera vez desde que se había enterado de que yo tenía cáncer se puso a llorar desesperadamente, con espasmos y eso para mí fue terrible. A mí eso me costó una noche de no dormir, porque yo consideraba que ya estaba saliendo…

-Las mujeres que pasan por el tratamiento para combatir el cáncer siempre destacan lo duro que es perder el pelo…

-Lo del pelo es terrible, TERRIBLE, y la verdad que no es frívolo o un poquito sí, también, porque una se ve horrible. Verse sin pelo es verse enferma e incluso resuenan cosas terribles como los campos de concentración. Aparece una cantidad de imágenes en tu cabeza difíciles de aguantar frente a esa imagen tuya en el espejo: la de una mujer pelada. Y es difícil de procesar de un modo diferente a otras cosas, como que te digan que tenes cáncer. Eso es difícil, doloroso, incierto, pero verte sin pelo te provoca un dolor distinto. A mí, al menos, me provocó un dolor desesperado, una extrañeza. El "¿por qué a mí?" no se me aparecía, pero sí en cambio me aparecía el ¿soy yo? ¿Es a mí a quien le está pasando esto? como una especie de desdoblamiento muy inquietante.

-Dijiste que leías de todo sobre enfermedades…

-Sí, pero sin embargo Hace poco estaba leyendo Ante todo no hagas nada, el libro de memorias del neurocirujano inglés Henry Marsh, y a pesar de que ya hace seis años de mi primer cáncer, lo tuve que dejar, me costó. Hay veces que no se tolera…

-¿Será que uno siempre necesita ver y creer en un final feliz?

-Y yo creo que sí…por lo menos en un final incruento, esperanzador. Si bien se sabe que todavía hoy el cáncer no tiene cura…Nadie me dijo a mí que estoy curada, tengo controles muy seguidos. Es difícil convivir con eso. Pero te olvidás por ratos, te vas olvidando y volvés entonces a la vida normal, a preocuparte por pavadas.

-¿Cómo vive alguien que pasó por lo que pasaste vos, que sigue teniendo controles periódicos? ¿Cómo son los proyectos?

-Lo primero que le dije a mi vieja cuando salí de la cirugía -yo estaba todavía en la camilla y ella se me acercó- fue: ay, mamá, no voy a conocer a mis nietos. Fue una idea que se me ocurrió en ese momento. Así que el único proyecto que tengo es tener nietos. Pero no lo voy a decir muy fuerte: mis hijas son chicas y no quiero que se apuren.

Otras frases de la entrevista:

"Al principio escribir era algo automático y catártico que me salía hacer. Al principio todo es tan insólito, no podés creer que estás en ese lugar".

"Me animó a escribir mi psicoanalista, sabiendo que yo tenía un deseo postergado de escribir, más bien de publicar".

"La literatura del yo tiene desde hace unos años un auge impresionante Pero además, en el medio está Internet, me parece, y ahí está todo sin ningún filtro, todo el mundo pone su experiencia ahí, la filma, se muestran las mujeres peladas, se muestran en tetas, operadas…y los libros van a la zaga de ese fenómeno. Es cierto que hace veinte años un libro como el mío probablemente no se hubiera publicado pero hoy, poco a poco, deja de ser un tabú".

"Me llama la atención que en los medios gráficos el cáncer siga apareciendo como la 'penosa enfermedad' y vos como lector y como padeciente, querés saber qué cáncer tuvo, querés saber más".

"Ni mi marido ni mis dos hijas querían leer…pero entonces yo les leía de prepo a veces y se enganchaban siempre, pero siempre costaba un poco. Mi madre lo leyó tres veces, recién ahí me dijo que le gustó. Y pese a que estuvo muy cerca todo el tiempo, recién después de leer el libro me dijo: 'Ay, pero qué mal la pasaste…'".

"Con todo lo duro que era escuchar, yo estaba ávida, estaba casi indecentemente abierta a hablar; eso me ayudaba, como me ayudó escribir".

"Al principio no podía leer nada. No poder leer para mí era terrible, para mi la literatura siempre fue salir de mí, de mis cosas, ir a otro lado y después me vuelve a mí. Miraba televisión, escuchaba radio, pero leer era imposible".

"Como hipocondríaca que soy siempre me imaginaba circunstancias horribles en las que yo moría. Pero cuando te dicen que estás enferma, te das cuenta de que no te lo imaginabas nada…".

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