John Banville: "A veces tenemos que vivir en dos mundos para tolerar la vida"

Por Carolina Isasi

El gran novelista irlandés, autor de "El intocable" y "El mar", habla de "Las sombras de Quirke", el nuevo título de la saga policial que firma con su seudónimo Benjamin Black. ¿Cómo se convive con dos personalidades literarias y biográficas? Lo cuenta en esta entrevista.

Banville pasó por Madrid para presentar la nueva novela protagonizada por el patólogo Quirke (Carolina Isasi)

MADRID. John Banville (Wexford, Irlanda, 1945) llega al hotel de la entrevista, con su porte de gentleman, sonriente y relajado pese a haber estado posando un buen rato para diversos fotógrafos. Más delgado, con una copa de vino blanco en la mano y una casaca azul marino cuello mao, tipo militar. Para quienes ya hemos estado más veces con él, podemos decir que se le ve relajado, alegre y dispuesto a contar. Autor de novelas como El intocable, El mar, Los infinitos o El libro de las pruebas y de una larga serie de novelas policiales que firma con el seudónimo de Benjamin Black, Banville ha sido premiado con galardones como el deseado Booker, el Irish Book Award el Franz Kafka o el Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2014. Banville y Black mantienen muy alto el listón de las letras anglosajonas, de esa rica corriente irlandesa de cultivadores de las palabras,

Las sombras de Quirke (Alfaguara) es su último libro publicado en español. Lo firma su alter ego, Benjamín Black, un mago de la novela negra. Confiesa entre bromas que tal vez al nacer tuvo un hermano gemelo y que su madre nunca le confesó que lo había perdido. "Siempre me ha gustado el juego de las duplicidades, la idea de un hermano gemelo o de un doble. Había un asesino muy parecido a mí en la cárcel y quise conocerlo hasta que me disuadieron de hacerlo cuando me dijeron que pese a haber matado a dos personas, era un hombre muy aburrido…"

El humor negro y el sarcasmo son señas de identidad de John Banville. Es su forma de seducir, igual que cuando hace una pausa antes de dar una respuesta. Es un seductor nato. Un sorbo más de vino, una mano al cuenco de papas y arrancamos hablando sobre la séptima entrega del patólogo Quirke.

-En esta entrega, Quirke anda muy preocupado con su salud.

-Si, ha experimentado mareos y olvidos y hasta alucinaciones. Llega a creer que tal vez tenga un tumor, o que son las consecuencias de haber bebido demasiado pero en el fondo Quirke siempre se siente mal, normalmente está recuperándose de una resaca y es infeliz de forma natural y no hay que olvidar que se va haciendo mayor pero en este libro se enamora y por primera vez se enamora de verdad, de una psiquiatra austríaca. Eso le aportará muchas cosas…

-¿Usted cómo es más feliz, como Banville o como Black?

-Trabajo y escribo de diferente manera en cada caso. De todas formas, cuando escribo me sumerjo en profundidades tan oscuras, el trabajo me requiere tanta concentración, que el resto del día se convierte en algo más bien insignificante. Como Banville, me cuesta más el proceso de escritura, tardo más. Y no me interesa el diálogo. En los libros de Banville, nadie se comunica. Banville lo que intenta es hacer poesía. Los personajes creados por Banville pasan unos al lado de los otros pero no se comunican. Como Benjamín Black, voy más ligero y disfruto más. Con las novelas de Black, escribo en el ordenador, que tiene la velocidad adecuada para lo que quiero contar. Son dos autores y dos tipos de libros muy diferentes. Banville necesita una concentración profunda, se lo cuestiona todo. Black tiene que ser de otra manera, asume riesgos que Banville nunca asumiría. Las novelas de Banville las escribo en los cuadernos de piel que encargo a unos artesanos de la encuadernación porque necesito tener la resistencia del papel a medida que escribo. Son tan especiales y bonitos estos cuadernos hechos a mano que me suele dar dolor empezar a escribir en ellos y poner la primera marca. La última vez que encargué estos cuadernos, me di cuenta de que había encargado como para escribir ocho novelas y me pregunto … ¿cuántos voy a completar antes de morirme?

“En los libros de Banville, nadie se comunica. Banville lo que intenta es hacer poesía”

-¿Le preocupa la muerte?

-En absoluto, me divierte lo que acabo de contar de los cuadernos. Es la verdad pero no me preocupa.

En la novela toca un tema del que ya ha hablado en libros anteriores, el tráfico de bebés. ¿Por qué regresa a ello?

-Es uno de los grandes delitos de nuestra historia y sigue habiendo nuevos descubrimientos y revelaciones sobre el tema. La semana pasada descubrieron más de ochenta cuerpos de bebés enterrados en los terrenos de un convento en el centro de Irlanda. Parece que estos casos nunca terminan… Pero me imagino a mis lectores diciendo "¡Por Dios, Banville otra vez con el tema de los bebés!"

La temática de sus novelas es muy variada y ha obtenido premios muy prestigiosos aunque alguna vez ha confesado que no le gusta leerse y que no está nunca del todo orgulloso de sus novelas.

-Es cierto aunque salvaría algunas cosas de varias de ellas pero soy muy perfeccionista y autoexigente. De una manera que podría ser enfermiza. Las novelas de Quirke me gustan, del resto salvaría algunas frases. Los infinitos es bastante buena y del resto te contestaré según el día que tenga. He sido tan obsesivo de la perfección que empecé a escribir en cuadernos que encargaba y las páginas tenían que tener un margen perfecto. Empezaba a escribir y si me equivocaba con algo, lo tiraba y volvía a empezar. Llegaba a tirar 30 o 40 páginas hasta que me quedaba sastisfecho. Siempre he dicho que aguantar a un escritor es terrible. Muy difícil.

¿Ese carácter obsesivo, llega también hasta la elección de la palabra exacta?

-Mi meta es que el lector sienta que no hay nada entre él o ella y el mundo que se está describiendo. No quiero alterar el lenguaje. Nunca he escrito una frase que no entienda un niño de seis o siete años. Puede que no entienda todas las implicaciones, todos los detalles pero quiero que sea capaz de entender el texto. A mi me gusta la claridad. Eso es lo que yo busco. Intento ser claro e intento ser preciso.

¿Cómo construye a sus personajes?

-No lo sé… La verdad es que no sé cómo lo hago. No tengo más control de mis personajes que del que tengo sobre mis sueños. No sabía que Quirke se iba a enamorar de esta mujer, no sé de dónde viene, ¿es austríaca? ¿alemana? Pero vive en Irlanda. La verdad es que los psiquiatras estaban prohibidos en Irlanda. Es una gran ficción, y de ser psiquiatra, no sería una mujer de mediana edad y no habría sexo. Los políticos en Irlanda dicen que no ha habido sexo hasta la llegada de la televisión. La gente tenía hijos pero no había sexo (ríe )

“Los escritores somos caníbales. Consumimos personas”

¿Cómo se nutre para escribir ficción constantemente?

-Los escritores somos caníbales. Consumimos personas. Le voy a contar una anécdota, un amigo estaba un día en una cena en Estados Unidos y de repente tenía enfrente a la actriz Meryl Streep, a la que tanto admiraba y admiro yo. Le gustó mucho que ella estaba concentrada en un libro, pero luego, observándola más, vio que estaba estudiando a la gente. Eso es lo que hacen los actores y lo que hacemos los escritores muy a menudo. Lo que no solemos hacer es copiar a una persona entera, recogemos cosas de distintas personas y creamos un monstruo, un Frankestein. De repente les entra un rayo y empiezan a moverse pero ¡son todos monstruos! ¡ Mis pequeños monstruos!

Por ejemplo Phoebe, la hija de Quirke sigue dándole algún problema pero parece más centrada.

-Mire, mi agente -que es una mujer muy inteligente y a la que admiro-, me dice que estoy enamorado de Phoebe, la hija que sale en las novelas de Benjamin Black. Y yo le digo que no, que cómo voy a estar enamorado de ella si ¡Phoebe soy yo! No me preguntes cómo ni por qué pero Phoebe soy yo.

-Más de una vez, ha contado que empezó a escribir a los doce años.¿Sigue haciéndolo por los mismos motivos?

-Sí, creo que básicamente sí. Escribo para saber más. Creo que los escritores no sabemos cómo vivir y tenemos que inventar historias, mundos para poder soportar esta vida. Me siento en mi habitación y todos los días, todas las semanas, escribo historias pero no vivo.

Acaba de decir que un escritor no vive pero usted sí sabe hacerlo. En su vida real tiene esposa y una pareja y convive bien con esa dualidad.

-Es un tema espinoso, pero creo que merece la pena contarlo porque no deja de ser curioso que tenga doble vida literaria y doble vida real. Creo que estoy un poco enfermo y que necesito hacerme real a través de vivir dos vidas. No lo entiendo pero tampoco lo quiero entender. Creo que a veces tenemos que vivir en dos mundos para tolerar la vida. Lo único que hace que la vida sea soportable son la debilidad y la imaginación. Si por un momento nos paramos a pensar la cantidad de dolor que hay en el mundo mientras nosotros estamos viviendo, tomando un vino …. Si pensamos en la cantidad de gente que mientras realizamos estas cosas cotidianas, está siendo violada, asesinada, torturada…No podríamos vivir sin mentirnos a nosotros mismos.

-Hay una frase en el libro que dice "el mundo no es lo que parece por tranquila que sea la escena ante nuestros ojos; bajo nuestros pies, se agita otro mundo de ilimitado sufrimiento".

-Si, soy consciente de ello. Yo nací en 1945 y el momento definitorio de mi vida fue cuando fui consciente del Holocausto. Si hubiera nacido a principios del siglo, probablemente hubiera sido la masacre de Armenia u otra barbarie pero yo fui muy consciente del Holocausto. Vi escenas terribles en los archivos de cine de los campos de la muerte y esa experiencia relativamente normal, a mi me definió como persona. Mientras que yo estaba en el útero de mi madre, había gente que estaba siendo masacrada. Nunca pude superar eso y nunca podré superarlo. El mundo me aterroriza. Todos somos capaces de cualquier cosa dependiendo de las circunstancias. Di un curso en la Universidad de Chicago, el pasado otoño, sobre Henry James y la cuestión del demonio. Cuando hablamos del demonio, no existe. Existen las circunstancias. Bajo determinadas circunstancias, los seres humanos, harían cualquier cosa.

-¿Ese planteamiento no le hace ser más indulgente con las personas?

-Sí, perdono, me resulta muy duro no perdonar.

-¿Cómo vive desde Irlanda la salida del Reino Unido de Europa y la presidencia de Donad Trump?

-Miro a mis hijos y a mis nietos y me aterroriza. Se parece tanto a la crisis financiera del 29 con el gran resentimiento que hubo luego, la pérdida de la confianza… son malos tiempos. ¿Quién se podía imaginar hace diez años un candidato a Presidente de los Estados Unidos, conspirando con Rusia? Y el Brexit es un desastre.

(Carolina Isasi)

-¿Qué está escribiendo ahora?

-Terminé una novela como Banville el viernes. Es la secuela de una novela de Henry James, Retrato de una dama. Mi novela empieza cuando termina la novela de James. El personaje principal, la señora Archer regresa con su horrible marido a Roma y ahí sigo yo. ¡Seguramente me van a crucificar! (ríe). ¡Pero a quién le importa! Yo no leo las críticas.

-¿Qué es lo que más le ha aportado James a la hora de escribir esta secuela?

-Digamos que de Henry James he aprendido la cirugía que practica en las motivaciones de la gente. Escribir esta novela ha sido una experiencia extraña. Sentía que era otra persona. Lo pasé muy bien escribiéndola.

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