Sally Nixon es una ilustradora de 28 años que vive en Little Rock. En abril de 2015 se embarcó en un proyecto que empezó como esos ejercicios de disciplina creativa que emprenden los artistas cada tanto. La consigna era sencilla: un dibujo por día durante un año entero. Pero el proyecto 365 terminó atrayendo mucha más atención de la que autora esperaba.
Lo que despertó interés fue el modo en que Nixon, que como tantos artistas decidió sacar ideas de su vida cotidiana para sus ilustraciones diarias, logró retratar momentos de la vida femenina con una sensibilidad paradójica: sonaban familiares, porque son lugares en los que todas nos podemos reconocer (lavarse los dientes en la ducha, quedarse dormida en el sillón con un plato de comida al lado, terminar una pizza con amigas que ya tienen cara de mal humor y se quieren ir a dormir) pero a la vez hay algo que sorprende al verlos así dibujados, elegidos como dignos de ser objetos artísticos.
Son escenas que siempre se nos escapan, en las que no solemos detenernos ni siquiera a mirarnos a nosotras mismas: son lo contrario de la selfie en el espejo, de la foto en el gimnasio o la imagen playera que luego seleccionamos cuidadosamente para nuestros perfiles en redes sociales. Ese fue justamente el efecto que Nixon buscaba: "No tienen cuerpos ni hábitos perfectos y por eso te puedes identificar con ellas", le explicó a TL Andrews sobre sus protagonistas. "Las escenas que creo a su alrededor son lugares cotidianos: el cuarto de baño, un restaurante, un dormitorio desordenado. Sin embargo, mi objetivo con cada dibujo es elevar algo aparentemente mundano a la categoría de especial".
La estética de Nixon, que mezcla una especie de ingenuidad pop, algo de melancolía y un componente siempre un poco sórdido o al menos sucio, puede vincularse con el modo en que otras mujeres vienen intentando narrar la femineidad. La serie Girls, de Lena Dunham (que en estos días termina su última temporada en HBO), escandalizó más que por sus escenas de sexo por sus protagonistas sentadas conversando en inodoros, cocinando sin corpiño o limpiándose las orejas con hisopos.
En su libro Una intimidad inofensiva (Eterna Cadencia), Tamara Kamenszain acuña la expresión del título para hablar un poco de esto mismo: el modo en que el arte contemporáneo se vale de imaginarios y temas aparentemente comunes y poco importantes (un ejemplo que viene al caso: el famoso poema de Fernanda Laguna titulado "A mi toallita femenina" para generar una sensación paradójica de extrañeza.
La frase, por supuesto, tiene un fondo irónico: la intimidad, como lo muestra el éxito viral de las ilustraciones de Sally Nixon, de "inofensiva" no tiene nada.
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