Nelson Specchia: "Me interesa rescatar la presencia de lo natural en la vida social"

El polifacético escritor y periodista habló con Infobae sobre sus nuevos trabajos, un libro de cuentos y otro de poesía, la influencia de Poe y el gran momento cultural que vive Córdoba

"Tantos kilómetros, casas y suelos/ Sin saber que nunca se deja el pago/ Y que el camino va por donde vino". Así se cierra el poema Otras geografías, de Nelson Specchia. De esa manera decide terminar su libro de poesía que lleva el mismo título y que vio la luz en paralelo al de cuentos, La cena de Electra, que publicó Edhasa. En esos versos está sintetizado uno de los aspectos de los relatos de Specchia: el de un autor andariego, que en su transcurrir por el mundo absorbió los matices del lenguaje, las diferentes atmósferas de las sociedades y hasta el delicado sabor del merkén, un condimento de la cocina mapuche chilena que utiliza Electra, la protagonista del cuento que le da nombre al libro.

Los diez cuentos que el autor chaqueño radicado en Córdoba reunió en este libro están cruzados por la diversidad geográfica y temática, pero unidos por un tono que el autor logra, que se caracteriza por tomar rasgos de diferentes géneros y ponerlos al servicio de historias que tienen sus puntos más altos en dos relatos: "La dulce mano de los ogros", en el que se advierte la influencia del policial de Rodolfo Walsh y el cuento final, "La cena de Electra".

Specchia tiene una larga trayectoria dedicada a la vida académica como politólogo que edificó al mismo tiempo que desarrolló su labor como escritor y periodista. Es director de la revista dedicada a la ciencia política Studia Politicae y del diario Hoy Día Córdoba. Publicó Cultura y modernidad en Octavio Paz (Chile, 1989), Poemas montunos (Barcelona, 2001), Cuadernos de bitácora, Espejos nublados y la novela Giuseppe, que lleva varias ediciones en América y Europa.

Nelson Specchia estuvo en el estudio de Infobae y en esta entrevista habla de sus influencias literarias, reflexiona acerca del estilo y aporta una mirada sobre la producción literaria en Córdoba que en los últimos años acercó a la escena argentina autores como Eugenia Almeida, Carlos Busqued, Federico Falco, María Teresa Andruetto o Luciano Lamberti.

—Empiezo esta charla con dos referencias que abren su libro: la primera es la cita de Edgar Allan Poe y la segunda es la que hace a [Jorge Luis] Borges en la primera línea del primer cuento, "Debo los detalles a la prodigiosa memoria de…". ¿Qué implican ellos en su escritura?

—Sí, la cita de Poe reconoce una deuda a una de mis principales lecturas de cuentos. He leído muchísimo y reconozco una diversidad de influencias, pero hay algunas que son muy claras, muy marcadas. Poe es una de ellas y Borges, que toda la obra cruza sus lecturas. Pero la cita en ese cuento en particular viene también a propósito del tema del cuento. Soy un científico social, un académico, hice toda mi vida dentro de la universidad, llegué a ella para estudiar y no me fui nunca. He vivido ese mundo de la academia, que es un mundo que glorifica la ciencia y prácticamente deifica el discurso científico. Ese cuento se toma un poco en solfa el discurso científico usando sus propias herramientas para terminar diciendo eso que dice Poe: la ciencia, que tanto ha despreciado al instinto, termina siendo el instinto el que muchas veces se sobrepone al conocimiento objetivo y previsible de la ciencia.

—Elegir ese cuento para abrir el libro ya marca una postura.

—Sí, a la literatura la concibo de una manera muy poco formal, muy poco solemne; la solemnidad es síntoma de inseguridad, síntoma de debilidad. Hasta las cosas más serias, las más profundas y las más importantes pueden ser tomadas con un rictus de sonrisa, con una pizca de alegría, en eso algunas líneas de humor que hay en medio de los cuentos contribuyen al deleite estético de la literatura y, al mismo tiempo, a la comprensión de fondo del tema del que se trate.

—Para un autor no debe ser fácil enhebrar una serie de relatos para conformar un libro. ¿Cómo tomó usted esa decisión?

—Un libro de cuentos no es una mera recopilación de textos escritos, tampoco es un libro que tenga una unidad temática, porque entonces estaríamos frente a una novela o a una serie de relatos hilvanados. Hay otra cosa que es más sutil y que reúne a ese conjunto, que en mi caso es el estilo. Tengo un número muy elevado de cuentos, algunos muy viejos, que siempre se están terminando, siempre hay alguna línea que corregir, alguna palabra que cambiar y hay unos pocos de ese conjunto de cuentos que los considero definitivos. Primero, se escoge de ese conjunto que es pequeño y yo busco el estilo, que al pasar de un cuento a otro no sientas un salto, porque un cuento tiene que ser una unidad terminada, una cosa que comienza, se desarrolla y termina. O sea, una unidad en sí misma, que al pasar de un cuento a otro pases de una unidad a otra, pero el hilo que sostiene esas dos unidades en mi caso pasa por el estilo.

He vivido dando trancos por el planeta y entonces tengo en mis temas argumentos de muy diferentes latitudes

—¿Lo que unifica a esos cuentos, además de ese estilo, de ese tono, es la diversidad geográfica?

—Eso tiene que ver bastante con mi biografía. Me dediqué, dentro de la ciencia política, a la política internacional y eso me llevó a viajar mucho, por otro lado, nací bajo un signo, bajo una constelación estelar propicia, que es sagitario y el sagitario vive corriendo por el planeta. Hay un poema mío que dice eso: "Yo también fui un paso corto en tus infinitos trancos". He vivido dando trancos por el planeta y entonces tengo en mis temas argumentos de muy diferentes latitudes; por cierto, el libro de poesía que publiqué en 2016 se llama Otras geografías. Eso impregna mucho mi manera de escribir. Escribir es también una experimentación con el lenguaje y nuestro mismo lenguaje se habla de diferentes maneras en diferentes lados y a mí me interesa mucho esa experimentación, ese juego con las posibilidades expresivas del lenguaje.

—Usted también hace un juego con los géneros que me recordó a una cosa que un día me dijo Martín Kohan: "A mí sólo me interesan los géneros para forzarlos". ¿Le pasa lo mismo?

—Totalmente, es buscado, el género puro o un libro dentro de un único género es un poco tedioso. Los géneros me interesan en tanto y en cuanto sean plataformas expresivas, pero es una plataforma de lanzamiento para ser superada. Hay cuentos policiales pero que reviso la forma del cuento de policial, pero no para quedarme en el cuento policial, sino para decir otra cosa. Por ejemplo, en el caso del policial que incluyo en este libro, es para hablar sobre la violencia de género.

—Se refiere al segundo cuento, "La dulce mano de los ogros", en donde se percibe un aire del policial de Rodolfo Walsh.

—Claro, Walsh es otra de mis lecturas habituales. Se filtra inconscientemente, no es buscado y hay veces que sí es buscado, como decía recién en la primera línea de "La rebelión de los insectos", que sí es un homenaje a Borges. Hay mucho de Walsh en ese cuento, pero también de homenaje a un grupo de amigos, porque tengo muchos amigos escritores y entre ellos está Carlitos Busqued, autor de una novela muy famosa como es Bajo este sol tremendo, que fue finalista de Anagrama. Él también pinta e hizo un cuadro donde hay un asesino, o alguien que acaba de disparar una pistola, que está en un sofá con los brazos extendidos y la pistola le cuelga de la mano derecha. Ese cuento es un homenaje a ese cuadro de Carlos Busqued.

LEER MÁS: Ocho escritores chilenos para descubrir

LEER MÁS: Julián Delgado: "Almendra era un proyecto musical político"

—En uno de los cuentos decide trabajar la gauchesca, también jugando con el género.

—Es como el margen de la gauchesca. La gauchesca no me simpatiza mucho pero hay una muy querida amiga, una escritora argentina que vive en Roma que se llama Rosalba Cambra, también cordobesa, que ha trabajado muchísimo la gauchesca desde lo teórico y que yo he leído y se me ocurrió esto en el cuento "La huida es un sueño verde".

—Que además tiene una clara referencia a [Martín] Fierro.

—Claro, y también al Borges de los hermanos que luchan por una mujer. Si bien vivo en Córdoba y he vivido fuera de la Argentina muchos años, soy chaqueño y quiero recuperar el paisaje y el tema del verde y de la naturaleza metida dentro del argumento, porque ahí en ese cuento la naturaleza prácticamente es un personaje más. Me interesa rescatar dentro de lo argumental y lo estilístico la presencia de lo natural en la vida social.

—Ya que nombró a Busqued, ¿qué está pasando en esa, su provincia adoptiva, Córdoba, que se está produciendo tanta buena literatura?

—Efectivamente hay una movida, hay un movimiento fuerte con mucho dinamismo, con mucha vida interna, hay mucha creatividad, aunque la característica principal de esa movida no es la homogeneidad sino la heterogeneidad, hacemos cosas muy diferentes.

—Exacto, ese es el punto: Busqued, Eugenia Almeida, Falco, María Teresa Andruetto o Lamberti componen un coro diverso pero que tienen a Córdoba como lugar de producción.

—Nos vemos mucho, nos juntamos, vamos a las presentaciones unos de otros. Eugenia Almeida me ha presentado un libro de poesía, María Teresa estuvo en la presentación de este libro de cuentos, Carlos Schilling estuvo en otra presentación. Vamos a comer juntos, algunos somos amigos personales, como con Carlitos Busqued, somos amigos hace treinta años. Pero no hay una escuela cordobesa de creación literaria o de narrativa, no hay una escuela que identifique un conjunto de obras similares en términos estéticos, hay una experimentación, hay una búsqueda muy diversa, muy plural, que se da al mismo tiempo y en el mismo lugar, en la ciudad y en la provincia, porque en el interior de Córdoba también. Esto sí retroalimenta las fuerzas: nos leemos entre nosotros, nos pasamos originales, corregimos, nos criticamos, hay muy buena crítica dentro de Córdoba y eso ayuda muchísimo a que se vayan depurando estilos y los productos finales tengan esto que llega a otras latitudes. Hay muchos talleres y los talleres, si bien son una actividad social o académica, de esos talleres surgen —o hay potencial para que surjan— figuras sólidas y hay alguna gente que está volviendo. Por ejemplo, Bernardo Schiavetta, un poeta que estuvo más de cuarenta años en Francia y ahora está volviendo a Córdoba y esa gente incentiva a la creación o te corrige, por ejemplo, a mí me corrige mucho mi poesía, escribo poesía con métrica y Bernardo, que es un gran formalista, me revisa la poesía. Tenemos la posibilidad de esos maestros, como Cristina Bajo en narrativa o la misma Eugenia, que ha publicado y ganado premios en Francia, que contribuyen mucho a este clima de creación tan rico y numéricamente tan importante.