Alan Pauls: "Me cuesta imaginar que al Estado le interese que la gente se acerque al arte contemporáneo"

El autor de “El pasado” habla sobre el arte como una forma de acercarse activamente al presente y también sobre las diferentes formas de relacionarse con la cultura del kirchnerismo y el macrismo

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“El Estado debería ocuparse puntualmente
“El Estado debería ocuparse puntualmente de pagar los premios nacionales”, afirmó Pauls

Madrid. Enviada especial. La relación del escritor y crítico Alan Pauls (1959) con el arte viene de lejos. Mientras la literatura está en su origen como creador (es autor de varios ensayos y de las ficciones El pudor del pornógrafo, El coloquio, Wasabi, la premiada El pasado y la trilogía compuesta por Historia del pelo, Historia del llanto e Historia del dinero), su primer gran amor fue el cine, desde cuando siendo chico entraba tarde a las salas que daban las películas en continuado y se quedaba luego esperando la siguiente función para reponer los quince minutos que no había visto. Ese modo de ver y leer el cine, dice ahora Pauls en el lobby de un dorado hotel sobre la Gran Vía madrileña, lo definió como espectador y lo marcó, incluso, a la hora de construir sus relatos. Con los años, su ojo crítico se fue posando en el teatro como foco de atención y en la actualidad –sin que ni el cine ni el teatro hayan dejado de ser alimento para su obra- el arte contemporáneo se convirtió en la forma privilegiada de la expresión. Horas después de esta entrevista, en el marco del programa paralelo a la muestra en ARCO que se desarrolla en diferentes puntos de Madrid, Pauls formó parte de la mesa en la que junto con Graciela Speranza, Fabio Kacero y Patricio Pron, se ocuparon de diseccionar la singular relación que tienen la literatura y el arte en el escenario argentino a través de citas, homenajes, referencias y lo que Pauls definió como "apropiacionismo".

– ¿Qué te atrae como escritor del arte contemporáneo?

El arte contemporáneo es una forma de arte extraordinariamente abierta, algo muy atractivo. Vas a una muestra y no sabés nunca qué vas a ver, si no sos muy del palo. No sabés si vas a ver video, si vas a ver pintura, si vas a ver instalaciones, performance … y muchas veces vas y ves todo eso junto, en vivo. Entonces ves gente actuando. Ves cuerpos, presentes, imágenes, video, superficies pintadas; ves arte tradicional, digamos, y formas de expresión que nunca viste. Ves documental y ves ficción; ves mucha información sobre el mundo, información hardcore -inmigración, problemas sanitarios, catástrofes naturales-, política. Lo que es interesante para alguien que no tiene nada que ver con el arte contemporáneo es eso: que vas a una muestra y es como si entraras al mismo tiempo en una cadena de noticias, en un parque de diversiones, en un parlamento europeo, en un campo de refugiados, en un cine, en una exposición de tecnología (el arte contemporáneo está muy ligado a la misma).

– Lo describís como si el arte contemporáneo fuera también una manera de informarse…

Es que en cierto sentido es el lugar donde hay que estar si querés tener una mínima sintonía con el presente. Eso ya es atractivo para mí. Después, podés entrar y aburrirte, podés salir, podés ver que dentro de ese mundo hay grandes artistas y artistas mediocres como en la pintura o el teatro o la literatura.  Y para mí, como escritor, esa especie de porosidad extrema del arte contemporáneo lo hizo muy atractivo. Como escritor estoy muy metido en la literatura y para mí la literatura todavía está muy metida en la literatura. El arte contemporáneo rompe con eso totalmente, es básicamente una especie de antena prodigiosa del presente, capaz de conectar y articular información, mensajes, mundos que de otro modo no se conectan.

– ¿Y cómo se hace para entrar en sintonía con ese radar? Mucha gente siente que es una forma de expresión que no les pertenece. Si tuvieras que sugerir un modo de preparación para acceder al arte contemporáneo, ¿qué privilegiarías? ¿La cabeza o la emoción?

Es que no tiene que haber preparación, en cierto sentido el arte contemporáneo es potencialmente un arte muy de masas. Hay que ir con ganas de interesarse por cosas interesantes. Después van a haber cosas que te dejan afuera pero también pasa eso cuando ves la tele o leés un diario. El mundo de las finanzas nos deja afuera, el de la tecnología también. Si uno lo piensa desde ese punto de vista, uno es un paria todo el tiempo pero justamente es por eso que podés entrar y quedarte con lo que te captura, te interesa, te produce misterio o enigma. Una de las "ventajas" del arte contemporáneo por sobre el arte tradicional es que este último te exige mucho más. Si vos leés el diario y estás más o menos al tanto de lo que pasa en el mundo, vas a cualquier muestra y entrás mucho más fácil que si entrás al Guggenheim o al Jeau de Paume o cualquier museo tradicional a ver impresionistas o arte abstracto o la muestra de suprematismo que hubo recientemente en Proa: me parece mucho más difícil ver un cuadro de Malevich que una muestra de arte contemporáneo.

– ¿Te acordás de cuándo fue la primera vez que fuiste a un museo?

No, pero debe haber sido Bellas Artes, seguramente, era lo que estaba más a mano, no había mucho más. Como mucha gente, entré al arte leyendo fascículos, colecciones de la industria cultural de entonces. Kuitca decía que su primer museo fue la colección "Pinacoteca de los Genios". Todos los nacidos en cierta generación pre internet, pre viajes, pre globalización nos curtimos en ese mundo con reproducciones. Para nosotros la reproducción fue la primera obra de arte que vimos en la vida. Para mí fue así y así también fue con el cine. Mi relación con el cine, aun cuando después se convirtió en algo más sofisticado, siempre estuvo mediada por la reproducción. Yo leía revistas de cine, conseguía revistas extranjeras en las cuales lo único que yo había visto de las películas eran las fotos que aparecían ahí. Por ahí recién diez años más tarde veía esa película. Uno empezaba a consumir arte a través de la reproducción. Esas fotos me hablaban de un mundo al que yo iba a acceder más tarde pero eso mismo era fuertísimo. El hecho de tener esas fotos y no las películas, las reproducciones y no los cuadros, te creaba una especie de deseo de ver el original que para mí fue como el virus más genial. Estoy totalmente a favor de eso: la reproducción es el veneno para desear el original.

Es común ver a personas que se suponen ilustradas y que sin embargo descalifican el arte contemporáneo con frases del tipo: "Pero esto yo lo hago y lo hago mejor" o "Si se rompe, lo hago de nuevo"…

Hay una figura que es la del militante profesional anti arte contemporáneo. Casi una disciplina interna del arte contemporáneo. Aira habla de eso en ese texto tan lindo que tiene, habla sobre el tipo que se caracteriza por imaginar despectivamente obras de arte contemporáneo en chiste para satirizarlo. Muchas de esas obras imaginadas para satirizar el arte contemporáneo ya pertenecen al arte contemporáneo, ya fueron hechas por algún artista. "Yo voy, escupo en la calle, lo pongo entre tizas y pongo una flecha y una que dice 'peligro' y esa es mi obra". Si, está bien, pero seguramente eso algún artista ya lo hizo. Pasa que incluso la parodia del arte contemporáneo ya forma parte del arte contemporáneo y eso demuestra su potencia. Es como el capitalismo: cualquier cosa que digas contra el capitalismo va a ser aprovechada inmediatamente para producir un pequeño negocio. Creo que una de las cosas más extraordinarias que tiene el arte contemporáneo es que está modelado sobre el modelo del capitalismo, del tardocapitalismo.

– Pero en función de lo que mencionabas al principio y de su capacidad crítica, es también una especie de grano del capitalismo…

Es un grano pero, a la vez, es como la flor más preciosa. Es el veneno que lo intoxica y, a la vez, es la creación más majestuosa. Y esa es la ambigüedad, el límite y la potencia del arte contemporáneo. Porque vos frente al 50% del arte contemporáneo vas a tener siempre la incertidumbre de: ¿pero esto es una crítica al capitalismo o es una apología del capitalismo? Esa ambivalencia moral, política incluso estética, es una marca del arte contemporáneo desde el pop (fines de los 60) hasta ahora y le da una especie de dinámica muy atractiva. Me parece que el arte contemporáneo, justamente por esa cercanía que tiene con lo que pasa -con el presente del capitalismo- creo que es útil, mucho más útil que un libro, que la literatura. El arte contemporáneo está más ligado al mercado. Una de las cosas lindas que tiene justamente es que inventó un mercado donde circulan ciertos bienes según una lógica de ese mercado. Cómo se entiende si no que en economías que se caen a pedazos el arte contemporáneo sigue arriba, como si esa hubiese sido la gran obra del arte contemporáneo: inventar un mercado de arte contemporáneo.

Patricio Pron, Martín Caparrós, Alan
Patricio Pron, Martín Caparrós, Alan Pauls y Lola Arias

– ¿Pensás que desde el Estado puede haber alguna manera de hacer llegar a los públicos masivos al arte contemporáneo? Hay ciudades que se transformaron en polos de arte a través de iniciativas vinculadas justamente al arte contemporáneo.

Me cuesta un poco imaginar que al Estado le interese que la gente se acerque al arte contemporáneo. Más bien me parece más fácil imaginar que el Estado quiere que la gente se acerque al arte contemporáneo para apreciar al Estado. Me parece que puede ser instrumentado por el Estado como una manera de atraer votantes como, no sé, por ejemplo resucitar a Cerati y ponerlo en la 9 de julio a tocar: esto le va a interesar al Estado en la medida en que atraiga votantes o apoyo de la opinión pública. Me parece que el Estado en principio podría ocuparse de pagar puntualmente los premios nacionales, etc. No sólo en el caso de los artistas sino también de los escritores. No se pagan bien, no se actualizan. Debería ocuparse de que funcione bien el aparato institucional que tiene que ver con la formación de artistas, con sus becas, residencias…

– ¿Vas seguido a los museos?

Voy mucho. Hace 15 años iba a una ciudad que no conocía y lo primero que hacía era ir al cine, ahora voy a un museo de arte contemporáneo. Justamente porque, en un punto, eso reemplazó también prender la tele en el hotel. Si veo un video de un artista sobre los refugiados en Alemania siempre va a ser mejor que lo que diga sobre eso la CNN o la BBC.

– No sé si viste el cartel que cuelga en el frente del Ayuntamiento de Madrid y dice "Refugees Welcome". Perfectamente podría ser una instalación..

Si estás un poquito al tanto de lo que pasa en el mundo, todo el tiempo vas a estar preguntándote: ¿esto es una muestra o es una instalación? Martín Rejtman decía el otro día: qué bueno sería crear una app que te diga si lo que estás viendo en la calle es arte o no es arte. Si uno tuviera que decir dónde empieza el arte contemporáneo, uno tendría que decir que empieza ahí, en el momento en que te das cuenta de que tu mirada puede producir una situación artística, que tal vez antes de que vos la miraras no existía. Es como una transferencia del saber que hicieron los artistas. Una transferencia de derechos a alguien que ahora mira y toma decisiones; potencialmente eso hoy es lo que se necesita para ser un artista, mucho más que saber manejar la técnica del escorzo o la carbonilla o la perspectiva y esa competencia de mirar, dar un sentido y tomar una decisión con respecto a lo que se mira es una competencia que compartimos todos. Todos podemos mirar, interesarnos por una imagen de la vida cotidiana y todos podemos decidir que eso nos interesa y que lo queremos llevar a otro lugar para que otra gente lo vea. Eso lo puede hacer cualquiera, no quiere decir que cualquiera sea artista pero sí que eso está ahí para ser aprovechado. Del mismo modo, la gente es capaz de autoproducirse en FB, capaz de producir imágenes y convertirse en performer. El arte contemporáneo está muy ligado a las nuevas tecnologías, que cambiaron el modo de percibir y de autopercibirse.

– ¿Cómo ves la oferta de arte en Buenos Aires?

Me parece desde hace unos años están haciendo esfuerzos pero veo torpezas: vas a los museos y no tenés catálogos, veo cosas descuidadas, negligencias, poco criterio. Me parece que la oferta en términos de arte todavía es muy pobre en relación con lo que es la ciudad. Hay intentos, esfuerzos pero… buscas una librería y no hay, buscás un bar y siempre está por inaugurarse. Me parece que esto es mucho más evidente con gobiernos a los que la cultura no les interesa, como éste, ¿no? A Macri no le interesa la cultura; hay mucha gente alrededor de Macri que está intentando convencerlo.

– ¿Creés que a los gobiernos anteriores les interesaba la cultura?

Al kirchnerismo le interesaba mucho la cultura.

– ¿Vos decís que a los presidentes kirchneristas les interesaba la cultura?

En todo caso al kirchnerismo le interesaba lo suficiente como para darle crédito a la gente que estaba a su alrededor y decirles, sí, tienen razón. Por ahí tenían una idea más dirigista, en el sentido de producir una cultura oficial. Pero si uno piensa desde el regreso de la democracia hasta ahora, los únicos a los que les interesó lo suficiente como para producir una cultura oficial y en cierto sentido la produjeron son los kirchneristas, eso es algo que hay que reconocer. Podés estar en contra, pero ellos invirtieron en cultura, en esa idea de cultura. Reconocieron que el objeto, la experiencia cultura, puede ser rentable en sentido político. No estoy seguro de que Macri tenga esa idea de la cultura. Macri es alguien que decía "basta de palabras". Alguien que dice eso es alguien que no cree en el lenguaje y me parece que va a tener problemas para definir una política cultural.

Pauls llegó a Madrid para
Pauls llegó a Madrid para formar parte de una mesa en la semana de ARCO

– Hablábamos de la ciudad y la oferta. También de lo que falta.

Creo que hay algo en la ciudad que sigue siendo muy deficitario salvo iniciativas privadas como el MALBA o Proa, que funcionan. Hay cafés, hay ideas, curadores. El Mamba está haciendo esfuerzos pero aún sigue teniendo déficits. Hay buenas galerías que surgen, mucha iniciativa particular. Pero eso es parte de la cultura argentina, que es contraestatal, siempre trabajó contra el estado.

– Pero en los años del kirchnerismo no ocurrió eso, digo: la mayoría en el mundo cultural no era contraestatal…

No. Yo creo que era la primera vez que al Estado le interesaba la cultura, aunque más no sea para apropiársela. Pero históricamente la cultura argentina es una cultura hecha a espaldas del Estado, ignorada y hasta perseguida por el Estado y eso, que es motivo de quejas de los artistas, en cierto sentido podría ser la razón de su vitalidad. Creo que el Estado tiene que pensar formas, lógicas institucionales para que las instituciones sobrevivan a los gobiernos. La institución, para mí, es una gran deuda de la cultura argentina.

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