Hace unas horas, en un despacho de la Biblioteca Nacional se firmó una carta de intenciones. Esta frase, que suena árida y tan alejada del arte y la cultura, sin embargo encierra una de las mejores noticias posibles para el mundo del libro. Si el trámite entre vendedores y compradores sigue su curso, en muy poco tiempo la Biblioteca recibirá de manos de un grupo de personas, fundaciones y empresas en concepto de donación la biblioteca personal de dos enormes escritores, Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo. Dos que en la realidad de los libros fueron tres: en esa biblioteca que pobló por décadas las paredes del departamento de la calle Posadas también había ejemplares de Jorge Luis Borges, quien solía dejar sus libros una vez leídos en la casa de los amigos y para quien esos estantes eran como propios. Son 17 mil ejemplares que al día de hoy están guardados en más de 300 cajas en un depósito. Un tesoro tan enorme que emociona.
"Es la biblioteca privada más importante de la Argentina que aún queda fuera de colecciones públicas", explicó entusiasmado Alberto Manguel, director de la Biblioteca, quien contó además que Bioy Casares dijo antes de morir que su deseo era que su biblioteca -en la que además es posible encontrar libros que fueron de sus padres y también otros que pertenecieron a las hermanas de Silvina Ocampo- pasara a manos de la Biblioteca Nacional. La cifra total que deberán desembolsar los donantes -entre quienes están el Banco de Galicia y la Fundación Bunge & Born- es de 400 mil dólares: no parece tan alta si se tiene en consideración la calidad de los materiales. "Se trata del primer paso de reintegro de un tesoro nacional a la Nación. Tenemos que detener la fuga de estos tesoros al exterior, es una obligación moral y ya no sólo por nosotros sino por los lectores por venir", resaltó Manguel, quien explicó ante un grupo de periodistas que como el organismo no cuenta con los fondos para adquirir este tipo de materiales, es necesario "contar con la generosidad de aquellos que quieran invertir".
Laura Rosatto y Germán Álvarez serán los encargados de liderar el equipo especial que trabajará en la tarea de clasificación y catalogación en lo que será una gran experiencia para mostrar y formar a bibliotecarios jóvenes, dijo el director. "Llegué hace nueve meses y a esta altura puedo decir que en este lugar trabajan algunas de las personas más capacitadas del mundo", dijo Manguel, quien estuvo acompañado por la subdirectora Elsa Barber. Las más de treinta cajas que, si todo sigue su camino normal, estarán pronto en el edificio de la calle Agüero fueron analizadas por el anticuario Alberto Casares, quien clasificó los materiales en 28 lotes. Es en el lote 26 donde se encuentran las piedras preciosas de todo librero anticuario y son esos objetos los que las autoridades aspiran a mostrar lo antes posible, tal vez este mismo año. Ya hay bibliotecas extranjeras, entre ellas la Biblioteca Pública de Nueva York, interesadas en montar muestras conjuntas con este tesoro.
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"Esta biblioteca es una singularidad absoluta porque hay libros de tres personalidades literarias cuyas pasiones dominantes fueron la escritura y la lectura", explicó el crítico Ernesto Montequin, experto en la obra de las hermanas Ocampo y conocedor de la obra de los tres autores. "Es un gran laboratorio porque no se trata de una biblioteca de bibliófilos sino de una biblioteca de trabajo, en la que es posible rastrear las huellas de su complicidad literaria y las referencias: qué leyeron y cómo lo leyeron", precisó Montequin.
Libros ilustrados, primeras ediciones de textos aparecidos en revistas antes de formar parte de un libro (hay una de "El jardín de los senderos que se bifurcan", de Borges), dedicatorias (muchas de ellas en ejemplares de lo que Bioy, irónicamente, llamaba "el castigo de tener amigos escritores"), anotaciones en las cuales dialogaban con los textos, libros de infancia de Silvina y también viejos volúmenes de la biblioteca "positivista" del padre de Bioy conviven con una impresionante colección de folletos y manifiestos de vanguardia que atesoraba la menor de las Ocampo. También es posible encontrar entre esos libros un ejemplar del Finnegan's Wake de Joyce anotado con juegos humorísticos por la dupla Borges-Bioy, las guías Michelin de los viajes a Europa de Bioy, la colección completa de La rama dorada, de Frazer los últimos títulos que compró Bioy, un hombre que tenía cuentas corrientes en librerías inglesas y que a través de esas adquisiciones lograba, como señaló Montequin, "una forma vicaria de la inmortalidad".
Alberto Manguel visitó la casa de los Bioy con regularidad entre sus 14 y sus 18 años. Recuerda bien cómo estaban distribuidos los libros en aquellas bibliotecas infinitas. "No había pared sin biblioteca. Aunque no tenían catálogo, ellos sabían muy bien dónde encontrar cada libro. Los separaban por idioma, por colecciones, por género. Borges solía dejar sus libros cada vez que iba. Recuerdo el humor negro, satírico, de Silvina, que se creía fea y entonces siempre se sentaba en una zona de la sala en la que su rostro quedaba a oscuras y solo se veían sus piernas, que eran hermosas. Mientras en otra sala Bioy y Borges escribían y reían, nosotros hablábamos de literatura francesa", evocó Manguel al final del anuncio de la donación.
Manguel mencionó algo más, tan hermoso que merecería un estudio en sí mismo, dijo. Se trata de una dedicatoria de Borges a Silvina que es posible leer entre los ejemplares que serán donados y que dice así: "A Silvina, claridad, dedico estas sombras". Un recuerdo bello y también apropiado para el anuncio de una adquisición que podrá servir para iluminar toda una época de nuestra cultura.