Hay seres especiales cuyas trayectoria y búsquedas los conducen a nuevos caminos, que a la vez iluminan las existencias de otros. Eso pasó con Jorge Luján, quien nació en Córdoba y se recibió de arquitecto, pero que siempre se sintió atraído por el mundo artístico y la cultural infantil.
Hace más de treinta años que vive en México y que se dedica a la música y a la literatura para niños. Cuenta en su haber con gran cantidad de libros cuyo plus es la calidad plástica de los ilustradores que lo acompañan.
De visita en Buenos Aires, dialogó con Infobae sobre su libro Trompa con trompita (Capital Intelectual, 2016), de poesías, con exquisitas ilustraciones de Mandana Sadat, y sobre el oficio de escribir para niños, entre otras cuestiones.
— Si bien has escrito de todo y te has desempeñado en múltiples actividades vinculadas con la infancia, ¿cómo es escribir específicamente poesía para niños?
Cuando entro en contacto con la infancia me enfrento al misterio y a la revelación. Me motiva crear textos que puedan llegar tanto a los chicos como a sus padres, y en particular, aquellos que se puedan disfrutar en una lectura conjunta. Con esa meta, hace poco hice un libro junto a la ilustradora franco-iraní Mandana Sadat pensando en los lectores más pequeños y en sus padres. Les comparto uno de los poemas: Nariz con nariz la foca/ no se despega de su cría,/ eso es más que suficiente/ para abrigarla sin cobija./. O bien este otro: Montado sobre una osa/ duerme feliz un osezno,/ sus hermanos dan dos brincos/ y se asoman a su sueño./.
— ¿Cuáles son las motivaciones para escribir para niños?
Escribir para niños es mi manera de agradecer a mis padres y a todas las personas que me pusieron en contacto con los libros apenas llegado a este planeta. También es un modo de recrear el deslumbramiento que tuve al habitar por primera vez los mundos creados por poetas y narradores. Pero, sobre todo, es un camino para celebrar la niñez. Sin idealizaciones de por medio, no cesa mi asombro ante aquello que los niños son capaces de imaginar, sentir y comprender. Mi mayor deseo es que un día la sociedad se decida a escucharlos y se atreva a tomarlos en cuenta. Estoy convencido de que la vida sería más justa, más bella y más digna para todos.
— ¿Existen limitaciones a la hora de escribir para niños y jóvenes?
Mi admiración por las capacidades de los niños y el deseo de llegar tanto a ellos como sus padres me invita a escribir sobre cualquier tema, incluidos la muerte, la injusticia, los enigmas de la existencia. Me resulta difícil pensar en un género de literatura sólo para niños. En todo caso, las diferencias con la literatura "para adultos" serían más que nada de matices en el tratamiento de los temas y de una mayor precisión en el léxico. Por otra parte, es un lugar común decir que los niños son los lectores más exigentes, pero no suelen advertirse las implicaciones de tal afirmación: pensar en los niños a la hora de escribir implica usar la inteligencia, la sensibilidad y aspirar a la excelencia poética o narrativa.
— Viviendo y escribiendo fuera del país hace tantos años, ¿encontrás diferencias sustanciales culturales entre los niños o podrías decir que, en algún punto, "todos los niños son iguales"?
La etnología, la sociología y otras ciencias sociales han reflexionado sobre ese tema imbricado con otros, como la pertenencia a una clase social, a un nivel cultural, etc. Por un lado, si creemos que cada hombre y cada mujer constituye en sí mismo un universo, esto sería aún más verdadero en la infancia. Justamente en este momento estoy escribiendo un relato, en homenaje a Gianni Rodari, sobre siete niños nacidos en circunstancias muy diversas, que poseen el mismo nombre y viven en países muy distintos de América. Entre otras cosas, se hace evidente que lo que los distingue no es menos significativo que los aspectos que los unen.