Existía, hace décadas ya, una postura general de pensar que había tópicos que "no eran para chicos". Por lo general, el sexo, la muerte, las enfermedades graves (ponerle nombre a ellas), los conflictos familiares severos y otras tantas cuestiones para nada deliciosas solían evitarse o, al menos, ocultarse tras historias edulcoradas para la ocasión.
Exceptuando los clásicos de Louisa May Alcott, Corazón, de Edmundo De Amicis, Mi planta naranja-lima, de Vasconcelos, y más cerca en el tiempo y el espacio, los Cuentos de la selva, de Horacio Quiroga, o los lacrimógenos de Poldy Bird, en los que había relatos más o menos crudos (dependiendo el caso, más o menos), en los libros para chicos, la cuestión no pasaba el límite de la tristeza (o de los cuentos de terror).
Sin embargo, de un tiempo a esta parte, tal vez inspirados por nuevas teorías de crianza y de educación, editoriales y autores han decidido traspasar la frontera de los temas tabúes para permitir que los niños accedan a asuntos que ahora sí "pueden ser suyos". Tanto como parte del contexto o como centro del argumento, y desde textos literarios hasta informativos, el límite fue zanjado.
La opinión de los especialistas
Para Antonio Santa Ana, prolífico escritor, músico y editor, ligado siempre a la infancia, el asunto no resiste mayor análisis y es contundente: "No hay demasiado que argumentar… No existen temas prohibidos, existen formas de tratarlos teniendo en cuenta las limitaciones que poseen los géneros (cualquier género, digo, el policial, la novela romántica). [Un caso evidente es el de] Roald Dahl, que se sigue leyendo y reeditando. Y es de un salvajismo sin igual". Cree que "hay discusiones que se instalan en el "ambiente", por más que la realidad se empeñe en desmentirlas…".
Para Germán Frers, editor independiente, la cuestión tiene que ver con la posición dentro del mercado, y lo explica así a Infobae, sin pelos en la lengua: "Lo que sí es un tema editorial que condiciona la literatura infantil y juvenil en los temas es [la cuestión respecto d]el mercado. Muchos temas no se tocan porque en las escuelas privadas católicas (en sus diferentes ramas) pueden condicionarse las ventas: brujería, hechizos, sexualidad, género… Entonces, la cuestión de mercado te condiciona editorialmente. No implica a la literatura, pero sí a su distribución. O sea, conceptualmente no pasa nada, pero efectivamente hay una censura". Y continúa: "Todo depende de cómo se toque el tema, quién lo toque… Hay autores que se pueden meter en cualquier baile y no pasa nada. Ahora, si sos un autor desconocido o una editorial con poco mercado, te cuidás de que lo que publicás no sea polémico. Lo que digo es que la lij [literatura infantil y juvenil]se puede meter con cualquier tema, en rasgos generales; pero podés encontrar una censura por cuestiones editoriales, comerciales, y lo editorial es finalmente lo que divulga; entonces, hay una censura en el género por cuestiones comerciales y no morales, por así decir".
Frers reflexiona y sigue: "Me quedé pensando, porque, claro, la lij es una literatura, de alguna manera, de descubrimiento o de reflexión; los chicos y los jóvenes, se van acercando a temas nuevos o a temas conocidos, pero desde nuevos ángulos. Van ganando experiencia, conocimiento, van contrastando, desarrollando una personalidad, oponiéndose a lo que les llega como establecido…".
Gabriela Larralde, poeta, escritora, licenciada en Comunicación y activa presencia de las redes sociales, está convencida de las limitaciones literarias y lo describe así: "Existen porque siempre existen tabúes en los productos culturales de una sociedad. Existen en la literatura para adultos, también. Se cree que menos, pero no es verdad. Por ejemplo, Virginie Despentes, en su libro Teoría King Kong, habla acerca de por qué ninguna mujer (o muy pocas) escriben acerca de violaciones, cuando es una problemática mundial. Hay temas que no pasan al dominio simbólico por varios motivos. La literatura infantil y juvenil, al contrario de lo que se cree, tiene una larga tradición de tomar temas que a priori serían considerados difíciles para niños y niñas. En los cuentos de los hermanos Grimm, en los de Perrault o en los de Andersen, hay muerte, pobreza, abusos, injusticias de todo tipo. Después se fueron lavando un poco los cuentos".
Larralde continúa con un ejemplo para reforzar su idea y la relaciona con más productos destinados a los más chicos: "Por ejemplo, la sirenita original de Andersen, que es de 1837, se suicida. Se tira al mar porque no se anima a matar al príncipe. Va hasta su cama, lo ve durmiendo con su nueva mujer y no puede matarlo porque aún lo ama. Decide tirarse al mar y su cuerpo se evapora, se convierte en espuma de mar. Disney, en cambio, convierte a la sirenita en humana y ésta renuncia a su vida de sirena para casarse con el príncipe, un horror". Sin embargo cree que "hoy se está volviendo a cierta crudeza en las historias y a retratar más estilos de vida, identidades de género u orientaciones sexuales. Pero, claro que hay tabúes", que todavía hay una deuda, que todavía falta ir por más: "Por ejemplo, no hay casi cuentos con personajes trans, ni familias con una estructura de tres padres/madres. Las familias homoparentales que en general aparecen están formadas por dos mujeres y no por dos padres. Porque sigue prevaleciendo la idea de la maternidad como algo ligado a lo natural. Tampoco aparece la bisexualidad. La pobreza aparece en las obras clásicas que se continúan editando, pero yo no veo que la desigualdad social y económica aparezca mucho en publicaciones actuales. Por supuesto que hay excepciones, y me la paso recomendando esos libros que salen de la norma".
En cambio, Carolina Duek, licenciada en Comunicación e investigadora en consumos culturales, juegos e infancia, es taxativa en su postura a la hora de desmitificar este tema: "Estuve pensando y creo que no hay temas prohibidos en la literatura infantil o juvenil, porque hay múltiples publicaciones que, desde diferentes puntos de vista, abordan cuestiones complejas de formas más o menos sensibles, más o menos cuidadosas. Es decir, creo que en este momento del campo literario y comunicacional hay agendas de temas que ya están incluidas en las particularidades de los campos que no pueden no abordarse: sexualidad, familias variadas en estructura, separaciones, muertes y enfermedades forman parte de los grandes temas de las vidas cotidianas de los niños, niñas y adolescentes, y su existencia los convierte en 'tratables' más que en tabúes (para esto, la televisión es una gran aliada, aunque edulcore mucho más sus abordajes como método)".
Ileana Lotersztain, bióloga y editora de libros informativos para chicos, por su parte, cree que "en los libros informativos para chicos no hay (o no debería haber) temas tabúes…". Sin embargo, reconoce: "Tal vez sí podamos decir que hay temas muy difíciles de tratar y que requieren más cuidado que otros, porque pueden ofender, herir, confundir o generar polémicas. Las religiones, la existencia de Dios, la diversidad sexual, la muerte, la crueldad, el uso de drogas, la violencia, los crímenes políticos, el hambre, la pobreza… son temas que requieren un tratamiento serio y cuidadoso, pero que pueden ser abordados del mismo modo que se abordan otros asuntos 'más digeribles'…". Asume con humildad y responsabilidad su rol y redobla la apuesta: "Para quienes escribimos y editamos, abordar estos temas significa un desafío enorme, básicamente porque entran en juego nuestra propia subjetividad, nuestra intención y también nuestros propios prejuicios".
Algunos ejemplos
Frers puntualizó: "No hay temas vedados; son las aproximaciones. La literatura educativa, la literatura que busca poner una opinión o polemizar dentro de ámbitos cerrados te puede arruinar cualquier literatura infantil; no importa el tema: familia, amistad, amor, relaciones, descubrimiento; lo que sea. No es el tema, es la forma de encararlo; la propuesta que se le hace al lector sobre el tema".
Como muchos especialistas consultados expresan, el foco hay que ponerlo en cómo se tratan los temas que puedan inquietar a los lectores o interpelar a sus padres (y a la sociedad misma), pero es allí donde, justamente, se evidenciará la calidad del escritor.
A continuación se mencionan algunos casos que quiebran el orden, que apuestan y van por más, que se atreven a mostrar que se pueden tocar todos los tópicos sin ofender, entreteniendo, interpelando y haciendo excelentes libros para niños y jóvenes.
El primero es un extraordinario libro álbum de Suzy Lee, En el zoológico (Fondo de cultura económica, 2015), que narra la visita de una niña, su padre y su madre a ese sitio. Sin embargo, son las ilustraciones las que llevan a la reflexión y a hacer un giro inesperado en la historia que se cuenta, para romper el relato social.
Mundo cruel, de Ellen Duthie y Daniela Martagón (Buenos Aires, Iamiqué, 2016), es un libro de filosofía para los más chicos. Sin juicios de valor y a través de múltiples preguntas, invita a reflexionar sobre qué es la crueldad y sus límites.
Por su parte, Mi hermano llegó de otro planeta (un día de mucho viento), de Liza Porcelli Piussi e ilustrado por Virginia Piñón (Buenos Aires, Sudamericana, 2016), de manera sutil y dulce, recorre el sentir de un niño muy pequeño (con celos incluidos) acerca de su hermano. Una buena escritura permite que diversidad y enfermedad sean fáciles de sobrellevar por pequeños lectores.
Finalmente, George, de Alex Gino (Buenos Aires, Nube de tinta, 2016), es el que aborda como argumento central una temática de las que, otrora, eran consideradas controvertidas: sexo y género. George es un chico genitalmente varón, pero que se siente chica. Escrito magistralmente, logra que, por medio de recursos literarios muy precisos, se perciban los sentimientos de su protagonista a la vez que no pierde de vista el contexto que la rodea.
Todos estos ejemplos dan cuenta de que no hay temas para chicos y temas para grandes, sino que el talento del escritor radica en saber tocar tópicos delicados y salir airoso, lograr la atención de los chicos y el agrado de los padres.