—Vos hiciste tu tesis doctoral sobre Néstor Perlongher, lo que te debe haber demandado mucho tiempo y esfuerzo, ¿qué fue lo que hizo que quisieras volver a él para compilar sus cartas personales?
—Mientras hacía investigación para mi proyecto de doctorado en la Universidad de Princeton, dirigida por Ricardo Piglia, luego publicada como "Desbunde y felicidad", encontré en la Universidad de Campinas el archivo Perlongher con sus papeles personales. En ese momento me interesaba su obra editada y cómo había impactado en el campo de la literatura y el activismo en Argentina y Brasil en generaciones posteriores. De todas maneras me puse a hojear sus papeles personales que estaban divididos en tres partes, una de las cuales era la correspondencia personal. Como yo había leído algunas cartas que habían sido publicadas (las de Sarita Torres en "Papeles insumisos" y las de Osvaldo Baigorria en "Un barroco de trinchera") y sabía que eran geniales me puse a mirar y justo encontré cartas a Ricardo Piglia y Beba Eguía, su esposa, que eran muy amigos míos y me conmovieron mucho, justamente por estar a un grado de separación de Perlongher. Entonces quedé fascinada por esas cartas y hablándolo con Piglia y con el editor de mi primer libro, Damián Ríos, y con Tamara Kamenszain, se nos ocurrió el proyecto de la Correspondencia completa. Lo que me interesaba era completar la obra de Perlongher y acercarme a ella desde la perspectiva de la vida, como complemento y base de su literatura.
—¿Él guardaba copias de sus cartas o las conseguiste a través de sus destinatarios?
—Él guardaba copias de sus cartas, especialmente desde que en el 90 se compró una computadora que le permitía guardar copias impresas, pienso que también por la enfermedad que avanzaba.
—¿Cuál es la relación de estas cartas con su propia obra? ¿Las tomaba como literatura también, como parte de su legado?
—Él consideraba sus cartas como parte de su obra, por eso había unas cien cartas en el archivo, pero no solo las posteriores al 90, sino también otras, por ejemplo, una de 1976 a un amigo preso que es la primera carta del volumen, donde encontramos una especie de poética del género epistolar. Guardó esa carta por 16 años a través de varios exilios y mudanzas, lo que indica que le importaba ese recuerdo y esa escritura. Encontré el resto de las cartas en archivos personales de los corresponsales, que también guardaron el material por mucho tiempo, supongo que con una idea del valor literario que tenían, además del afectivo. Las cartas no eran meramente una forma de comunicación personal, sino que eran poemas o ensayos, laboratorios de escritura donde él construía su literatura y su micropolítica con amigos, como un verdadero dispositivo colectivo de enunciación. Es muy interesante ver cómo el material de las cartas aparece en poemas y ensayos y viceversa, contaminando todos los géneros de su escritura que se constituye como un gran comentario a su experiencia histórica y política.
Perlongher consideraba sus cartas como parte de su obra, no eran meramente una forma de comunicación personal
—Pese a ser una experta en Perlongher, ¿te encontraste con sorpresas o aspectos desconocidos suyos leyendo su correspondencia?
—En sus cartas encontré muy vívidamente un lado de la intensidad barroca que encontramos en sus poemas pero más explorado: la forma en que vivió la dictadura, el miedo, el dolor por esas políticas de exterminio, así como el horror del Sida en su época más terrible. Esto completó el aspecto vital de su poética del neobarroso desde la perspectiva del barroco fúnebre que él cultivó como complemento de lo festivo y glamoroso trash de su voz poética. La represión, la pobreza, el exilio, la enfermedad aparecen en las cartas en primer plano y dan el contexto para ese juego de luces y sombras, de goce y dolor que es el barroco perlonghereano. También aparece muy patente su lado espiritual, recordemos que últimos en sus últimos años experimentó fuertemente con el misticismo como salida de sí, como modo de desubjetivación, que era finalmente lo que a él le importaba y que buscaba a través de experiencias radicales como el sexo y ciertas drogas. Es muy interesante ver si experiencia con el Santo Daime, que proveyó material poético muy rico en imágenes y conceptos.
—¿Cómo afecta su enfermedad los intercambios epistolares? Más allá de aparecer como tema central en muchas de sus cartas, ¿hay algún impacto estilístico?
—En las últimas cartas hay un declive del barroquismo en su estilo, como si el movimiento de la lengua estuviera ligado a las fuerzas vitales, a la energía libidinal. Menos volutas y más referencia. Sin embargo, no se encuentra en las cartas una claudicación ante la inminencia de la muerte, sino que su impulso vital siempre fue más poderoso. Incluso en la última carta a Sarita Torres, su viuda principal, una voz casi exangüe hace una lista de enfermedades que parece un poema.
—¿Podrías hablar sobre tu propia relación con su obra? ¿Cuándo y donde comenzaste a leer a Perlongher y qué es lo que conecta con vos?
—Empecé a leer a Perelongher en mis primeros años como estudiante de Letras. Jorge Panesi, profesor de Teoría y Análisis Literario, la primera materia de la carrera, escandalizó a la audiencia con un ensayo brillante sobre Perlongher y su teoría del deseo homosexual masculino y sus estudios en territorios marginales. Junto con mis compañeros gays de la facultad escuchábamos la grabación del poema "Cadáveres" leído por Perlongher, y aprendíamos poses, palabras y giros de locas, joyas lingüísticas que luego de Perlongher pasaban al acervo de la mariconería letrada. Por ejemplo: el verso "Bonita como una profesora" y lo usábamos como clave para decir que alguien nos gustaba: "X es un profesor", o "mirá ese profesor", o "ponete como una profesora". Esta idea del pasaje de la lengua poética a una lengua deseante en el terreno de la vida me parece fundamental en la escritura de Perlongher. Que habilite un puente entre poesía y vida, y ese puente es una micropolítica del deseo como fuerza disruptiva y revolucionaria en el terreno de la subjetividad. Me parece que una no es la misma después de leer a Perlongher, que escribió una literatura orientada a la mutación subjetiva. Años después, cuando estudié en la Universidad de Princeton, volví a Perlongher como un nudo central para pensar la relación entre literatura y política contemporáneas. Entonces Piglia me sugirió reunirme con Beba, su esposa, que había sido una de sus amigas más íntimas y compañera del Frente de Liberación Homosexual. Ese contacto con la vida de Perlongher me ayudó mucho a pensar su obra y a entender la magnitud de ese movimiento del arte a la vida a través de la política de la loca, su belleza, y a pensarla dentro de una red de amistad: una política de amistad como él mismo decía en sus cartas. Para mí Perlongher está ligado a una forma de entender la vida y la poesía, pero sobre todo la política en términos de deseo. Creo que leer a Perlongher te lleva a repensar la vida y sus formas creativas. Desde Perlongher podemos pensar las políticas de identidades y diferencias, el feminismo y la izquierda, como lo reconocen los distintos movimientos inspirados en su vida y obra, el movimiento queer en Argentina y Brasil, y en toda América Latina. Perlongher ofrece un modo de politización que sigue siendo muy interesante para distintas generaciones. También resulta muy importante para el giro subjetivo de los estudios culturales y su modo de observación participante, que él desarrolló en el magnífico trabajo "El negocio del deseo: la prostitución viril en San Pablo".
Leer a Perlongher te lleva a repensar la vida y sus formas creativas
—En la introducción decís que las cartas pueden ser léídas desde el presente, que no es algo nada más de excavar en el pasado. Me gustaría saber qué pensás que nos dicen del ahora, de la manera en la que vivimos, nos relacionamos y de la cultura gay?
—Perlongher sigue siendo una referencia para pensar lo contemporáneo: su pensamiento adelantaba muchos años y pudo vislumbrar los desafíos que ciertas tendencias de su presente ofrecerían al porvenir: el neoliberalismo, el estancamiento de las políticas identitarias, la biopolítica del Sida y las sociedades control. En cuanto al movimiento gay, ya para mediados de los 80 se había desilusionado de su normativización, su carácter clasista y su tendiente despolitización o desvinculación respecto de la macropolítica o la "lucha mayor" como se decía en los 70. Fue un fundador del movimiento queer, por así llamarlo, antes de que existiera tal concepto, y contra la normalización identitaria que supuso lo estrictamente gay. En el boletín O Corpo del grupo SOMOS, el primer grupo gay de Brasil del que fue la madrina, afirmó: "ser gay es careta", mientras convocaba a una acción contracultural. Se transformó en una especie de gurú de la contracultura, no sólo en lo sexual, sino también en su relación con las drogas, como defensor de la legalización de la marihuana, pero también por su uso místico de la ayahuasca en la religión del Santo Daime y por su teoría de los éxtasis profanos a los que se accede a través de alucinógenos. Cultivó desde el FLH en adelante una crítica a la institución familiar, e incluso al matrimonio igualitario, que consideraba una trampa de la heteronorma calcándose sobre el mundo gay que alguna vez había sido revolucionario y nómade.
—A principios de los 2000 apareció una camada de escritores que eran claramente deudores de Perlongher, entre lo queer, lo disparatado, poético y marginal, aunque ahora la literatura argentina, por más vasta, parece más "normalizada". ¿Cuál creés que su lugar en la actualidad?
—Perlongher es el gran maestro sudamericano del neobarroco, o como él mismo llamó "neobarroso", y cuya impronta sigue siendo muy fuerte en las escrituras contemporáneas. Creo que es imposible pensar a Washington Cucurto, Fernanda Laguna, Cecilia Pavón, Mariano Blatt, Gabriela Bejerman y gran parte de la literatura posterior al 2000 sin el legado de Perlongher: corporalización de la letra, escritura como experimento subjetivo, formas de politización micro-existenciales, lo queer, lo trash: lo que Tamara Kamenzain en su nuevo libro llama "neoborroso". De hecho en 2012 organicé junto con Paula Siganevich las "Jornadas Néstor Perlongher: veinte años después" en la Biblioteca Nacional con motivo de su aniversario. Allí me propuse poner a prueba mi teoría de "Desbunde y felicidad" sobre las correspondencias que existen entre Perlongher y los escritores del 2000, activistas, críticos y los editores contemporáneos, y organicé un dossier en Soy de Página/12. La propuesta fue muy exitosa porque aparecieron herencias, como joyas de la abuela, que superaron mis expectativas: las diversas apropiaciones de Perlongher desde el punk, el peronismo, la izquierda, el movimiento travesti, las editoriales independientes, los blogs… infinitos aportes que él realizó desde el Brasil de la transición democrática o incluso del Caribe Transplatino aparecen estallados en mil poéticas contemporáneas. Sobre todo la idea de que la voz y el cuerpo es algo político y que la poesía no está separada de la vida, creo que es su mayor aporte para el presente. Y la idea de que la revolución subjetiva (sexual, perceptiva, relacional, espiritual) es el primer paso para la revolución política.
Por Rodrigo Duarte (rduarte@infobae.com)