“Es un tema a resolver: qué hago con Borges como autor argentino”

Por Matías Méndez

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Gamerro habla de Borges como cualquiera lo hace de un amigo. En los últimos dos años, los tres libros que publicó están unidos por un eslabón: la presencia insoslayable de Jorge Luis Borges sobrevuela los dos ensayos —Facundo o Martín Fierro. Los libros que inventaron la Argentina (Sudamericana, 2015) y Borges y los clásicos, que Eterna Cadencia acaba de publicar y también su novela, Cardenio (Edhasa). Por todo ello, Carlos Gamerro es el más indicado para hablar sobre el autor de El Aleph a treinta años de su muerte.

Gamerro estuvo en el estudio de Infobae y, en la charla que sigue, reveló cómo fue su primer acercamiento a Borges, explicó por qué dice que era un gran lector que enseñó a leer, contó que sus poemas preferidos son los de Fervor de Buenos Aires y dijo que era un escritor muy consciente de lo que hacía. Además, dio su opinión sobre los dichos de Beatriz Sarlo, quien sostuvo que para los escritores es fundamental romper con Borges y reflexionó sobre el lugar que hoy tiene la figura del escritor y la literatura en el debate público.

 

—¿Tiene un recuerdo personal de cuál fue su primer acercamiento a Jorge Luis Borges?

—Hay una especie de mito que propaló el propio Borges acerca de que él había leído El Quijote por primera vez en inglés. Yo, sin saberlo, repetí esa historia: leí a Borges por primera vez en inglés. Debía estar en sexto o séptimo grado y me prestaron El libro de los seres imaginarios en su versión en inglés. Me interesaba por los bichos, por los seres imaginarios más que por Borges. Lo ilustré, hice un cuadernito aparte con los dibujos de todos los animales que Borges describía. Me gustaban mucho los animales, las criaturas fantásticas y el dibujo, así que esa fue mi primera entrada a Borges.

Ser un argentino y decir “voy a escribir sobre Cervantes y Shakespeare” es un juego que habilita Borges

—¿Sus últimos tres libros: Facundo o Martín Fierro, su novela Cardenio y este ensayo, Borges y los clásicos, están enlazados?

—Sí y quizás el lazo más evidente sea la figura de Borges. Facundo o Martín Fierro, el título de mi libro, surge de una frase de Borges que repetía en los años setenta: si hubiéramos canonizado el Facundo en lugar del Martín Fierro, otro país tendríamos y mejor. Borges y los clásicos obviamente trata sobre las lecturas que ha hecho Borges y las reescrituras de los grandes clásicos de la tradición occidental. Cardenio, mi novela, no es un Borges, ni hubiera querido ni podido escribir, sobre todo, porque no escribía novelas, pero sí un libro que me gusta pensar que le hubiese gustado imaginar y después escribir sobre él una breve nota o un ensayito de esos que escribía. Es, desde mí, un homenaje, un intento de meterme en dos de mis escritores favoritos, Cervantes y Shakespeare. A partir de esta obra perdida de Shakespeare que sabemos que existió, Cardenio, que estaba basada en El Quijote y que se estrenó en 1603 pero que no quedó el texto y entonces imaginar cómo pudo haber leído Shakespeare El Quijote, qué pudo haber escrito a partir de él, cómo fue el proceso creativo de esa obra. Esto de ser un argentino y decir: "Voy a escribir sobre Cervantes y sobre Shakespeare" es un juego que lo habilita Borges, antes, o no nos animábamos a hacerlo o lo hacíamos mal. Borges nos enseña a leer toda la tradición occidental como si fuera casi diría una nota al pie de la literatura argentina. Nos da una confianza para apropiarnos de toda la literatura occidental que antes de Borges la literatura y la cultural argentina no tenían.

—¿A partir de él esa compleja operación puede hacerse desde el Río de la Plata?

—Totalmente. Además, sube la apuesta y dice: "Desde el Río de la Plata lo vamos a hacer mejor". No sólo dice: "Tenemos derecho a toda la tradición occidental", sino dice: "Quizás más que los países que de alguna manera se sienten dueños de esa tradición".

—En Borges y los clásicos usted se pregunta: "¿Qué queremos decir cuando decimos 'un gran lector'?". Le traslado la pregunta para que lo sepan los lectores de Infobae.

—Borges es un lector que contagia sus lecturas. Cuando vos leés algo que escribe Borges sobre [Gilbert] Chesterton o sobre [Robert L.] Stevenson o sobre Bernard Shaw, te dan ganas de leerlo porque transmite el amor y el placer que sintió por esos libros y por esos autores. Su lectura es muy activa en el sentido de que no se limita a leer y a comentar el libro, sino que imagina al autor, cómo fue, qué vida pudo tener y lo imagina como personaje de ficción; lo hace con Homero en El Hacedor, lo hace con Shakespeare en Everything and Nothing, lo hace con Cervantes en distintos textos, sobre todo en poemas como "Un soldado de Urbina" o "Ni siquiera soy polvo", y lo hace con la antigua literatura anglosajona, de la cual ni siquiera los autores de lengua inglesa se ocupaban tanto como él. De alguna manera, los vuelve a la vida. En distintos momentos de su obra, plantea que la duración de la literatura no tiene que ver tanto, como piensan algunos, con la duración de lo ya consolidado, de lo inerte (sería la metáfora del mármol o del diamante), sino con la inmortalidad de lo que muere y renace como los seres vivientes, y a través de las traducciones y las reescrituras vuelve a la vida de nuevas maneras a estos grandes clásicos.

Borges es un lector muy generoso y un escritor muy consciente en todo lo que hace

—Le pido que se detenga en ese punto para que profundice en lo que plantea en el libro acerca de cómo los textos transforman a los textos y generan otro.

—"Pierre Menard, autor del Quijote" es un cuento sobre eso. Un francés decide escribir El Quijote tal cual, palabra por palabra, a principios del siglo XX y Borges logra convencernos de que es otro Quijote, aunque las palabras fueran idénticas a las de Cervantes, porque lo vamos a leer diciendo: "Mirá este francés cómo trata este tema y el otro y cómo evita las españoladas a la manera de Carmen". Una cosa más sobre Borges lector: es un lector muy generoso. Pienso y conozco bien la obra de otro gran autor del siglo XX que escribe desde la periferia, que es [James] Joyce desde Irlanda, que es como el borde de Europa. Es un gran lector pero un lector egoísta, él está pensando en su Ulises y lee en función de su libro, nada que lea lo va a sacar de ese plan. En cambio, Borges se entrega a sus lecturas y deja que sus lecturas lo lleven de un lado para otro y que las lecturas mismas engendren poemas, ensayos, cuentos.

—Y como escritor, ¿Borges era consciente de la obra que estaba construyendo?

—Sí, de hecho las operaciones que Borges hace tienen que ver con leer críticamente, armar un canon para que después ese canon sea el cimiento o la base sobre la que incluir su obra. En todo escritor que se dedica a la creación literaria en el sentido más tradicional —ficción o poesía— y a la crítica a la vez, como también es mi caso, a veces es un ida y vuelta: él trabaja ya en Pierre Menard estos grandes autores de la literatura universal o las grandes tradiciones y después escribe un ensayo que lo justifica, o al revés: escribe un ensayo antes y con ese ensayo habilita. Es un escritor muy consciente en todo lo que hace. En el caso de la poesía, uno diría que le juega en contra, su poesía siempre es reflexiva, filosófica, no hay algo más instintivo o inconsciente como buscamos en la obra de otros poetas.

—¿"Poema conjetural" es el pináculo de esos poemas?

—A mí me parece uno de sus grandes poemas. También me gustan mucho los poemas de la primera época, los de Fervor de Buenos Aires. "La noche que en el sur lo velaron" es un maravilloso poema o "El truco". Son todos poemas que a la vez son poemas costumbristas, de las cosas nuestras, del truco, el velorio, como podrían escribir muchísimos y son poemas filosóficos sobre el idealismo de [George] Berkeley o sobre la similitud entre el carácter simplificador de la memoria y la noche, que es la noche que en el sur lo velaron. Borges nunca se queda, aun cuando esté trabajando lo criollo o lo porteño local.

—Por otra parte, a lo largo de toda su obra ha vuelto a esos temas.

—Él mismo dice en el prólogo que este libro preconfigura todo lo que haría después.

Tiene que ver con jugar a ser un argentino medio trucho cuando en realidad no lo era

—Cuando Borges inventaba autores y obras, u obras que no existían de autores que sí existían o la inversa, ¿qué estaba haciendo? ¿Se divertía? ¿Se reía de sus lectores?

—Es más evidente el carácter jodón y travieso —porque tenía cosas de niño— en las entrevistas, sobre todo cuando le preguntaban de política; cuando escribía con Bioy le daba rienda suelta a su placer y gusto en la parodia literaria. Hay grandes momentos: en el comienzo de "Pierre Menard…" se burla de ciertos cenáculos literarios muy afectados y con un lenguaje muy ampuloso, con Carlos Argentino Daneri pasa lo mismo. Esto de la erudición un poco ficcional tiene que ver, por un lado, con una larga tradición que viene de la Edad Media, Gargantúa y Pantagruel, por ejemplo, de la erudición en solfa o jodona, que es aparentemente profunda y es cualquier cosa. También tiene que ver con jugar a ser un argentino medio trucho cuando en realidad no lo era, hacer como el papel y también venderles a los europeos una especie de erudición también trucha, fraudulenta, pero que ellos se toman por verdadera. También eso tenía sentido antes de internet, de Google y de Wikipedia, porque ahora lo primero que hacés cuando ves un dato en un cuento de Borges, lo googleás y ves si es un invento de Borges. En el momento en que salen estos cuentos, el desconcierto de muchos autores y lectores, tanto de acá como europeos, que se prolongaba en el tiempo.

—¿Eso también tenía algo de humor inglés?

—Borges (y también Bioy Casares) fue un hombre de mucha participación en el debate público, de opiniones en revistas o en televisión. Hoy no hay una presencia de los escritores en la escena mediática. ¿Qué lugar ocupan hoy los escritores y la literatura en nuestra sociedad?

No es que los escritores no queremos ir a la televisión, pero es verdad. Estoy acá ahora hablando y un poco de bola nos dan, pero los programas y las revistas de actualidad no toman en cuenta a los escritores ni construyen la figura del escritor. Quizás la última gran época es la del boom, con tipos como [Gabriel] García Márquez, que son rockstars.

No se concebía, en el siglo XIX, pensar el país sin leer y hacer literatura

—El último es Mario Vargas Llosa, que ahora además nos está presentando una novia nueva…

—Es casi una apuesta de: "Soy el último de los mohicanos", y es el último de los mohicanos. Vargas Llosa es un modelo de escritor que está en extinción. Las causas escapan a mi competencia, tendrá que ver con el desarrollo de las redes sociales y otras formas de circulación. Los escritores circulamos mucho por esas redes y no tanto por los medios tradicionales. Más me interesa pensar los efectos de ese cambio, no para conjurarlo, pero así sea para señalarlo, escribí Facundo o Martín Fierro. Un objetivo central era, cuando piensen en el país, en sus problemas, en su historia reciente, en qué es la identidad nacional, en quiénes somos nosotros, por qué tenemos ciertos valores, por qué sentimos, por qué miramos el mundo de cierta manera, además de recurrir a la historia, a la investigación periodística, a la autoayuda o al psicoanálisis, recordemos que está la literatura, porque antes la literatura era esencial para pensar todas estas cuestiones. No se concebía, en el siglo XIX, pensar el país sin leer literatura y hacer literatura: Sarmiento, Echeverría, Alberdi, José Hernández. La literatura era parte fundamental de cualquier proceso identitario, así fuera global o personal y eso es lo que pienso que se perdió: la literatura quedó relegada.

—Es una gran pérdida, más cuando pensamos en los últimos treinta años y vemos que la literatura pensó sobre procesos históricos y políticos antes que las ciencias sociales. Por ejemplo, [Rodolfo] Fogwill con Los Pichiciegos y usted cuando escribió Las islas aportaron una reflexión sobre Malvinas inédita hasta ese momento.

—Incluso las crónicas, las investigaciones periodísticas estaban muy atadas y muy circunscritas en lo que podían decir de Malvinas. Creo que sí, Quique Fogwill, espero que yo y muchos de los que escribieron después, Martín Kohan, sin dudas, ampliamos el campo para decir: "Malvinas no involucra sólo la dictadura o los últimos años, involucra toda la historia argentina desde la colonia". Mi novela transcurre en 1992, diez años después de las islas, pero eran los 500 años del descubrimiento de América y también planteo: "La historia de Malvinas empieza cuando llegan los españoles a América", poder fundir eso con la vivencia individual del soldado que estaba en la trinchera en una sola obra, la literatura lo puede hacer. Las otras disciplinas están definidas mucho más acotadamente, hasta dónde pueden extenderse. La otra cosa es que la literatura enseña a escribir. Se escribe mal, vos leés un libro de sociología, de periodismo o de autoayuda y por ahí las ideas no están mal, pero están mal las oraciones, y el lenguaje ayuda a entender la realidad, porque ordena y ordena también por su estructura sintáctica y rítmica. La elección de las palabras está ordenada, si no, el lenguaje, en lugar de ordenar, desordena, confunde más de lo que explica.

—Para terminar, quisiera su opinión sobre una frase reciente de Beatriz Sarlo: "Tener un escritor como Borges es un peso demasiado fuerte para una literatura y por eso para los escritores es fundamental romper con Borges".

—En el Facundo o Martín Fierro, en un capítulo muy breve, que es una especie de introducción a Borges, lo primero que digo es que, para hacerle honor a Borges, la sección dedicada a él en ese libro sobre la literatura argentina debería ser más larga que todo el resto, habría que dedicarle mucho más tiempo a Borges que a todos los otros autores juntos. Planteo un poco una especie de "decisión de Sophie" de la literatura argentina y digo: "Hay una biblioteca que tiene los últimos ejemplares de todos los textos de la literatura argentina y se está quemando y vos tenés tiempo, o salvás a los de Borges o salvás a todos los demás. ¿Qué hacés?". Yo salvaría a los de Borges y después digo: "Miraría arder al resto, incluyendo los míos, no con placer pero sí con la satisfacción del deber cumplido". Ese el diagnóstico. ¿Qué hacer con eso? ¿Qué hicieron los grandes escritores de la generación sucesiva? Elijo tres para dar como ejemplo: Rodolfo Walsh, Manuel Puig, Juan José Saer. Puig se dedica a la novela, que es el género que Borges no tocó y dice que él viene del cine, que no viene de la literatura. Saer toma la tradición francesa en lugar de la inglesa como su modelo y también sobre todo se hace fuerte en la novela y en un ciclo novelístico que crea todo un mundo, cosa que Borges no hizo. Walsh es el que estaba más jodido, porque escribía cuento corto como Borges y tenía la literatura inglesa como modelo y entonces se hace peronista. Todos, de alguna manera, tienen que resolver este problema de cómo escribir después de Borges.

Hay que atravesar a Borges, no se lo puede ignorar

—¿Y después de ellos tres?

—El otro día estaba con Martín Kohan en una mesa y decía: "Ellos hicieron el trabajo por nosotros y ahora, en lugar de tenerlo a Borges enfrente o en contra, lo tenemos a nuestro lado y podemos contar con él". Yo coincido: si bien a mí también me pasa que en la ficción me dediqué sobre todo a la novela y a un tipo de novela muy distinta en su lógica, su escritura, de lo que Borges podía llegar a hacer y nunca sentí a Borges como un peso o una carga o una especie de mandato de romper con Borges, lo pedía utilizar en lo que me convenía, así como Borges puede utilizar a Shakespeare o a Cervantes. En el ensayo, en cambio, y esto ya lo he dicho alguna vez, mi método para escribir ensayo es: escribo así como me sale al correr de la pluma y después, cuando corrijo, tacho las citas de Borges. Lo que intenté hacer con estos dos libros de ensayo, viéndolo ahora, sería una especie de exorcismo: me voy a poner tan borgeano que por saturación voy a terminar saliendo del otro lado. Hay que atravesar a Borges, no se lo puede ignorar, si lo atravesás y salís más o menos indemne, Borges te ayuda a pensar. Hay una cita que le escuché a un escritor uruguayo que me gustó mucho: "Borges enseña a pensar en español". No sé si hay que romper con Borges, creo que no se lo puede olvidar, pero sí es un tema a resolver qué hago con Borges como autor argentino.

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