*Colaboración de Pedro García Otero
El apagón registrado este martes en Venezuela –la luz se fue en toda la región central del país durante seis horas-, muestra las dificultades para minar criptoactivos en el país gobernado por Nicolás Maduro, que pasó, en menos de un año de prohibir la práctica de la minería de criptomonedas a intentar fomentar la actividad. Pese al reciente entusiasmo del mandatario, las enormes dificultades, especialmente de infraestructura, y el acceso a tecnología, que se ha hecho prohibitivo para los ciudadanos, conspiran contra sus promesas.
LEA TAMBIÉN: Un mercado de tokens para fondos de inversión: una idea para recuperar la paciencia
Hasta que el Gobierno venezolano, cercado por las sanciones internacionales contra sus funcionarios más importantes, creó el Petro, una de las primeras criptomonedas estatales del mundo, las noticias sobre ciudadanos detenidos por dedicarse a la minería de criptoactivos eran frecuentes en la prensa venezolana. No tanto, sin embargo, como las decenas de historias que circulaban en redes sociales sobre extorsión de funcionarios policiales contra estos "granjeros".
LEA TAMBIÉN: El Petro, la criptomoneda de Maduro, es un fracaso
A pesar de que desde enero Maduro había comenzado a promover la minería de criptomonedas, lo que bajó la presión sobre los mineros (que en su mayoría trabajaban en la clandestinidad, en fábricas abandonadas o en sus residencias personales), todavía en marzo la prensa local de Barquisimeto, a 400 kilómetros al oeste de la capital, reseñaba la detención de dos ingenieros "mineros" que fueron detectados por el alto consumo de energía de sus casas.
Ocurría el 27, trece días después de que el mandatario, en una reunión con jóvenes del plan "Chamba Juvenil", les propusiera el "plan Chamba Juvenil Digital" con el cual debían involucrarse: "que la juventud se contagie de ánimo e instale granjas de criptomonedas a lo largo y ancho de Venezuela", señalaba Maduro en Caracas.
LEA TAMBIÉN El Petro, la criptomoneda de Maduro, es un fracaso
Y aunque en la capital venezolana el drama de servicios públicos no es tan grave como en el resto del país, el primero en tomarle la palabra al jefe de Estado, en abril, fue el gobernador de Zulia, Omar Prieto, que dirigía el único estado de Venezuela que tenía un programa de racionamiento eléctrico: anunciaba "Criptolago", la fusión de tres granjas mineras de la entidad. Igualmente, ni con el anuncio del presidente ni con el del gobernador sucedió nada posteriormente, quedaron en eso, en anuncios.
Y de hecho, el racionamiento de luz de las principales ciudades de Zulia, en algún momento el mayor productor de petróleo en un país petrolero, ha pasado de tres horas diarias en abril, cuando se anunció Criptolago, a más de nueve actualmente, en promedio: cosa terrible en un estado cuyas temperaturas promedio anuales están por encima de 40 grados.
Maduro sigue anunciando frecuentemente el apoyo a la creación de granjas, pero, según señalan quienes le hacen seguimiento al tema de las criptomonedas en Venezuela, ninguna de esas promesas se ha concretado.
La extorsión sigue
Y si el menguante sistema eléctrico venezolano –la corrupción rampante ha llevado a su colapso, como se demuestra en las investigaciones internacionales que se le siguen a exfuncionarios venezolanos- es incapaz de proveer la energía necesaria para la minería de criptomonedas, otro punto en contra que tienen quienes quieren dedicarse a la actividad es el de la adquisición de equipos, que se adquieren en dólares en un país con un control de cambios cada vez más severo desde hace década y media; y donde el salario mínimo de un ciudadano es de 1,5 dólares.
“¿Cómo hace alguien para comprar un equipo de 5 mil dólares con los ingresos actuales en Venezuela”, se pregunta un ingeniero dedicado a la minería de criptoactivos en Valencia (Carabobo) que por obvias razones pidió el anonimato.
Este profesional, que se dedica a la criptomoneda en un garaje de su casa, logró adquirir los equipos necesarios para la minería e introducirlos al país, de forma legal, sin que le fueran requisados en las aduanas o se le exigiera pagar un rescate por ellos.
Pero señala que su caso fue una excepción; pero al ser la de los mineros de criptomonedas una comunidad pequeña en Venezuela, casi todos se conocen y las historias circulan. "Lo normal es que te cobren un peaje, nunca menor de 100 dólares, para permitirte retirar los equipos. Y luego te tienen fichado y te piden todo el tiempo", indica. Cuando la policía dejó de extorsionar a la minería, porque esta fue legalizada por Maduro, le "pasaron el negocio" a bandas criminales.
"En un país tan pobre, que la gente tenga acceso a dólares lo convierte en un blanco inmediato", señala el ingeniero. "La extorsión se torna peor, porque ya no te amenazan con meterte preso, sino con matarte, y te extorsionan con la supuesta 'protección' que te ofrecen". Él se mantiene bajo perfil y ha evitado eso, pero conoce casos.
Aún así es atractiva
Y aún con todas esas trabas, la minería de criptomonedas es una oportunidad, señala el venezolano Gerardo Sandoval, a.k.a. "Profesor Bitcoin" en las redes sociales, quien trabaja en Miami, Estados Unidos.
"Estamos hablando de que 50 dólares que se logren minar al mes representan un gran apoyo para una familia (…) con la luz que se gasta en tres bombillos se puede minar, y con una computadora que no se esté usando (…) no todas las criptomonedas son Bitcoin", indica.
De todos modos recomienda "estudiar mucho", comenzando por la información que está disponible públicamente en internet sobre cómo iniciar un proceso de minado.
LEA MÁS: