NOTA DE OPINIÓN: Colaboración de Bruno Rovagnati
La falta de un marco legal que regule un mercado de STOs para inversores no acreditados impide dar el salto hacia las herramientas necesarias de liquidez. La tokenización de los fondos de inversión parece ser el camino.
Por definición, un venture capital (fondo de inversión de riesgo, o VC) está compuesto por acuerdos privados que no cotizan en bolsa. ¿Qué significa esto? Que tienen muy poca liquidez, porque hasta que no se produce el exit de alguna de las inversiones -en plazos típicos de siete a diez años- no existe ese evento que les devuelve dinero a los inversores.
Esta estructura funciona siempre a largo plazo y tiene un control absoluto por parte de los managers del fondo. Tiene sus reglas, sus acuerdos y un movimiento muy limitado, donde la paciencia es la única aliada a la hora de recuperar lo invertido.
Sin embargo, estamos en el amanecer del cambio. La proliferación de las criptomonedas y sus respectivos tokens crearon nuevos métodos de intercambio y herramientas de mercado con valor intrínseco. El problema es que no existe aún un exchange donde se pueda hacer un Security Token Offering (STO) y donde estos fondos de VC tradicional (ya previamente tokenizados) puedan salir a vender de forma pública sus tokens.
Para entender el concepto de STO, se puede comparar con una Oferta Pública de Acciones (IPO, por sus siglas en inglés, Inicial Public Offering), donde una compañía pone a la venta un activo financiero en bolsa por primera vez. Allí, los inversores pueden comprar y vender acciones sin ningún tipo de restricción. El objetivo de los STOs es similar, pero lo que se está comerciando son cuotapartes de las empresas representadas por security tokens.
A diferencia de los ICOs (Initial Coin Offerings), que no están reguladas y tienen riesgo de fraudes, los STOs funcionan en un marco financiero que está reglamentado por la Comisión de Bolsa y Valores de Estados Unidos (o SEC por sus siglas en inglés) o entes similares de otros países. Por eso hay que dar un paso más: crear una bolsa de cambio -al estilo NASDAQ o NYSE- le abriría las puertas no solo a los inversores acreditados (con un patrimonio de un millón de dólares o superior), sino a todo aquel que quiera adquirir una cuotaparte de alguna empresa tokenizada. Este mercado cumpliría con las leyes y permitiría la comercialización pública de estos security tokens.
De esta forma, cualquiera podría comprar o vender su parte -por ende, tener más liquidez- sin tener que esperar los movimientos de exits tradicionales. Así, el mercado se dinamiza y da transparencia a la hora de fijar el precio de los assets mediante la oferta y la demanda. Como resultado, esta dinámica es efectiva para los inversores, mientras que los general partners de los fondos tienen más flexibilidad a la hora de buscar inversiones.
En este camino también hay que tener en cuenta la volatilidad como métrica de riesgo. Al igual que cualquier instrumento financiero, entender los riesgos y beneficios es parte del proceso y del modelo de negocio. A fin de cuentas, si el negocio es bueno, probablemente ganes plata; si es malo, los resultados no serán positivos. Lo importante es entender que la tokenización con su respectiva regulación no vuelve al negocio más líquido en sí mismo, sino que le da forma a un mercado para que sea líquido.
Aún falta camino por recorrer y sabemos que el problema no es tecnológico, sino regulatorio y cultural. Ahora la posta la tiene la SEC, la Comisión Nacional de Valores y el resto de los entes reguladores. Solo es cuestión de tiempo: una vez que el camino este señalizado comenzará una nueva era para las criptomonedas.