El mexicano Agustín Carstens, jefe del Banco de Pagos Internacionales (BPI) y ex "número tres" del Fondo Monetario Internacional (FMI), volvió a cargar duro contra las criptomonedas, insistió con que no son más que "una burbuja, un esquema Ponzi, un desastre ambiental" y le habló "a los jóvenes" que trabajan para mejorar las distintas redes descentralizadas: "¡Dejen de querer crear dinero!".
En una extensa entrevista con el diario suizo Basler Zeitung, Carstens habló de "pseudomonedas" y consideró al protocolo Bitcoin (y sus derivados) como un inútil proceso de alquimia: "El pasado nos muestra que crear dinero de la nada fue siempre una obsesión y nunca funcionó. Hasta Isaac Newton estaba empecinado con hacer oro, pero fracasó y terminó trabajando en la Casa de la Moneda británica".
“Que los jóvenes usen sus muchos talentos para aportar innovaciones. La tecnología blockchain bien puede tener aplicaciones prácticas, pero producir dinero no es una de ellas. El dinero no se puede crear de la nada, ya está establecido. No hay por qué reinventarlo”, siguió en su cruzada.
La acusación de Carstens resulta curiosa en tanto traslada a las monedas digitales una de las críticas más sensibles al propio sistema fiduciario: el proceso de creación de dinero sin respaldo real, mecanismo en funciones desde que se abandonó el patrón oro y que le otorga a todo el sistema un valor ligado directamente a la confianza de la sociedad. Confianza que Carstens deposita en los bancos centrales como commodity y que Satoshi Nakamoto ponía ya en cuestionamiento en sus primeros manifiestos sobre Bitcoin:
"El problema de raíz con el dinero convencional es toda la confianza que se necesita para hacerlo funcionar. El Banco Central debe generar confianza de que no devaluará la moneda, pero la historia del sistema fiduciario da cuenta de múltiples fisuras. Los bancos deben dar la confianza de que conservarán nuestro dinero, pero lo prestan en burbujas crediticias con una mínima fracción en reserva. Debemos confiarle nuestra privacidad, nuestra seguridad", condenaba Nakamoto en 2009.
Bitcoin, y en consecuencia Blockchain, nacieron como respuesta a esa ausencia de confianza en el dinero fiduciario, emplazada en la volatilidad de las políticas monetarias y la necesidad de un rector que gestione, apruebe y registre las transacciones. Las criptomonedas persiguen la descentralización de ese sistema, anteponiendo prueba criptográfica a cualquier requisito de confianza, a través de un protocolo público de validación, verificación y consenso.
Desde ese lugar, las criptomonedas no se crean "de la nada", sino que el proceso es en todo caso parecido al del oro, con mineros (digitales) que a cambio dan el soporte de infraestrucutra (la extensa energía demandada de la que habla Carstens) al blockchain. Bitcoin incluso tiene un número finito de monedas: 21 millones, lo cual -como pasaba con el oro- evita la emisión fiduciaria y sus remolinos inflacionarios.
Pero la incongruencia en el planteo parece no interpelar al titular del "banco de los bancos centrales", así como la ambivalencia de evaluar a las criptomonedas con parámetros de dinero actual y a la vez negarles su condición como tal: "No cumplen ninguno de los tres propósitos del dinero: no son una buena forma de pago, no son una buena unidad de cuenta y no constituyen un depósito de valor. Fallan dramáticamente en cada uno de esos aspectos".
La aversión de Carstens hacia las criptomonedas no es nueva, aunque en los últimos meses se tornó casi monotemática en sus apariciones públicas, así como en los informes del BPI: "Como cada vez más gente se mostraba interesada en el tema, sentimos la necesidad de pronunciarnos con fuerza", explicó. Y volvió a pedir intervención política para desarmar lo que entiende como simples redes de "evasión de impuestos, lavado de dinero y financiamiento criminal", llevando al extremo una preocupación que también había advertido la directora del FMI, Christine Lagarde.
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