El COVID tiene características heterogéneas. Puede ser asintomático, inducir síntomas leves o causar una enfermedad crítica. Con la intención de comprender mejor el escenario, un dúo de investigadores desarrolló un modelo matemático de la respuesta inmunitaria al SARS-CoV-2 y comprobaron que el virus no se elimina por completo del cuerpo y causa una infección persistente.
Es que entre el 10 y el 20% de los pacientes sintomáticos tienen un riesgo elevado de compromiso de múltiples órganos y sistemas y mortalidad. Y cada vez hay más pruebas de que el huésped explica la variabilidad observada en la gravedad de la enfermedad, la tasa de infección y los síntomas de la enfermedad a largo plazo.
La enfermedad de leve a moderada en personas por lo demás sanas puede causar una enfermedad potencialmente mortal y/o una amplia gama de síntomas persistentes. El determinante general de la gravedad de la enfermedad es la edad, principalmente porque la respuesta inmunitaria disminuye en los pacientes que envejecen.
Siguiendo estos pasos, con la intención de comprender mejor el escenario, Tomonari Sumi del Instituto de Investigación de Ciencias Interdisciplinarias de la Universidad de Okayama y el profesor asociado Kouji Harada del Centro de Educación basada en TI (CITE) de la Universidad Tecnológica de Toyohash, desarrollaron un modelo matemático de la respuesta inmunitaria al SARS-CoV-2 y revelaron que los factores de riesgo típicos relacionados con la edad, como solo una disminución del 10 % en la actividad de las células inmunitarias innatas y la inhibición de la señalización del interferón tipo I, disminuyen drásticamente este comportamiento orgánico y contribuyen al aumento de la carga viral.
En ese sentido, este dúo de investigadores informaron, a partir de su investigación, que la cantidad de ciertos subconjuntos de células dendríticas se mantuvo en menos de la mitad de la de los donantes sanos, incluso siete meses después de la infección. Por lo tanto, la respuesta inflamatoria estaba en curso.
Mientras el virus sigue mutando en subsiguientes oleadas de infección, las posibilidades de controlar su difusión sigue mermando. En este escenario, la cantidad de pacientes que transitan COVID prolongado ha aumentado significativamente y ahora se considera un problema social de envergadura. A la par, las causas de este paso aún no se ha aclarado, aunque los científicos han propuesto varias hipótesis diferentes.
Una de ellas es la infección persistente dentro de los huéspedes infectados, en la que el virus permanece dentro del cuerpo durante un período prolongado después del contagio. El dúo de investigadores japoneses acaban de publicar sus hallazgos en la revista especializada Cell. En ese documento buscaron herramientas nuevas para poner luz al hecho de que las infecciones persistentes dentro de los huéspedes infectados realmente ocurren e identificar en dichos casos los factores causales.
A partir del desarrollo del modelo matemático que compusieron para la investigación, comprobaron que el virus no se elimina por completo del cuerpo y causa una infección persistente, incluso en el modelo de referencia que produce una carga viral promedio. Esta infección persistente es atribuible, en el caso de COVID-19 que es sistémico, a la presencia duradera de suficientes células huésped, de modo que los sitios de infección se pueden encontrar fácilmente. Matemáticamente, una cura completa, en la que la carga viral se reduce a cero, se representa mediante un punto de equilibrio inestable, lo que implica que es difícil alcanzarla.
Con esos datos en mano, los profesionales investigaron la influencia de los niveles de inmunidad relacionados con la edad en la gravedad de la enfermedad. Demostraron que los factores que se sabe que son riesgos comunes asociados con el envejecimiento, como la disminución de la actividad de las células generadoras de antígenos y la inhibición de la señalización del interferón por parte de los autoanticuerpos de interferón tipo I, aumentaron significativamente la producción viral dentro del cuerpo, lo que lleva a graves infecciones.
Al mismo tiempo demostraron que una actividad suficientemente robusta por parte de las células presentadoras de antígenos y/o la producción de anticuerpos por parte de las células plasmáticas daría como resultado una cura completa al eliminar eficazmente el virus del huésped infectado. Por lo tanto, se puede suponer que la inmunidad mejorada es crucial para evitar una infección persistente.
Otra de sus conclusiones reveló que la cantidad de células dendríticas se mantuvo significativamente reducida incluso unos siete meses después del inicio, independientemente de la gravedad experimentada por los pacientes con el nuevo coronavirus, pero no lograron identificar las causas. Esta deficiencia también se ha observado en el raro Síndrome Inflamatorio Multisistémico, que es muy similar a la enfermedad de Kawasaki, y que muy ocasionalmente afecta a niños infectados con COVID-19.
Las simulaciones experimentales por computadora del equipo de investigación demostraron que el número de células dendríticas permaneció significativamente reducido y no se recuperó incluso siete meses después de la infección, lo que es consistente con las observaciones clínicas a largo plazo. Se percibe que la causa principal es la infección persistente por virus residual dentro del huésped infectado.
Los informes indican que el 72,5% de los pacientes se quejan de algunos síntomas residuales dos meses después de haber sido diagnosticados con COVID-19, o un mes después del alta hospitalaria, y el 54% permanece afectado seis meses después del diagnóstico o del alta. Los síntomas del long COVID incluyen tos, fatiga, disminución del sentido del gusto y del olfato, disfunción cognitiva (niebla cerebral), etc., y algunos pacientes se quejan de múltiples síntomas simultáneos.
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