Millones de personas, y no solo quienes tienen un sistema inmunológico debilitado, se preguntan por su protección tras la aplicación de vacunas de refuerzo e infecciones por la variante Ómicron del nuevo coronavirus. A medida que se levantan los mandatos de uso de mascarillas y se eliminan las restricciones en un paso hacia la normalidad, una prueba para medir la inmunidad sería una poderosa herramienta para medir el riesgo individual.
El caso de Ben Sobieck, que ahora tiene 37 años, podría ser un ejemplo de cuán necesario es conocer esta situación. En 2010, los médicos le dijeron que sus riñones estaban fallando inexplicablemente. Poco después, se sometió a un trasplante de riñón y empezó a tomar medicamentos de por vida que debilitan su sistema inmunológico para evitar que su cuerpo rechace el órgano del donante. Nunca se descubrió la causa de la insuficiencia renal de Sobieck. Pero una década después, se enfrentó a otra amenaza para su salud: la pandemia de COVID-19. “Tomo inmunosupresores que me hacen más vulnerable a las complicaciones graves”, dijo en diálogo con CNN Sobieck, que vive en Minnesota, y añadió: “Si estás inmunodeprimido, puede que no tengas una respuesta muy buena a la vacuna contra el coronavirus”.
Buscando evidencia de que su sistema inmunológico funcionaba como debía, Sobieck hizo una petición inusual: pidió a su nefrólogo que le hiciera un análisis de sangre que da una medida aproximada de los anticuerpos, un tipo de proteína que el cuerpo crea en respuesta a una infección o vacuna. Los títulos de anticuerpos revelan la concentración de un anticuerpo específico que se encuentra en la sangre de una persona.
“La mayor razón por la que quería comprobar mi título de anticuerpos es porque no sé cómo evaluar el riesgo”, remarcó Sobieck. “Cualquiera que esté inmunocomprometido, desde el comienzo de esta pandemia hasta hoy, tiene muy pocas herramientas para evaluar el riesgo: si va a salir de casa, cuándo va a salir de casa, cómo interactuar con otras personas, qué situaciones están bien”.
Sobieck se sometió a un control de los niveles de anticuerpos después de su segunda, tercera y cuarta dosis de la vacuna contra el COVID-19 de Moderna. Cada resultado mostró que tenía más del número máximo de anticuerpos que la prueba podía detectar, lo que indica una respuesta inmune fuerte. Aunque no existe una guía específica sobre cómo interpretar estos resultados para averiguar el nivel de protección contra la infección o la enfermedad, se sintió tranquilo de que su sistema inmunológico estaba haciendo su trabajo.
“Más del 50% de los pacientes trasplantados no tienen una respuesta inmunitaria suficiente para estar protegidos, aunque reciban no dos sino tres dosis de la vacuna que utilizamos en la población general”, afirmó el doctor Dorry Segev, profesor de Cirugía de la New York University Langone Health. “Para ellos, un título de anticuerpos es un indicador particularmente pertinente de si tienen alguna protección”. El experto, cirujano de trasplantes, aboga por el uso de pruebas que midan los anticuerpos como forma de comprobar la protección inmunitaria en las personas inmunodeprimidas.
Sobieck asegura que los resultados de la prueba le permitieron tomar decisiones para él y su familia. “Saber que tenía la respuesta de anticuerpos que tenía significaba que mi hijo podía ir a la escuela en persona. Eso es enorme”, subrayó. Pero una cosa es medir los niveles de anticuerpos. Otra cosa es medir cuánto te protegen contra el virus. La Administración de Alimentos y Medicamentos de los EEUU (FDA, por sus siglas en inglés) recomienda que no se comprueben los niveles de anticuerpos porque no hay una forma acordada de calcular el grado de protección de cualquier nivel de anticuerpos frente a infecciones o enfermedades graves. Además, puede dar una falsa sensación de seguridad, dice la agencia.
“No hay una buena correlación de la protección, algo que diga que esta es la medida que uno necesita para saber lo bien que está protegido”, manifestó el virólogo de la Universidad de Emory, Mehul Suthar. Por eso, los científicos intentan cerrar esta brecha de información. Los estudios miden los niveles medios de anticuerpos en una población para comprobar la eficacia de la vacuna, a menudo utilizando los niveles de anticuerpos meses después de la vacunación para determinar la necesidad de un refuerzo. Un estudio efectuado en personas que recibieron la vacuna contra el COVID-19 de Moderna descubrió que los niveles de anticuerpos más altos después de la vacunación se asociaban con un menor riesgo de infección.
Pero no todos los anticuerpos se crean igual. De todos los anticuerpos que el cuerpo puede producir después de una infección o vacunación, solo una parte se considera “anticuerpos neutralizantes”, lo que significa que pueden prevenir activamente la infección.
Las pruebas para medir los anticuerpos pueden ser cuantitativas o cualitativas. Las pruebas cuantitativas proporcionan un número específico, hasta cierto punto, de anticuerpos en la sangre. Las pruebas cualitativas solo indican si se detectaron determinados anticuerpos. Los resultados de las pruebas cualitativas son positivos, negativos o indeterminados para los anticuerpos neutralizantes. Cuando se trata de medir específicamente los anticuerpos neutralizantes, solo hay un tipo de prueba que ha recibido la autorización de emergencia de la FDA para detectarlos, y es cualitativa.
Varios estudios han demostrado que los anticuerpos neutralizantes son un fuerte correlato de la protección contra la infección sintomática por COVID-19 y sus variantes, y que los refuerzos mejoran la neutralización. Peter Gilbert, catedrático de Vacunas y Enfermedades Infecciosas del Centro de Investigación del Cáncer Fred Hutchinson y autor principal del estudio sobre Moderna, afirma que estas correlaciones son útiles para aplicarlas a grupos grandes. Por ejemplo, los científicos pueden utilizar los datos de estudios más amplios sobre la correlación entre los niveles de anticuerpos y la eficacia de la vacuna en los adultos para hacer una predicción sobre la eficacia de la vacuna en los niños.
Sin embargo, llegar a conclusiones basadas en los niveles de anticuerpos de una persona es mucho más limitado. Gilbert compara los títulos individuales de anticuerpos con la varilla de medición del aceite de un vehículo. “¿Está bajo el nivel de aceite de un vehículo en concreto? Entonces, hay que salir a comprar aceite nuevo”, o en este caso, “ponerse otra dosis de la vacuna”, dijo. “Para eso, los marcadores no son tan buenos”.
Esto se debe en gran medida a que los niveles de anticuerpos varían de una persona a otra. Ese correlato de protección también cambia con el tiempo y con las diferentes variantes de coronavirus, lo que hace difícil definir un punto de corte para los niveles de anticuerpos por encima del cual los científicos puedan decir con seguridad que alguien está protegido contra el COVID-19.
Inmunidad natural vs. adquirida
Existe una diferencia clave en la comparación de los niveles de anticuerpos en las personas vacunadas contra el COVID-19 y las que fueron infectadas por el coronavirus. “Mientras que en la respuesta a la vacuna, es posible que todos los individuos que se vacunaron tengan anticuerpos elevados y que estos disminuyan con el tiempo. En el caso de la infección, es notablemente heterogénea. Habrá muchos individuos que tengan una respuesta de anticuerpos muy baja y otros que tengan una respuesta de anticuerpos muy alta”, dijo Suthar.
Según Marion Pepper, profesora asociada de Inmunología en la Universidad de Washington, la ubicación es importante, especialmente para el sistema inmunológico. “Hay diferentes entornos inmunológicos que conforman tu cuerpo. Cuando ves una respuesta inmunológica en tu brazo, va a ser una respuesta diferente que si ves una respuesta inmunológica en tus pulmones”, agregó.
El sistema inmunológico “es como un montón de barrios diferentes, y cada uno tiene un sabor distinto”, dependiendo de cómo se exponga un individuo al coronavirus, ya sea a través de una vacuna inyectada en la parte superior del brazo o a través de una infección en el sistema respiratorio.
Los CDC citan un estudio, que se encuentra en fase de preimpresión y no ha sido revisado por pares, que descubrió que los títulos de anticuerpos disminuían más rápidamente en las personas vacunadas que en las que se han recuperado de la infección. Esto puede ayudar a explicar la creciente evidencia de una eficacia de la vacuna más fuerte y duradera en personas que tienen inmunidad a través de la enfermedad y la vacunación, llamada inmunidad híbrida.
Aunque puede que no sean la mejor manera de saber cuán protegido está un individuo, los anticuerpos son útiles para entender cómo comparamos a las personas con inmunidad natural con las que tienen inmunidad adquirida por la vacuna. “Sabemos que las personas que tienen esta inmunidad híbrida están mejor protegidas. Así que también se plantea la pregunta: ‘¿cuál de estos parámetros está asociado a esa protección?“, resaltó Pepper, quien dirige un laboratorio que estudia la inmunidad híbrida.
La observación de los niveles de células inmunitarias y anticuerpos, a medida que cambian con el tiempo en diferentes grupos de personas, puede ayudar a los científicos a aprender a crear vacunas y a programar las vacunaciones para replicar la fuerza de la inmunidad híbrida sin las infecciones reales.
Solo una parte de la historia de la inmunidad
Los niveles de anticuerpos son tan solo una parte de la historia de la inmunidad. También hay células T, un tipo de glóbulo blanco que ayuda a combatir las infecciones matando las células infectadas por un virus o ayudando a otro tipo de glóbulo blanco, el B, a crear anticuerpos.
Entonces, ¿por qué nos centramos tanto en los anticuerpos? “Un aspecto es que los anticuerpos son probablemente uno de los más fáciles de medir en el laboratorio”, aseveró Suthar. “Creo que cuando se pasa a los ensayos basados en las células T, son mucho más difíciles”, explicó. “Cada individuo tiene diferentes antígenos, lo que se llama tipos de H.L.A., que hacen que sea un poco más complejo entender cuán bien responden las células T contra este virus”.
A diferencia de los anticuerpos, que se encargan de prevenir una infección, las células T se encargan de destruir las células que ya están infectadas. Las células T pueden desempeñar un papel importante en la eficacia de la vacuna contra la enfermedad grave de las variantes de coronavirus más transmisibles, como la Ómicron.
Un estudio demostró que, aunque la variante Ómicron, altamente mutada, podía eludir los anticuerpos neutralizantes, las células T conservaban una respuesta fuerte. “Una célula B de memoria es una célula B que puede reactivarse para producir anticuerpos. Por lo general, no lo hace a menos que una célula T le diga que lo haga, por lo que el estudio de las células T será realmente importante para entender esta protección inmunológica”, advirtió Pepper. Sin embargo, dijo que la complejidad de la medición de las células T significa que no habrá una prueba rápida para medirlas a corto plazo.
La oleada generada por la variante Ómicron demostró que las tasas de infección pueden seguir siendo altas incluso después de una vacuna o una infección previa. Con la posibilidad de que se formen más variantes, el COVID-19 se ha convertido en un objetivo móvil que requiere una comprensión en constante evolución de estos correlatos de la protección. “La mayor pregunta que tengo y creo que todo el mundo tiene es: ¿Qué nivel de anticuerpos equivale a la protección contra las complicaciones graves del COVID-19?”, concluyó Sobieck.
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