Usar mascarillas es un método que expertos recomiendan para el control del coronavirus. Sin embargo, hay gente que se resiste a hacerlo.
Algunas personas en algunos estados de Estados Unidos se resisten a usar una mascarilla, a pesar de que la epidemia está afectando severamente sus lugares de residencia. Uno de esos estados es Dakota del Norte. Según el doctor Christopher Murray, director del Instituto de Medición y Evaluación de Salud de la Universidad de Washington, y citado en un artículo de The Washington Post, menos del 50% de las personas usan una mascarilla en Dakota del Norte, aunque el estado registró en la última semana una de las cifras más altas de muertes por COVID-19 en el mundo en relación con su número de habitantes.
En este contexto, el doctor Elmer Huerta, prestigioso oncólogo peruano, médico y comunicador radicado en Estados Unidos, explicó en un podcast especial de la CNN, Coronavirus: Hechos vs. Ficción: “En opinión del doctor Murray, usualmente las cosas son al revés: cuantos más casos de una enfermedad se producen en un lugar, la gente reacciona y cambia su comportamiento. En este caso, lo esperable sería entonces que al aumentar las infecciones, hospitalizaciones y muertes en una región, la gente use las mascarillas en mayor número”.
Pero, ¿por qué no lo hacen? ¿es solo la convicción política que ha polarizado a Estados Unidos la que explica ese fenómeno, o es que hay algo más? Un estudio brasileño realizado de marzo a junio y publicado el 21 de agosto en la revista Personality and Individual Differences, puede dar luces para conocer las respuestas a estas preguntas.
La personalidad de los que no usan mascarillas
Después de estudiar a un grupo de personas renuentes a usar las mascarillas, se vio que estas tenían: niveles más bajos de empatía, que es la capacidad de percibir, compartir e inferir en los pensamientos y emociones de otras personas; niveles más altos de insensibilidad; tendencia al engaño; y comportamientos de riesgo.
El estudio, según sus autores, tuvo como objetivo principal analizar la relación entre los rasgos antisociales y el cumplimiento de las medidas de contención de COVID-19.
Para eso, estudiaron a 1.578 adultos brasileños de 18 a 73 años, que respondieron al cuestionario PID-5, que evalúa las características de la personalidad y resonancia afectiva de una persona. Se denomina resonancia afectiva al impulso que tiene un ser humano de actuar en concordancia a los sentimientos provocados por otra persona.
Los participantes respondieron además a un cuestionario sobre su adherencia a las medidas de contención de la pandemia, tales como el uso de la mascarilla o práctica del distanciamiento físico.
Los resultados del estudio encontraron dos perfiles de personas: uno de patrón antisocial, resistente a las medidas de protección contra el COVID-19, y luego un patrón de empatía entre aquellos que sí cumplían con las medidas de prevención contra el coronavirus.
El perfil antisocial se relacionó con un puntaje mas alto en el cuestionario de evaluación de la personalidad en rasgos tales como: insensibilidad, engaño, hostilidad, impulsividad, irresponsabilidad, manipulación y tener comportamientos de riesgo. Según los autores, dichos rasgos antisociales son característicos de personas diagnosticadas con trastorno antisocial de la personalidad. Este grupo también tuvo puntuaciones más bajas en resonancia afectiva. Es decir, no fue capaz de reaccionar en concordancia a los sentimientos provocados por otras personas.
Por lo contrario, el perfil del patrón de empatía demostró puntaje más alto en resonancia afectiva y puntuación más baja en los rasgos asociados al trastorno antisocial de la personalidad.
“En resumen, las personas renuentes a usar mascarillas y que desafían las normas de prevención, tendrían mas rasgos asociados a trastornos antisociales de la personalidad. Y al no reaccionar a los sentimientos provocados por otras personas, estarían demostrando que no les importa mucho el bien común”, finalizó Huerta.
Los investigadores piensan que su estudio podría ayudar a los funcionarios de salud a planificar y ejecutar campañas educativas centradas en los diferentes tipos de personalidad de los seres humanos.
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