Diego lleva 11 meses de libertad. Y 11 meses trabajando en una cooperativa textil. En el 2013 cumplía una condena de siete años por robo calificado cuando consiguió salidas transitorias supuestamente para salir a trabajar. “Nunca tuve oportunidades, no me las daban”, se lamenta. Entonces armó con otros una banda y salieron “a chorear”. Preso en Marcos Paz se preparaba el año pasado para volver a salir. “Nadie te paga para aprender”, repetía cuando conoció a Julio César, que le habló de Kbrones. Desconfió. Igual, el día siguiente a salir en libertad lo llamó.
A Diego se le llenan los ojos de lágrimas. Está con la campera puesta porque dentro del galpón hace frío. Tiene zapatillas muy blancas y barbijo. Se toca en el pecho y avisa que no se va a emocionar. “Me costó mucho”, confiesa. Quien lo escucha atentamente es Daniel Arroyo, el ministro de Desarrollo Social, que acaba de salir por primera vez de su casa tras un aislamiento de 14 días.
A las 9.30 del miércoles el auto del ministerio estacionó en la esquina de Australia y Santa Elena, en el barrio porteño de Barracas. Arroyo baja presuroso. Va vestido de un solo color: pullover, campera, jean y barbijo azul. Le brillan los zapatos negros de cuero que lustró él mismo. Levanta ambas manos y saluda de lejos. Su secretaria Ayelén pide distancia social varias veces durante la visita.
Algunos de los socios de la cooperativa Kbrones acababan de cruzar a desayunar a un galpón donde alguna vez funcionó una curtiembre, probablemente también clandestina. Lo acaban de alquilar con la ganancia de los últimos meses y el sábado pasado inauguraron un comedor para el barrio con la intención de abrirse a la comunidad. Más adelante pondrán allí un taller, una escuela de oficios, un centro cultural y hasta planean una radio y un gimnasio para los socios de la cooperativa. Arroyo promete una reunión para analizar ayuda para impulsar más empleo y producción.
Las paredes fucsia y verde flúo del galpón fueron pintadas por Diego que no conocía los oficios requeridos pero hace las veces de albañil y pintor. Aprendió además a ser “encimador” y ayuda al equipo de Pablo a acomodar las telas para fabricar kits para el personal de sanidad que venden a la provincia de Buenos Aires. Ya cortaron medio millón de barbijos; a razón de 4000 por día. Sumaron a la tarea a otras diez cooperativas aunque sólo ellos se ocupan de la logística. La semana pasada dos hermanos que estuvieron en el penal de Ezeiza pasaron por ahí para recibir capacitación. Necesitan ayuda psicológica, comentan algunos asociados al ministro que también promete considerar una colaboración más integral. “Nadie te abre la puerta, esto no es solo un trabajo”, comenta Diego después de que el ministro lo aliente y le dé consejos.
Hace unos meses Kbrones sólo había vendido 68 pantalones. Con la pandemia vino la reconversión para los 18 socios entre los que hay ex presidiarios, incluso una mujer con arresto domiciliario, y ex empleados que fueron explotados en talleres clandestinos. La presidenta, Sara Cardoso, trabaja en su casa desde que se inició el aislamiento social y obligatorio.
Julio César, el fundador, aprendió el oficio de marroquinero en la Unidad 12 de Joaquín Gorina. Su compañero de celda era abogado y lo estimuló para armar una cooperativa. Cuando salió en libertad no le avisó. “No se cuenta para que no te hagan nada”, revela sobre el secreto de su circunstancial amigo que le dejó de regalo su vieja computadora. El siguiente compañero de celda, Marcelo, le enseñó a usarla y a armar su proyecto. La mujer de Julio colaboró desde afuera. La cooperativa ya tiene diez años y Julio César le cuenta su historia al ministro que promete ayudar a impulsar este tipo de empleo. El primer cambio fue confeccionar ropa y no marroquinería: el cuero es más caro y había más demanda textil. Las primeras cuatro máquinas las compraron una década atrás con ayuda de Nación.
En el extremo del salón, después de las máquinas que bordan detalles y marcas, Julio César muestra lo que producían y lo que ahora fabrican. Un maniquí está vestido con cofia, bata, botas y barbijo de fuselina. Se amontonan pantalones y camisas de ropa de trabajo y hasta pantalones para agentes del Servicio Penitenciario Federal. “Vienen a comprarnos”, sorprende Julio César que calcula que el pantalón para el los carceleros se vende a $1600. También hay camperas con el logo de Mercado Libre y un mameluco de YPF que confeccionaron hasta que en la última gestión prefirieron importar de China a cuatro dólares. “Creíamos que teníamos la vaca atada”, cuenta sobre cómo volvieron a empezar.
El ministro está contento, aunque sólo se le vean los ojos. Pregunta si hay algún hincha de San Lorenzo y le cambia la mirada. Sólo hay hinchas de River y Boca.
En las últimas dos semanas perdió dos kilos. Se lo nota más delgado que en el viaje que hizo con el presidente Alberto Fernández a La Rioja, cuando se tuvo que volver tras conocer el resultado COVID positivo del hisopado del intendente Martín Insaurralde, con quien había compartido una actividad y un abrazo.
Pasó el encierro con su mujer Alejandra porque su hijo menor, de 23, acababa de mudarse solo. Su hija mayor, de 27, hizo las compras para ellos. Les tocaba timbre y dejaba las bolsas en la entrada de la casa.
En los últimos años Arroyo ya había bajado de peso, pero empezó a subir con la intensidad del inicio de la gestión que le quitó tiempo para hacer ejercicio regularmente. En el encierro recuperó la rutina: 45 minutos de cinta cada mañana que compensaron las horas que estuvo sentado con charlas telefónicas y Zoom. Promete seguir.
Lo único que le incomoda en su primer día de salida, y lo dice, es el barbijo. No lo usó en su casa durante el aislamiento que tuvo que hacer porque el protocolo así lo indica incluso para casos de hisopado negativo. El viernes 12 se enteró en La Rioja el resultado del test de Insaurralde y de inmediato cancelaron la segunda parte del viaje que terminaba en Catamarca. Fue su último viaje y el último del Presidente de la Nación.
-¿Cómo volvió de La Rioja?, pregunta Infobae durante el día que pasó junto al funcionario nacional.
-En un avión sanitario, separado del Presidente.
-¿Y el hisopado?
-Me hice el hisopado tipo tres de la tarde en el aeropuerto de La Rioja. Me volví, me fui a mi casa y desde ahí hice el aislamiento de los 14 días.
-¿Y el resultado cuándo lo conoció?
-Lo recibí en mi casa a la noche.
-¿Sintió miedo? ¿Sintió que podría haber contagiado al Presidente?
-Tenía susto por el Presidente, pero me parecía que era muy raro porque la reunión que había tenido con Martín Insaurralde había sido muy acotada, muy poco tiempo, fue la firma de un convenio y no hubo un acto ni mucha gente. Recorrimos un edificio del ministerio que vamos a transformar en jardín maternal y en escuela de oficio. Me decía “es muy difícil” porque no había tenido realmente ningún síntoma. Pero la otra mitad de mi cabeza tenía susto porque estaba con el Presidente. Se cumplió muy bien el protocolo y me volví a mi casa.
Infobae lo acompaña en la visita a Kbrones y lo ve varias veces distanciarse de los anfitriones, tanto en el taller como en el galpón donde le presentan a las cocineras del comedor y señalan una freidora donde “se hacen las mejores papa fritas del mundo”. Él se mantiene a distancia y así se lo piden sus colaboradores a todos los presentes.
-¿Se cuida más?
-Tengo que cuidarme más. Mi mujer me dice todo el tiempo que tengo que cuidarme más. Y todos nos tenemos que cuidar más. Mi tarea no es de escritorio, mi tarea consiste en salir a los barrios y ver a aquellos que están llevando adelante distintas tareas. Pero tenemos que cumplir más el aislamiento, vamos a espaciar más las salidas.
-¿Se queda más tranquilo ahora que el médico presidencial le indicó a Alberto Fernández que no salga de Olivos?
-Me parece que viene una etapa difícil, de mayor cierre. Todos tenemos que ser muy cuidadosos. Todo lo que se pueda hacer de manera virtual hay que hacerlo virtual.
Mientras recorre la cooperativa se suma a la visita la senadora provincial Agustina Propato, que hace años conoce a Kbrones. Es además la esposa del ministro de Seguridad de la Provincia, Sergio Berni. Ella comenta la idea de un polo productivo dentro y fuera de las cárceles para evitar la reincidencia y dar empleo a quienes pueden ser discriminados o no conocen la cultura del trabajo o no tienen herramientas. Hablan de un programa de capacitación y de otras cooperativas parecidas que César ayudó a formar. “Cinco años me alcanzaron para ver lo que era”, le comenta a Infobae para explicar su pasado y su cambio. Sobre los proyectos futuros, es visiblemente optimista: “Nos cuesta un montonazo, pero vamos a llegar al objetivo”. Detrás suyo asiente Mariela González, directora nacional de Gestión de Centros de Referencia, que tiene una campera de cuero negro con una imagen de Evita bordada en el interior. La compró hace años en la cooperativa.
La entrevista siguió en Ezeiza, en el Centro Recreativo Nacional Bosques, donde se montó un centro de aislamiento para contagiados en recuperación. Aún las camas permanecen vacías.
Esta vez el anfitrión fue Gastón Granados, primer concejal que ejerce como intendente. Su padre, Alejandro Granados, es por su edad persona de riesgo y permanece aislado en su casa.
Granados y Arroyo se saludan con los codos. Por las dudas, el intendente interino lleva doble barbijo. Uno descartable y encima otro con el nombre del municipio bordado. Lo fabrica un taller de medias que también se reconvirtió. En el predio, con bosques, piletas y lago, se montaron 194 camas a distancia, algunas separadas por biombos, para pacientes de COVID-19. En febrero Arroyo estuvo en ese mismo lugar cuando con Alberto Fernández, Alejandro Granados y Máximo Kirchner reinauguraron las colonias de vacaciones y las piletas símbolo del peronismo y de Evita. La UTEP y el Movimiento Evita se ocupan del mantenimiento, administración y limpieza. Incluso mantienen el pasto corto.
Entre los funcionarios presentes está Federico Ugo, secretario de Desarrollo de la Provincia, integrante del equipo de Andrés ‘El Cuervo’ Larroque. ”Parece que fue hace un siglo. Cambió todo”, comenta sobre aquel acto lleno de gente y chicos del último y reciente verano. “Viene una etapa dura”, agrega el ministro después de que Granados le comente algunas de las medidas que tomó, como hacer las compras para los vecinos contagiados o levantar sus residuos. “Al principio íbamos a darles bolsas de otro color pero no nos pareció adecuado, era como señalarles sus puertas”, les explica antes de que otra vez algunos hablen de fútbol.
-El Presidente anunció medidas más estrictas en el AMBA, ¿es un último esfuerzo? ¿Cuál será el impacto?
-Creo que se dan tres cosas juntas. En los barrios de sectores medios y en los más pobres. Uno es un agotamiento de la gente. Hay angustia, mucha gente se quedó sin ingresos y la tiene complicada. Pero hay mucho temor al contagio al ver lo que pasa en otros países, que se peleen por una cama... es muy impactante. A mí me parece que la sociedad está acompañando este proceso, entiendo que es complejo, que es difícil, pero cuando uno ve lo que pasa en otros lugares es realmente significativo. Hay una sociedad que está preocupada, que ha perdido ingresos y está angustiada, pero que entiende que el camino hoy es el aislamiento, es la manera de atender un virus que circula muy rápidamente y no hay vacuna.
-Hay gente que se va a morir de otras enfermedades, o no tiene trabajo, o tiene preocupaciones...
-El Estado ha estado presente. El IFE llega a nueve millones de hogares. Ha habido 11 millones de personas que reciben asistencia alimentaria. El Estado se ha hecho cargo del 50 o 60% del sueldo de una parte importante de las personas que tienen trabajo con recibo de sueldo. No es que la cuestión es salud o economía, se ha atendido la salud, se ha contenido la situación económica que es complicada, es difícil. Hay muchos comerciantes, profesionales, gente que hace oficios que la está pasando mal. Pero la verdad el esfuerzo del Estado, la presencia para atender la cuestión económica ha mantenido la situación que ha sido crítica y estable. Hoy la situación social es crítica y estable.
-En campaña lanzaron el plan Argentina contra el Hambre. ¿Y ahora? Estalló todo y va a haber más hambre.
-Argentina es otro país. Yo había pensado la política social con la tarjeta AlimentAR y con Argentina contra el Hambre sentar las bases y después ir por otras políticas que tuvieran que ver con el trabajo y el crédito. Objetivamente la situación social se complicó, pasamos de ocho millones a once millones de personas que reclaman asistencia alimentaria. Se ha girado hacia ahí la política social. Pero de verdad hay un Estado presente y una gran red social, iglesias, organizaciones sociales, escuelas, que ponen el cuerpo para sostener la situación.
-¿Pero cuánto puede afrontar el Estado?
-Se está haciendo cargo y se va a hacer cargo mientras dure la pandemia. Hay una decisión política.
-¿El aumento de precios no se puede frenar? ¿Es estacional, hay razones objetivas para el aumento o hay vivos?
-El último mes la inflación fue 1,5% general y 0,7% en alimentos. Por primera vez en mucho tiempo la inflación en alimentos fue menor que la inflación general. Es un dato positivo. La Secretaría de Comercio ha fijado precios máximos que para mí es un punto clave para establecer un criterio. Hay que trabajar más. Nuestra tarea es fortalecer a los pequeños productores, a la economía social, la agricultura familiar. La producción de alimentos es un gran plan de empleo.
-Según la ONU después de la pandemia habrá incremento de la pobreza infantil y más desigualdad. ¿Se puede medir o anticipar? ¿Es casi una obviedad que el país que tendremos dentro de dos meses será más desigual y con mucha más pobreza?
-Previo a la pandemia teníamos 40% de pobreza general y 50% de pobreza en los niños. Está claro y es evidente que la pobreza ha aumentado y que ha aumentado la desigualdad. Es muy difícil poder medir y tener datos reales hoy porque hacen falta tomar 13 mil casos para medir pobreza y hacer encuestas presenciales que hoy no es posible. Es difícil tener un número, lo que es muy evidente es que ha aumentado la pobreza. Desde ahí tenemos que reconstruir desde el Estado. Por eso insisto con los cinco sectores productivos (construcción, textil, alimentos, economía del cuidado y el reciclaje) y con el plan Potenciar Trabajo para establecer un ingreso de base y urbanizar las 4000 villas, barrios y asentamientos. El cambio estructural es sostener y reconstruir el trabajo, tener un ingreso de base para las familias más críticas y que todos tengan acceso a los servicios básicos.
-¿Y el Consejo Económico y Social? ¿Hay que convocarlo para la post pandemia?
-Si, claramente. Es la herramienta. Está el sector privado, el mundo del trabajo, las organizaciones sociales y el Estado. Define el modelo de desarrollo y educativo de los próximos diez años. Si algo bueno sacamos de la pandemia es que nos da la posibilidad de hacer cambios estructurales, no programas. El Consejo va a dar esa posibilidad de construir un modelo de desarrollo y otra lógica de crecimiento económico. La enseñanza es que tenemos que ir a una sociedad más equilibrada donde todos tenemos que ayudar. Veo la posibilidad de construir consenso con los que más tienen y con los que menos tienen e incluso con distintos sectores políticos. La pandemia visibilizó el deterioro social de la Argentina y la necesidad de cambios profundos no de pequeñas acciones.
-A los que menos tienen se los ayuda pero ¿la franja del medio no termina pagando desde los tarifazos a la falta de trabajo? Por ejemplo, un profesional o un peluquero.
-Los dos sectores del medio son los que tenemos que fortalecer. Ha habido políticas como créditos a tasa cero, IFE, el pago de parte de los salarios pero hay que hacer más esfuerzo y atender a los sectores medios que dinamizan la reconstrucción. Hay que ayudarlos en términos económicos y fiscales.
-De la promesa de Argentina de pie a tomar decisiones drásticas... ¿qué siente al tomar decisiones que no agradan?
-Hay que tomar las decisiones. Imagino un esquema en el que vayamos achicando comedores y que la gente vuelva a comer en sus casas. La pandemia hizo expandir las ollas y comedores por todos lados. Estamos ante una situación inédita, nunca hubo este nivel de crisis y de caída de la economía mundial. Creo que hemos estado a la altura. Yo giré la política social rápidamente hacia otro lado. La política tiene que ver con atender la problemática de cada momento. Hoy se requiere asistencia alimentaria. Por un lado tenía la idea de hacer otras políticas sociales y la mitad de mi cabeza dice que teníamos que hacer otra cosa. Pero no. Este es el tiempo de hacer otra cosa y en eso estamos trabajando.
-¿Habló con Chiche Duhalde?
-Hablé varias veces. No después de las últimas declaraciones.
-Justamente iba a preguntarle por sus críticas como ex ministra del área.
-Argentina tiene una gran red social hoy que está conformada por organizaciones sociales, iglesias, escuelas. Y hay que potenciar esa red social y ponerla en marcha. Es una Argentina muy distinta a la del 2001.
-¿Es decir que no hace falta que vuelvan las manzaneras, esas delegadas de manzanas que organizó ella?
-Primero hay muchas manzaneras que están activas y forman parte y tienen un rol central. Construyeron una red alimentaria antes del 2001. Hay una gran red social hoy. Es uno de los sectores sociales de la política social.
-¿Y no la va a llamar a Chiche?
-Siempre hablamos. Mi tarea es poder fortalecer y sostener la situación social y alimentaria y reconstruir el trabajo. Hablamos con todos y con ella.
-Lo pongo en boca de ella, pero se lo pregunto. Dice que usted es rehén, como otros ex ministros, de los movimientos sociales
-Los movimientos sociales son parte de la solución de la política social, son parte de la reconstrucción.
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