A pesar de la prohibición de marchar en auto por parte de la policía y la intimidación del municipio, los vecinos de Tigre vuelven a marchar este sábado en contra la extensión de la cuarentena y su impacto en la economía.
“Eran 15 días, vamos más de 70. Hicimos caso al estricto encierro. Vemos muy lejos el final. La falta de trabajo está generando gravísimos problemas. Necesitamos que se amplíe la posibilidad de trabajar. Nos escondemos de un virus, pero ya nos estamos enfermando. Por eso, salimos a hacer escuchar nuestra voz”, sostuvieron en un video que se viralizó en las redes sociales con la nueva convocatoria.
Desde las 17 de esta tarde, la caravana de autos circula por la avenida Ubieto y finaliza en la Estación de Tigre. Al igual que el 25 de mayo, la movilización se realiza a bordo de los vehículos –flameando banderas argentinas y portando carteles alusivos– y manteniendo la distancia social. “Con barbijo sí, pero nunca con mordaza”, dicen los Vecinos de Tigre en Acción.
En su condición de “comerciantes, trabajadores, profesionales y cuentapropistas” salieron a las calles para pedir que se les permita retomar el trabajo y poder transitar sin poner en riesgo la salud propia y de terceros.
María del Carmen Grondona es una de ellas. Vive en el barrio privado Lago Norte, de Don Torcuato, y antes de la pandemia por coronavirus se ganaba la vida como ambientadora de eventos. La cuarentena no solo generó un parate en su actividad sino también en la de su marido, que tiene una empresa de catering.
“Somos conscientes de que seremos los últimos rubros que se van a activar. Hoy estamos lidiando no sólo con novios angustiados sino también con los empleados que contratamos eventualmente para las fiestas que están desesperados porque se quedaron sin trabajo”, contó la mujer a Infobae, quien desde hace un mes decidió ingeniárselas y arrancar con un nuevo emprendimiento familiar en medio de las crisis económica que provoca la pandemia.
“Nos pusimos a elaborar comida congelada. Hacemos viandas caseras de 350 gramos, desde bife de chorizo con papines hasta lentejas a la española, con delivery gratis en zona Norte y Capital”, señaló María del Carmen, quien ofrece sus menúes desde el Instagram Cocina Terra.
Para armar la red de distribución, el matrimonio se contactó con otros amigos que también están afectados y les propusieron que se conviertan en sus vendedores. “Algunos viven en barrios privados y otros en barrios abiertos. Cada uno ofrece en su zona y así nos vamos ayudando entre todos”, dijo.
“Lo vimos como una salida para bancar todo lo que tenemos y no fundirnos. Con el dinero que estamos generando salimos hechos y nos permite enfrentar los gastos de los 7 empleados fijos que tiene la empresa de catering de mi marido”, aseguró la vecina de Tigre, que adhiere a la marcha de este sábado.
Al igual que ella, Rodrigo L. V. está desesperado y tuvo que reinventarse para poder mantener a su familia. Dueño de un restaurante y un kiosco situado en el microcentro porteño, tuvo que bajar las persianas y hoy se dedica a hacer delivery de cigarrillos, golosinas y chocolates.
“Lo mío es un poco contradictorio, porque si bien puedo hacer entregas a domicilio, no tengo a quién venderle porque estoy frente al Luna Park, y al ser una zona exclusivamente de oficinas, todos están haciendo home office”, contó a Infobae. Y puso como ejemplo que su principal competidor decidió volver a trabajar y “apenas vende dos menúes por día”.
Rodrigo, que aplicó al plan del Gobierno para que se haga cargo del 50% del sueldo de sus siete empleados, tuvo que dar de baja varios servicios en su local (cable, teléfono y el diario) para achicar los gastos. “Solo con el alquiler del restaurante tengo 70 mil pesos por mes. Ya le avisé al dueño y a mis empleados que no puedo pagar más mientras siga cerrado, y lo entendieron. Me siento ahogado, ya no se puede más”, admitió este empresario gastronómico que vive en el barrio privado Laguna del Sol, de Pacheco.
De todas maneras, lo que más lo mortifica es la incertidumbre sobre qué pasará cuando decida volver a trabajar: “La gente tiene miedo de ir a los restaurantes por más que los abran y se respeten todos los protocolos sanitarios. Va a costar mucho levantar el negocio y más teniendo en cuenta que, como dijo Luis Barrionuevo, ya cerraron 20 mil de los 45 mil restaurantes que hay en el área metropolitana”, se lamentó.
Si bien el sector de la construcción empezó a habilitarse en algunos municipios, la arquitecta Alejandra manifestó su disconformidad con lo que sucede en Tigre, ya que las obras siguen paralizadas.
Además del impacto económico que le genera no poder continuar con las construcciones que tiene pendientes, esta profesional hizo hincapié en que nadie se preocupa por la situación de los profesionales autónomos, que no reciben ningún tipo de ayuda. “Si yo me fundo, dejo a mucha gente sin trabajo. Gracias a que mi marido es ingeniero y trabaja en el rubro de la logística, que es una de las actividades consideradas esenciales, todavía puedo seguir haciendo frente a mis gastos”, señaló a Infobae la mujer, quien desde hace dos meses sigue pagando el alquiler de su estudio que tiene montado en Nordelta por más que esté cerrado.
Y a eso se suma que sus albañiles le piden continuamente adelantos para poder subsistir. “Entiendo que ellos la están pasando peor que yo. Por eso, les di dinero. Quiero mantenerlos en mi equipo y que cuando pase todo esto volver a darles trabajo. Pero ya es insostenible.Todos se ponen en populistas, en cuidar a los que menos tienen y está bien, pero si los empresarios se funden va a ser peor porque va a aumentar el desempleo. Me siento que estoy en el medio del tironeo. ¿Dónde cuadramos los que vivimos de nuestro laburo y no podemos laburar para generar esos ingresos?”, se preguntó indignada.
A Rosana, por ejemplo, los efectos económicos de la cuarentena la tienen completamente desbordada. Vive en Benavídez y junto a su marido integran el comité de padres de una escuela privada autogestionada que está atravesando una difícil situación porque hay muchos padres que ya no pueden pagar la cuota que supera los 10 mil pesos.
“De las 400 familias que asisten, 200 mandaron una carta para ponernos al tanto de sus problemas. Incluso, hubo dos que ya sacaron a sus hijos del colegio porque venían atrasados y se les hizo una deuda insostenible”, contó la mujer, preocupada porque no pudieron hacerle frente al aumento de sueldo docente pautado para marzo y tampoco saben hasta qué momento podrán seguir pagándoles si baja la recaudación.
“Hay que ver si el colegio sigue en pie después de la cuarentena ya que no tenemos ningún aporte del Estado. La institución se mantiene únicamente con lo que pagan los padres y la mayoría son de clase media y cuentapropistas que están sin poder trabajar”, relató a Infobae.
Al igual que los profesionales activos, también son muchas las personas de la tercera edad que adhieren a esta marcha anticuarentena. Malena Figueroa y su marido están jubilados pero él sigue al frente de su inmobiliaria que se dedica a la venta de campos. Tienen siete hijos y se preocupan por el país que les quedará post cuarentena.
“La economía está planchada y va a costar años reconstruirla. El aislamiento obligatorio nos parece contradictorio porque deja de tener sentido si todos cumplimos con las medidaas de higiene y la distancia social. ¿Cuánto tiempo nos van a tener encerrados en las casas? Toda mi vida me cuidé sola y no necesito a nadie que me obligue a cuidarme. Veo un enamoramiento de la cuarentena mientras las pymes se están muriendo y familias enteras se están quedando sin ingresos porque no pueden abrir sus comercios”, se quejó la mujer.
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