La pandemia de coronavirus afecta al conjunto de la población, aunque de manera desigual. Mientras el riesgo a la salud y los efectos de la crisis económica se hace sentir en toda la sociedad, los niños, niñas y adolescentes cuentan con dificultades y vulnerabilidades adicionales que son propias de la edad. Por mencionar algunas: la falta de acceso a la educación y al juego, o la violencia intrafamiliar que -aunque difícil de contabilizar- duplicó el número de denuncias telefónicas.
"Este contexto puede dificultar la intervención de las áreas de protección, eso no se puede negar. Los casos de violencia en los niños se nos aparecen como una amenaza que puede estar invisibilizada, esto nos impide una actuación rápida”, sostuvo Gabriel Lerner, secretario de Niñez, Adolescencia y Familia (Senaf) del Ministerio de Desarrollo Social.
En un contexto donde las villas de emergencia aparecen como el foco de los contagios de COVID-19, Lerner puntualizó en una entrevista con Infobae que, a pesar del malestar, las infancias tienen un “alto grado de aceptación” de la cuarentena. Se refiere, además, a las dificultades de acceso para garantizar el “derecho al juego”, una barrera cultural y económica en las familias ante el aislamiento. Pero advierte: “La mayoría quiere volver a la escuela, no está pidiendo salir a la vereda”.
- ¿Cómo está afectando la pandemia a los niños y los adolescentes en los barrios populares?
- El aislamiento como respuesta a la pandemia es racional y necesario, pero se está dificultando el acceso a algunos derechos. El problema es cómo se garantizan. En lo sanitario no aparece un contagio grave ni muy extendido entre los niños, pero sí existe impacto desde lo emocional y psicológico al tener que quedarse los niños en sus casas y no ir a la escuela. Ayer, por ejemplo, entregamos kits con juguetes en el Barrio Azul, algo que estamos replicando en los lugares más graves y en articulación con los curas villeros y otros actores.
- ¿Qué medidas se están impulsando desde la secretaría de Niñez?
- Venimos trabajando con el Ministerio de Educación en materiales con perspectiva de derechos del niño, entre los que se incluye la difusión de la línea 102, que permite denunciar la vulneración de sus derechos, los malos tratos y los abusos. La línea empieza a ser importante en este contexto porque el sistema de protección integral del niño está obturado: las escuelas están cerradas y está limitada la salud, el ingreso a los clubes de barrio y la justicia. Estamos fortaleciendo la capacidad de recepción de llamados en otras líneas provinciales similares, con transferencias de recursos, y la articulación del programa “El Barrio cuida al barrio”, además de la elaboración de guías y protocolos que hicimos junto a Unicef y el Ministerio de Salud para los niños separados de los adultos en centros de infractores o protección. Y en los 15 millones de cuadernillos escolares que se distribuyeron introducimos contenidos sobre el buen trato y de la reducción de la violencia.
- Varias provincias ya implementaron las salidas recreativas de los menores. En la Ciudad de Buenos Aires, habilitaron unas horas durante el fin de semana. ¿Es suficiente esta medida para la salud psíquica y emocional de los niños?
- El balance de las salidas recreativas en todo el país es que hubo un alto acatamiento de las consignas de aislamiento, con recorridos y paseos cortos. No puedo hablar desde lo epidemilógico, pero el no uso de las plazas, o el evitar los juegos de contacto entre niños y niñas no ha tenido inconvenientes. En la Secretaría tenemos diálogo con organizaciones de niños y grupos organizados de adolescentes que quieren incidir en las políticas públicas. La mayoría no están pidiendo salir a la vereda o dar la vuelta a la manzana. El reclamo general es retornar a la escuela, sobre todo entre los adolescentes, porque la escuela está asociada al contacto con los amigos o la práctica del deporte. Por eso el desafío es como hacer un retorno progresivo a las aulas, limitado, que no favorezca el contagio. Esto también está en la agenda de las provincias con menor nivel de casos, donde empezó a haber más actividad económica y los padres, que salen a trabajar, ven a las escuelas como un espacio de cuidado complementario.
- La tensión que genera la cuarentena posiblemente genere un aumento de las situaciones de violencia intrafamiliar y maltrato hacia niños y adolescentes. ¿Cómo se atiende esta problemática?
- Sería poco serio u osado dar alguna cifra sobre denuncias, tenemos algunos estudios cualitativos y estimaciones. El maltrato en general se detecta en las escuelas, en los clubes, en las visitas periódicas a las pediatrías o en las causas judiciales, y gran parte de estos espacios están acotados por la cuarentena. Por eso, las denuncias conllevaron a una duplicación de las llamadas de la línea 102, donde hubo un incremento elevado de casos de violencia. Pero habría que registrar qué pasa en las otras instancias de consulta como los comités de emergencias, las organizaciones de la comunidad o el programa “El Barrio cuida al barrio”, por eso hay que ser cautos en lo cuantitativo. Es una de nuestras principales preocupaciones que tenemos junto a otras organizaciones como UNICEF y otros organismos a cargo de la salud.
- ¿Hay una mayor vulnerabilidad?
- Este contexto puede dificultar la intervención de las áreas de protección de niños y adolescentes, eso no se puede negar. Los casos de violencia en los niños se nos aparecen como una amenaza que puede estar invisibilizada, eso nos impide una actuación rápida. Pero no me animaría a decir que en los hogares sucede tal cosa u otra.
- ¿Cómo se aborda la situación de los adolescentes en los barrios populares? Ellos disfrutan más de la calle, del potrero en el barrio o el juntarse en la esquina. ¿Cuál es la válvula de escape para ellos?
- En las clases medias, un montón de situaciones se resuelven en el hogar, mientras que en los barrios populares se resuelven de forma comunitaria. Los referentes barriales suelen reconocer a las familias que están teniendo problemas, y las organizaciones suelen dar respuesta. No hay una fórmula única: hay barrios con situaciones de hacinamiento y otros que no. Para sorpresa de muchos, ha sido muy alta la aceptación de la niñez y de los adolescentes en general a la cuarentena. Hay una conciencia del cuidado más elevada de lo que se hubiera pronosticado hace meses. Las infancias están siendo protagonistas de estas experiencias de cuidado. Hay mucha difusión de videos de prevención en redes sociales o a través de Tik Tok, incluso los niños, desde su propia reflexión, están pensando en cómo volver a la escuela sin contagiarse y sin tocarse.
El valor del juego y las desigualdades
La secretaría de Niñez, Adolescencia y Familia (Senaf) lanzó JUGar, un programa nacional del “derecho al juego”, como parte de las estrategias para garantizar el acceso a las actividades recreativas y que por la pandemia de coronvirus tendrá una primera etapa de divulgación virtual, donde se difundirán sugerencias para que las infancias puedan divertirse, aprender y ejercitar habilidades de manera recreativas con pocos recursos. En las guías, que están subidas al sitio argentina.gob.ar en la sección de Niñez y Adolescencia, se incluyen como alternativas la puesta en común de canciones, compartir cuentos y videos infantiles, y la construcción de juegos de manera artesanal, entre otras.
- Están lanzando un programa nacional sobre el “derecho al juego” para los niños. ¿Por qué lo consideran importante?
- El 28 de mayo fue reconocido como el día del derecho al juego, que se incorporó a la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño y a la Ley de Protección Integral de los Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes. El juego es una actividad central de las infancias que tiene un alto impacto en lo emocional y en el desarrollo cognitivo, además de generar prácticas saludables y solidarias de construcción de ciudadanía. En el programa JUGar hemos incluido también la perspectiva de género y el reconocimiento de la diversidad intercultural, como otras culturas, nacionalidades y los pueblos originarios. Buena parte de las desigualdades tienen que ver con factores que se generan en la infancia y la inclusión de la perspectiva de género puede ser importante para que las futuras generaciones no discriminen.
- ¿Cómo es posible conciliar el derecho al juego en una situación de encierro y aislamiento cómo es la cuarentena?
- Hay condicionamientos de tipo físico, pero también en lo cultural. Muchas veces, los papás y las mamás no están acostumbrados a facilitar el juego de los niños. A través del programa buscamos dar ideas y materiales recreativos a las familias. Buena parte de los juegos no requieren elementos físicos y disponer de recursos económicos, sino de disponer algunas técnicas para impulsarlos. El juego no es patrimonio de la clases altas; sus posibilidades materiales para acceder son mejores, pero debe desarrollarse en todos los contextos, incluso en los de mayor pobreza.
- ¿En qué consiste el programa JUGar?
- El programa apunta a que se institucionalicen los diferentes niveles que tiene el Estado nacional, provincial y municipal. Buscamos que exista una ley nacional de promoción del juego, y este programa va a formar parte de esa elaboración. Ahora nos estamos abocando a las tareas que permite el contexto a la pandemia, para cuando se supere la etapa del aislamiento, se seleccionen unos 8 municipios de distintas regiones para llevar a cabo distintas experiencias y capacitaciones. Ya estamos trabajando con efectores de la economía social en la producción de elementos de juego junto a carpinterías, emprendimientos textiles y cooperativas.
- ¿Hay conciencia en las familias sobre el impacto que tienen estos temas en los niños, como el maltrato o el derecho al juego?
- En el diálogo con los Consejos de niños, ellos nos cuentan experiencias maravillosas. Muchos ahora están contentos porque pueden jugar o cocinar con sus padres y madres. Pero también hemos escuchado a adolescentes muy angustiados, donde prefieren la interacción con sus pares antes que los padres. En las tareas de cuidado, es probable que muchos hogares hayan tenido una buena experiencia en la distribución de tareas, mientras que en otros se profundizó la desigualdad. Pero es muy aventurado generalizar estas situaciones, hay una heterogeneidad en las familias.
- El gobierno del primer peronismo llegó a impulsar, a través de la Fundación Evita, una industria para que los niños más vulnerables y de las familias trabajadoras tengan su propio juguete. ¿Es posible pensar un programa masivo de distribución de este tipo?
- Me encantaría, pero no quiero hacer una aseveración sacada de contexto. Durante los cuatro años del macrismo estuve en el llano y ejerciendo la profesión. Y vi que, en un contexto económico adverso, el municipio de Avellaneda promovió la compra de bicicletas. Todas las escuelas públicas las recibieron. Hay que ver cuál es el escenario de la Argentina que se viene, pero lo que no cabe duda es que cualquier iniciativa o medida tiene que promover la industria local, la economía social y el incremento de puestos de trabajo.
- ¿Hay colaboración del sector privado y de la industria del juguete para atender este derecho?
- Primero deberíamos proponerles algo, es una línea que debemos explorar. Hemos hecho algo con los productores de la economía social, pero tiene una escala limitada. Durante los gobiernos de Néstor y Cristina creció de manera exponencial la industria del juguete. Me parece que una línea colaborativa con los productores de juguete puede ser virtuosa, pero deberíamos dar el primer paso nosotros y aún no lo hemos dado.
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